Repercusión de la primera estancia mexicana en el pensamiento pedagógico de Juan Marinello

20100718 Puerta

Niurka Palmarola Gómez

Universidad de Matanzas:”Camilo Cienfuegos” (UMCC)

Resumen: Juan Marinello es uno de los intelectuales cubanos más destacado del siglo XX, su obra literaria es ampliamente conocida pero no ocurre igual con su pensamiento pedagógico, insuficientemente estudiado. El presente trabajo analiza cómo influyó la revolución educacional impulsada por José Vasconcelos en el pensamiento pedagógico de Juan Marinello. En su primera estancia mexicana, Marinello trabajó como docente en diferentes instituciones, lo que le permitió conocer las transformaciones educacionales que allí se vivían. La amplia obra de rescate cultural impulsada desde la Secretaría de Educación abrió una perspectiva nueva en quien se había formado bajo la influencia del positivismo; el monismo estético de Vasconcelos le descubrió la importancia del mundo espiritual del hombre latinoamericano lo que desarrolló su concepción pedagógica humanista y martiana. Esta impronta educacional y cultural mexicana permite comprender el papel asignado por Marinello a la cultura y a la educación artística en la formación ciudadana.

Palabras clave: Pensamiento pedagógico latinoamericano, Pensamiento pedagógico cubano, Juan Marinello, Revolución mexicana, José Vasconcelos.

Recibido:  Mayo de 2011; aceptado para su publicación: febrero de 2012.

“México tenía todos los tiempos, todos los tonos, todos los espacios, todos los mañanas…”

Juan Marinello

I

La obra educacional de la Revolución Mexicana tiene antecedentes en el siglo XIX; el Positivismo fue la filosofía que predominó en Latinoamérica desde mediados de este siglo, sus alcances más significativos se observaron en la política y en la educación. Estas ideas proporcionaron una base ideológica a las nacientes democracias liberales, la consigna de “Amor, Orden y Progreso” expresaba las aspiraciones de modernidad de la incipiente burguesía continental. En el plano educativo fundamentó la reforma antiescolástica que se produjo en el sistema educacional de varios países, entre ellas la de Gabino Barredas en México y la de Enrique José Varona en Cuba.

El positivismo latinoamericano tuvo un signo progresista a diferencia del europeo, lo que se expresó en su optimismo, su mirada a lo nacional y la confianza en el hombre; entre sus debilidades estuvo el evolucionismo reduccionista y el desprecio a las humanidades, que propició el socialdarwinismo. Este condujo a las ideas del blanqueamiento, a la normandía que vio como solución a los problemas de las sociedades latinoamericanas la limpieza étnica, el mejoramiento de la raza, lo que llevó a la excesiva valoración de lo foráneo y en algunos casos al rechazo de las culturas originarias. (Rivero Alvisa, D. (1987).

El positivismo, al convertirse en la ideología de la burguesía mexicana, se manifestó de forma contradictoria, un ejemplo se observa en la acción de Gabino Barreda en los gobiernos de Benito Juárez (1858-1872) y de Porfirio Díaz (1876-1911). En el primero se desempeñó como Ministro de Educación, desde este cargo desarrolló una amplia obra educacional para fomentar la industrialización y modernización del país. Con el propósito de consolidar la educación positivista, nacionalista, liberal y científica dirigió la Escuela Nacional Preparatoria, impulsó las Escuelas Normales, creó el Instituto Científico y Literario del Estado de México y fomentó las escuelas públicas.

Sin embargo, en el de Porfirio Díaz se alió a los intereses de la burguesía conservadora, que prestó protección a los grandes terratenientes y abrió el país a la penetración de las potencias imperialistas. La acción de los “científicos” le concedió un papel esencial al Estado para superar la desintegración social del país, para lo que desarrolló una política fundada en la ciencia positiva. No negó el papel de la educación en la reorganización social pero no la consideró esencial. Este maridaje entre positivismo y porfiriato le restó popularidad al positivismo. Justo Sierra criticó las políticas seguidas por ese gobierno, lo que provocó fuera despedido de su cargo y lo convirtió en el enlace entre el positivismo y las nuevas ideas antipositivistas. (García Diego, J: 2010)

Según Marinello, para “los científicos mexicanos, los Estados Unidos ejemplifican lo que deben ser los pueblos de origen hispánico […] El culto al progreso material y el deslumbramiento ante el impetuoso desarrollo de la industria fueron para los guiadores de aquel tiempo, preciosas metas a conquistar. La América Latina debía reproducir puntualmente la hazaña norteña […] La devoción por Norteamérica ponía en lugar secundario el destino del hombre y su condición de integrante de una comunidad aquejada por todos los retrasos” (Marinello Vidaurreta, J. 1973: 32).

La Revolución Mexicana heredó del porfiriato un alto analfabetismo, pero la administración de Carranza consideró que la educación era tarea de los municipios y suprimió el Ministerio de Instrucción Pública, lo que generó nuevos problemas. El Gobierno de Álvaro Obregón (1920-1924) encontró una difícil situación educacional lo que dio inició a la primera Reforma Educacional dentro de la Revolución Mexicana, la segunda vendría con la Educación Socialista, con mayor auge en el gobierno de Lázaro Cárdenas (1936-1940).

El principal promotor de la primera fue José Vasconcelos (1), en 1920 había sido designado Rector de la Universidad Nacional de México, oportunidad que aprovechó para dar coherencia a un sistema de educación estructurado en distintos niveles y coordinado desde lo que sería la Secretaria de Educación. Al frente de esta desde 1921 trabajó por el rescate del hombre y la cultura mexicana desde una nueva perspectiva epistemológica, al federalizar la educación se proponía unir a los diferentes grupos sociales separados por los largos años de lucha. (Ríos Quiroz, MG: 2009).

Impulsó la educación popular y la alfabetización, creó la Escuela de la Pequeña Industria, destinada a la capacitación de los especialistas que demandaba el desarrollo industrial y la Escuela Agrícola, para mejorar las técnicas de cultivo. Impulsó, inspirado en el ejemplo de los grandes misioneros españoles, lo que llamó el “maestro misionero” que llevaba la enseñanza a las regiones del país más alejadas. Para mantener la educación rural creó el sistema denominado de “Circuitos Rurales”, este consistía en un maestro central, pagado por la Federación, que organizaba, vigilaba y dirigía, en continuas visitas a las escuelas circundantes el proceso educativo, estas escuelas eran sostenidas por las propias comunidades (Castillo, I: 1985).

La educación rural se vio además favorecida con la creación de las Escuelas Normales Rurales, las casas del pueblo y las casas del estudiante indígena, las que buscaban el rescate de las tradiciones populares y la integración de los sectores más pobres a la sociedad. Dentro de la nueva concepción de la educación se otorgaron becas para estudiar en el extranjero, se fomentó el programa de desayunos escolares, se establecieron las bibliotecas ambulantes y se publicó la Colección de Clásicos que recogía la obra de los grandes autores literarios del mundo. También se trabajó por mejorar las condiciones laborales de los docentes, sin los que consideró era imposible que avanzara la reforma educacional.

Unido a las transformaciones educacionales desarrolló un amplio programa cultural, protegió e impulsó la música y el arte popular mexicanos, en particular el movimiento muralista (2). Bajo su protección llegaron al país los grandes pintores que desarrollaron su obra en las edificaciones de la ciudad, lo que revolucionó el modo de hacer las artes plásticas, ahora desde la la exaltación del arte público y el rescate de la tradición indígena y popular. Su obra cultural genuinamente mexicana y nacionalista recuperó las canciones populares infantiles que se llevaron a las escuelas, al igual que la educación artística.

Este impulso a las artes y la educación fue bien acogido por la intelectualidad del continente que fue invitada a participar del proceso, en 1922 Gabriela Mistral respondió a la invitación del gobierno, calificó al jefe de estado de “mestizo ilustrado”, con un “ministro-filósofo”, concurrió para observar el proceso y decidió quedarse, impresionada por lo que allí se realizaba (Villegas Astudillo, R. 2006: 3). Se integró a las misiones rurales que tenían el objetivo de rescatar al indígena, el ser más abandonado de la sociedad, su actividad se extendió por dos meses, enseñaban a los indios a construir sus casas con procedimientos modernos y después a cultivar los suelos. Convivían con las familias indígenas, a las que instruían sobre comidas españolas, medicina casera y les enseñaban a leer en breve plazo.

Para la época eran las concepciones europeas de Froebel y Pestalozzi las que orientaban los procesos educativos al reconocer las formas mecanicistas y memorísticas que predominaban en la enseñanza y promover las formas modernas propiciadoras del desarrollo integral y la creatividad de los niños. Con el avance de la Psicología y la Pedagogía se abrieron nuevas experiencias educativas, entre ellas las orientadas por la Escuela Nueva y la Escuela por el Trabajo o por la Acción, con amplia repercusión en Estados Unidos a partir del utilitarismo de John Dewey.

La extensión y diversidad de México unida a las particularidades que tuvo la Revolución por todo el país generó la diversidad de experiencias en el ámbito educacional, aunque la más difundida en correspondencia con el desarrollo de la escuela positivista fue la escuela activa, que más que formar pretendía capacitar a los hombres para que tuvieran éxito en la vida, dejando a un lado la formación moral y cultural. La tendencia a orientar la educación a la objetividad científica y la capacitación técnica se asoció a la enseñanza laica y asistida por el Estado, lo que generó conflictos con la enseñanza religiosa, (Espada Sosa, F: 2008).

En este ambiente que favorecía el debate teórico educativo y las nuevas formas de enseñanza se difunden también las ideas de la escuela racionalista, la cual se proponía insertar a los niños en un ambiente que organizaba la educación en libertad, responsabilidad y solidaridad, con una nueva concepción del maestro como estimulador de la creatividad. Esta escuela se relacionó con la educación obrera y las escuelas rurales, con mayor divulgación en los lugares donde se radicalizaba más el proceso revolucionario pero no fue apoyada por la acción de la Secretaría de Educación. (Espadas Sosa, F: 2010).

La concepción educativa de Vasconcelos se proponía encontrar al hombre mexicano, incluía el ideal de educar por y para la ciencia, la tecnología y la cultura, lo que exigió de una metodología que tuviera en cuenta las problemáticas de la realidad mexicana en su conjunto. Pretendía alcanzar el conocimiento mediante una educación que integraba el trabajo y la ciencia pero equilibrada con los valores éticos, lo que fundamentó en su propuesta de educación estética. El fundamento filosófico de esta concepción de la educación fue el monismo estético (Guadarrama, González, P: 2004), que se basó en tres principios: la belleza, la emoción estética y el universo. Esta nueva forma de educar desde la emoción y la realidad se propuso formar al mexicano de manera integral, como individuo y como ser social, responsable de la producción pero con una concepción del mundo sustentada por valores éticos.

Su concepción proponía una transformación integral del hombre y la comunidad, así: “la pequeña república agraria que estos niños han creado les irá revelando el régimen económico y los caminos por donde se busca la prosperidad de un país: No tendrán el odio de la riqueza, que sólo cuaja cuando el hombre no tiene nada que defender ni amar bajo el sol porque sea suyo” (Villegas Astudillo, R. 2006: 6), expresó la Mistral de sus vivencias.

El monismo estético de Vasconcelos formó parte de la reacción antipositivista iniciada por los jóvenes del Ateneo que desarrollaron el irracionalismo en el continente. Este resumió la influencia del pensamiento griego antiguo y el hindú, de la filosofía irracionalista europea y en especial de Bergson (3). Con este coincidió Vasconcelos, en su intento de mostrar que existe un conocimiento más profundo e importante que el obtenido mediante los métodos de las ciencias, el intuitivo, que es esencial para la evolución espiritual del ser humano.

Vasconcelos consideraba que el conocimiento artístico no sólo era distinto del científico, que permite conocer lo físico y lo biológico, sino superior porque accede a lo espiritual. Para él, el surgimiento de la emoción depende a la vez del individuo y de su ambiente; por lo que el individuo puede ser educado y el medio controlado con el fin de favorecer el nacimiento y el desarrollo del sentimiento estético, la estética es una mística, impacta más en la emoción que en el razonamiento, de ahí su significación en el conocimiento y en le expresión de la fuerza creadora del hombre. (Guadarrama González, P: 2004)

La educación debía integrar el mundo interior del hombre y la realidad, formar al mexicano como individuo y como ser social, responsable de la producción pero con una visión general del mundo sustentada por valores éticos. La concepción educativa de Vasconcelos rescataba lo que faltó al positivismo, ponía la cultura y los valores al lado de la ciencia, la técnica y el trabajo, no entendía que la actividad humana se determinara en lo intelectual, “sino también en lo emotivo, lo pasional y lo sentimental, así sea en la poesía, la plástica, la música.” (Guadarrama González, P. 2004: 166).

Reconoció Vasconcelos la importancia de los métodos experimentales de las ciencias naturales y la introducción de los mismos en la educación, pero defendió la necesidad de la emoción, del “conocimiento trascendental”, de la introspección y la búsqueda del sí mismo como elemento para el desarrollo de la personalidad: “Nuestra espiritualidad deja de ser atavío para convertirse en ritmo directo de nuestro desarrollo” (Vasconcelos, J. 1927: 5). Estas ideas reforzaban el significado de lo espiritual, lo emocional, el encuentro con lo humano ante el reduccionismo biológico, su absolutización idealista y su divorcio de la realidad política del continente constituyeron su principal limitación, pero tuvieron gran repercusión en los jóvenes cubanos.

…he escrito poco, casi nada sobre México. Y no es que no lo haya pretendido. ¡Cuántas veces! Hacer una larga y personal meditación mexicana, decir el México que me anda por dentro, mi México de entraña – vamos a decir mejor: mi entraña mexicana.

Juan Marinello

II

La Revolución Mexicana, al ser uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX, repercutió ampliamente en América Latina y especialmente en Cuba. En las primeras décadas del siglo, cubanos y mexicanos vivieron en contacto directo; este se producía según se sucedían los gobiernos en uno y otro país; muchos mexicanos encontraron refugio en Cuba ante los giros de las fuerzas represivas, aquí permanecieron por años, y del mismo modo los jóvenes que huían del terror de los gobiernos cubanos encontraron cobija en México.

Ese intercambio directo determinó que los modos de entender el proceso revolucionario mexicano fueran diversos y en ocasiones contradictorios, según los vehículos divulgadores del mismo. Mientras en El Diario de la Marina se saludaba la llegada de los mexicanos al país y los gobiernos de Alfredo Zayas y Gerardo Machado manifestaban su descontento con los gobiernos mexicanos, en especial con las políticas nacionalistas del petróleo propuestas por Calles; los intelectuales progresistas y sectores populares se oponían a la política gubernamental. Fernando Ortiz se manifestó en la Cámara en 1920, por la inclusión de México en la liga de naciones. (Guerra, Vilaboy, S: 2010). Varias publicaciones cubanas se hicieron eco de las reformas educacionales y culturales que se producían en aquel país y destacaron las acciones de Vasconcelos al frente de la Secretaria de Educación.

El espíritu revolucionario latinoamericano contribuyó a radicalizar el movimiento estudiantil de la Reforma Universitaria en Cuba, que se manifestó contra una enseñanza que “[…] se enquista en sus rutinas y, salvo excepciones, que no dan el tono, la cátedra es una reiteración irrelevante de los textos ya superados en muchos parajes […]” (Marinello, Vidaurreta, J. 1998: 81). El Primer Congreso Nacional de Estudiantes no se limitó a proponer cambios en la educación, se abrió a las demandas sociales, proclamó la necesidad de la unidad latinoamericana y declaró maestro de la juventud a José Vasconcelos, en los fundamentos de sus acuerdos se dejaba ver su huella: “[…] ninguna porción del mundo está más capacitada que nuestra América para dictar ideas y principios renovadores y progresistas a la Civilización, por nuestras condiciones biológicas y sociológicas particulares” (Marinello, Vidaurreta, J. 1998: 326).

En el país se divulgó su obra educacional y cultural de Vasconcelos, así como su filosofía. En 1926 en la Universidad de La Habana, impartió una conferencia, en la que llamó a formar una filosofía de la liberación que reivindicara los valores autóctonos y morales de las culturas aborígenes, su protagonismo en la historia por ser lo latinoamericano un crisol de razas. Su monismo estético y su concepción de la raza cósmica fueron bien acogidas por los intelectuales cubanos, entre ellos Juan Marinello que valoró su conferencia de pródiga en útiles enseñanzas, que “nos enorgullece y fortifica” (Marinello, Vidaurreta, J. 1925: 27).

Como integrante del Grupo Minorista, en su declaración de 1927 se manifestó contra la política antimexicana de los EEUU y el 7 de mayo del mismo año, en carta al presidente Calles, se ofreció para servir al pueblo mexicano en lo que deseara utilizarlo, gesto que Calles les agradece (Cairo, A. 1978: 348-349). Al identificarse con los preceptos de la Escuela Mexicana de Pintura, se introdujo en el debate estético acerca del papel del arte y el artista en el desarrollo de la sociedad, y reclamó la necesidad de una orientación crítica sobre los valores del movimiento plástico cubano ante la urgente necesidad de un arte nacional.

Para Marinello el ar­te nacional debía ser la traducción profunda de lo cubano, por lo que propuso: “[…] hacer ojos cubanos para con ellos interpretar lo propio y lo extraño” (Marinello, Vidaurreta, J. 1989: 91). Este movimiento renovador de las artes no se limitó a la creación artística si no implicó una conducta ciudadana sensibilizada con los problemas sociales. Las Vanguardias cubanas entendieron que la actitud nueva llevaba en sí la comprensión y la amplitud que aportaba una cultura copiosa, pero también la acción, el compromiso con los retos de su país; este compromiso social la diferenció de otras y exigía formar un ciudadano nuevo, para lo que había que revolucionar la escuela y la enseñanza.

El pensamiento pedagógico de Marinello, formado bajo la influencia del positivismo, se enriqueció con los principios del monismo estético de Vasconcelos. La formación humana no se limitaba al conocimiento de la ciencia sino que incluía la educación a través del arte, de la emoción que sensibilizaba al hombre con su entorno natural y social, que posibilitara la libre realización de su experiencia creadora. Marinello recabó el apoyo estatal para el fomento de una enseñanza y arte nacional que permitiera la solución de los problemas del país.

Son varios los estudiosos del pensamiento de Juan Marinello que consideran definidora su estancia mexicana (4). “Los dos exilios a México tienen un significado cardinal en la biografía del cubano” (Lozada Aldana, R. 2006: 6) y destaca dos hechos, del primero, el regreso a Cuba con los restos de Julio Antonio Mella; y del segundo, su viaje a la España de la Guerra Civil para participar en el II Congreso Internacional de Escritores por la Defensa de la Cultura. El propio Marinello consideró que México le permitió asimilar creativamente su riquísima tradición cultural y artística, su grandeza, su compleja situación social: “México fue para mí el conocimiento de lo latinoamericano en sus raíces y expresiones más trascendentes […]” (Marinello, Vidaurreta, J. 1976: 40), escribiría.

A este país llegó el 26 de marzo de 1933 tras la solicitud de asilo político al entonces embajador de México en Cuba, Cienfuegos Camus. A bordo del barco que lo trasladaba, ya manifestó su ansiedad: “Tengo emoción al llegar a esta tierra un poco enigmática y contradictoria. Veremos y diremos” (Marinello, Vidaurreta, J. 2000: 297). Y meses después dirá: “He sido recibido con una cordialidad excesiva. Esta gente tan calumniada, es excelentísima, créalo […] el pueblo tiene aquí unas reservas inagotables de bondad y sensibilidad acusadísimas” (Marinello, Vidaurreta, J. 2000: 307). Todo lo admira: del paisaje, la belleza; de su gente, la ternura; de su cultura, la diversidad y autenticidad. Marinello en carta a Ballagas (5) en 1933, le comentaba cómo se trabaja allí mucho, en lo pedagógico: “[…] muy bien y con un sentido muy nuevo […]” (Marinello, Vidaurreta, J. 2000: 307).

En México se desempeñó como profesor en la Nacional Preparatoria y en la Escuela de Verano de la Universidad Nacional. Colaboró en los periódicos Excelsior, Diario de Yucatán, Alcancía, El Libro y el Pueblo, Letras y El Universal. El trabajo docente reafirmó su concepto del papel del maestro y los métodos para trabajar con los estudiantes. Escribía sobre su trabajo como profesor de Literatura General en la Preparatoria, en el segundo curso que abarcaba desde el Renacimiento hasta el siglo XX. Destacaba la satisfacción que le producía la picaresca española, pero manifestó cuánto trabajaba, sin reposo, metido de cabeza en las bibliotecas para no hacer un papel flojo en nada, y valoraba sus clases: “Creo que mi obra entre los muchachos será al menos útil. Estamos trabajando como colaboradores, leyendo y comentando juntos los textos, y hay entre estos estudiantes un cariñoso respeto que invita a traspasar la simple obligación profesoral de hablar de siete a ocho de la mañana” (Marinello, Vidaurreta, J. 2000: 303).

En los meses de julio y agosto de 1933 tiene la posibilidad de trabajar con profesores norteamericanos, de esta experiencia escribió:

“[…] explico en la Escuela de Verano de la Universidad un curso sobre el pensamiento político hispanoamericano. Es un curso forzosamente elemental ya que mis oyentes son todos profesores yanquis que, en sus vacaciones, vienen aquí a tomar cursillos de seis semanas. Les he dicho rápidamente el modo como se ha constituido el mundo hispánico y después, los criterios políticos que se han puesto en juego para su redención, de Bolívar a Mariátegui. Gente bondadosa y gentilísima estos gringos, de una dulce ingenuidad y un afecto por el profesor que emocionan. Me he hecho entre ellos buenos amigos aunque los horrores que diariamente les digo sobre su acción en nuestros países son de gran calibre […] tomé parte en las discusiones sobre el imperialismo yanqui en Cuba promovidas por el Seminario que un buen grupo de intelectuales y profesores yanquis efectúa cada año en México. Les hablé largamente en la sesión de Cuernavaca, de los efectos desastrosos de la acción económica yanqui en Cuba. Tomaron muchas notas, atendieron con enorme interés y luego me agobiaron a preguntas y sugestiones. Encima, me pagaron bien. Estos yanquis son en lo personal, excelentes, en lo colectivo y oficial, dignos de la mayor repulsa. Es que el poder económico- motor esencial y definitivo- los lleva en su fatalidad a herirnos en la entraña” (Marinello, Vidaurreta, J. 2000: 311).

Se incorporó al proyecto “Martí en México” de Camilo Carrancá, que realizaba una amplia actividad de divulgación del pensamiento martiano; bajo sus auspicios se publicó el libro de Jorge Mañach: “Martí, el Apóstol”, se organizaron tertulias, homenajes y almuerzos, en carta a Lizaso le escribe “[…] se está viviendo un gran instante martiano. Es muy raro el día que los periódicos no traen alguna nota sobre nuestro hombre […] van hacer que enseguida se coloque la estatua de Martí en el patio de la Secretaría- el famoso patio pintado por el turbulento Diego-, […]” (Marinello, Vidaurreta, J. 2000: 303).

Reconoció Marinello en el ambiente cultural que se desarrollaba en México, el empeño en la cultura y la educación, lo que lo hacía no descuidar un detalle para que las cosas, en que se involucraba, quedaran bien; respecto a cómo se debía esculpir a Martí, intercambió con otros martianos cubanos. Le preocupaba que allí predominaba la idea de ponerlo con clámide apostólica, lo que en su opinión no estaba bien hecho en un hombre que se pasó la vida combatiendo la adopción lacayuna de las cosas viejas de Europa, pensaba que su estatua debía trasmitir su espíritu; pero sobre todo se admiraba de que se viviera, en México, un ambiente cultural tan diferente del cubano (Marinello, Vidaurreta, J: 2000).

En el Estudio Libre cubano se materializaron las repercusiones de las transformaciones estéticas y educacionales operadas en México, lo que fomentó las Escuelas de Acción Plástica Popular en varias localidades del país, entre ellas, las de Caimito, Caibarién, Remedios y Cienfuegos; muchos jóvenes intelectuales estudiaron pintura en los estudios de los vanguardistas cubanos como el de Víctor Manuel. En Marinello encontraron estas experiencias todo el apoyo que podía brindar, organizó salones para que los seguidores de este movimiento expusieran, realizó diversos trabajos de crítica al movimiento de la plástica cubana de estos años, publicó sus experiencias con los artistas mexicanos y reclamó la acción del gobierno en esta dirección. (Roa García, R: 2006).

Las concepciones de la Escuela Racionalista también tuvieron arraigo en Cuba desde la década del 20; como resultado del desarrollo del movimiento obrero se fundó en 1922, para la educación de los hijos de los trabajadores y con una sesión nocturna para estos, la Escuela Racionalista (Buenavilla Recio, R: 1995). Estas se propagaron por todo el país; en la prensa obrera de esos años se daban noticias sobre ellas, se exponían las características de los programas de estudio, del tipo de enseñanza que buscaba desarrollar el racionalismo amplio, libre, contrario a la educación dogmática. Se consideró que esta forma de educación contribuía a la defensa del hombre, al desarrollo de la ciencia, al patriotismo, a diferencia de la educación religiosa. Contrario a lo que ocurrió en México esta forma de enseñanza se mantuvo vinculada al movimiento obrero, al de los comunistas, pero no se estableció como forma general de enseñanza, coexistió con la escuela pública laica y con la religiosa.

La estancia mexicana fue breve, apenas 6 meses, pero la impronta profunda; aunque el centro de su actividad es intelectual y no política ya asume el compromiso con la situación de Cuba, lo que también se expresa en su correspondencia. De regreso, tras la caída de Machado, trae de México las cenizas de Mella, junto a otros compañeros. Vuelve, llamado por el deber, a Félix Lizaso le escribe “[…] la verdadera lucha comienza ahora y ha de ser terrible, empeñadísima. Iré a ella con todo corazón y entusiasmo […]” (Marinello, Vidaurreta, J. 2000: 307)

En estos años emprendió Marinello una importante actividad en defensa de la educación cubana que alcanzará su mayor esplendor en la Constituyente de 1940. Trabajó por la eliminación del analfabetismo, promovió la educación popular, en la defensa de las escuelas rurales y en particular de la Escuela Normal Rural, por la introducción de la música y el dibujo en la enseñanza cubana como vía para la formación integral. Las acciones de Marinello muestran la impronta de la reforma educacional mexicana en su pensamiento pedagógico y abren el camino para un proceso de radicalización del mismo que se complementará en su segundo exilio mexicano en 1936.

Notas.

(1) José Vasconcelos Calderón nació en Oaxaca el 28 de febrero de 1882. Estudió Derecho en la Universidad Nacional, y obtuvo el título de abogado en 1907. En 1908 se unió al movimiento revolucionario de Francisco I. Madero, opuesto a la dictadura del general Porfirio Díaz. Presidió el Ateneo de México (1909). Escritor prolífico, tras pasar algunos años en el exilio, al triunfar la revolución mexicana fue nombrado Rector de la Universidad Nacional (del 9 de junio de 1920 al 12 de octubre de 1921). Entre 1921 y 1924 ocupó el cargo de Secretario de Educación del Gobierno Federal: organizó el ministerio en tres departamentos: Escolar, de Bellas Artes y de Bibliotecas y Archivos; mejoró la Biblioteca Nacional y creó bibliotecas populares; editó la Colección de Clásico, revistas y semanario La Antorcha; invitó a trabajar en el país a los educadores Gabriela Mistral y Pedro Henríquez Ureña; impulsó la escuela y las misiones rurales, y promovió la pintura mural. En 1924 pasó a la oposición y presentó su candidatura a la gubernatura del Estado de Oaxaca y a la Presidencia de la República en 1929, derrotado, marcha al exilio. Volvió a México. Redactó y publicó cuatro libros que son su crónica autobiográfica: Ulises Criollo, La tormenta, El Proconsulado y La Flama. En 1940 dirige la Biblioteca Nacional. Ingresó en el Colegio de México en 1943 como miembro fundador. En 1953 fue elegido miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua (silla V). Falleció en la ciudad de México el 30 de junio de 1959.

(2) El Muralismo, si bien en México ha habido pintura mural desde tiempos remotos, este se inicia en 1921, fecha en que se realizaron las primeras obras, y termina en 1955 cuando perdió fuerza como movimiento artístico articulado. Se trata de un fenómeno complejo, en el que participaron gran cantidad de artistas, entre los que hubo fuertes diferencias estéticas y políticas. También la relación entre artistas y patrocinadores fue motivo de fricciones, lo cual se tradujo en más de una ocasión en censura, llegando hasta la destrucción de las obras, como ocurrió con el mural de Diego Rivera en el Rockefeller Center, en Nueva York. A grandes rasgos el movimiento muralista puede dividirse en tres etapas, que cronológicamente corresponderían a la década de los años veinte; a la de los treinta y al período que va de 1940 a 1955. No obstante, con posterioridad a esta fecha, la realización de murales continúa y aun se incrementa, el año de 1964 registra el mayor número de obras realizadas), pero con otras temáticas y otras técnicas.

(3) La obra de Bergson: Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia (1889); Materia y memoria (1896);  La evolución creadora (1907); Las dos fuentes de la moral y de la religión (1932).  Bergson quiere situar a las ciencias en su lugar, darles su importancia en cuanto están ligadas al cómo de las cosas. Trata de mostrar que existe un conocimiento más profundo y de mayor importancia vital que el conocimiento obtenido mediante los métodos de las ciencias. Este conocimiento es el intuitivo. Bergson distingue entre el instinto (acto de vivir según las leyes naturales, responde a la inmediatez) y la inteligencia (formal, abstracta, distante). La intuición  armoniza instinto e inteligencia en relación al objeto de contemplación porque con la intuición podemos cifrarlo por dentro, entenderlo con distancia sin dejar de compenetrarnos con él.  En La evolución creadora, Bergson trata la evolución espiritual del hombre, en contraposición a la evolución biológica.

(4) Juan Marinello vivió dos exilios en México, el primero de marzo a septiembre de 1933, resultado de la represión del gobierno de Machado por la publicación de Política; estuvo 6 meses en el Presidio de Isla de Pinos al salir se acogió a la invitación del martiano mexican o Camilo Carrancá y viajó a México, donde se unió a los intelectuales que trabajaban en la divulgación de la obra martiana y trabajó como profesor. El segundo exilio desde noviembre de 1936 hasta junio de 1937, resultado del proceso seguido por publicar el diario La Palabra; cumplió condena en el Castillo del Principe desde febrero hasta agosto de 1936, al salir, su situación lo hizo viajar a México donde laboró como maestro y colaboró con el movimiento intelectual revolucionario en la defensa de la causa española.

(5) Emilio Ballagas (Cuba 1908- 1954). Graduado de la Escuela de Pedagogía de la Universidad de La Habana en 1933, ingresó como maestro de Gramática y Literatura en la Escuela Normal para Maestros de Santa Clara, de la que fue su director. Poeta destacado, cultivó la “poesía afrocriolla”

Bibliografía

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__________________ (1933 a) “Carta a Manuel Navarro Luna”, 26 marzo 1933 en Suárez, A. Cada tiempo trae una faenaSelección de Correspondencia de Juan Marinello Vidaurreta. 1923- 1940. Editorial José Martí. C de La Habana.

__________________ (1933 b) “Carta a Emilio Ballagas”, mayo 23 en Cada tiempo trae una faenaSelección de Correspondencia de Juan Marinello Vidaurreta. 1923- 1940, Ob.cit.

___________________ (1933 c) “Carta a Emilio Ballagas”, agosto 3 en Cada tiempo trae una faenaSelección de Correspondencia de Juan Marinello Vidaurreta. 1923- 1940, Ob. cit.

­­­__________________ (1933 d) “Carta a Manuel Navarro Luna”, 3 agosto en Ob.cit.

__________________ (1933 e) “Carta a Félix Lizaso”, mayo 11,

__________________ (1933 f) “Carta a Emilio Ballagas”, mayo 21.

__________________ “Carta a Félix Lizaso”, mayo 20.

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Un comentario

  1. Un mágnifico artículo que nos propicia el acercamiento a una etapa poco conocida de la vida de Marinello y la impronta de esta estancia en su pensamiento.

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