El embudo educativo II

El 1º de noviembre del año pasado escribí en este espacio la primera parte de “El embudo educativo”, que mostraba las causas que imposibilitaban llegar a una cobertura de educación superior de 28 por ciento, durante el gobierno de Fox, que era una de sus metas; es decir, que 28 de cada 100 jóvenes de entre 19 y 23 años estuvieran inscritos en alguna institución de educación superior. Preciso ahora algunos datos relativos a este embudo apoyándome en el estudio que entregó a la ANUIES el investigador José Rangel.

Entre 1991 y 1995 la cobertura referida apenas creció 0.5 puntos porcentuales, al pasar de 13.9 a 14.4 por ciento. Entre 1995 y 2000 el ritmo de crecimiento aumentó, y en ese periodo la cobertura creció 4.2 puntos más para llegar a 18.6 por ciento. En los siguientes cinco años el ritmo de crecimiento disminuyó y el aumento fue de 3.2 puntos para alcanzar 21.8 por ciento de cobertura en 2005, de acuerdo con datos de la SEP. El crecimiento más bajo de este periodo ocurrió en el último año.

La cobertura mínima aceptable para un país con una economía del tamaño de la mexicana, en las condiciones internacionales actuales de productividad y competitividad, no debería ser menor a 35 por ciento, nivel al que, con el embudo actual, es absolutamente imposible llegar en ningún plazo.

En 14 años, entre 1991 y 2005, la cobertura de educación superior creció 7.9 puntos porcentuales. Si durante este sexenio su tendencia ha sido a la baja, sólo dando un giro enérgico lograríamos abrir el embudo actual.

El embudo, como explicaba en mi artículo anterior, resulta de la erosión que las generaciones de escolares sufren a partir de su ingreso a primaria. Durante cada uno de los ciclos, primaria, media, media superior y superior, se genera un abandono escolar cada vez más acentuado, bien sea a lo largo de los mismos, o bien en el paso de un ciclo al siguiente. Políticas sin visión configuraron el embudo estructural actual, tal que, precisamente por estructural, no admite cambios significativos a corto plazo.

Entre los factores más importantes responsables del abandono escolar se encuentran las condiciones socioeconómicas de los estudiantes, la escolaridad de los padres, las condiciones de la familia a la que pertenecen, así como la preparación escolar previa que hayan alcanzado.

La transformación necesaria para lograr tasas de cobertura del orden de de 35 por ciento implica pensar en otro sistema educativo. La cobertura hasta secundaria requiere ser efectivamente de 100 por ciento. Actualmente al salir de secundaria ya se ha perdido la tercera parte de los escolares que ingresaron a primaria. Por su parte, la cobertura en bachillerato debiera ubicarse en niveles similares a la del resto de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE): entre 70 y 80 por ciento de la población en edad. Es en este nivel educativo justamente donde tenemos el mayor problema.

Datos de la OCDE muestran que en México solamente 25 por ciento de la población entre 25 y 34 años había concluido bachillerato en 2003, mientras el promedio en los países de esta organización lo había hecho 75 por ciento. México es el último de cualquier lista de naciones con ciudadanos que han cursado bachillerato. En Argentina y Perú los niveles son de 52 y 54 por ciento, respectivamente; en Chile, 63 por ciento. Derivemos de aquí la clave de la solución, porque con la estructura actual del embudo, a lo sumo podríamos llegar a niveles de 25 por ciento de cobertura.

Las modificaciones para acercarse a la cobertura requerida no son sólo resultado de sencillas decisiones de política educativa. Los cambios requeridos son de estructura, de funcionamiento, de operación, de transformación del sistema en su conjunto. Cambios que operan a largo plazo, pero que tienen que ser instrumentados desde ya y a los que requiere darse seguimiento constante y cercano. Tienen que evaluarse permanentemente y asegurar que los cambios ocurren y los resultados van en la dirección planeada.

El cambio más importante en este momento es hacer obligatorio por ley el bachillerato. Son muchos los países donde ello ocurre.

Esta transformación exige contar con el compromiso del Estado de que tenderá los puentes necesarios para que la población con menos recursos consiga niveles superiores de educación. No hay otra forma. El problema no es menor, en la medida en que en el México urbano 60 por ciento de las familias perciben menos de 11 mil 600 pesos de ingreso mensual, y de éstas solamente 36 por ciento de las cabezas de familia han realizado estudios posteriores a la secundaria. El problema en el campo se agudiza notablemente.

En octubre de 1990 se aprobó en España la Ley General de Ordenación del Sistema Educativo, que entre otras cosas hizo obligatorio el bachillerato. Los resultados de esta ley fueron diversos. Pero ocurrió que duplicaron la cobertura de la educación media superior. Disminuyeron significativamente el número de alumnos que cortaban sus estudios al concluir el bachillerato y no ingresaban a la universidad. Y también aumentaron su cobertura de manera importante. Empecemos.


Ver la nota en su fuente original:

Blanco, J. (2006, 9 de mayo). El embudo educativo II [versión electrónica], La Jornada. Recuperado el 12 de mayo de 2006, de http://www.jornada.unam.mx/2006/05/09/024a2pol.php

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