La educación pública y privada católica en la provincia de Matanzas, Cuba, en el período 1899- 1937

Omayda Naranjo Tamayo

Universidad de Matanzas “Camilo Cienfuegos”, Cuba.

Resumen: La forma de concebir la educación en el período de ocupación militar norteamericano y republicano cubano es sin dudas un tema sensible y polémico en la contemporaneidad. Para conocer sus particularidades es necesario tomar como punto de partida las disímiles disposiciones que se estipularon y llevaron a cabo a partir de 1899 cuando un cambio en lo político, económico y cultural se produjo en la isla de Cuba desde oriente hasta occidente. El fin de la dominación colonial española en diciembre de 1898 condujo paulatinamente a un reordenamiento, acondicionamiento y ajuste en todos los órdenes de la vida nacional cubana, y en este particular la provincia de Matanzas no fue la excepción, sino una más de las que vivió la coyuntura de los cambios que se suscitaron. Caracterizar la polémica entre el modelo construido por la educación pública y privada católica en Matanzas en el período 1899- 1937 posibilita el acercamiento y conocimiento de la historia local matancera, pero además de la obra educacional como conductora y gestora eficaz de la formación social y cultural de los que vivieron en un complejo período de la historia de Cuba.

Palabras claves: educación privada católica, educación pública, Matanzas, ocupación militar norteamericana, gobiernos republicanos.

Recibido:  Enero de 2013; aceptado para su publicación: mayo de 2014

Educación pública frente a la educación privada religiosa

Una primera aproximación a la educación pública y privada católica a partir de 1899 presupone recorrer un camino complejo y polémico en demasía por las generalizaciones a las que ha estado sometida la educación pública. Por su manifiesta insuficiencia en la etapa que se reseña ha sido caracterizada de deprimente hasta 1958 o en el caso de las privadas católicas o protestantes como escuelas completamente norteamericanizadas, sobre todo estas últimas, donde se olvidaron por completo las tradiciones nacionales y el amor a lo auténticamente cubano.

El período de ocupación militar norteamericano y los inicios de la república fueron de reajuste y readaptación política y social. Dentro de su panorama convulso se ubicaba la escuela pública, la que alertaba sobre el peligro de la educación privada, específicamente la religiosa, por considerar que ejercían en los estudiantes cubanos una influencia negativa. En similar perspectiva se encontraba la posición de la institución católica que se convirtió en una alternativa frente a la educación oficial instaurada y liderada por los diferentes gobiernos republicanos, porque sus críticas contra el orden social vigente se manifestaron con agudeza en el período. Estos debates  sucedían cuando aún el pueblo cubano recordaba las acciones realizadas por el gobierno de Manuel Santander y frutos al frente de la diócesis de la Habana a finales del siglo XIX cuando se habían celebrado Te deum de acción de gracias por la muerte de dos de las grandes figuras nacionales de la historia de Cuba: José Martí y Antonio Maceo. La institución católica con su consabida filiación proespañola y dependiente hasta 1898 tenía un camino ya trazado y sin dudas había tomado partido contra la postura y proyección de los líderes independentistas cubanos, camino que inevitablemente sufriría cambios drásticos e irreversibles a partir de 1899.

Matanzas fue protagonista del cambio de dominación en Cuba y del inicio de la primera ocupación militar norteamericana cuando arriaba la bandera española e izaba la norteamericana en el palacio del Gobierno Provincial el día primero de enero de 1899. Como período histórico que se extendió hasta 1902 a nivel nacional, uno de los problemas que constataron los dos gobernadores militares norteamericanos, John Rutter Brooke y Leonardo Wood fue lo relativo a la educación cubana, al bajo nivel de instrucción heredado de la colonia donde prevalecía la retórica y el memorismo y la evidente carencia de maestros en las escuelas públicas. Téngase en cuenta que según el censo de 1899 existían en toda la isla de Cuba apenas 2708 maestros, de ellos 1206 hombres y 1502 mujeres (Sanger, J.P., 1900: 472). Ante un problema de tal magnitud varias medidas se tomaron, una de ellas consistió en la idea de introducir en el país a educadores foráneos, además de la preparación pedagógica, psicológica y cívica de un grupo de maestros cubanos en las escuelas normales de verano que tenía como sede la universidad norteamericana de Harvard.

 Si inicialmente los niños cubanos comenzaron a recibir la enseñanza a través de los textos de los Estados Unidos, meses más tarde Leonardo Wood al redactar la orden militar No. 454 enfatizaba en la necesidad de que los libros escolares fuesen elaborados por los propios cubanos cuando afirmaba a través de La Gaceta de la Habana, en su edición del 9 de noviembre de 1900: “los libros de texto para los escolares cubanos deben ser redactados por maestros e intelectuales cubanos.” De esta manera las primeras generaciones republicanas contaron con un texto escolar escrito por el cubano Vidal Morales y Morales que llevaba como título Nociones de historia de Cuba, aprobado para su uso por la Junta de Superintendentes de Escuelas en el mes de abril de 1901 (Instituto de Historia de Cuba, 2002: 181- 182).

Por otra parte el primer superintendente de escuelas Alexis Everett Frye había autorizado a las juntas de educación a “emplear por un período de tiempo no más allá de 31 de agosto de 1900 a cualquier hombre o mujer a quien considerasen con la suficiente cultura, educación y condiciones de carácter necesarios para enseñar en las escuelas públicas” (Cordoví Núñez, Y., 2006: 23).

Respondiendo al llamamiento, ante la iniciativa y premura para la formación de docentes se incorporaron maestros inexpertos, improvisados o “maestros a puñetazos” al decir de Frye (Lancha Bernal, V., 1952: 27), que inicialmente no tuvieron conocimientos didácticos ni pedagógicos pero que respondieron a la tarea encomendada con gran modestia. El ramo de la instrucción pública pudo contar a partir de 1900 con la colaboración y respuesta de los maestros y maestras en el Distrito escolar urbano de Matanzas.

Mientras la emergencia del maestro de las escuelas públicas procedía, en los primeros años del nuevo siglo habían ingresado al país procedente de España, México y Estados Unidos varias órdenes religiosas dedicadas a la educación, las que constituían una alternativa al modelo educacional vigente en su lucha contra el analfabetismo y el atraso cultural prevalecientes y afianzados en la sociedad cubana. En el proceso de readaptación de parte de la institución católica cubana al nuevo orden impuesto por el gobierno de los Estados Unidos tras el fin de la dominación colonial española, llegaron en 1900 las hermanas Oblatas de la providencia y las dominicas de Santa Catalina de Ricci, éstas últimas reconocidas como las dominicas americanas. En 1903 arribaron los hermanos maristas y en 1905 los hermanos de las escuelas cristianas de La Salle, mientras que en 1910 lo hacían las religiosas del Corazón de María y las Hijas del Calvario en 1913.

Las disímiles denominaciones arribaron a la isla en las primeras décadas republicanas. Su creciente influencia coexistía en Cuba con aquellos que estaban establecidos en la isla desde la etapa colonial, desarrollando un subsistema de educación privado que llegó a alcanzar relevancia e importancia en la ciudad de Matanzas, pero también en las principales ciudades de la isla de Cuba.

Ese subsistema privado que contó también con las escuelas dirigidas por las denominaciones protestantes existió paralelamente al sistema de educación nacional oficial. En constante pugna de intereses con respecto a las escuelas privadas católicas, paulatinamente fueron arraigándose en la sociedad y ello sucedió debido a que

la deficiencia en las escuelas públicas favorecía a planteles católicos y laicos por igual. Aunque las escuelas católicas siguieron superando en número de alumnos a las protestantes, algunas instituciones evangélicas (…) empezaron a atraer a los hijos de algunas de las familias más importantes (Ramos, M., 1986: 259).

Crecimiento de la escuela pública

Coincidiendo con el primer período presidencial del matancero Mario García Menocal Deops, el 15 de mayo de 1914 se creaba un crédito de 200 000 para la dotación de 300 escuelas en todo el país. Aún cuando el número era significativo y necesario para la nación, el gobernador provincial de la provincia de Matanzas, Rafael Iturralde sólo asistía a la creación de 2 aulas, según datos de la prensa de aquella época. Cuatro años más tarde se constataba la creación de otras 9 aulas para la provincia (Cárdenas, M., 1984: 37). De cualquier modo se develaba lo insuficiente de la gestión gubernamental en la esfera educativa aún cuando el Secretario de instrucción pública de este período y hasta 1921, Ezequiel García, procedió a la creación de mil nuevas aulas para toda la nación, aumentándose la matrícula en las escuelas primarias cuya enseñanza se había estipulado obligatoria desde los 6 a los 14 años de edad.

Este gobierno propició la introducción de la enseñanza de la agricultura de manera teórica, dividía las escuelas en urbanas y rurales y había creado la Ley del retiro escolar para los maestros y maestras de las escuelas públicas de Cuba. Además había dictado una circular en 1915, donde se obligaba a las escuelas privadas a izar la bandera cubana e incluir en su plan de estudios la historia y geografía de Cuba (Cárdenas, M., 1984: 59). En esta imposición de parte del gobierno se abogaba por el reconocimiento de los valores y tradiciones autóctonos, el amor a la nación, a su historia y a sus héroes independentistas, elementos que fueron trabajados en las aulas por los maestros de certificado que en su mayoría lograron inculcar el sentimiento patrio, a partir de todo el legado revolucionario de los que habían ido a la manigua redentora a fines del siglo XIX a conquistar el triunfo de la independencia.

El 19 de marzo de 1915 aún cuando prevalecía la educación pública bajo el manto e imagen estereotipada de ser reproductiva y autoritaria, se daba un paso de progreso para la enseñanza de la época con la creación de las escuelas normales para maestros, impulsadas en Cuba por el pedagogo Leopoldo Kiel. En Cuba había contribuido a su fundación el apoyo brindado por la Asociación Pedagógica, el boletín magisterio, la revista Cuba pedagógica y la Asociación nacional de maestros, entre otros. A partir de ese año se pensó en su creación inicial para las provincias de Matanzas, Santiago de Cuba, Santa Clara y Pinar del Río. Concebidas para cada una de las provincias del país para la preparación teórica y práctica de los maestros, en la práctica contribuyeron al fomento e impulso de la mal atendida educación pública cubana, además de un “auge a la pedagogía en la provincia” (Ponte Domínguez, F., 1959: 290). No fue hasta el año 1918 que ocurrió su apertura oficial en la provincia de Matanzas” (Ramírez Mendoza, P.: 1) efectuándose su primera graduación cuatro años más tarde, específicamente el 21 de agosto de 1922.

El periodista habanero Arturo R. de Carricarte, en 1915, había alertado a los cubanos sobre la influencia perniciosa y el peligro que representaba que la educación y la instrucción de los naturales de la isla de Cuba fuesen impartidas por los católicos. En su artículo planteaba:

Si la república quiere tener ciudadanos, si quiere tener hombres útiles, capaces de completar la obra iniciada por la revolución (…) debe estar alerta contra el clericalismo. Su fuerza mayor no son las congregaciones, los conventos, su arma terrible, porque es suave, porque es oculta (…) es la escuela” (De Carricarte, A., 1915: 6).

Y es que la escuela al fomentar la instrucción y el conocimiento de los alumnos en variadas temáticas preocupaba tanto a católicos como a laicos. En varias ocasiones se suscitaron polémicas entre los representantes de las escuelas privadas católicas en contra de lo establecido en las escuelas públicas, en ambos casos se intentaba desacreditar lo alcanzado por unos y otros en el terreno de la educación.

Para la iglesia las escuelas significaron un significativo medio de ingreso económico, albergando en su seno a grupos de estudiantes que mayoritariamente pertenecían a la clase media o la burguesía, cuando ante la situación de desempleo y miseria que vivía el país los niños de los sectores populares tuvieron limitadas sus posibilidades de poder asistir a los centros escolares del Estado. Muchos de ellos debido a la situación prevaleciente en su hogar familiar, aunque tenían edad escolar tuvieron que buscarse el sustento como vendedores ambulantes o limpiabotas.

En 1916 se registraban en Matanzas 53 escuelas públicas, 13 para varones, 12 para hembras y 26 mixtas, el Instituto de Segunda Enseñanza, 2 aulas de Kindergarten y la biblioteca pública. Funcionaban además el colegio La Luz dirigido por Eduardo Meireles Brito que impartía la primera y la segunda enseñanza, el plantel El Porvenir en el barrio de Pueblo Nuevo dirigido por Antonio Luis Moreno y el colegio protestante La Progresiva en la ciudad de Cárdenas, inaugurado el 11 de noviembre de 1900, institución que acogiendo la educación de los dos sexos en 1917 contaba con la graduación del primer grupo de bachilleres cardenenses.

Expansión de la educación religiosa

De la misma manera el colegio Irene Toland, fundado en Matanzas por la Misión Protestante Metodista del Sur en 1899, acogía a niñas y señoritas proporcionando su educación de manera ininterrumpida. Contaba con un servicio de guagua para las externas de la municipalidad de Matanzas y también con clases gratis de idioma inglés y costura. A su vez el colegio Froebel, dirigido por el doctor Medardo Vitier y Prudencio Barceló, aún cuando abría oficialmente sus puertas en el año 1917, en 1924 volvía a acoger en sus aulas a sus estudiantes impartiéndose la primera y la segunda enseñanza, con la admisión de alumnos internos y el establecimiento de una academia para señoritas.

Estos colegios antes mencionados no respondían a los cultos, formas y costumbres específicas del catolicismo, sin embargo queda constancia escrita de su labor en materia educativa frente a los desmanes y la corrupción político- administrativa imperante e impuesta por los diferentes gobiernos neocoloniales cubanos. Las disímiles disposiciones de las escuelas públicas reflejaban con recelo el modo de concebir la educación de parte de las escuelas protestantes, las que denominabas “escuelas americanas” y donde se utilizaban no solamente los textos que recogían la historia de los Estados Unidos y su geografía, sino también sus costumbres, ideología e idiosincrasia. Ante la identificación de las familias cubanas por la enseñanza impartida por las denominaciones protestantes, la escuela pública observaba y cuestionaba con recelo la posible norteamericanización de la sociedad cubana en detrimento de la cubanía.

Paralelo a la existencia de estos colegios antes citados hubo planteles católicos del municipio matancero que también tuvieron arraigo e importancia en la obra educativa como El Sagrado Corazón de Jesús, el colegio-asilo San Vicente de Paúl y La Virgen Milagrosa. En cada caso contaron con una biblioteca y las aulas donde los alumnos allí inscritos recibieron las asignaturas de historia de Cuba, física, química, idioma inglés, clases de mecanografía y de labores para las niñas entre otras, conjuntamente con nociones de moral, cultura y religión.

Según el criterio de Ramón de Diego, cura párroco de la iglesia de Pueblo Nuevo, se impartieron en los tres planteles católicos que existían en la ciudad cuatro tipos de educación: intelectual, disciplinar, religiosa y física, las cuales propiciaron la educación completa del niño (Álbum Matanzas, 1918: 61). 

El colegio La Virgen Milagrosa se había inaugurado en Matanzas en la casa número 20 de la calle Jovellanos, el 8 de septiembre de 1902. Este plantel surgido apenas cuatro meses más tarde de la inauguración de la república cubana acogía en sus aulas a las niñas a las que se les ofrecía educación elemental y superior bajo la tutela de las Hijas de la Caridad. Este plantel supo formar conforme a las reglas preestablecidas a la juventud femenina católica de la ciudad.

Con los años continuó elevando su profesionalidad y confort para las matriculadas en un plantel donde hubo clases de labores, pintura y música incorporada al Conservatorio Nacional, además de clases de mecanografía y taquigrafía. En 1933 de acuerdo al plan de reformas para el alumnado de la escuela y beneficio del colegio implantaron un servicio de ómnibus para facilitar a los padres la seguridad del traslado y asistencia de sus hijas (El Imparcial, 1933: 9)  e inauguraba en el mes de abril de 1936 su campo de sport con un terreno de basketball, en lo que fuera el patio del colegio (El republicano, 1936: 8).

El colegio- asilo San Vicente de Paúl se había fundado también en Matanzas pero específicamente el 6 de mayo de 1866, según datos ofrecidos en el libro Cultura Cubana (Dollero, A., 1919: 43). Llegado el siglo XX, específicamente en 1915, el obispo de Matanzas autorizaba a Jacobo Carrillo de San Fiel para que administrase los bienes del asilo y cuidara de su conservación y cuidado teniendo en cuenta lo estipulado en su reglamento, que en su artículo décimo planteaba:

El objeto y fin de la institución colegio- asilo de San Vicente de Paúl además de dedicarse a la realización de las obras de caridad para lo que fue fundada, practicadas celosamente por las fundadoras y continuadas sin interrupción hasta el presente y mientras perdure su existencia, es también educar niñas científica, moral y religiosamente conforme a las doctrinas que cree y enseña la iglesia católica, apostólica y romana, cuyo jefe supremo en la tierra es el romano pontífice, actualmente Pío XI (Obispado de Matanzas).

Con la celebración de las actividades deportivas planificadas se pudo complementar la educación de las alumnas, además se propició el intercambio entre las de uno u otro plantel. El juego de basketball entre la escuela superior de Jovellanos y las de San Vicente de Paúl atestiguan su valía y lo que representaba para sus asistentes (El Republicano, 1936: 5).

La apertura del colegio El Sagrado corazón de Jesús en Matanzas se remontaba al año 1892. Constaba de un amplio e higiénico local, un museo de historia natural, aparatos de física y de química bajo el fin de fomentar el conocimiento y la práctica experimental, modernos mapas murales y una biblioteca que contenía más de 1000 volúmenes, entre ellos varias enciclopedias. Dentro de sus asignaturas incluyó las clases de inglés, teneduría de libros y mecanografía.

En los mencionados colegios católicos privados se ofreció una buena educación y fueron formados hombres y mujeres capaces de desempeñar al salir de sus aulas importantes responsabilidades en la sociedad matancera, tal fue el caso de tres alcaldes, egresados del colegio El Sagrado Corazón de Jesús: El doctor Armando Carnot, electo como alcalde desde 1916 hasta 1920; José Angulo Pérez, electo a partir de 1920 y sustituido al año siguiente debido a su muerte por Horacio Díaz Pardo, a su vez designado en las elecciones de 1922 (Dollero, A., 1919: 86). El oculista Pedro Lamothe, el abogado Mario Luque y los médicos Jesús F. Penichet y Juan J. Tamargo fueron alumnos que también salían de las aulas del mencionado plantel, llegando a convertirse en reconocidos profesionales de la ciudad matancera en la primera mitad del siglo XX. 

Anexos a la iglesia del barrio de Versalles San Pedro Apóstol, al colegio- asilo San Vicente de Paúl y junto al colegio La Virgen Milagrosa, sostenido por las Hermanas de la Caridad hubo locales destinados a la educación gratuita para los niños pobres (Archivo de Matanzas, 1910). La creación de las aulas citadas se debió a la iniciativa del obispo de Matanzas Severiano Sainz Bencomo[1]. Por otra parte, en el año 1910 el gobernador provincial de Matanzas Adolfo Lecuona había solicitado una remuneración económica a los matanceros para permitir el acceso a la educación de un número reducido de niños pobres en el colegio privado La Luz. La remuneración de cien pesos mensuales posibilitó la educación de 10 niños pobres de la ciudad.

En materia religiosa Sainz Bencomo, iniciaba en 1915 su gestión como segundo obispo de la provincia de Matanzas y al manifestar su preocupación por la educación de los matanceros llevó a cabo algunas medidas para fomentarla. A partir de 1916 contribuía a la creación de colegios en otras localidades de la provincia, tal es el caso del municipio Jovellanos donde hubo uno dedicado a los niños y otro para las niñas. En ambos estableció el estudio conjunto de las artes y la instrucción religiosa y científica. Para el primero fijó un sacerdote con la función de orientar la enseñanza de los escolares, mientras que para el colegio de niñas se les encomendó a la Asociación del Verbo Encarnado, orden religiosa femenina llegada a Cuba en 1914.

En 1916, Sainz Bencomo exhortaba en su pastoral del 29 de febrero  a que se velara en Matanzas por el cuidado de los asuntos del alma cuando se vivían tiempos de materialismo y sensualismo refinado que se manifestaba en actividades de esparcimiento como los bailes, los teatros y las diversiones públicas, fecha en la que también fomentaba, junto a D. Venancio Méndez párroco del templo del pueblo de Sabanilla del Encomendador, la creación de otro colegio, encargado a las Religiosas Pasionistas (Boletín oficial Eclesiástico del Obispado de Matanzas, 1918: 73). Fue un colegio de niñas que con vistas a comenzar sus clases el primero de septiembre tendría de acuerdo a la moderna pedagogía, y de esta manera lo reflejó la prensa matancera, la tarea de dotarlas de una educación cristiana y una adecuada instrucción religiosa y científica.

A inicios de 1918 el presbítero católico Jenaro Suárez Muñiz[2] en la sección de sociología del Boletín de la provincia eclesiástica de la república de Cuba mostraba gran preocupación por el fomento de la escuela parroquial. Al considerar y enfatizar reiteradamente que la escuela laica se presentaba en Cuba como atea e inmoral, planteaba:

No cesa la masonería de resolver todo y valerse de todo para hacer guerra a la iglesia y no ha encontrado en sus maquinaciones, nada más eficaz como la formación de la niñez en las escuelas propias (…) aún cuando en todas las escuelas públicas y privadas se enseñara el catecismo; aún cuando los protestantes de diversas sectas no pretendieran ganarnos terrenos con sus clubs, escuelas, academias y ateneos, aún así deberíamos nosotros fomentar y fundar siquiera con grandes sacrificios, la escuela parroquial (Boletín de la provincia eclesiástica de la república de Cuba, 1918: 31- 32). 

Mientras se ventilaban estas ideas del fomento de la escuela parroquial y a su vez repercutían en la sociedad cubana de la época, el periódico matancero El jején, en su edición del 31 de mayo de 1918 recogía las disposiciones del Superintendente provincial de Escuelas de Matanzas, L. Ruiz Tamayo quien pedía incorporar en las escuelas públicas de la provincia las enseñanzas de economía doméstica y cívica. Pedía además al director de subsistencias la remisión de carteles en los que se daba instrucción al público que concurría  a las escuelas públicas a fin de resolver los problemas económicos planteados con motivo de la primera guerra mundial.

Educación cristiana frente a la ignorancia religiosa

La preocupación de Sainz Bencomo, obispo de Matanzas, también guardaba relación con los sucesos de la conflagración mundial, sin embargo en 1919 se enfocaba particularmente en lo relativo a las dificultades económicas de los matanceros y en cómo concebir la educación. Sus intervenciones y proclamas se correspondían plenamente con una de las conclusiones que había arrojado el Congreso Eucarístico de Cuba celebrado en 1919, en la cual se establecía la creación de escuelas y bibliotecas parroquiales para los niños pobres, con el objetivo de contrarrestar el efecto de las malas lecturas que se realizaban en una etapa decisiva en la formación de la personalidad como la niñez. En su período de gobierno frente a la diócesis hasta 1937 procedió a crear tanto escuelas parroquiales como bibliotecas con una bibliografía escogida que le ofrecieran a la niñez y a la juventud matancera los conocimientos necesarios para su época en materia religiosa.

“No cesamos de deplorar la ignorancia religiosa que padece nuestra república, la cual se observa aún en la porción más elevada de la sociedad”. Así se refería el Boletín de la provincia eclesiástica de la república de Cuba al constatar el poco aprecio y respeto que se tenía a la religión católica en 1919, por ello hacían un llamado a “los hombres y mujeres que en nuestra diócesis  dedican una parte de su tiempo a esa meritísima obra de instruir a los niños en la religión”(Boletín de la provincia eclesiástica de la república de Cuba, 1919: 25). 

En 1919 había sido nombrado cura párroco del poblado matancero de Colón el presbítero Eduardo Puig y Quintana. En sus discursos planteaba la necesidad de un plantel para dotar al alumnado de un tipo de educación cristiana que bajo un fundamento científico su finalidad fuese extirpar la ignorancia religiosa. Debido a su preocupación y gestión en torno al polémico tema de cómo concebir una completa educación, el 18 de marzo de 1920 se abrían las puertas del Colegio San José en honor del Patrono de aquella ciudad, con la presencia de las autoridades civiles y eclesiásticas de Matanzas, impartiéndose las enseñanzas primera y elemental, bachillerato, comercio, mecanografía, música, pintura y telegrafía.

Años más tarde el Boletín Eucarístico de Matanzas, en una de sus ediciones de 1927 traía a colación la polémica iniciada a inicios de siglo relativa a la inserción en las escuelas públicas de la doctrina y símbolos de la religión católica. El debate que se había fomentado a raíz de la necesidad de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas había generado de parte de los maestros laicos cubanos su oposición y el sostenimiento del laicismo como conquista de la revolución que había dado al traste con la culminación de la dominación española, y a la vez un reforzamiento de la enseñanza de la moral y cívica para paliar la influencia de la religión de sus educandos (Cordoví Núñez, Y., 2006: 76). En palabras del ya citado semanario católico se acotaba:

La instrucción pública en Matanzas comenzó, se fomentó y costeó por el clero católico, así al menos consta en las notas oficiales que publica la prensa para las escuelas, entonces ¿por qué no se le da a conocer ese clero fundador de la escuela matancera a los alumnos de las escuelas? ¿Por qué en la escuela de Matanzas (…) no se pone un retrato de Jesucristo? (…) No se puede dar a conocer al niño la moral cristiana sin que a la vez se le de a conocer a su fundador, como no se concibe el estudio de la historia de Cuba sin conocer a Martí, a Céspedes, Aguilera, Mármol, etc. (Boletín Eucarístico de Matanzas, 1927: 15).

Insistía en su edición semanal en la necesidad de expandir el credo católico en las escuelas cubanas debido a lo insuficiente de la educación pública. En el mismo año 1927 el Boletín evidenciaba nuevamente su preocupación sobre la enseñanza que recibían los niños de la ciudad. Manifestaban que si en las escuelas públicas se les enseñaba a los niños sus deberes para con la sociedad, para con sus semejantes, para con las plantas y los animales, sorprendía sobremanera que no existiera “ni una letra para tratar de los deberes del hombre para con su creador”(Boletín Eucarístico de Matanzas, 1927: 20).

Al concluir la década del 30 la educación pública cubana presentaba un cuadro deprimente y Matanzas no fue la excepción. En la práctica escolar imperaban los rasgos más nocivos del tradicionalismo y memorismo educacional en detrimento de la pretendida enseñanza científica y experimental, lo que se expresaba claramente en un retraso en relación con las necesidades del progreso económico y social a que aspiraba el país (Chávez Rodríguez, J., 1996: 92). La cantidad de escuelas que se habilitaron primero para los ocho grados que conformaban la enseñanza primaria y luego la secundaria, teniendo en cuenta que hasta 1937 sólo existió la Universidad de la Habana en lo concerniente a la educación superior, en la práctica redundó en un atraso cultural y educacional debido a la existencia de pocas aulas donde adquirir los conocimientos vitales de cada nivel de la enseñanza pública.

 En situación similar se encontraba la enseñanza controlada por la iglesia católica. En los años treinta del pasado siglo la educación impartida por los centros de enseñanza privados también demostró haber recorrido un camino donde se habían logrado acoger a grupos selectivos de estudiantes, por ello su accesibilidad estuvo limitada a una pequeña parte de la sociedad y no a grandes grupos de la población como desde décadas anteriores habían manifestado en sus disposiciones y proclamas. Las regulaciones emitidas en 1932 seguían condenando el “desmedido egoísmo, que ordena y somete todas las cosas a su excesivo beneficio, pretiriendo o conculcando por completo el bien de los demás” (López Oliva, E., 1991: 9).

Las coincidencias, en torno a Martí

Aún cuando se suscitaba la polémica entre el tipo de educación que debía concebirse en las escuelas matanceras fuesen públicas o privadas, sin embargo mostraron puntos visibles de coincidencias cuando se celebraban las fechas históricas de la patria cada año[3]. El 28 de enero de 1929 en su número 23 el periódico matancero El Imparcial recogía las palabras de Porfirio Andreu, quien elogiaba la participación de los colegios públicos y privados en la conmemoración a Martí y destacaba la necesidad de seguir sus palabras porque debían de servir de guía para los matanceros y cubanos en general. En 1930 en la misma fecha  el reconocimiento se extendía cuando se celebraban los festejos de iniciación de los Caballeros Católicos, los que habían comenzado el 26 de noviembre a las 6 pm con una manifestación cívica que contemplaba el depósito de una corona de flores ante la estatua de José Martí en el parque de la Libertad (Boletín Eucarístico de Matanzas, 1930: 11).

Otro de los ejemplos lo mostraba el colegio El Sagrado Corazón de Jesús cuando años más tarde, en 1935, conmemoraba las fiestas por el grito de Yara. En Matanzas se retomaba y recordaba el valor y entrega de los mambises cubanos en su lucha contra la dominación española por obtener la independencia de la patria. Del programa que presentaba el prestigioso colegio se hacía eco el periódico matancero El Imparcial cuando recogía su celebración a partir de las 9 de la mañana. Exponía en sus páginas lo que consideraba un ameno programa que estuvo compuesto por:

. Himno nacional.

. Alocución por el señor director del plantel.

. Poesías.

. Himno a la patria (El Imparcial, 1935: 4).

En el mes de enero de 1937 hubo un homenaje de las escuelas de la ciudad de Matanzas al apóstol José Martí, desfilando los niños frente a la estatua situada en el Parque de la Libertad. En la celebración histórica de la fecha estuvieron presentes tanto el gobernador provincial Dr. Lorenzo Delgado, el alcalde César M. Casas como el superintendente provincial de escuelas Sr. Julio B. Moreno y de esta manera lo reflejaba uno de los periódicos de la época (La Campaña, 1937: 7). Desfilaron representaciones de diferentes escuelas tanto públicas como religiosas. En el caso de estas últimas la representación más nutrida estuvo a cargo de los colegios católicos La Virgen Milagrosa y San Vicente de Paúl. La dignidad institucional católica la encabezaba Manuel Trabadelo Muiňa, secretario de cámara y gobierno eclesiástico, en representación del obispo que no asistió en esa ocasión (El Imparcial, 1937: 4).

En La Habana, la práctica de visitar la estatua del maestro cubano había surgido en 1905 durante el gobierno del primer presidente cubano Tomás Estrada Palma. Luego de su inauguración en el Parque Central los estudiantes depositaban flores en determinadas fechas conmemorativas, iniciativa que se extendería luego a las diferentes provincias de todo el país. En Matanzas la inauguración de la estatua de José Martí, situada en el parque de la libertad había tenido como fecha de inauguración el 24 de febrero de 1909 durante el segundo período de ocupación militar norteamericano presidido por el norteamericano Charles Magoon.

Las celebraciones dedicadas a la figura de Martí sucedían por el arraigo local y nacional que tenía en la historia el héroe cubano y además porque en el terreno de la educación:

Fue sin dudas José Martí el que más trascendió en el ámbito escolar desde la primera ocupación. Más que los textos martianos durante ese período lo que llegaba a la escuela en el significado de una figura calificada de padre fundador y apóstol. La imagen de Martí solía hallarse en los planteles escolares, aún en los más recónditos rincones de la isla (…) (Cordoví Núñez, Y., 2006: 106).

Una coincidencia en ambas llamaba particularmente la atención y fue el hecho de que se unieran las escuelas matanceras públicas y privadas católicas y no católicas en un homenaje al patriota cubano José Martí cuando se conmemoraban las fechas históricas relacionadas tanto con su nacimiento un 28 de enero de 1953 como con el inicio de la segunda guerra por la independencia el 24 de febrero de 1895, lo cual reflejó nuevamente un intento de parte de la institución católica de cambiar su imagen de antaño. En los años 30′ del nuevo siglo, con la participación de algunas escuelas en una actividad histórica a los que se unía la Iglesia Católica, ésta mostraba su deseo de mostrar una imagen cubana, acorde a la realidad histórica y social que vivía el país.

Estaba presente cada año el recuerdo de la figura excelsa y patriótica de José Martí debido a que en las aulas de ambos tipos de planteles educativos se rememoraba al apóstol de la independencia cubana y su innegable importancia dentro de la historia de Cuba. De esta manera escuelas públicas del estado y colegios privados católicos mostraron un punto de coincidencia luego de manifestar disímiles divergencias en el decurso de sus gestiones frente al ramo de la magna y decisiva obra de la educación en Matanzas en el período 1899- 1937.

Bibliografía

Álbum Matanzas (1918), Matanzas.

Archivo histórico de Matanzas (1910), fondo Miscelánea, legajo 47, No. 1021.

Boletín de la provincia eclesiástica de la república de Cuba, (31 de enero de 1918, año II, No.1), (febrero de 1919, año III, No. 2), Matanzas.

Boletín Eucarístico de Matanzas (27 de febrero de 1927), (10 de julio de 1927), (26 de noviembre de 1930), Matanzas.

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Notas


[1] Charles Warren Currier había sido designado como primer obispo de la diócesis de Matanzas. Había renunciado en febrero de 1915 por encontrarse delicado de salud. En 1915 se había designado al sacerdote cubano Monseñor Severiano Sainz Bencomo, natural de la provincia de Pinar del Río, como obispo de Matanzas.

[2] Doctor en sagrada teología, había arribado a Matanzas el primero de agosto de 1918. Designado párroco del Sagrario y Rector de la Santa iglesia catedral de San Carlos. Antes de su llegada impartía un curso de filosofía en el Seminario habanero de San Carlos, donde fungía como profesor desde su designación en 1916 por el obispo de la Habana Pedro González Estrada.

[3] Una circular dictada en 1915 obligaba a las escuelas privadas a izar la bandera cubana e incluir en sus planes de estudio la historia y la geografía de Cuba.

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