Artículo publicado originalmente en Tribuna de Querétaro el 3 de noviembre de 2023
La reforma al Artículo Tercero Constitucional incorporó el conocimiento de la filosofía en los planes y programas de estudio, sin embargo, aún no queda claro de qué manera se llevará a cabo dicho propósito. En el caso de la educación básica, específicamente en el nivel de primaria, no se ha determinado una ruta de trabajo para implementar la filosofía. No obstante, la intención de incluir el saber filosófico en la formación de chicas y chicos no es algo descabellado, pues contribuye en su formación integral y el desarrollo del pensamiento crítico.
A esto se agrega que la enseñanza de la filosofía es un tema filosófico que va más allá del ámbito didáctico, metodológico, curricular o normativo. Preguntarse qué es la filosofía, quién debe enseñarla, cuáles son los temas o contenidos que corresponden a su disciplina o si se tiene que instruir bajo el esquema tradicional-occidental que se lleva a cabo en algunas facultades o universidades, son apenas algunas interrogantes que surgen. Además, se agregan aquellos planteamientos que tienen que ver con la acreditación; por ejemplo, cuáles son los criterios para evaluarla y si existen algunos contenidos imprescindibles que deben ser aprendidos o enseñados –según sea el caso-.
En torno a otro orden de cosas y en el caso de la perspectiva interdisciplinaria que propone de la Nueva Escuela Mexicana, emerge la inquietud de cuestionar en cuál Campo Formativo entraría la disciplina filosófica, cuáles son los argumentos para su incorporación y su relación con otras áreas del saber. Si bien éstos problemas son difíciles de responder de manera parca y acotada, no es para menos detenernos a reflexionar y tratar de dar respuesta al cúmulo de interrogantes emanadas de la propia filosofía. Tal vez, por eso no existe un programa de formación filosófica en educación primaria, ya que la complejidad del problema escapa al reducido campo de la instrucción y puede extenderse hacia otros espacios para el debate académico, educativo e institucional.
La complejidad se torna aún mayor si pretende trabajar la filosofía para niños, debido a que resulta indispensable debatir su conceptualización y diferencia respecto a la filosofía para no-niños (como se lleva a cabo en nivel medio, superior u otros espacios donde se aborda). Además, si es que la filosofía se enfocada hacia las y los pequeños, se puede caer en el prejuicio de entender la enseñanza filosófica como una materia encaminada hacía el desarrollo personal, la formación del pensamiento positivo y con una visión optimista de la vida, educar para el liderazgo –que es la visión empresarial de la educación- o, en el peor de los casos, entender la filosofía como adoctrinamiento para lograr propósitos ajenos a la educación. En otros casos, se puede aprovechar la asignatura para inculcar preceptos de tipo normativo y/o moral afines con ciertas posturas alejadas del ámbito escolar, situación que coacciona la posibilidad de ejercitar el pensamiento crítico.
Finalmente, y sin dar por acabado este análisis, la enseñanza de la filosofía queda como tema pendiente para la NEM. Su incorporación en la educación pública se encuentra a la deriva y sin un esquema de trabajo visible. No cabe duda que la intención de formar a las y los estudiantes desde el saber filosófico es un gran proyecto que requiere desarrollarse para dar inicio a una nueva perspectiva educativa que, antaño, no se ha logrado en el sistema educativo mexicano y es, además, una demanda constitucional que el gobierno actual y la Secretaría de Educación Pública (SEP) quedan a deber.
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