La(s) prueba(s) de inglés BELT

Gerardo Barboza

Educador

Texto publicado originalmente en: English Language Ed Policy – Academia.edu el 8 de enero de 2023

En el mall (criollo o internacional, comercial o “académico”) de productos para la enseñanza, el aprendizaje y la evaluación del inglés, podemos encontrar las “tiendas” que venden pruebas estandarizadas que, entre otros,  “diagnostican”, o bien, “certifican” el “nivel” de inglés como requisito de ingreso, por ejemplo, a la academia anglófona o a un puesto de trabajo en alguna empresa transnacional.  

Habría que convencerse de que comunicarse en inglés es un desafío de comunicación interpersonal de tipo intercultural y que no se resuelve con “clases” y pruebas estandarizadas.

De acuerdo con Brown y Abeywickrama en “Language Assessment Principles and Classroom Practices”, “un buen examen estandarizado es producto de investigación y desarrollo empíricos que van más allá de un simple acuerdo sobre estándares…”.

Bailey, en “Learning about Language Assessment”, señala que las pruebas son “cualitativamente evaluadas mediante cuatro criterios: validez, confiabilidad, practicidad y washback/backwash (efecto colateral)”.

Sobre la validez, Bailey dice que “…incluye distintos tipos de esta, entre ellos, face validity, construct validity, content validity y criterion validity (esta última subsume dos formas de validez: concurrent y predictive)”.

Por ejemplo: face validity, o validez aparente, se refiere a la percepción de quienes administran y toman la prueba. Es un criterio altamente subjetivo, que puede ser influenciado por la publicidad efectiva y por criterios infundados y descalificados por quienes la promueven, escogen y aplican.

BELT: Business English Language Test, es una prueba estandarizada de inglés para negocios promocionada -afortunadamente- para Europa, África, China y otros,  en el sitio Web de “Learning Resource Network” (LRN).

En la promoción, LRN dice que la prueba se “enmarca” dentro del “Marco Común Europeo de Referencia” (CEFR, por sus siglas en inglés).

Repasemos lo manifestado por Fulcher en “El Marco Común Europeo de Referencia: usos y utilidad” (no se descarte el resto de  la vasta literatura científica internacional, independiente y evaluada, que apunta las serias falencias del CEFR):

En resumen, los encapsulados que tenemos en los niveles del CEFR son una descripción extremadamente pobre de comunicación que está lejos de ser una descripción coherente, jerárquica de competencia o capacidad para comunicarse. Pero esto no es sorprendente, dada la forma en que las escalas se construyeron. No existe ni base teórica [y así lo han reconocido los propios autores del CEFR], ni fundamento alguno en análisis lingüístico, u observación de la comunicación (…) El Marco Común Europeo de Referencia, por lo tanto, no es directamente utilizable, ya sea como una especie de guía para construir un plan de estudios, o como un conjunto de instrumentos de evaluación de pruebas. Tampoco es particularmente útil para vincular, mapear, alinear, o reconocer pruebas….

Como dije, afortunadamente la prueba BELT promocionada por LRN no está, al parecer, en Costa Rica.

Lo preocupante, sin embargo, es otra prueba BELT, en apariencia gringa-criolla, como la mencionada en la nota “Companies to offer 2,700 posts for bilingual staff at job fair“, y publicada en el Tico Times del 23 de enero de 2017:

“La plataforma también permite a los solicitantes comprobar sus conocimientos de inglés mediante el Business English Level Test, o BELT, que mide las competencias lingüísticas basándose en las normas del Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas…”.

¿La “creatividad” sobre lo que representa cada inicial en “BELT”, consistió en pasar de “Business English Language Test” a “Business English Level Test”…?

¿En serio algunas transnacionales fundamentan sus criterios de reclutamiento, selección y contratación sobre la base del CEFR y pruebas estandarizadas cuyo origen, diseño, validez y confiabilidad se desconoce?

Creo, más bien, que los profesionales en esas transnacionales han sido desinformados.

Difícil es creer que en sus giros de negocio, las transnacionales sí apliquen los fundamentos científicos, pero en materia de la capacidad comunicativa en inglés de sus candidatos y colaboradores, más bien sean conducidos a optar por infundados comerciales, “sustentados” en el face validity.

Más preocupante resulta que desde la casa presidencial  promuevan esa prueba, propiedad o representada por un “instituto” privado de idiomas… “aliado“… (Nota: no se descarte la promoción que se realiza igualmente desde la casa presidencial y el Ministerio de Educación Pública sobre el Test of English for International Communication – TOEIC, que administra una asociación cultural sin “fines de lucro” y que reparte ¿desinteresadamente? “becas” de cursos “sustentados” en el CEFR…).

Según lo reportado en La Nación del 2 de marzo de 2009, “INA rechaza a 56% de aspirantes a inglés avanzado por bajo nivel“, el INA le pagaba al “instituto” ¢1.741 por hora por cada uno de los 1.146 estudiantes matriculados; es decir, ¡¢1.995.186 por hora! ¿Dónde están los resultados independientes y publicados de esos cursos? ¿Cuántos estudiantes resultaron “bilingües”? ¿Cuál es la validez y confiabilidad de BELT, comprobada científicamente?

Para colmo de males, el “instituto” al parecer facturaba por “clases de inglés corporativas” alrededor de ¢239.000 por mes, por estudiante.

El monto indicado lo cancelaba el estudiante con las “becas” otorgadas por el Ministerio de Trabajo, dentro del marco de la infundada “Alianza para el Bilingüismo“, versión reciente del igualmente infundado “Plan Nacional de Inglés 2008“. ¿Dónde están los resultados independientes y publicados de las “clases de inglés corporativas”?

Cabe mencionar que el “instituto” solamente contrata a “profesores” natives ¿en clara discriminación a distinguidos profesores de inglés costarricenses? ¿O nos encontramos al frente de lo que menciona Holliday, en Native Speakerism?:

El hablante nativo es una ideología neo-racista que tiene un amplio impacto en cómo los maestros son percibidos por los demás y por sus estudiantes. Etiquetar a los profesores como “hablantes nativos” y “hablantes no nativos”, los ubica falsamente como culturalmente superiores e inferiores con roles y atributos distintos… el hablante nativo está presente en toda la profesión, con resultados como discriminación laboral y un discurso profesional divisivo.

Las empresas transnacionales poseen sendos códigos de ética en los que rechazan cualquier tipo de discriminación.

No es concebible que la discriminación pudiera persistir, ni en “ferias de empleo bilingües”, ni en los procesos de reclutamiento, selección y contratación con “entrevistadores” creyentes del CEFR, cursos de inglés que son el índice de un libro de texto, y pruebas estandarizadas comerciales espurias. Peor aún, entrevistadores criollos que tienen el tupé de verificar la “reducción del acento” de los solicitantes; otro acto racista y discriminatorio.

¿Será que todo esto, más la nefasta política educativa en idiomas acaparada por desconocedores interesados solamente en el business del inglés, y apoyada sin reparo alguno por las autoridades de Gobierno, los ha hecho creer, entre otros, que pronunciar palabras en un orden gramatical correcto les permitirá resolver la comunicación interpersonal de tipo intercultural según el giro de negocio de cada empresa?

He preguntado sobre las razones que los han impulsado a “recomendar” instrumentos como el CEFR, curricula, pruebas estandarizadas y demás, mediante los cuales la enseñanza, el aprendizaje y la evaluación del inglés y otras lenguas va a la baja permanente, pero al alza en el drenaje del erario, al menos:

1) el “ente rector” del Plan Nacional de Inglés, según decreto Nº34535-MP-MEP-COMEX (publicado en el diario oficial La Gaceta del 30/05/08) y conformado por a) Presidencia de la República, cuyo representante lo presidirá; b) Ministerio de Educación Pública; c) Ministerio de Comercio Exterior; d) Dirección de Mejora Regulatoria y Reglamentación Técnica del Ministerio de Economía, Industria y Comercio; e) Instituto Nacional de Aprendizaje; f) CINDE; g) Estrategia Siglo XXI…;

2) el Conare, en especial a la Universidad de Costa Rica por la prueba de inglés “diagnóstica” que en nada se distingue de las otras; y

3) el Programa Estado de la Educación, cuyo tercer informe incluyó el documento “Extensión y dominio efectivo del inglés como segunda lengua en el sistema educativo costarricense: Situación actual, problemas y desafíos“, y que resultó ser, junto con los subsiguientes folletos en esa materia, un panfleto propagandístico con disfraz científico…

Difícil es creer que en sus giros de negocio, las transnacionales sí apliquen los fundamentos científicos, pero en materia de la capacidad comunicativa en inglés de sus candidatos y colaboradores, más bien sean conducidos a optar por infundados comerciales, “sustentados” en el face validity.

¿Adivinan? Todos de acuerdo y mudos…, ¿como si las órdenes vinieran de otras latitudes…? ¿Como que el negocio se cae…? ¿O “mal de muchos consuelo de…”? ¿O como qué?

¿Cómo se justifica que con el ingente drenaje del erario por décadas y por los mismos actores, las empresas transnacionales tengan que recurrir a crear sus propios cursos de inglés, para que sus candidatos a un puesto, o actuales colaboradores, puedan integrarse a las áreas de producción anglófona?

Empresas transnacionales, algunas sugerencias: a) analicen científicamente los instrumentos de evaluación que utilizan en materia de lenguas, en especial del inglés y desconfíen del face validity en los que se “sustentan” los mercaderes que han ocasionado el caos de empleabilidad “bilingüe” por décadas y aún persisten; b) revisen que los encargados de evaluar el inglés de los candidatos y colaboradores actuales no sean “pontificadores” del CEFR que “explican” sin entender, cursos por “niveles” y pruebas estandarizadas inútiles y discriminatorias; c) eviten que estos hablen de -o impongan, entre otros- accent reduction que, a la vez, contradice a los códigos de ética internos, y a las legislaciones en los países donde operan, países adheridos a los Derechos Humanos, en especial los Derechos Humanos Lingüísticos.

La solución al problema no es mediante la taxonomía de la oración para encapsular sus partes en “niveles”, dentro de libros de texto coloridos, impresos o digitales, para ser administrados en Learning Management Systems.

Habría que convencerse de que comunicarse en inglés es un desafío de comunicación interpersonal de tipo intercultural y que no se resuelve con “clases” y pruebas estandarizadas adheridas a marcos de referencia “talla única” e infundadas. Comunicarse en inglés es fácil y ameno, aprender a hacerlo de acuerdo con la situación social o de negocios en la que se encuentre, desarrollar la habilidad para la comunicación personal sin temor e inseguridad, escuchar, entender, pensar y expresarse en inglés y ser capaz de recibir y dar información, comprender un problema, hacer sugerencias, negociar, trabajar, y cooperar en inglés, mejorar la habilidad comunicativa con el inglés que ya se conoce.

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