Sarmiento educador desde Walter Benjamin

Guillermo R. Gagliardi

La Barbarie alimenta el carácter vitalista del “superhombre” sanjuanino. Lo determina en gran medida, y por otro, lo induce a desarrollar nuevas ideas y estrategias para derrocarla. Se convierte en un “agonista”, un luchador modélico, prometeico. Y, continúa el autor de “El drama barroco alemán”:

el interior, en similar proceso”, “a su exterior, y también considera al uno como el otro” (loc. cit., trad. de H. A. Murena; ed. anterior, “Ensayos escogidos” igual trad., SUR. 1967).

La utopía cartesiana del creador de “Facundo o Civilización y Barbarie en las Pampas Argentinas” (1845) es, según él mismo la califica, “sana, útil y realizable”. Concebida desde una teleología pragmática: es decir, para aplicarse afirmativamente a la realidad hispano-americana. Su intempestivo carácter adquiere una desmesura de entidad definitoriamente épica. Su destino, heroico y progresista, ha sido, por su parte, acotado, acosado hasta el martirio (“mi martirologio por las escuelas y bibliotecas populares”), en la extensión de su voluntarismo supremo, por sus insuficiencias personales, y por su tiempo y circunstancia. Éstos, tiempo y medio nada propicios a su mensaje de Alfabetizador titánico: Colonia, Caudillaje, “Oligarquía vacuna, con olor a bosta de vaca”, limitaron la natural expansión de su carácter hercúleo, de su reformismo urgente. La tragedia de estos males y sus contradicciones temperamentales, marcaron a fuego sus planes de Ilustrado, de Maestro del Civismo y el Adelanto de la Nación.

A propósito de esta visión educadora de Don Domingo sugerida indirectamente por Benjamín, me visitan los versos de Ricardo Rojas de su “La victoria del Hombre” (1903) donde, es una constante en la argentinista obra rojiana, “Aún la selva está virgen…y entretejen fatídicas arañas, mezquina red en el hostil follaje” (ob. cit., ed. 1951, Poema II: “A través de la selva”: “Las hachas”) retrata esa actitud militante y ambiente del tiempo y acción sarmientinos. “Ya es hora, al fin, que el entusiasmo cuaje,/ que el sol fulgure en la desnuda arista/ y que entremos abriendo en el ramaje/ surcos de luz, hacia una luz no vista” (ed. cit., Losada, pág. 84, también en “Poesías” J. Roldán, 1923). Alma y brazo de Cruzado el del sanjuanino en su batalla por la Instrucción popular: “El pecho lleno de entusiasmos late,/ cobrando alientos para el nuevo embate,/ de los ideales en la lucha santa”.

2.- Educación y Estado

Ardorosa prédica escolar modernizadora pregonaron uno y otro, a través de discursos y escritos periodísticos vibrantes uno, y de conferencias y charlas estudiantiles el alemán. El optimismo pedagógico de los Enciclopedistas y el pragmatismo yanqui (los pedagogos de la Revolución Francesa de 1789): Mirabeau (1749-1791) y Condorcet (1743-1794), en sus reflexiones sobre educación nacional y política del ciudadano, y las ideas pestalozzianas del norteamericano Horace Mann (1796-1859)) son actualizados en la obra, grandiosa en ideas y realizaciones, de Sarmiento.

Las ideas, de evidente inspiración hegeliana, expuestas por “la libre comunidad escolar” concebida por Gustav Wyneken (1875-1964), con sus teorías sobre el eros pedagógico y la divinización de la juventud, recogidas en su “Escuela y Cultura juvenil”, 1913, inspiraron, por su parte, la teoría y práctica benjaminianas de la reforma de la Juventud:

“Juventud, escuela renovada, cultura: éste es el circulus egregius que hemos de recorrer una y otra vez en todas direcciones”. (cito por la ed. castellana de sus “Gesammelte Schriften”, vol. II, 1, trad. por L. Martínez de Velasco, Altaya, 1998; ed. anterior, en Paidós Ibérica, 1993).

Las tesis del argentino, asistemático y heterodoxo, han sido expuestas con su entusiasmo connatural, en las polémicas sobre Gramática, Ortografía Americana (en Chile, 1840-1842, contenidas en los primeros tomos de sus “Obras completas”, en “El Mercurio”, “La Crónica·”, “El Progreso”, con el filólogo y escritor venezolano Andrés Bello -1781-1865- y otros: “Artículos críticos y literarios”), Clasicismo y Romanticismo, y como síntesis superadora de esas antinomias, el Socialismo,

 

“entendido como la reunión de la ciencia y del arte con el objeto primordial de lograr el bienestar de los pueblos”. (transcribo según edición de Luz del Día, Bs. As., 1948).

En las tempranas veladas de la Asociación de la Joven Argentina (junto con Juan María Gutiérrez, Vicente Fidel López y otros entusiastas mozos anti rosistas, bajo la inspiración de Esteban Echeverría -1805-1851-, fundador del Romanticismo en literatura y el liberalismo en política de América Hispana). En el filósofo y escritor germano, pensamiento igualmente libre de etiquetas dogmáticas y frecuentemente fragmentario, su espiritualismo romántico (con base en las ideas y escritos de Novalis -1772-1801-, de los albores de dicho movimiento) y la valoración del progreso científico y técnico según los conceptos del Iluminismo (abarca principalmente los años 1911-1914 de su biografía).

Benjamín se adscribe a la “Freie Studentenschaft”, la asociación de Estudiantes Libres, de Friburgo. Sarmiento y Benjamín coinciden en la radical necesidad de revisar la tradición y ensalzar la labor libertaria en todos los frentes, una revolución cultural y social. En 1915 el autor de “Iluminaciones” publica “La vida de los estudiantes” entre otros trabajos, que fundamentan su concepción de una “Metaphysik der Jugend” (Metafísica de la Juventud), una mística juvenil (con la colaboración de P. Geheeb y H. Lietz) siguiendo la orientación del idealismo ético de Johann G. Fichte (1762-1814) y de Friedrich Nietzsche (1844-1900), a través del “Plan razonado para un establecimiento superior de instrucción pública de Berlín” el primero, “Sobre el futuro de nuestros establecimientos de educación” el segundo:

“Lo que a mí me gustaría llamar juventud es esa perpetua vibración del sentimiento dispuesto a la abstracción del espíritu en su pureza” sostiene el autor de “Pasajes”, en su correspondencia manifiestamente idealista y liberal, de raíz humboldtiana (cit. por B. Witte, “W.B.”, ed. AMIA, 1997, cap. II; también p. ej. “Ideas pedagógicas del siglo XX” de Lorenzo Luzuriaga, o “Historia de la Pedagogía” de N. Abbagnano-A. Visalberghi: cap. XVIII. La ·nueva educación·. 121. H. Lietz y G. Wyneken”, p. 659-661)).-

Domingo concurre a Estados Unidos de América del Norte y a Alemania para justipreciar su sistema de educación escolar y extraescolar (Escuelas y Bibliotecas) y el valor formativo e informativo de la profesión del Magisterio, que considera sagrada (“Viajes por Europa, África y América”, 1846-1848, publicado en 1849, integra sus “Obras Completas”, tomo V). Admírase del concepto prusiano de la educación, de alto contenido patriótico y moral, fundamentalmente estatal, y la labor precursora en toda Europa de las Escuelas Normales, para la preparación de maestros y profesores, tal como la concibió el soberano Federico II el Grande (1712-1786) “déspota ilustrado” y como tal, protector de científicos y artistas. Y funda la primera Escuela Normal de Preceptores de Sudamérica, en Chile (1842). (Léase “Historia de la pedagogía” 1934, de W. Dilthey, trad. de L. Luzuriaga, Losada, 8va. ed., 1968: “Apéndice: El estado educador”). Alemania, “la Prusia” como Sarmiento la llama, era desde el siglo XVIII, magno ejemplo de organización escolar y sólida sistematización del magisterio. Richard B. Haldane, el político y escritor escocés, 1856-1928 exaltó justamente el poder del pensamiento metódico y la efectividad de tal pedagogía en la patria de Goethe (vgr. en sus obras “The dedicated life” y “Educación e Imperio”). De ello nos informa ampliamente, el destacado hombre de letras y educador argentino ya citado, Ricardo Rojas (1882-1957) en su “La enseñanza histórica en Alemania”, cap. III de la “La historia en las escuelas” (ed. Libr. La Facultad., 1930, que considera la 2da. parte de su “Restauración nacionalista”, viajes por todo el mundo civilizado, more sarmientino, para explorar las constantes de su vida educativa).

“Educación Popular” (1849, tomo XI de sus Obras), “Educación Común” (1855, tomo XII, íd.), “Educar al Soberano” (tomo XLVII, íd.), “Las escuelas, base de la prosperidad y la República en los Estados Unidos” (1866, íd., tomo XXX), “La escuela ultrapampeana” (reúne sus polémicas incendiarias por la educación y contra el sectarismo religioso, en la década del 80, tomo XLVIII), “Ortografía. Instrucción Pública, 1841-1854”, tomo XLIV), etc., jalonaron esa tarea ciclópea, cotidiana, febril, cual un Sísifo huarpe formidable, por constituir una Nación (“Magíster”, “Homo Conditor”) a través de la difusión esperanzada del Alfabeto y de la siembra generosa de los principios republicanos de gobierno:

Un pensamiento ha dominado los actos de nuestra vida entera (…), la educación pública fue siempre, en todas partes, en todas las situaciones de la vida, el fondo y el fin de nuestros trabajos” (escribe en “El Nacional” donde es redactor desde 1855). (Véase p.ej.: “Los hombres de la Asociación de Mayo y la educ. popular” de José Campobassi, 1942, cap. 4 de su “La educ. primaria desde 1810…”; P. Verdevoye, su sólida tesis “D.F.S.: educar y escribir opinando”, 1988; “S. y la educ. pública” V. Cutinella, F. Romero, E. Carilla, etc., 1962).

En la juventud han encontrado su esperanza, el motivo fundamental de su profetismo:

Reanimaremos el espíritu de los que pierden toda esperanza; avivaremos las creencias y convicciones de los que tienen fe en el porvenir de la América y de su patria”

sostiene Sarmiento en “El Heraldo Argentino”(en sus “Obras”, “Política Argentina”, tomo VI de sus Obras completas).Y en su “La escuela sin la religión de mi mujer”:

“No cuento milagros, sino que viví siempre rodeado de pequeñuelos, por amor a la cultura del espíritu”.

3.- Civilización y Barbarie.

Sarmiento se constituye, siguiendo la visión benjaminiana, en El Constructor, el que combate la Selva hostil que Rojas evoca en la poesía comentada ut supra, y se encuadra en un nuevo concepto, positivo, de Barbarie. Expone lo referido en su escrito de 1933, “Experiencia y pobreza” (incluido en sus “Discursos interrumpidos I”, trad. Jesús Aguirre, ed. Taurus, 1973). “Comienza desde el principio” admite. Así como el hacha que imagina nuestro Rojas en su poemario “La victoria del hombre”, que se abre campo entre la maleza originaria, la desbroza, para levantar un Nuevo Mundo, más lógico, más prometedor, hecho a la medida de sus proyectos, de sus ambiciones y profecías pampeanas. Estos formidables precursores como Sarmiento, parten fervorosamente desde una tabla rasa, donde todo, todo, falta hacerse, para mejorar las condiciones de humanidad, la cantidad de progreso ciudadano y el bienestar y la calidad del sentimiento patriótico. Ímproba tarea la que emprendió el sanjuanino, con reciedumbre sin par:

a comenzar desde el principio; a empezar de nuevo (…). Entre los grandes creadores siempre ha habido implacables (…)” (loc. cit.).

Dos gigantes mencionados por Benjamín nos traen a la memoria de don Domingo: Descartes, Einstein. Son “las mejores cabezas de la Humanidad”, vueltas siempre al presente y al futuro, sobrepasan el pretérito, lo superan. Son los hombres “nuevos”, “distintos”. Movilizan toda su rica energía, sublime potencia :

al servicio de la lucha o del trabajo; en cualquier caso al servicio de la modificación de la realidad…” (Trad. y ob. cit).

Para el inclasificable y superiormente lúcido y complejo autor de “Tesis de filosofía de la Historia” (1940, en su “Discursos interrumpidos”, Taurus, 1989), Civilización y Barbarie no funcionan antinómicamente como en la ideología sarmientina, sino que:

cada documento de cultura es al mismo tiempo un documento de barbarie” (Ob. y lugar cit.).

Pues ve la historia desde el plano, frecuentemente ignorado o directamente oculto, de los oprimidos por los poderes dominantes, los esclavos y las víctimas proletarias. Benjamín aporte entonces una nueva visión sobre la dialéctica entre ambas entidades en el siglo XX. Corrige el concepto tradicional de polaridad. Nos advierte sobre el “progreso regresivo”, en comunión con los nuevos autores: Edward Said, Eric Hobsbawn, M. Löwy, y otros. Todos ellos, profundos críticos del “Progreso Ilustrado”, al que adhirió Sarmiento y la mayoría de su generación. Juan Bautista Alberdi (1810-1884), ilustre abogado, pensador y escritor, fue la excepción, pues, rebatió, inteligente y zahorí, esa noción. (véase “Tres notas sobre civilización y barbarie III” F. Fernández Buey, en “La insignia”, 2003).

Concluyentemente, afirmamos que la ley y la moral kantiana del imperativo categórico, y el acendrado sentimiento del Deber y la Responsabilidad, santificados, han regido sus fructíferos días y escritos.

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