“Interrelación dialéctica entre dolor, sufrimiento y amor
desde el punto de vista humanista”.
Autores:
MSc. Kathiuska Arencibia Rifá*, Dra. Liuba Yamila Peña Galbán**,
Dr. Gustavo Ferrer Rangel***, Lic. Darelis Baños Sánchez****.
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MSc. Medicina Natural y Bioenergética. Ing. Química.
Tec. Esp. Anestesia y Reanimación Cardiorespiratoria. Profesor Asistente.
Especialista II Grado Psiquiatría. Profesor Asistente.
Especialista I Grado Pediatría. Profesor Instructor.
MSc. Urgencias Médicas. Lic. Enfermería. Profesor Asistente.
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Resumen
Se realiza una revisión de los conceptos fundamentales de dolor, sufrimiento y amor y su interrelación dialéctica, en la época contemporánea. Los autores exponen la visión desde el punto de vista marxista acerca del tema, teniendo en cuenta que el dolor, el sufrimiento y el amor han acompañado al hombre desde su misma existencia, a través de la historia de la humanidad las interpretaciones han sido diferentes, según el momento histórico de cada etapa.
"Nadie me parece más desgraciado que el que nunca experimentó una desgracia. Piensa que entre los males que parecen tan terribles, no hay ninguno que no podamos vencer, ninguno sobre el cual no hayan triunfado los grandes hombres. ¡Sepamos triunfar también nosotros sobre algo!"
Séneca
Introducción
El dolor, el sufrimiento y el amor son conceptos imprescindibles en la existencia del hombre y que lo han acompañado a través de su existencia humana y plantean nuevas apreciaciones desde el punto de vista filosófico humanista. En las palabras de Martí “Jamás sin dolor profundo produjo el hombre obras verdaderamente bellas”[1] se puede entender el pensamiento humanista de la relación dolor – hombre.
En culturas antiguas se interpretaba el dolor como el resultado de la invasión del cuerpo por espíritus malignos, o demonios[2]. Así en el antiguo Egipto, el médico luchaba contra la enfermedad y el dolor, entre otras cosas, por medio de exorcismos y encantamientos que consistían esencialmente en convencer a los invasores de la protección divina que correspondía a la parte del cuerpo. Opuesto al carácter somático del dolor físico, el sufrimiento o dolor moral es esencialmente espiritual y psicológico. Desde épocas remotas, Hipócrates señalaba: “…tarea divina es aliviar el dolor y éste es otro acápite importante que abarca la especialidad médica: aliviar el dolor ya sea durante el post – operatorio, el dolor agudo, crónico o el dolor por cáncer…”.[3]
En la edad media el concepto del dolor estuvo marcado por dos factores esenciales: la exacerbación de la virilidad y la influencia del cristianismo, elementos que motivaron a un verdadero menosprecio en la concepción del dolor físico. Esta fue una época marcada por el heroísmo y el valor, en la que se consideraba que los hombres guerreros y nobles no podían sentir dolor.[4] Este proceso se inicia lentamente desde el siglo XVII, luego se hizo más rápido a partir del siglo XIX, cuando el criterio científico del médico, su arte de la observación su traducción creadora del conocimiento químico, físico y biológico se materializó el diagnóstico y el manejo farmacológico. La evolución de la ciencia y las tecnologías farmacocinética y farmacodinámica dirigida a aliviar el dolor ha sido progresiva. La Organización Mundial de la Salud[5], ha pautado claramente el uso adecuado del ascenso y descenso de escalones, en cada uno de los cuales se tienen fármacos de potencia analgésica diferente. En el primer escalón se encuentran analgésicos anti-inflamatorios no esteroideos y adyuvantes, en el segundo los opioides, y en el tercero, los opioides fuertes. Esta escalera es de gran importancia para el manejo progresivo pero no siempre constante del dolor de base orgánica.[6]
La “International Association for the Study of Pain” (IASP) propone definir el dolor como una experiencia sensorial y emocional displacentera con lesión tisular real o potencial, que es descrita en tales términos por el sujeto que lo padece.[7]
Considerar, en el sentido de Max Scheler, el dolor como un sentimiento sensorial o hasta vital, nos aproxima más al sufrimiento y a sus amplias resonancias humanas.[8]
Los psiquiatras de la escuela fenomenológica[9] coinciden en que el dolor, más que una sensación o una percepción, es un sentimiento cualitativamente displacentero, que da lugar a un sufrimiento, de lo cual deriva la profundidad psicológica con que es vivido por el sujeto adolorido.
La redefinición de dolor y la reclasificación por parte de la OMS de ciertas formas de dolor crónico como una enfermedad “per se”, promoverá aún más el reconocimiento explícito del Tratamiento del Dolor como un Derecho Humano Fundamental[10], como es el caso con otros enfermedades y otros problemas de salud.
Gregorio Marañón, el afamado psiquiatra y escritor, indicaba, algunos años antes que Frankl, de que el olvido de la procedencia divina de nuestras existencias es lo que hace infecundo al sufrimiento: “El hombre actual, en su mayoría, ha prescindido de Dios… y por ello ha perdido una aptitud maravillosa de convertir el sufrimiento en fuente de paz y progreso interior”[11]. Es indudable que el sufrimiento, cuando adquiere un sentido superior y se acepta como un hecho normal y positivo de nuestras existencias, se constituye en una fuente inagotable de enriquecimiento y progreso en todos los órdenes. Así ocurre en el campo de la docencia, asumiendo el sacrificio que demanda el incremento de la cultura “no hay cultura sin dolor”, afirmaba Unamuno, que pertenecía al movimiento de “filosofía de la vida” que agrupaba un conjunto de pensadores con características muy diversas, pero que comparten un mismo interés por situar la vida como objeto fundamental de la filosofía, y poseen cierto carácter irracionalista[12], también en el campo del arte y la literatura en el que el sufrimiento físico o moral han sido frecuentemente demanda del mercado, en el campo ético, para incrementar y desarrollar las virtudes. Comentó Martí: “…El dolor es la única escuela que produce hombres….”[13]
¿Dolor o sufrimiento? Diferenciamos ambos términos por una cuestión pedagógica. El dolor es un hecho inevitable inherente a la condición humana. No hay persona sin dolor, y si hay una, no es un ser humano, tal como dice un proverbio chino. El sufrimiento, en cambio, es el nivel de daño que puede causarnos un dolor determinado. Eliminar el dolor no está en nuestras manos, pero mitigar e incluso eliminar algunos sufrimientos nuestros o de los demás, depende de nosotros y no tanto del tipo de dolor que se trate. No existe un dolor en general, sino “mi” dolor. En el elemento subjetivo está el principal condicionante, en la actitud que mantengamos cuando llega un hecho doloroso concreto. Superar el sufrimiento sólo es posible mediante una decisión personal de vivir ciertas actitudes, que son las mismas en todo tiempo y lugar porque son inherentes a la madurez humana. “No importa qué, si no cómo sufras”, dijo Séneca. La serenidad o la alegría, nacen dentro de cada persona, y no de las circunstancias de la vida aunque condicionen lo suyo.
El amor es inherente a nuestra identidad, pensamiento positivo, en el cual pueden estar incluidos el dolor y el sufrimiento en causa psicológica, y en el cual siempre hay entrega de todo a cambio de nada. El amor es sentimiento profundo impregnado en nuestra existencia y controvertido desde su origen, algo en el que se mezclan sensaciones y emociones puramente bellas. El amor es profundo e intenso desde su existencia. Es la esencia y apocalipsis de nuestras vidas. La esperanza no es futurible si no se está en presencia del amor. El amor es todo, es el correr y final de toda nuestra vida.
En este artículo se pretende plantear la interrelación dialéctica que existe entre dolor, sufrimiento y amor desde la perspectiva humanista.
Desarrollo
¿Cómo el hombre puede tener una comprensión real humanista del dolor, el sufrimiento y el amor?
Fenomenológicamente, el dolor se acompaña de al menos siete vivencias elementales limitantes que matizan y dan complejidad al fenómeno.
El dolor es molestia, limitación y amenaza. Se siente el cuerpo (corporal), es alteridad y anomalía. El dolor es soledad.
El dolor genera en una necesidad de interpretarlo, de darle algún significado. Es demandante de un sentido[14].
Se ha descrito el síndrome de aniquilamiento, citado por Rebolledo (2003), relacionado con la dificultad en el manejo de la vida, que suele presentarse frente a la ignorancia en el manejo del proceso terminal por el médico. El aniquilamiento se manifiesta como el dolor del médico que sobrepasó las expectativas o que se encontraron una profesión que no le dio la respuesta esperada, precisamente porque el dolor trasciende al tratamiento, las razones más importantes por la que el médico y enfermo fracasan en el manejo del dolor, es la dificultad para apreciar que el dolor no es una sensación única, sino una combinación de la percepción de la sensación y de la respuesta emocional del paciente ante ella.[15]
La interrogante del hombre en la sociedad a cerca del valor del vivir están relacionados con los problemas a cerca del dolor, sufrimiento y en la esfera emotiva y sicológica del amor.
Aristóteles decía: que el dolor es lo que se aleja de la condición natural de forma violenta y por tanto es ajeno a la necesidad y los intereses del ser vivo.
Nietzche afirmaba que la vida es esencialmente dolor.[16]
El dolor es causa de naturaleza física, mientras que el sufrimiento es de naturaleza sicología.
Immanuel Kant afirmaba que la felicidad resulta el ideal de un estado o condición inalcanzable, concepto en un mundo sobrenatural y por intervención de un principio omnipotente.[17]
La felicidad humana conduce necesariamente a considerar sus límites y a plantearse otras cuestiones importantes, que constituyen verdaderos interrogantes de la existencia humana. La felicidad está íntimamente ligada a sentimiento de alegría.
El humanismo presta atención al valor del hombre como personalidad y éste a la felicidad, al amor que compara con el bienestar.
El hombre debe encontrar la razón y contenido de cada uno de ellos: la existencia del mal, el sentido del dolor y el sufrimiento, la injusticia, la muerte y el término de la vida humana. Todo ello conduce a plantearse el problema del más allá, donde tiene lugar destacado el pensamiento cristiano sobre estas cuestiones.
Las ideas existencialista, utópicas y marxistas por mencionar algunas, se debaten entre si para reclamar sus derechos de concepción del mundo efectiva y real.
Por otra parte, el tratamiento del hombre como objetivo específico de reflexión filosófica ha incluido varias terminologías filosóficas que van desde el antropogismo hasta el humanismo.
El término más utilizado ha sido el de humanismo, pero ha requerido de muchas especificaciones en dependencia de la situación del filósofo y de la complejidad del propio objeto.
Bajo el rótulo de humanismo se encuentra la posición del cristianismo cuando vincula el hombre a Dios (ateo cuando desaparece toda relación con lo divino) también la antropología de Feuerbach, o el ataque al socialismo bajo la idealización de las relaciones burguesas se adhieren a estas terminología. Las corrientes filosóficas se definen de varias formas. Así se habla de humanismo existencialista o humanismo marxista por citar las de mayor relevancia en nuestros días. Por ello es necesario detenerse, de forma breve, en el contenido esencial del concepto humanismo.
La palabra humanismo apareció desde la antigüedad, digamos en Cicerón. En su inicio, se refería al estudio y cultivo de las artes vinculadas a la cultura antigua, las humanidades y la cultura greco-romana. Pero esta concepción y la proyección con respecto al hombre real han dependido de la época, de las luchas de clases en cada situación histórica determinada. Antes del Marxismo, la burguesía en su lucha contra la estructura feudal del medioevo desarrolló un movimiento progresista. Este movimiento, que incluía la exaltación de la razón humana frente a la fe religiosa, recibió el nombre de humanismo.
En efecto, bajo la denominación se concentra el interés en el hombre, como valor supremo, el desarrollo de sus cualidades y valores, como sus fuerzas creadoras capaces de transformar todo cuanto le rodea a través de su actividad práctica y racional.
Más tarde el humanismo se presentará como la tendencia a efectuar el análisis del hombre como un ente natural para desgajarlo del carácter sobrenaturalista promovido por el cristianismo. En este estilo de pensamiento, el humanismo pondrá la atención en el valor del hombre como personalidad y su derecho a la felicidad, la libertad y el libre juego de sus capacidades.
Pensamiento moderno y amor.
El amor es inherente a nuestra identidad, pensamiento positivo, en el cual pueden estar incluidos el dolor y el sufrimiento en causa psicológica, y en el cual siempre hay entrega de todo a cambio de nada. El amor es sentimiento profundo impregnado en nuestra existencia y controvertido desde su origen, algo en el que se mezclan sensaciones y emociones puramente bellas. El amor es profundo e intenso desde su existencia. Es la esencia y apocalipsis de nuestras vidas. La esperanza no es futurible si no se está en presencia del amor. El amor es todo, es el correr de toda nuestra vida.
En cuanto al amor sentimiento inherente o no a la felicidad, al dolor y sufrimiento, cabría preguntar ¿Cuál es este sentimiento que nos lleva y cobra toda la vida en encontrar y que produce dolor y a la vez sufrimiento?
Según la Santa Biblia: "El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no guarda rencor. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera. El amor nunca deja de ser".[18]
En la filosofía de Sócrates: el amor nace del deseo humano de lo bello y lo bueno, del ansia de felicidad e inmortalidad, y en el trato con los hombres; sólo los hombres aman. Es el camino de la dialéctica en el que el conocimiento es amor, porque uno y otro nacen de la carencia y el deseo[19].
La religión Yoruba refiere el poder del amor, la sexualidad y la belleza en Ochún reina de los ríos y las aguas dulces. Esta orisha femenina representa la lucha por la vida. Relaciona la presencia del amor y su búsqueda con implicancia del dolor y el sufrimiento; representados por gran sacrificio hacia sus hijos y su pueblo.[20]
El amor es una emoción, intuición, voluntad, es mezcla de amor y muerte, deseo y sufrimiento, espiritualidad, dolor y felicidad, inseparable de la actividad humana.
Se dialoga sobre el amor por el saber, proceso progresivo donde se pierde la esencia del hombre como tal y como ser social, existe ausencia de la comunicación como categoría filosófica.
El dolor y el sufrimiento impregnan de manera indeleble la existencia humana y plantean nuevas interrogantes a la gran incógnita del vivir. El dolor y el sufrimiento acompañan desde que se nace hasta que se muere. Están siempre presentes. Recuerdan la precariedad humana, pero son fuente también de inspiración y de grandeza.
De allí que para entender su significado se debe recurrir a un enfoque humanístico. Distinguimos el dolor del sufrimiento. El primero, el dolor, es una sensación aflictiva que afecta a nuestro cuerpo en forma localizada y definida. Es una sensopercepción material, que tiene un presente y que en sus características es similar a lo que le ocurre a otros individuos. Es un fenómeno neurológico, en el cual intervienen receptores de estímulos, nervios sensoriales, con fibras especializadas en la conducción, neurotransmisores, neuromoduladores y centros ubicados en el tronco cerebral y en el encéfalo. La Asociación Internacional para el estudio del dolor lo ha definido como: "una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada a un daño tisural existente o potencial, o descrita en términos de ese daño."[21]
Hay numerosos productos farmacológicos y procedimientos diversos para combatir el dolor físico. El sufrimiento, o dolor moral, es un fenómeno psíquico, un sentimiento sin localización somática definida. Es algo que nos afecta sentimentalmente y que no presupone daño tisular.
El dolor físico es siempre algo que embarga, que se apodera de personas, que invade, conquista y domina y que se quiere sacar del cuerpo. Es algo que se agrega estableciendo límites. Es una posesión. Paul Claudel [22] ha dicho que el dolor "es una presencia que exige la nuestra; es como una mano que nos ha atrapado".
Opuesto al carácter somático del dolor físico el sufrimiento o dolor moral es esencialmente espiritual y psicológico. No se expresa en forma corporal localizada, y definida sino que es global y difuso, aunque a veces se asocia a una vaga sensación opresiva precordial. A la inversa del dolor físico, el sufrimiento tiene un sentido de trascendencia y de profundidad psíquica. El sufrimiento es carencia falta de algo: falta de amor, de comprensión y de afecto. Es individual. El dolor es adición, se asemeja en sus características de intensidad en distintos individuos.
"El dolor tiene un sentido físico y el sufrimiento un sentido metafísico. El primero nos invita a reflexionar sobre el cuerpo; el segundo suscita preguntas más profundas y existenciales; solo el sufrimiento nos abre las puertas del conocimiento profundo de la vida".[23] Es frecuente que el dolor implique sufrimiento. El dolor es un mecanismo de alarma que nos alerta sobre alguna enfermedad.
Hay un esfuerzo de introyección, un mirar al interior y a conocerse mejor. Esta reflexión interna se cree que es la explicación del valor espiritual que el dolor y el sufrimiento tienen y de su proyección y connotaciones humanísticas. El dolor al ser analizado genera vivencias que antes no existían y del análisis profundo de la realidad puede generar estímulos artísticos creativos. El dolor yace como un trasfondo de la creación de grandes artistas y, en este sentido, parece ser más productivo que el placer. Y ello se debe probablemente a la necesidad que crea de una búsqueda de las raíces más profundas de la realidad vital. El dolor revela los sentimientos más profundos. El dolor puede enriquecer.
Aparte de su fuerza en remover las vivencias más ocultas, el dolor puede ser generador de múltiples sentimientos que oscilan habitualmente entre la rebeldía, la ansiedad y la resignación. En el dolor crónico, incontrolado las etapas de rechazo y de aceptación aparecen generalmente bien demarcadas como ocurre magistralmente por ejemplo en la novela de Tolstoi titulada "La muerte de Iván Ylich".
El dolor, el sufrimiento y el amor implican calidad de vida.
En el proceso salud – enfermedad se expresa de manera esencial el equilibrio de lo natural y lo social en el hombre reflejados en el sufrimiento, dolor y amor. Las condiciones de la vida contemporánea como son la contaminación, el ruido, el estrés, están incorporados a la vida del hombre moderno e influyen de forma decisiva en el estado biológico y en el bienestar, lógica de la vida humana y se manifiestan de manera inmediata en el proceso evolutivo del ser biológico.
Desde el punto de vista teórico las concepciones anteriores a Marx en relación con el hombre tenían un marcado interés especulativo, en el sentido de ser un humanismo abstracto, una antropología que consideraba la esencia humana como algo dado de una vez y para siempre la que se presentaba en cada uno de los individuos. Esta esencia genérica conducía a una individualidad abstracta, fuera de la historia.[24]
Laín Entralgo[25] ha señalado cuatro situaciones que explican comprensivamente la naturaleza de la enfermedad y que son aplicables al problema del dolor. Ellas son la culpa y castigo, el azar, el desafío y la prueba. La noción de castigo es la más arcaica y aparece especialmente en la cultura asirio babilónica. También en la Biblia aparece en el Libro de Job[26], donde se asiste a una desgarradora demanda del justo doliente, quien convencido de que el dolor es un castigo divino, reclama a Dios al ser castigado sin haber pecado.
Los griegos reemplazaron la noción de culpa y pecado, por el azar ("Tycké"). Son factores aleatorios de la armonía de los componentes de la naturaleza los que, al alterarse, pueden producir el dolor y la enfermedad. El hombre está expuesto a una necesidad azarosa. De acuerdo con esta concepción, en cierto modo el enfermar o tener dolor es un problema de mala suerte, que sucede por simple azar; el dolor es azaroso.
En la filosofía estoica[27] la enfermedad y el dolor son vistos como desafíos que nos plantea la naturaleza y que el hombre debe saber enfrentar con grandeza espiritual. La teología cristiana ha interpretado el dolor como una prueba y una expiación. El dolor material nos enriquece espiritualmente. Las flagelaciones, comunes en la Edad Media[28] eran formas de buscar una redención y un perdón de los pecados mediante el tormento físico. La vida de muchos Santos está asociada al dolor. La resistencia heroica al dolor engrandece y llega a santificar. San Sebastián por ejemplo, por defender su fe, sufrió el martirio de ser atravesado por múltiples flechas. Igual sentido tienen los dolores catastróficos de los mártires cristianos durante el Imperio romano y en todos los tiempos.
El sufrimiento, entendido como un dolor moral, es uno de los temas centrales de la comprensión de la existencia. El sufrimiento no es considerado sentimiento negativo, sino que es un camino para el conocimiento más profundo. A través de él el hombre toma conciencia de su trascendencia y es un impulso para una sublimación espiritual y artística. Mientras el dolor es circunstancial, el sufrimiento es biográfico.
El hombre sufre por muchas causas. Se sufre por la pérdida de un ser querido. Se sufre por un amor perdido o no correspondido. Se sufre por celos y envidias. Se sufre por los fracasos, las desilusiones, los engaños y los desengaños, se sufre por frustraciones de nuestro proyecto vital. Se sufre por injusticias, por privaciones y pobreza. Se sufre por los errores que se cometen. Se sufre por stress, por enfermedades somáticas y psíquicas. Se sufre solidariamente por el sufrimiento de otros, soñadores que llevan dentro de sí un enorme cúmulo de riqueza espiritual.
A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, surge un poderoso movimiento cultural que estremece a Europa. Es el Romanticismo. El hombre romántico vuelve en parte a la riqueza espiritual de la Edad Media, al retraerse en soledad en las profundidades de sus sentimientos. Es apasionado, especialmente amor y en la belleza y tiene una languidez propia de una profunda melancolía. Su alma aspira al infinito en alas del amor que ensalza como la pasión primordial. El hombre romántico es todo sentimiento. Su anhelo constante es el amor, muchas veces desesperado. Sufre y muere por amores imposibles, por anhelos frustrados y toda su vida paradójicamente está impregnada de amor y de dolor. El movimiento romántico se expresó ampliamente en las artes y coincidió, en cierto modo, con la aparición de los filósofos existencialistas, el primero de los cuales fue Kierkegaard. Hasta algún grado, el, existencialismo incorporó del romanticismo un componente melancólico que lo distingue.
Al avanzar el siglo XIX la vida se va haciendo más materialista, se refuerza la revolución industrial y los resabios románticos se van extinguiendo gradualmente. Persistirán hasta hoy sólo en los sentimientos de los poetas, esos filósofos soñadores que llevan dentro de sí un enorme cúmulo de riqueza espiritual.
El sufrimiento tiene numerosas formas de expresión. Una de las más radicales es la angustia. Desde un punto de vista existencialista la angustia nace de la nada. Es el sentimiento de lo absurdo de la existencia que toma conciencia de la amenaza de la nada. La angustia suele llevar a un cierto grado de paralización vital. Paul Tillich[29] ha distinguido tres tipos de angustia desde un punto de vista existencial. Las tres implican una amenaza de la nada a la existencia.
El hombre está siempre enfrentado a situaciones ante las cuales invariablemente responde con un componente afectivo. El carácter situacional de la existencia humana ha sido destacado, entre otros por Ortega y Gasset [30] y por Jaspers[31]. El hombre no es una entidad aislada. Está inserto en su entorno, en su realidad ambiental física, biológica y social de la cual es dependiente y con la cual interactúa.
La vida es sucesión de situaciones cambiantes y desiguales en la continuidad del tiempo, del sufrimiento, del amor y de la muerte, definidas como situaciones límites. Existen dificultades que pasan sin dejarnos una huella profunda, otras se olvidan. Algunas son retenidas y la memoria las atesora. Y hay más permanencia. Jaspers[32] ha llamado a éstas últimas, "situaciones límites". De estas situaciones no se puede salir y quedarse atrapados de ellas por fuerzas poderosas. Como Jaspers ha dicho, las situaciones límites se enfrentan con una necesidad ante la cual "nuestro poder es no poder".
El amor, el dolor y el sufrimiento nos espiritualizan y nos hacen ser mejores.
San Juan de la Cruz destacará el valor del sufrimiento en los siguientes versos:
"Quién no sabe de penas
en este valle de dolores
no sabe de cosas buenas
ni a gustado se amores."
Y el Maestro Eckhart dirá que el camino que con más rapidez nos lleva a la perfección es el sufrimiento.
La Edad Media es, pues, un período de ‘profundo dolor y sufrimiento en que el hombre vive lleno de terrores e inseguro de su futuro.[33]
Con el renacimiento, el hombre se libera de muchos de los temores que lo acosaban. Sin embargo persisten las guerras, las grandes epidemias (la muerte negra asola Europa) hay pobreza y hambruna.
En el siglo XV Jorge Manrique escribirá sus desgarradoras Coplas a la muerte de su padre, recordando entre otras cosas "Como se pasa la vida, como se viene la muerte, tan callando: cuán presto se va el placer como después de acordado el dolor; como a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor". En sus estrofas se expresa claramente la angustia de vivir y lo efímero de la existencia.
En el siglo XVII, Pedro Calderón de la Barca dirá que la vida es sueño "que es un frenesí, una ilusión, una sombra y una ficción". Y, anticipando una angustia existencial se expresa en los conocidos versos del monólogo de Seguismundo:
"¡Hay mísero de mí! ¡Hay infelice!
Apurar cielos, pretendo
ya que me tratáis así,
¿qué delito cometí,
contra vosotros naciendo?
aunque si nací, ya entiendo
que delito he cometido;
bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor,
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido."
La concepción básica que postulará después el existencialismo, del hombre lanzado a la existencia sin quererlo y sufriendo a causa de ello, aparece ya dramáticamente expresada en la poesía de Calderón.
Y sobreviene el siglo XX, con un inmenso aporte de dolor y sufrimiento. En este sentido, ha sido, sin lugar a dudas, el peor período de la humanidad. Dos guerras mundiales devastadoras con millones de muertos en lucha fratricida. Pueblos enteros dominados y exterminados. Bombas atómicas cayendo sobre ciudades indefensas. Un holocausto de millones de seres humanos sacrificados con tortura en los campos de exterminio, con una crueldad sin parangón en la historia. Naciones enteras sin el consuelo de la religión… Si bien la Medicina ha logrado controlar en gran parte el dolor, éste continúa afectando a millones de personas. El dolor se ha hecho más crónico, más rebelde y el sufrimiento, traducido especialmente en depresión, aprisiona a gran parte de la población y constituye un serio problema de salud mental. Las epidemias clásicas, que asolaban Europa, han sido en gran parte controladas, pero la arrogancia de la Medicina ha sido humillada por nuevas enfermedades virales intratables y especialmente por el Sida, ese terrible mal que produce tanto sufrimiento y dolor y contra el cual la Medicina se revela hasta ahora impotente. En extensas áreas de África y Asia reina aún la extrema miseria y persisten enfermedades derivadas de carencias y de infecciones incontroladas con muy altas tasas de mortalidad infantil. Los recursos materiales, las comunicaciones y otros aspectos tecnológicos han experimentado constantes avances, pero su distribución dista mucho de ser equitativa persistiendo muchas injusticias sociales. El hombre ha conquistado el espacio cósmico pero ha sido incapaz de conquistar su propio espacio interior.
En la literatura del dolor encontramos un campo inagotable. En todas las épocas el dolor, el sufrimiento y el amor no han dejado de inspirar a escritores y poetas. La literatura universal está pletórica de estos temas. Dentro de la gran cantidad de ejemplos, se hará referencia a uno que parece paradigmático en su manera de expresar el padecer humano.
El dolor crónico con su acompañante de sufrimiento, están bien definidos en la obra de Tolstoi "La muerte de Iván Ilych".[34] El argumento de la obra es extremadamente simple y el lenguaje es sencillo y cotidiano. Ambas condiciones, sin embargo, manejadas con maestría por el autor, llegan a conmovernos intensamente.
El amor es una perfección. El hombre existe para conocer, para amar, para querer. El fin del amor es el amor y la libertad de querer.
Aquello que los hombres desean, se dice también que lo aman, y que odian aquellas cosas por las que sienten aversión. Por lo que el deseo y el amor son la misma cosa; salvo que por deseo queremos siempre decir ausencia del objeto, y por amor casi siempre presencia del mismo.[35]
El amor es pasión, y la pasión es toda la vida.
Conclusiones
En la Era del desarrollo de las nuevas tecnologías de la informática y las comunicaciones, la actividad científica tiene su centro en la tecnología de punta aplicada en todas las actividades cognoscitivas y del saber, incluyendo la salud. Es necesario que los profesionales de este tiempo tengan presente los conceptos de dolor para poder combatirlo, sufrimiento para evitarlo o aliviarlo y de amor para poder enfrentar los retos de la vida actual de forma optimista y futurista.
[1] Martí José. Obra selecta (Prosa y Poesía). Edición, bibliografía y notas por M. Calvo Gargano. Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1965.
[2] Mejía, Díaz Mario, Vanessa D y PAULO, Manuel. El Médico ante el dolor humano. Rev. Vzlana. de Soc. y Ant. abr. 2005, vol.15, no.42, p.88-103.
Disponible en: http://www2.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0798-30692005000100007&lng=es&nrm=iso
[3] Cordero Escobar I. Enfoque ético del dolor. Rev. Cuba. Salud Pública. 2006;32(4).
Disponible en: http://scielo.sld.cu/scielo.php?
[4] Carrillo Canán, Alberto J. L: Dolor y sufrimiento en Nietzsche o la crianza del héroe,
http://www.robertexto.com/archivo3/dolor_y_sufrimiento.htm
[5] Preámbulo de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud tal y como fue adoptada en la Conferencia Internacional sobre la Salud, Nueva York Junio 19-22, 1946; firmada el 22 de Julio de 1946 por los representantes de 61 gobiernos (Récords Oficiales de la Organización Mundial de la Salud, no 2, p. 100) entrada en efecto el 7 de abril de 1948. La Definición no ha sido enmendada desde 1948.
[6] Mejía, Díaz Marío, Vanessa D y PAULO Manuel. El Médico ante el dolor humano. Rev. Vzlana. de Soc. y Ant. abr. 2005, vol.15, no.42, p.88-103. Disponible en: http://www2.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0798-
30692005000100007&lng=es&nrm=iso
[7] Carlos Rojas Malpica, Joyce Esser Díaz, Mariana Rojas Esser. Complejidad del dolor y el sufrimiento humano. Revista Latinoamericana de Psicopatologia Fundamental. Año VII, n. 3, set/2004.
[8] Scheler, M.: Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik: neruer Versuch der Grundlegung eines ethischen Personalismus. Gesammelte Werke, 2. Francke, Bern 1980.
[9] Fenomenología- (del griego: tratado, discurso) En sentido general y etimológico, descripción de lo que aparece a la conciencia, el fenómeno. El uso filosófico del término lo inicia J.H. Lambert (Nuevo Organon, 1764), como «doctrina de la apariencia», o del verdadero conocimiento sensible, en oposición a «la doctrina de la verdad». Hegel ahonda el sentido del término y lo aplica al camino vivencial que recorre la conciencia hasta llegar al saber absoluto o ciencia; lo describe como el «devenir de la ciencia en general o del saber» y lo define como «ciencia de la experiencia de la conciencia».
[10] Iniciativa para promover el Tratamiento del Dolor al rango de uno de los Derechos Fundamentales del Género Humano. Iniciativa del Dolor ante las Naciones Unidas. Gaceta Latinoamericana del Dolor, Volumen 1, Número 2, Septiembre-octubre, 2004, órgano oficial de la Federación Latinoamericana de Sociedades para el Estudio del Dolor, miembros de la IASP.
[11] Marañón G. Raíz y Decoro de España, Espasa Calpe, Madrid 1964, p 49.
[12] Dentro de esa corriente se consideran autores: F. Schlegel, A. Schopenhauer, F. Nietzsche, Max Scheler, Ortega y Gasset, y otros.
[14] Pizzi Dr. Tulio. Una visión humanista del dolor y el sufrimiento. Académico de Número. Trabajo presentado en la Sesión del 7 de Octubre de 1999.
Disponible en: http://www.uchile.cl/instituto/medicina/boletin/boletin36/conf8.html
[15] REBOLLEDO, F. (2003). El médico y el dolor, el dolor del médico. Asociación Mexicana para el estudio y tratamiento del dolor. Memorias. XXIII Consejo Nacional AMETD. México.
[16] Abbagnano N. Historia de la filosofía. Ed. C Sociales, 1971.
[18] Santa Biblia. 1 Corintios. Preeminencia del amor. Holman Bible Publishers,1990 .
[19] Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona. Todos los derechos reservados. ISBN 84-254-1991-3. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
[21] Bilbeny N. Urra X. Unidad de Dolor. Rev. Hosp. Clínico Universidad de Chile 3:162, 1992
[22] Citado por Rojas E. Una teoría de la Felicidad. Ed. Dossat. Madrid 1978
[23] Rojas E. Una teoría de la Felicidad. Ed. Dossat. Madrid 1978
[24] Lecciones de Filosofía Marxista – Leninista. Tomo 2. Editorial Pueblo y educacion1992
[25] Laín Entralgo P. Curso de Antropología Médica. Facultad de Medicina. Universidad de Chile, 1966
[26] Biblia con deuterocanónicos. Job 1-42. Soc. Bíblicas Unidas. México, 1989
[27] Gambra R. Historia sencilla de la Filosofía. Anzos S.A. Madrid, 1961
[28] Duby G. Europa en la Edad Media. Paidos. Barcelona, 1986
[29] Tillich P. El coraje de existir. De. Laia. Barcelona. 1973
[30] Ortega y Gasset J. Obras completas. Rev. Occidente. Madrid, 1965
[31] Jaspers K. Psicopatología general. Ed. Beta. B. Aires, 1966
[32] Jaspers K. Psicopatología general. Ed. Beta. B. Aires, 1966
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