La mala educación. Los jóvenes trasandinos siguen luchando por una educación pública y gratuita

La mala educación. Los jóvenes trasandinos no dan marcha atrás y siguen luchando por una educación pública y gratuita para todos

 

Por Isabela Manganaro | Desde la Redacción de APAS

15|08|2011

http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=5221

 

Los estudiantes chilenos, que desde mayo de 2011 se manifiestan en favor de una reforma en el sistema educativo del país, redoblaron las marchas multitudinarias para forzar una nueva propuesta del presidente Sebastián Piñera. La respuesta del gobierno fue mantener su viejo proyecto -ya rechazado por los jóvenes- y reprimir la movilización.

La propuesta gubernamental -planteada una semana atrás por Piñera- consistía en otorgar cuatro mil millones de dólares adicionales a la educación, mejorar el sistema de becas y reducir las tasas de intereses de los créditos estudiantiles entre otros. Pero esas medidas no respondían en ningún punto a los cambios estructurales planteados por los estudiantes y fueron rechazadas.

Camila Vallejo, líder de la Confederación de Estudiantes de Chile y cara visible de la protesta, explicó: “rechazamos profundamente las dos propuestas del ministerio. No estamos pidiendo unos pesos más ni unos pesos menos, sino una reforma mucho más sistémica y profunda”. Luego de la marcha masiva desarrollada el 9 de agosto, en la que participaron más de 150 mil personas, se esperaba que el gobierno propusiese un nuevo proyecto, cosa que no sucedió.

Según el vocero de La Moneda, Andrés Chadwick, "no hay una nueva propuesta porque creemos que en la que se entregó el lunes pasado están todos los temas". Este pensamiento no es compartido por los líderes del movimiento estudiantil, quienes resaltan la necesidad de cambios profundos para poder eliminar el fin de lucro en las escuelas y universidades, y así modificar el modelo de educación de mercado vigente en el país andino.

La actual concepción de la educación como “bien de consumo”, denominación que utilizó el mismo Sebastián Piñera, aumenta la desigualdad de clases y la brecha cultural chilena. Con el sistema actual, quienes poseen mayores recursos económicos logran asistir a las mejores escuelas, mientras que los que no deben conformarse con el bajo nivel de las instituciones públicas en los niveles inicial y medio, y prácticamente desestimar la formación superior.

Las posibilidades se hacen cada vez más complicadas cuando se habla del nivel universitario. Aquellas personas que por su nivel económico pudieron acceder a una buena escuela secundaria cuentan con las posibilidades de aprobar la Prueba de Selección Universitaria (PSU) y estudiar en las prestigiosas instituciones chilenas. Pero en el otro lado, los que tuvieron una formación de menor calidad se ven obligados a optar por las universidades privadas y sus altos aranceles.

Las opciones que tienen los jóvenes que no superan la PSU no son demasiadas. La primera es solicitar un crédito gestionado por el Estado, y pagarlo durante gran parte de su vida. La segunda es simplemente no asistir a la universidad. Ante esta dicotomía es claro que la brecha social se agranda, las clases altas logran acceder a una mejor formación mientras que las bajas consiguen mala educación y endeudamiento.

El economista Marcel Claude, profesor en la Universidad de Chile, explicó que “toda la educación chilena está ordenada en torno de la lógica del lucro, ese es su eje central. El Banco Mundial señaló que cuando un estudiante se gradúa y sale al mercado laboral carga con un endeudamiento equivalente al 174 por ciento de su sueldo anual. Eso es una locura”.

Ante esta realidad el movimiento estudiantil plantea la necesidad de un cambio estructural. Los jóvenes exigen que el derecho a la educación de calidad tenga rango constitucional, para dejar de concebirla como un bien de consumo. Además, piden reformular el sistema de becas y préstamos estudiantiles -bajando sus intereses- para garantizar igual acceso a la educación a todos los estratos sociales.

Una de las ideas que circula entre los estudiantes es la convocatoria a un plebiscito para que el pueblo exprese qué tipo de enseñanza quiere para los jóvenes de su país. El problema es que el referéndum vinculante no está contemplado en la Constitución heredada de Pinochet, por eso el primer paso para lograr este plan sería que el Congreso reforme la Carta Magna.

El ex presidente de la Concertación, Ricardo Lagos, apoyó la propuesta y argumentó: “La Constitución no puede consagrar que el Estado sea subsidiario de la educación. Tiene que haber una forma de llamar a plebiscito para zanjar los temas de mayor interés. No hay que tenerle miedo a la ciudadanía, la ciudadanía es más inteligente”.

Ante la manifestación pacífica y creativa de los jóvenes chilenos, para combatir el modelo educativo de mercado, las autoridades evitan las respuestas concretas y reprimen injustificadamente. Los medios de comunicación colaboran criminalizando las protestas, mostrando incidentes de violencia como constantes para desvalorizar los pedidos de los estudiantes.

Según el Centro de Estudios Públicos (CEP) el 80 por ciento de la población apoya los reclamos de los estudiantes y la imagen positiva del presidente disminuyó al 26 por ciento. Los “maleducados” no retroceden con palos y gases, y mantienen su lucha por una educación pública, gratuita y de calidad para todos.

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