Siempre estamos dando el primer paso

(Macali, Solano, La Juanita)

Siempre estamos dando el primer paso

Raúl Zibechi

ALAI-AMLATINA 13/05/2004, Montevideo.- El lunes 3 de mayo

comenzó a funcionar la escuelita del MTD-La Matanza, en el

barrio La Juanita, en el distrito de Laferrére, una de las

zonas más pobres del Gran Buenos Aires.

Es la primera escuela que pone a funcionar un grupo

piquetero en Argentina, construida por los vecinos del

barrio y mantenida con los recursos que sacan de los

diversos emprendimientos productivos que pusieron en pie:

panadería, talleres de serigrafía y de costura. Para el

movimiento piquetero, es un paso de gigante en un doble

sentido: lo da el único grupo que nunca aceptó subsidios

estatales para sus miembros desocupados y se produce en un

momento de agudo reflujo de las luchas de ese sector. Es un

primer paso al que, tal vez, le sigan otros en la misma

dirección por parte de otros grupos que se atrevan a encarar

uno de los desafíos más importantes que puede abordar un

movimiento: tomar la educación en las propias manos. La

generalización de una experiencia como la que iniciaron en

La Juanita, es una posibilidad incierta: nada asegura que

vaya a suceder así. Sin embargo, como demuestran los

movimientos populares en nuestro continente, estos primeros

pasos son tan inciertos como necesarios.

El 7 de septiembre de 1979, apenas 110 familias ingresaron a

Macali, un área fiscal apropiada por una empresa maderera en

Río Grande del Sur, en plena dictadura militar brasileña.

Estas familias eran el remanente de un contingente mayor de

campesinos sin tierra que en los sesenta habían ingresado en

la reserva indígena de Nonoai, de donde fueron expulsadas en

1978 por los propios indios. Luego de varios intentos

fallidos y de la realización de varias asambleas de quienes

se mantenían acampados cerca de la reserva, con el apoyo de

la Comisión Pastoral de la Tierra y con mucha incertidumbre

por delante, el centenar de familias planificó la ocupación.

La noche del 6 de septiembre llegaron en camiones hasta

Macali, ingresaron en la madrugada, instalaron una cruz con

la bandera de Brasil y construyeron sus primeras viviendas.

Observar las fotos de aquellos precarios ranchitos de madera

techados con pasto seco, contrasta vivamente con la

organización que tendrán los campamentos de los sin tierra

años más tarde.

La policía militar intentó desalojarlos pero las mujeres y

los niños formaron barreras en torno a las barracas para

impedirlo. Finalmente, el gobierno estadual les entregó la

tierra. Fue la primera ocupación victoriosa de este nuevo

período, representó el reinicio de las luchas por la tierra

y contribuyó a la formación del Movimiento de Trabajadores

Rurales Sin Tierra (MST). En los meses siguientes, se

produjeron varias ocupaciones que contaron con la

solidaridad de la población, pero el movimiento como tal

quedó constituido recién en 1984. Aquellas 110 familias no

sabían que estaban comenzando a escribir una de las más

singulares historias de lucha de América Latina.

En septiembre de 1981, cuando la dictadura argentina era

comandada por el general Viola, unas cien familias ocuparon

dos hectáreas en San Francisco Solano, en el partido de

Quilmes, una zona que el entonces obispo Novak definió como

“una ciudad sitiada por el hambre”. Los ocupantes marcaron

catorce manzanas y construyeron sus viviendas dejando

espacios para calles y equipamientos comunitarios, y en

asamblea bautizaron al nuevo barrio como La Paz. Al hacerlo

así, rompían con la tradición de las villas*, donde la

agregación individual genera una trama caótica y reproduce

la exclusión. Con ello, revelaban una organización previa:

en efecto, los ocupantes pertenecían al incipiente

movimiento de las comunidades eclesiales de base, de las que

se habían formado más de 60 en la zona.

A partir del 4 de noviembre mil familias ocuparon 102

hectáreas en la misma zona, formando los barrios Santa Rosa,

Santa Lucía y El Tala, y desde el 27 de noviembre unas 3.500

familias más ocuparon 109 hectáreas formando los barrios San

Martín y Monte de los Curas, actuando siempre bajo el mismo

patrón. La organización colectiva estaba impulsada por el

sacerdote Raúl Berardo, quien había estado poco tiempo atrás

en el sur de Brasil y conocía los primeros pasos que estaba

dando allí el movimiento sin tierra. Se empeñó en que los

primeros ocupantes de una modalidad que luego se conocería

como “asentamientos”, demarcaran los lotes (20 pasos por 11)

donde se instalaba una sola familia bajo la consigna de “no

hacer villa”.

Cuando llegaron las topadoras para destruir las precarias

viviendas, Berardo se puso en la primera fila, las mujeres y

los niños detrás y más atrás los hombres y las viviendas.

Ese día, mediados de noviembre de 1981, la represión cedió,

pero se instaló un cerco policial desde el 1 de diciembre

que duró seis meses, hasta que fue retirado al comenzar la

guerra de las Malvinas. En ese tiempo murieron catorce

niños por diarrea sin poder contar con atención médica. En

pocos años, los asentamientos como forma de ocupación

colectiva y planificada de tierras para construir sus

viviendas y crear otra ciudad dentro de la gran ciudad, se

extendió por todos los rincones del Buenos Aires pobre, pero

saltó fronteras y llegó a Uruguay, Paraguay y a otros países

del continente.

La escuela del MTD de La Matanza es la primera que ponen en

marcha los piqueteros. Los sin tierra tienen ahora unas mil

quinientas escuelas en las 22 millones de hectáreas que

abarcan sus asentamientos, donde estudian 150 mil niños con

unas cuatro mil maestras, muchas de ellas formadas por el

propio movimiento. Pero empezaron por una sola escuela.

Los seis primeros asentamientos de Solano se convirtieron,

con el correr de los años, en una suerte de modelo de

ocupación y organización, incluso para los ocupantes de

tierras que en 1986 crearon los primeros asentamientos en

Laferrére (La Matanza),. donde está la escuela del MTD.

Hoy hay miles de hectáreas ocupadas por pobres sin techo y

sin trabajo, y en muchos de esos espacios nació, creció y se

desarrolla el movimiento piquetero, encabezado ahora por los

hijos y los nietos de aquellos pioneros, que luchan por una

vida digna, producen sus alimentos y cuidan la salud de

forma colectiva. Y ahora, de a poquito, también enseñan a

sus hijos.

En los dos primeros casos las ocupaciones, que fueron el

primer paso de movimientos tan diferentes, se produjeron

bajo dos dictaduras militares feroces, en momentos en los

que el movimiento social vivía un fuerte repliegue, y

contribuyeron a relanzar el movimiento popular sobre nuevas

bases. La iniciativa de La Matanza se produce en momentos

en los que el movimiento social argentino vive también un

repliegue importante, aunque a diferencia de los casos

anteriores gobiernan el país personas que realizan un

discurso –y a veces también una práctica- progresistas.

Los que ocuparon la hacienda Macali y los que crearon los

primeros asentamientos en Solano, no sabían que detrás de

ellos vendrían miles y miles de miles. Hoy, los pioneros en

materia escolar son los miembros del MTD de La Matanza. No

saben, no sabemos, si el movimiento se encamina a tomar en

sus manos la cuestión de la educación. En todo caso, la

iniciativa vale la pena. Es parte del crecimiento interior

del movimiento, cuando las mejores energías están volcadas

hacia la experimentación, con resultados por lo tanto

inciertos, en vez de repetir lo ya sabido y mil veces

probado, aún cuando se sepa que es un camino estéril.

El movimiento social no crece por acumulación, como el

capital. Al parecer, algunas experiencias potentes como las

de Macali y Solano, entre muchísimas otras, resuenan en

algún momento sin que sepamos muy bien porqué. Otras manos,

en lugares a veces distantes, pero impulsadas por idéntica

necesidad de vida, toman iniciativas inspiradas en las

experiencias previas. Saben el paso que están dando, pero

nunca tendrán la certeza de que será seguido por otros.

Siempre estamos dando el primer paso.

* Mientras las villas (favelas o cantegriles) son el

resultado de una agregación individual y no planificada, no

existiendo por lo tanto calles ni espacios colectivos, los

asentamientos son el resultado de la existencia de un grupo

previo que planifica la ocupación, elige la zona más

adecuada y la lleva adelante en función de las decisiones

colectivas.

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Servicio Informativo “Alai-amlatina”

Agencia Latinoamericana de Informacion – ALAI

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