No es justo que me tenga que endeudar para el resto de mi vida por estudiar, para tener una carrera técnica o profesional. No es justo que las familias más pobres de Chile tengan que depender de una beca para que sus hijos puedan estudiar. Daniela
Testimonio recogido por Sergio Adrián Castro Bibriesca
Desinformémonos
Núm. 22. Agosto de 2011
http://desinformemonos.org/2011/08/ser-estudiante-en-chile/
Ya más noche en las noticias, como siempre, los medios mostraron lo que se les antojó. Cuando se llega a hablar algo de las manifestaciones, siempre va enfocado a la criminalización: “Estudiantes delincuentes cortan el tránsito en las principales avenidas de la capital, causan desórdenes y destruyen propiedad pública y privada”, típico.
No es justo que me tenga que endeudar para el resto de mi vida por estudiar, para tener una carrera técnica o profesional. No es justo que las familias más pobres de Chile tengan que depender de una beca para que sus hijos puedan estudiar. No es justo que las universidades públicas no sean públicas y que sean a veces más caras que las universidades privadas. No es justo que los que más dinero tienen, los dueños de colegios y universidades, cuantifiquen ganancias con la práctica de la educación en todas sus formas, pues ésta es un derecho humano. No es justo que se niegue el acceso a la educación superior sólo tomando en cuenta el capital con el que se cuente. Millones de familias y estudiantes están hoy endeudados en Chile para conseguir un futuro mejor, lo que debería ser gratis. Muchos políticos de derecha estudiaron gratis durante el gobierno de Salvador Allende, y hoy nos niegan rotundamente este derecho. En Chile la democracia no existe. Las cosas tienen que cambiar.
Apoyo las movilizaciones de estudiantes y trabajadores, porque siento que el país al fin salió de su letargo y su miedo a la autoridad, las cosas no andan bien hace tiempo y ser consciente de ello, ya es un paso enorme.
Me llamo Daniela Frías Montecinos, tengo 23 años y vivo en Santiago de Chile. Estudio en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano que es una universidad privada. Pago un millón 800 mil pesos chilenos al año (algo así como cuatro mil dólares) por estudiar la carrera en Geografía. Mi escuela es una de las universidades privadas más accesibles y mi carrera una de las más económicas.
En el marco de las protestas estudiantiles en Chile, mi universidad estuvo tomada durante dos semanas, pero finalmente fuimos desalojados y nos obligaron a terminar el semestre el pasado 3 de agosto. Estuve haciendo mil y una cosas cada día: entregando trabajos, haciendo exámenes y pruebas atrasadas, pero no me importó. Creo en el sacrificio de pasar las noches estudiando apurada para el otro día, vale la pena.
Empezó un nuevo mes y también nuevas movilizaciones. Está cambiando la visión de la sociedad sobre los acontecimientos. Han sido meses movidos, marchas a nivel nacional casi todas las semanas, ocupando las principales calles de las ciudades de Chile, escuelas secundarias y universidades en toma, construcción de agrupaciones estudiantiles y trabajadoras para exigir que se cumplan nuestras demandas. Se dice que desde la dictadura militar con Augusto Pinochet al mando (1973- 1989) no se veían concentraciones tan grandes marchando por las calles. Y también, desde esa época, la represión policial del Estado no había sido tan notoria -lo que no significa que durante los gobiernos de la concertación no existiera, pero sí era menos evidente, más escondida. No hacen falta provocaciones por parte de los asistentes para que los carabineros chilenos pongan a andar su gran maquinaria de control y represión. Las movilizaciones de los trabajadores y estudiantes desde el mes de mayo no cesan, y ahora el apoyo de todos los sectores de la población valida ampliamente las demandas, la principal: ¡Educación gratuita ahora!
El jueves 4 de agosto se convocó a dos marchas en el centro de la ciudad de Santiago; la primera fue de los estudiantes de secundaria. Desde las diez y media de la mañana comenzarían a marchar, pero el gobierno no autorizó la marcha y enseguida comenzó la represión. Las calles estaban llenas de pacos (policías) con sus cascos y armamento, los veía correr y amedrentar cualquier tipo de expresión, ya fueran gritos por la educación, salarios justos, garabatos para el presidente y su comitiva o destrozos en la vía pública con barricadas. Cualquier intento de manifestarse fue visto como un acto ilegal, a pesar de que el derecho de expresión en el espacio público es constitucionalmente legítimo. Por donde mirabas se veía una gran nube blanca de gases lacrimógenos y los vendedores de limón se hacían presentes para contrarrestar el efecto de los mismos. La represión duró hasta las tres de la tarde.
Cayó la tarde. A las seis y media estaba planeada una segunda marcha, esta vez, por parte de los estudiantes universitarios en la Plaza Italia, centro neurálgico de convocatoria en la ciudad. Llegué con un compañero a una plaza cercana, pues al lugar acordado no se podía llegar por ningún lado, las cercas de contención, los caballos y las fuerzas especiales de carabineros de Chile impedían a toda costa reunirse en el lugar. Eran las seis quince (aún faltaba para que se cumpliera la hora) cuando comenzamos a respirar grandes bocanadas de gases lacrimógenos, los que nuestra “querida y consciente” policía había lanzado sin provocación alguna.
Las manifestaciones no sólo se concentraron en un punto de la ciudad; debido al gran contingente policial que se apropiaba de las calles con micros, lanza-aguas, lanza-gases, caballos y escudos las personas se dispersaron por todo el centro y centro oriente de Santiago manifestándose. Viejos, jóvenes, niños, todos en las calles, alegres, coreando consignas y haciendo ruido. La idea es no pasar desapercibido.
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