Simón Rodríguez: ¿Un personaje anti-histórico de América?

En el sesquicentenario de la desaparición física 

Si América admira a Bolívar, no debe olvidar al maestro, a quien le inculcó los postulados humanistas que lo condujeron a proyectar una visión de integración continental, que intereses mezquinos y nacionalistas echaron por la borda, convirtiéndonos en repúblicas hasta el día de hoy en tránsito por el subdesarrollo o a lo más en vías a un desarrollo nunca alcanzado hasta el presente.

Reinaldo Villegas Astudillo

Escritor chileno, radicado en Venezuela desde 1976

Cuando se está rememorando el sesquicentenario de la muerte de tan egregia figura como lo fue Don Simón Rodríguez, en la condición de precursor de un sinnúmero de quehaceres netamente latino-americanos, entre los cuales resaltan: el inicio de un pensamiento propio continental; impulsor de una pedagogía social, apegada a la idiosincrasia del pueblo; de no asumir actitudes y conductas imitativas de otras latitudes, específicamente la europea en su tiempo; de formar nuestros propios recursos humanos para el desarrollo y no propiciar una inmigración a destajo, quisiéramos en fecha tan relevante señalar algunos de los motivos por los cuales la sociedad y los gobiernos latinoamericanos de la posteridad , a la fecha de su deceso, ocurrido en la aldea peruana de Amotape, el 28 de febrero de 1854, le tendieron un manto de olvido que se proyectó prácticamente por un siglo, convirtiéndolo en un personaje anti-histórico.

En primer término, Simón Rodríguez fue una figura civil, de un pensamiento racional y eminentemente idealista, como un nuevo quijote transportado a América, después de permanecer 23 años, deambulando por Europa. 

Nuestro continente se ha caracterizado desde sus orígenes por privilegiar al militar, herencia de la colonia, en la cual los primogénitos pertenecientes a las familias de los grupos dominantes debían seguir la carrera castrense. Hasta el presente, este rasgo caracterizador continental se mantiene inalterable. Indudablemente, muchos han seguido la huella del genial Simón Bolívar, discípulo en las humanidades de Simón Rodríguez. Son aquéllos a los cuales se les denomina con el apelativo de “palomas”, aludiendo a esa avecilla tan tranquila y pasiva ,que no comete daño alguno en el existir, y por otra parte, están los “halcones”, seres no humanistas, de uno y otro siglo, quienes respaldados en sus uniformes han cometido tantas canalladas a través de la historia. La mayoría de ellos se han apoderado de los gobiernos y han sido regentes de dictaduras, en diversas instancias temporales, a través de las distintas repúblicas que surgieron en los albores del siglo XIX.

Todos los anteriores han podido calificar como héroes de la sociedad. Así lo comprobamos en las estatuas, monolitos y figuras escultóricas que abundan en plazas y lugares públicos de la región continental. Indudablemente, los libertadores de los diversos pueblos de América se ganaron ese honor en el campo de batalla y año tras año los rememoramos con respeto y devoción. Sin embargo, los miembros de la sociedad civil en menor escala han sido recordados. Este es el caso de nuestro itinerante maestro de vanguardia en el siglo XIX. 

Simón Rodríguez tuvo una sombra que lo cobijó durante parte de su existencia. Ese fue el discípulo predilecto, Simón Bolívar. Sin embargo, dada su temprana muerte, acaecida el 17 de diciembre de 1830 significó que el Maestro quedará abandonado a su suerte, cuando los colaboradores castrenses de Bolívar se transformaron en “halcones”,apropiándose de las respectivas naciones, echando por tierra el proyecto de la Gran Colombia y asentándose como entes autoritarios en sus respectivos países . Y ahí, Rodríguez cayó en desgracia, porque en los postreros años de Bolívar escribió una Defensa del Libertador y como era un hombre de naturaleza fuerte, hasta el último día de su existencia terrena continuó perseverantemente con la voz en alto y sin los miedos de muchos hombres comunes y corrientes, de antaño y hogaño, se convirtió siempre en un ser cuestionador de la realidad con la fortaleza que le daba el carácter, por cuanto nunca asomó un apego por los bienes materiales . Así, se creó una leyenda negra en torno de él, señalándose : “que era un loco, degenerado, que no le tenía miedo a los truenos, etc”. Tales epítetos provenían de los sectores sociales dominantes, que nunca concibieron que las ideas renovadas de Rodríguez pudieran concretarse en la realidad.

Rodríguez, con las experiencias educativas fracasadas en Bogotá y en Chuquisaca, pretendía formar al ser continental. No hacía distinciones entre hijos legítimos de potentados y los naturales , que en gran mayoría provenían de una madre indígena y que vagaban por las vías públicas, abandonados y marginados. La idea de Rodríguez era de darles a todos sin distinción una formación única, manteniéndolos en internados y formándolos en las humanidades y aspectos técnicos, para aquélla época: carpintería, albañilería y herrería. Por supuesto, las familias de la colonia que continuaron viviendo normalmente en tiempos republicanos repudiaron al maestro de Bolívar, lo indispusieron con Sucre, gobernante de Bolivia al ausentarse el Libertador, lo cual precipitó la renuncia de este Quijote americano, que a pesar de todo nunca cejó en su empeño de servir e iluminar con las luces del conocimiento a sus semejantes.

Esta sociedad imitativa, tampoco nunca aceptó la idea de Rodríguez de formar los propios recursos humanos, con el hombre de estas tierras, para colonizar la vasta región americana. Por ahí, le salieron al paso los positivistas representados por los argentinos Alberdi y Sarmiento, quienes sustentaban la tesis que “los aborígenes y los indios tenían un cerebro pequeño, reducido, al contrario de los europeos, especialmente alemanes que lo tenían grande, por lo cual se explicaba su inteligencia”. Rodríguez con su ideas, sin contribución militar, no tuvo éxito; en cambio Sarmiento, con el apoyo castrense convenció al presidente Montt en Chile para que iniciara una guerra de exterminio de los mapuches en una mal llamada “Guerra de Pacificación”, la cual fue comandada por el militar Cornelio Saavedra. Lo mismo ocurrió en Argentina, donde el mismo Sarmiento llegó a ocupar la primera magistratura de la nación , procediéndose a la misma “limpieza” y europeizando en un gran porcentaje a la población con miles de inmigrantes, procedentes del viejo continente.

Sobre la base de estos antecedentes y otros similares, los historiógrafos oficiales del continente no sólo lo omitieron sino lo cuestionaron acerbamente. Así, lo hemos demostrado en nuestro trabajo, aún no publicado, titulado “Simón Rodríguez: Defensa de un ideario originalmente latinoamericano”, donde aludimos a la manifiesta intención de tres intelectuales como lo son los venezolanos: Vicente Lecuna, Arturo Guevara y el chileno Francisco Encina, quienes desconocen de plano la valoración de Rodríguez, llegando al extremo hasta dudar que fuera el maestro del Libertador..

Fue tanto el olvido de Rodríguez durante un siglo que figuras de la talla de José Martí, Gabriela Mistral y Pablo Neruda no supieron de su existencia, no conocieron sus textos . Así se explica, que no se registren en sus obras respectivas, alusiones a su pensamiento y quehacer permanentes por los pueblos latinoamericanos. Todavía en el presente, en Venezuela su país nativo, a pesar de los esfuerzos realizados desde 1950 por redescubrir la obra existe un gran porcentaje de la nación que sólo conoce que “fue maestro de Bolívar”. En Chile, donde Rodríguez residió entre 1833 y 1840, es totalmente desconocido y cuando le hemos transmitido el mensaje y sus ideas, los auditores han quedado impresionados por la sabiduría de la cual fue portador y se sienten defraudados de los programas de historia en los diversos niveles de la enseñanza, donde nunca oyeron hablar de él. En Puerto Rico, el año 2001, cuando asistimos a dictar algunas conferencias , doctores en educación y la comunidad universitaria en general de la U. de Puerto Rico, recinto Humacao, quedaron tan impresionados que pedían a gritos bibliografía, y textos para incursionar más profundamente en sus ideas Lo único que atinamos a decirles fue que se contactaran con el Consulado de Venezuela en la isla para que se hiciera posible contar con algunas de sus obras, a través de donaciones a bibliotecas. 

Las universidades, salvo la que lleva su nombre en Venezuela, lo han ignorado en la carreras de educación y pedagogías. Se mantiene la presencia europea y norteamericana en la formación de los educadores, tanto a nivel de pre y post-grado. Y lo más curioso que hemos observado a estos profesionales estudiar textos de autores norteamericanos, donde se consignan las ideas pedagógicas y de aprendizajes proyectadas por Rodríguez hace más de 150 años, como lo es por ejemplo el Enseñar a pensar o el sistema de aprendizaje inicial de los educandos.

Creemos que el desafío a 150 años de la desaparición física del Maestro de Caracas es inmenso. Habría en primer término que editar sus obras y las investigaciones realizadas por especialistas, una y otra vez, y esto debe persistir a través del tiempo. Simón Rodríguez es un ser trascendente. Les pertenece primeramente a los venezolanos por el gentilicio de que fue portador, pero también es de todos los latinoamericanos, especialmente de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile por donde transitó en su longevo existir.

Si alguna vez llegamos a mirarnos hacia adentro, nos daremos cuenta que contamos con grandes figuras del pensamiento, de la educación, de las ciencias, o de las artes, que perfectamente nos pueden conducir a una formación más auténticamente nuestra. Todavía nos pena Rodríguez porque mantenemos similares carencias: analfabetismo, total y funcional, carencia de recursos calificados, niños nuestros que viven debajo de los puentes en aleros o casas abandonadas..Es una realidad otra, la que van a estudiar al norte nuestros flamantes profesionales, donde se encuentran con un ser diferente al de nuestras latitudes..

Para finalizar diremos: A Rodríguez, hay que continuar rescatándolo. Nos hace falta, más allá de ideologismos o desprecios oligárquicos. Si América admira a Bolívar, no debe olvidar al maestro, a quien le inculcó los postulados humanistas que lo condujeron a proyectar una visión de integración continental, que intereses mezquinos y nacionalistas echaron por la borda, convirtiéndonos en repúblicas hasta el día de hoy en tránsito por el subdesarrollo o a lo más en vías a un desarrollo nunca alcanzado hasta el presente.

Odiseo, revista electrónica de pedagogía. Año 1, núm. 2. 15 de enero de 2004.
http://educacionypsicologia.org.mx/revistaodiseo/2004/01/04villegas_simonrodriguez.htm (ISSN 1870-1477).

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