Desmantelaron el estado benefactor: un cuento de horror

Alfonso J. Palacios Echeverría  |  2012-10-12

Parece un cuento de horror

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Como no podían desmantelar el Estado de un plumazo, lo han ido paralizando poco a poco, haciendo que sus organizaciones se convirtieran en elefantes blancos, inoperantes, o lo que es peor: inocularon delictivamente el virus de la ineficacia, la ineficiencia y la improductividad, intencionalmente, a fin de que los ciudadanos, víctimas de las estrategias de estupidización colectiva, creyeran que lo público no servía, y que la salvación estaba en lo privado. ¡Como si allí no existiera corrupción! Pero algunos empezaron a notar que el gusano de la perversidad más abyecta guiaba estas acciones, y empezaron a efectuar denuncias, señalar culpables, aclarar situaciones… pero de nada servía. Los medios de prensa, todos, estaban en manos de quienes propiciaban esta situación, y en vez de informar, desinformaban, o callaban simplemente. Y los pocos medios libres, independientes, tenían tan poco alcance que sus esfuerzos se diluían en ese mar de podredumbre que habían establecido.

¿Verdad que parece un cuento de horror… de novela apocalíptica en el mejor estilo? ¡Pues, no! Es la realidad que nos ha tocado vivir y padecer, año tras año, mientras el gusano de la corrupción neoliberal corroe al Estado y sus instituciones, y las organizaciones que lo representan.Fueron desmantelando el Estado Social, instalando el lucro como norte de todas las acciones, pero socializando las pérdidas y privatizando las ganancias. ¡Al fin y al cabo, lo que importaba a cada quien –políticos profesionales y sus socios empresarios- era enriquecerse mucho y rápido a través de múltiples artimañas: contratos estatales, consultorías injustificadas o simplemente apropiándose de bienes públicos.

En el camino, los más chapuceros fueron víctimas de sus propias ineficiencias delictivas y terminaron en los tribunales, pero luego de los procesos judiciales, como este poder del Estado se encontraba también “tomado” por esos mismos intereses, recibieron sentencias simbólicas. Es decir: fueron premiados simple y llanamente. Otros, más hábiles, habían montado una maraña tan compleja de complicidades que sería labor de titanes desentrañarla y llevarlos ante los tribunales.

Como tampoco pudieron desmantelar del todo los mecanismos de representación popular, pues les hubiera sido más fácil establecer una dictadura pero no habría sido bien visto a nivel internacional, llenaron la Asamblea Legislativa de representantes escogidos por las cúpulas de los partidos políticos, sin mediar consideración alguna sobre calidades y cualidades, sino más bien con delincuentes, mediocres, ignorantes, siervos obedientes o simplemente personas con una capacidad intelectual limítrofe a la deficiencia genética.

Fomentaron el embrutecimiento progresivo de las masas mediante la debilitación de la educación, la distracción a través de la farándula y el deporte apasionado (da populum panem et circensem), la creación de problemas para los cuales tenían ya las soluciones, a fin de que les creyeran “salvadores”, cuando en realidad estaban hundiendo al pueblo en una pobreza cada vez más abyecta. ¡Pero eso era parte del plan! Mientras más anestesiado estuviera el pueblo, más fácil sería el engañarlo con campañas políticas mentirosas, informaciones tergiversadas, y con la superficialidad progresiva, utilizando los medios de comunicación masiva convertidos en los templos de la liviandad, la majadería, y la estupidez.

Pero todo ello obedecía a directrices que provenían de centros de poder más fuertes, a nivel internacional, los mismos que crearon la crisis financiera internacional, el deterioro hasta el borde del colapso de la economía norteamericana, la crisis de los países europeos, sobre las que no mencionaban nada que los inculparan. Y mientras tanto, se lanzaban con toda su furia contra países y gobiernos contestatarios como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Nicaragua, y muchos más a nivel mundial, a través de campañas mediáticas que mezclaban realidades innegables de las chapucerías cometidas por esos gobiernos o países, con calculadas mentiras y calumnias, a través de redes de comunicación internacionales, y de testaferros muy bien pagados en los mismos medios, a través de sus columnas de opinión.

Si esto no es un cuento de horror, se le parece mucho.

Mientras tanto, los grupúsculos contrarios, de centro y de izquierda, que sumados representaban una mayoría importante, se habían contagiado de la ambición y la avaricia de los de ultraderecha, con lo cual se dificultaba hasta lo imposible la concertación de esfuerzos, la rectificación, el cambio de rumbo, la atención de los social por encima de lo económico en una conjunción racional. Y a las figuras que de alguna manera hubieran podido convocar y aglutinar las fuerzas dispersas, las llenaron de improperios, las calumniaron, las persiguieron sin misericordia, desatando campañas de desprestigio a fin de debilitarlas y con ello la posibilidad de una reacción contraria a los intereses de la mafia plutócrata neoliberal.

Pero todo estaba orquestado de manera magistral. Los indicadores económicos (no los fiscales, entendámonos) se presentaban positivos. Como un argumento a favor de las políticas implementadas, pero que en nada favorecían al pueblo, sino a grupúsculos de esa mafia nacional con vínculos internacionales.

La prepotencia, la mala educación, la grosería empezó a reinar en los tres poderes de la República, en donde personajes como diputados casi analfabetas estructurales, un fiscal general medio extraño, jueces venales, ministros corruptos, funcionarios cómplices, alentados por empresarios corruptores, instauraron el reino del “sálvese quien pueda”.

Pensé por un momento de que se trataba de un mal sueño, de una pesadilla, pero era consciente de que estaba despierto, que lo que contemplaba era la realidad. Una sociedad en donde lo político, lo religioso, lo cultural, se había corrompido hasta extremos intolerables, y que el ciudadano de a pié no era totalmente consciente de ello, embrutecido como estaba por una campaña sistemática de desinformación, y de unas religiones utilizadas por sus jerarcas para mantener un “status quo” casi medioeval que influenciaba las mentes supersticiosas con engañifas y majaderías. ¡Y que sus líderes eran tan delincuentes como aquellos políticos que habían pasado por el calvario del proceso judicial, pero que al final todo había quedado en nada!

Fue entonces cuando dirigí mis ojos hacia otras latitudes, y encontré que en ellas las cosas estaban igual, y en algunos casos peor, porque el neoliberalismo había penetrado más profundamente, y se cerraron las posibilidades de encontrar referentes positivos. Salvo alguna pequeña excepción, coyuntural y sin aplicabilidad en lo local. ¡Pero había alguna esperanza! En algunos países las juventudes había empezado a levantarse en contra de las políticas depredadoras existentes, habían aparecido grupos a veces no muy bien articulados, en otros mejor organizados, que levantaron sus voces y se manifestaron en contra de todo lo que representaba el “capitalismo salvaje” neoliberal impuesto por la fuerza del engaño.

Así pues, finalmente, cuando empecé a soñar en una juventud consciente, limpia, no contaminada por la basura circundante, que en nuestro país se levantara de una vez por todas y acabara con la situación existente; empecé a soñar con un liderazgo político creíble, intachable… ¡Pero en ése momento fui consciente de que era solamente un sueño¡ ¡Persistiría la pesadilla de este cuento de horror!


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