Convergencias y… diferencias

Convergencias y… diferencias

Encuentros y desencuentros entre la tecnología como agenda y nuestras tragedias y alegrías como cotidianos encarnados.[1]

Valter Filé*

Después de un título tan largo para estos escritos,

¿Qué podría hacer sino esclarecerlo?

Entonces, esta será mi primera tarea: al mismo tiempo que intento esclarecer, me esclarezco también, en la medida que puedo ir un poco más allá de lo que había pensado, por lo menos, hasta el bautismo del texto, de la palestra. Este movimiento también puede servir para que intentemos negociar, aproximar nuestros deseos: por un lado, de quienes me invitaron para aportar algo y que ciertamente tienen esperanzas de que yo pueda, de alguna manera, abordar las cuestiones que más los desafían; por otro lado, mis experiencias, saberes y límites que pueden llevarme muy lejos, o, por lo menos, llevarme a narrar otras historias que no sean consideradas pertinentes a la ocasión de este encuentro.

Sugiero que podamos usar la idea de encuentro (y, consecuentemente, las posibilidades de desencuentros que están implicadas allí). Encuentro en el que cada uno que se comprometa a encontrarse exponga sus ideas, sus expectativas, su disposición a sufrir una ampliación de aquello que antes era de cada uno y que, después del encuentro, pasa a ser de quienes se envolvieron en él.

Así voy exponiendo mis motivaciones iniciales, esperando que, a partir de la discusión de las experiencias concretas compartidas aquí, podamos crear otros conocimientos.

Tal vez mi contribución con este trabajo sea problematizar algunas cuestiones que ayuden a reforzar las mutuas implicaciones entre las tecnologías y las relaciones interculturales/ sociales.

Que estas implicaciones cuestionen la simplificación de las discusiones en torno a un cierto tecno-centrismo y, al mismo tiempo, el confort de la reducción de su espectro, del alcance de las ondas que puedan generarse.

Lugares comunes

 

Podríamos abordar las diversas y diferentes cuestiones sobre la tecnología a partir de muchos puntos o nudos. Podríamos tratar de la intrincada y difícil tarea de percibir cómo las tecnologías –las nuevas y las no tan nuevas– interactúan, formando otros ecosistemas informativos, comunicativos, y, por lo tanto, actuando sobre la cultura, las relaciones sociales, etc. Podríamos, tal vez, sugerir el hilo que está conduciendo esta “nueva cruzada”, administrando las conversiones, los bautismos de los nuevos fieles convertidos: la digitalización.

La digitalización es el procedimiento alquímico de estos tiempos, actuando sobre materialidades, alterando súbitamente los sentidos de realidad, proponiendo nuevos ajustes, nuevas conciencias, otras posibilidades de inteligencia.

Pero, esta nueva transmutación de los “materiales”, esta nueva alquimia que, como aquella otra, sueña transformar piedra en oro, tiene muchos misterios. Estos misterios, que a mí particularmente me inquietan mucho, pueden ser encubiertos por el discurso tecno-céntrico y sus orígenes. Su vacío de experiencias, de experimentaciones y de historias cotidianas.

Propongo que comencemos a conversar sobre esta nueva era -habitada por computadoras, vídeo-juegos, televisión digital y otros aparatos socio-técnicos- a partir de nosotros, de nuestras historias. Ellas pueden dar otros sentidos para estas y otras alquimias.

Lo que los diversos discursos tecno-céntricos, que sirven de mensajeros de buenas nuevas, tienden a crear es una especie de campo electromagnético y consecuentemente, producir fuerzas que generen y alimenten movimientos de atracción y rechazo, admitiendo o impidiendo las posibilidades de acercamientos a los asuntos sobre las tecnologías.

Las normas para esa aceptación y, las justificaciones para el rechazo al acercamiento obedecen a una especie de agenda, casi “natural”, que pretende orientar nuestras discusiones, nuestro consumo, ser nuestras referencias sin tener en cuenta quiénes somos y, si estas conversaciones están siendo creadas en Bogotá, Luanda, Barcelona o New York. Una especie de lugar común, una moda que cobra adeptos y pertenencia, o, amenaza con la exclusión: la soledad y el abandono en un lugar supuestamente “fuera de este mundo”. Así es que encienden las luces del mercado que intenta volvernos mariposas, persiguiendo las novedades, las fábricas de software, de hardware, de periféricos y de creación de padrones discursivos, alegando que ese es el pasaporte que nos va a permitir frecuentar los mismos lugares, “participar” de las discusiones, estar agrupado, estar en la moda.

Son muchos los envueltos en las promesas generadas por las tecnologías, nuevas promesas que llegan pese al incumplimiento de las promesas anteriores, de otras tecnologías. Promesas que se acumularon a lo largo de la historia de la humanidad, como se acumularon los cuerpos de aquellos que fueron excomulgados, que quedaron del lado de afuera, como vagabundos, andariegos nocturnos e, indecibles.

Estas promesas actualizan el sueño de que seremos más felices, y nos ayudan en el convencimiento y en la diagramación de una nueva arquitectura que va a argumentar su condición de imprescindible.

Este campo electromagnético aún intenta arrastrar para su abanico de influencia los diferentes tiempos sociales, sustituyéndolos, haciéndolos sucumbir bajo la lógica de la contemporaneidad. Contemporaneidad determinada e identificada a partir de las tecnologías. Ellas son la referencia, el marco cero a partir del cual se debe erguir la nueva arquitectura, las nuevas capacidades de circulación, las nuevas reglas de tránsito, de la comunicación, intentando, a través de esta operación, apagar o desconsiderar las marcas de un palimpsesto que es como se presenta el mapa de nuestras culturas.

Para abordar las cuestiones sobre las convergencias podemos recurrir a este campo electromagnético y ver girar profusamente las “soluciones” que marcan la contemporaneidad: las promesas nos ultrapasan, y, en muchos casos, dan vértigo. Esta agenda está atravesada por temas como las nuevas maneras de sentir y relacionarse con el tiempo y el espacio, las nuevas formas de narrar, de interactuar, de comunicar, alterando y descentrando viejas estructuras de saber y de poder.

Es cierto que precisamos discutir ideas y conceptos, pero me incomoda discutirlos como abstracciones, como cosas que pareciera que pasaron solo en el terreno de algunos discursos y por la creencia generada en la continua repetición de algunos peritos que transformaron las competencias en un saber de autoridad, generado por la fama.

Lo que me parece más importante no es la negación o el reconocimiento de una cierta agenda, sino, la creación de puntos de entrada y de ampliación de las ondas que estos puntos deben generar, ampliando así los límites de la discusión y ampliando el perfil de aquellos que deben ser invitados a entrar en esta discusión, física o virtualmente (con “virtualidad” me refiero no solo a aquello que significa simulación de lo real – o sea, si algunos no pueden estar físicamente en una reunión, comparecen virtualmente, a través de video-conferencia, chats de voz, etc. La virtualidad a la que me refiero no se opone a lo real, sino más bien, son como pistas que nos indican lo que está por venir).

Habitualmente tengo la sensación de que los “lugares comunes” promovidos por los discursos –aquel campo electromagnético- siempre hablan de generalizaciones. Cosas que, supuestamente, nos pasan a la humanidad toda. Los sujetos parecen convertirse en “todo el mundo” o en “nadie”, lo que da lo mismo. Para decir “todo el mundo” y “nadie” necesitamos del mismo asunto, de los mismos temas y, estos asuntos y temas son como un marcador –como los señaladores de los libros- que nos hacen abrir la página en la página cierta, sin pérdida de tiempo, sin importar si hemos llegado tal vez recién ahora a la discusión y hemos perdido la lectura de las páginas anteriores.

Dicho esto, me propongo a entrar en la charla, en la conversación.

Entrar, pero no desde lo que me sugiere el espectro electromagnético de los lugares comunes del mundo, sino de aquello que nos localiza y que puede problematizar las promesas y considerar nuestros mestizajes, nuestros des-tiempos como formas posibles de ampliar las nociones de convergencia, como este “Encuentro Nacional de medios ciudadanos y comunitarios”[2] se propuso.

Puedo realizar entonces dos movimientos: el primero, es hablar de mis puertas de entrada para el asunto, hablando de mis prácticas y creencias; el segundo, preguntar por las cuestiones que nos pueden acercar y que generen las discusiones que van a nutrir nuestras conversaciones.

Los hilos de mi red

 

Cuando hablo de tecnologías, de medios de comunicación, de encuentros interculturales convoco también para conversar a los dolores y delicias de ser quienes somos, o, suponemos ser. Convergen para las alegorías tecnológicas saberes, creencias e ínter subjetividades.

Entre los dolores y delicias de mis intereses, están la TV Pinel, la Universidad do Estado do Río de Janeiro y el samba carioca[3].

Voy a intentar hablar primeramente de las motivaciones de estar en estos lugares, principalmente porque son esas motivaciones las que me acompañaron hasta aquí y están sustentando lo que voy a intentar tejer con ustedes en este encuentro.

Voy a comenzar por la TV Pinel por el hecho de que ella me posibilita narrar mis encuentros y mis compromisos con tecnologías, culturas y las diversas maneras de ser y estar en el mundo. Espero, más adelante, atar estos hilos con los que sean “tirados” por la discusión de las convergencias, que es el motivo de este esfuerzo.

LA TV Pinel es una TV comunitaria realizada en los espaciostiempos de un hospital psiquiátrico de Rio de Janeiro[4]. Ella pretende, desde hace diez años, utilizar el lenguaje audio-visual y los medios de comunicación en la creación de puntos de intersección de diferentes historias, saberes y narrativas de pacientes, empleados, técnicos, familiares y otros interesados. La comunidad, en este caso, no tiene como referencia solo los límites geográficos, sino el radio de abarcamiento, las implicaciones sociales, políticas, económicas y culturales que inciden sobre las cuestiones relacionadas a la salud mental (lo que, por sí mismo ya transfiere el tema de los intereses geográficos, específicos de determinados grupos, para las condiciones de existencia de las personas en cualquier lugar del planeta, ya que la locura es una experiencia humana).

Ahora bien, si su temática ultrapasa los límites del hospital, ella, la TV Pinel, no debería ser, solamente, una TV de los locos. ¿Por qué? Porque lo que nos interesa no es la locura como identidad, sino como experiencias que deben ser entendidas como historias compartidas, creadas socialmente pues, “nadie enloquece solito”. Si es así, nadie puede ser considerado el único propietario de la locura, aunque existan los que le prestan la cara y, sufren las consecuencias en la carne.

La concretización de la TV Pinel se da en el hacer de los programas televisivos, donde las personas experimentan otras formas de narrarse.

Los proyectos tienden al acogimiento de múltiples formas de producción de lo imaginario, creando nuevas ficciones, ampliando las formas de abordar las relaciones médico-paciente, paciente-paciente, personas-personas. La producción de los programas compromete enfermeros, médicos, psicólogos y pacientes que, en ese espacio, pueden vivir otros roles y experimentar esa relación a partir de otros parámetros, de otras diferencias. Esas producciones son siempre formas de negociación de las diferencias en proyectos colectivos, pero, priorizando ver las relaciones de poder y las fragilidades vividas, encarnadas en los papeles cotidianos de cada uno, en la medida que éstos pueden ser enfatizados, estilizados y tocados de alguna forma.

La exhibición de los programas se realiza primeramente en el propio hospital. Luego, son difundidos en la televisión comunitaria –“a cable”- de la ciudad de Río de Janeiro, por “antena parabólica” para todo Brasil – vía Canal Saúde del Ministério da Saúde- y, en la Internet[5].

El proyecto demanda mucho esfuerzo para resistir la tentación de sustituir ideas preconceptuosas y excluyentes sobre la locura, es decir, sustituir ideas que suponen que los locos deben estar separados, aislados del resto de la sociedad por otras ideas, también preconceptuosas, de que ahora la situación de desigualdad debe ser superada colocando a los locos como modelos de “artistas creativos”, aquellos que tienen el don de la verdad o alguna cosa por el estilo.

Eduardo Coutinho[6] (in Filé, 2000) dice siempre que existen dos formas perversas de preconcepto: una, la negación del “otro” (ese otro corresponde, generalmente, a una persona o a un grupo identificado por las “carencias” o por las situaciones de desigualdad que padecen) se vuelve subestimación de ese otro – inventándolo como ignorante o incapaz, descalificándolo, victimizándolo, proponiendo -contra ese otro- compasión, desprecio o cualquier otro sentimiento que lo inhiba como sujeto.

La otra, se produce cuando el movimiento va en el sentido inverso: los que no podían nada, no sabían nada, los pobres, ahora, tienden a transformarse en los que tienen todo el poder, en aquellos portavoces de la verdad más original.

En el caso de la TV Pinel hemos intentado huirle a esa dicotomía, a esa falsa elección por uno de los lados del péndulo, que, en última instancia resulta – subestimar o superestimar. Tal vez este estrechamiento de opciones – totalmente pobres o únicamente fantásticos– se de ante la imposibilidad de asumir a las personas en su complejidad, con sus paradojas, ambigüedades y contradicciones.

En la TV Pinel pretendemos ser un punto de intersección, como ya dije, y, relacionándolo a esta nuestra discusión de hoy aquí, quién sabe, tal vez, un punto de convergencia. Entonces cabe colocar una cuestión que apunta para nuestros intereses aquí: ¿Qué estaría convergiendo allí? ¿Qué es lo que alimenta de sentidos nuestras convergencias?

Nuestra discusión sobre tecnología comienza por las cuestiones que son inherentes a las condiciones de aquellas personas, de los imaginarios y de las historias y proyectos sobre la locura, ya no como identidad o propiedad de determinadas personas, sino como dimensiones de nuestra humanidad.

La Universidade do Rio de Janeiro es uno de los nudos que ata las experiencias de la TV Pinel[7] con mis investigaciones en comunicación, memoria y narrativas.

En este lugar he tenido la oportunidad de trabajar sobre algunas tramas, tejidas en el entrelazamiento de los siguientes hilos: los diferentes medios y lenguajes, sus posibilidades de producción de conocimientos, el lidiar con las memorias y las narrativas de personas y grupos, la articulación entre culturas “tradicionales” y la “modernidad”. Éstas y otras investigaciones tienen como inspiración los estudios de cotidiano (Certeau, 1998).

De una manera muy simple puedo decir que estos estudios de cotidiano pretenden comprender mejor no solo los productos de los discursos creados a partir de las tecnologías, sino, actuar en la otra punta, en el lugar del consumo. Estudiar la tecnología a partir de sus propios usuarios y lo que éstos fabrican con lo que consumen. Serían una especie de estudios de recepción, a partir de las mediaciones, desarrollada en los trabajos del profesor Jesús Martín-Barbero.

Como los estudios de cotidiano se encarnan en gente de carne y hueso, mi trabajo de investigación de doctorado se realiza junto a 47 compositores de samba carioca, a partir de la producción y lanzamiento de programas de vídeos con relatos de estos artistas[8].

En este proyecto se envuelven algunos elementos que creo que hacen parte de los desafíos a ser enfrentados por estos tiempos. Se mezclan tecnología digital, escritura y tradición oral.

Lo que se espera es integrar “rodas-de-samba”[9] en “terreiros”[10] multi-medios.

Las cosas previamente grabadas junto a interacciones en vivo. Ampliando la “roda” y los participantes.

El samba, de la manera como resolví abordarlo, a partir de la memoria y de las narrativas –habladas y cantadas – es uno de mis puntos de entrada en la discusión sobre tecnologías. Provocar el encuentro –y estar atento a los desencuentros como material orgánico que puede alimentar cuestiones “reales” y virtuales- entre imaginarios académico-científicos y el samba.

Comprender,

¿Cómo la “sombra” de esos imaginarios -que se desdobla en un tipo de racionalidad- sustenta los múltiples discursos sobre nuestras maneras de frecuentar los mismos tiempos, aunque no seamos contemporáneos?

¿Cómo estoy objetivamente colocando la cuestión de las tecnologías, de las convergencias en el espacio académico y utilizándome de aspectos de la cultura del samba?

Elegí lidiar con memorias e ir hasta esas memorias, por la vía de las narrativas de las historias contadas y de los sambas cantados. Siendo así, mi investigación actúa en los juegos, en los movimientos y negociaciones entre la oralidad (que es un soporte importante de la tradición del samba, de las culturas de origen africana y de las narrativas en general) la escritura (que es la forma aceptada hegemónicamente por la ciencia y por la educación escolar pero que también establece contactos con otros lenguajes y es parte de las producciones culturales, al menos de las que no son aisladamente orales, o sea, aquellas sociedades sin contacto con la escritura) y el lenguaje audiovisual (el vídeo, la televisión, las computadoras)

Siguiendo ese hilo, fui atrás de los sambistas para “oír” sus historias verbalizadas oralmente, dichas con todo el cuerpo. No podría usar como base de mis “anotaciones” y del reconocimiento de los “datos empíricos” solamente el lenguaje verbal escrito. Opté por el lenguaje audio-visual – el vídeo – no como sueño de la realización representativa, sino por la capacidad del vídeo de ir un poco más allá de las limitaciones de la escrita.

Bien, historias grabadas, editadas… ¿y ahora?

Llegó la hora de escribir mi tesis. ¿Cómo traducir lo que “oi”?

Viendo las sutilezas de los meneos de los cuerpos, de las pausas del habla como tensiones dramáticas, las chispas de los ojos… ¿Cómo pasarlas para el lenguaje escrito? El lenguaje escrito, que es la forma legitimada de producción de conocimientos en las universidades.

¿Cómo lidiar con la oralidad, musicalidad, escritura e imagen en movimiento, reduciendo sus capacidades estético-expresivas a los límites del texto escrito?

En este momento estoy proponiendo a la universidad la presentación de mi tesis en DVD, conteniendo un texto escrito que fundamente mis opciones y “alavancas” epistemológicas, teórico-metodológicas y los caminos de mi investigación y de mis ofertas. Este texto escrito tendrá nudos por donde los lectores puedan acceder a otros “textos”, que podrán ser fotografías, músicas o relatos gravados en vídeo.

La segunda parte de la tesis tendría la forma de un documental.

Las discusiones consideradas fundamentales y, el nuevo montaje de las narrativas sobre las memorias de los compositores que ahora formarían una historia re-contada a partir de mi investigación, serían presentadas en vídeo.

Otras preguntas se me ocurren:

¿Cómo discutir esas convergencias?

¿Qué es lo que está en juego ahí y que ultrapasa las discusiones de la agenda tecno-céntrica?

Talvez podamos, de esta manera, proponer nuestros puntos de entrada en esas discusiones más generales y generalizantes, sin desconsiderarlas.

Implicar allí, los des-tiempos de toda orden, proponer otros autores que puedan ampliar los horizontes de las agendas y, principalmente, hacerlas nuestras.

Hecha rápidamente esta presentación me expongo al encuentro de otras experiencias, proyectos y usos que sus practicantes dan a las tecnologías.

Referencias bibliográficas

CERTEAU, Michel de. A invenção do cotidiano. Petrópolis: Editora Vozes, 1998;

FILÉ, Valter. Entrevista com Eduardo Coutinho – Os dois lados da câmera. Rio de Janeiro: DP&A Editora, 2000;


[1] Traducción del portugués al español: Anelice Ribetto;

* Valter Filé fue consultor de la TV Pinel, coordinador general de la ONG Imagem na Ação que desarrolló este y otros proyectos de comunicación comunitaria y, es Doctor en educación por la Universidade do Estado do Rio de Janeiro. Contacto: valterfile@yahoo.com.br;

[2] Realizado en Bogotá, Colombia entre el 11 y 14 de julio de 2006;

[3] Carioca es el nombre que designa a quien nace en la ciudad de Rio de Janeiro;

[4] Hospital Municipal Philippe Pinel, ubicado en el Barrio Botafogo, zona sur de Rio de Janeiro:

http://www.sms.rio.rj.gov.br/hospitais/pinel/media/pinel_tv_pinel.htm;

[5] A través del sitio: http://157.86.152.4/~canal/index.php;

[6] Eduardo Coutinho es un cineasta brasileño y uno de los documentalistas más reconocidos;

[7] Y otros proyectos y prácticas comunicacionales de pequeños grupos basadas en el lenguaje audiovisual;

[8] El proyecto se llama Puxando conversa (N.T.: expresión que significa algo así como “sacando el tema”);

[9] Encuentro de sambistas para cantar samba, improvisar versos, re-alimentar y re-inventar las tradiciones. Ver: http://br.geocities.com/puxandoconversa/samba.html;

[10] Los “terreiros” son las quintas, generalmente de piso de tierra, donde se formaban las antiguas “rodas-de-samba”. Es un término usado también para el lugar ceremonial del Candomblé;

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