Estudiar como acto de rebeldía

Eliseo Cruz Aguilar

Instituto de Investigaciones Sociales y Humanas
Oaxaca de Juárez, Oaxaca.
Caricaturista: Antonio López García.

Caricaturista: Antonio López García
Estudiar como acto de rebeldía Caricaturista: Antonio López García

Resumen:
En el presente artículo se redacta un análisis del acto de estudiar como un acto de rebeldía frente a un esquema escolarizado, institucionalizado y domesticador.  Este acto implica, aunque resulte paradójico, un acto de disciplina intelectual, una forma de lucha organizada que denuncia las atrocidades de la institución escolar mediante sus discursos de aparente inclusión, armonía y superación.
Metodológicamente se delimitó el objeto de estudio y se elaboró el esquema de investigación, se determinaron y analizaron las fuentes de información y se redactó el artículo. Las reflexiones de este trabajo tienen como fundamento las bases teóricas de la pedagogía crítica, específicamente, los postulados pedagógicos de Paulo Freire e Iván Illich. La confrontación que se hace en contra de un esquema bancario tiene como médula teórica, la transformación del acto de estudiar como un acto de creación y recreación mediante la problematización como proceso totalizador.

Palabras claves: Estudiar, rebeldía, disciplina, desafío

Study as an act of rebellion
Abstract:
In this article an analysis of the act of studying is written as an act of rebellion against a schooled, institutionalized and domesticated scheme. This act implies, although it is paradoxical, an act of intellectual discipline, a form of organized struggle that denounces the atrocities of the school institution through its speeches of apparent inclusion, harmony and overcoming.
Methodologically, the object of study was delimited and the research scheme was elaborated, the sources of information were determined and analyzed, and the article was written. The reflections of this work are based on the theoretical bases of critical pedagogy, specifically, the pedagogical postulates of Paulo Freire and Iván Illich. The confrontation that is made against a banking scheme has as a theoretical basis, the transformation of the act of studying as an act of creation and recreation through problematization as a totalizing process.

Key words: To study, rebellion, discipline, challenge

Introducción

Cuando se habla del acto de estudiar como acto de rebeldía e indisciplina, se hace referencia a un ejercicio que deviene en deconstrucción de un sujeto escolarizado y una sociedad que ha institucionalizado todos los valores en nombre del orden, el progreso y la racionalidad. Estudiar como acto de rebeldía es un ejercicio de indisciplina intelectual que confronta la disciplina del orden social. Acto revolucionario que desmitifica el ejercicio dogmático de la enseñanza y aboga por una relación dialéctica entre educador y educando.

Estudiar como acto de rebeldía, es señalar la ignominia en que vive la inmensa mayoría que lucha por transformar las estructuras sociales que la oprimen. Rebeldía creadora, liberadora, antidogmática. “La rebeldía es la vida: la sumisión es la muerte”, escribió Flores Magón (1910), ella, la que despoja de sus camisas de fuerza al hombre en proceso de emancipación. Rebeldía contra la normalización de los esquemas bancarios de educación regidos por el principio de pasividad que aboga por el sometimiento epistemológico, gnoseológico, axiológico y político.

Rafael Correa, ex presidente de Ecuador, ha manifestado en diversos medios la siguiente tesis: “Ganar las elecciones en América Latina no es ganar el poder”, tesis ilustrativa en  relación con triunfos históricos y con proyectos de reivindicación política que se han logrado en México, Perú, Colombia, entre otros países, ante los cuales, poderes fácticos en manos de una élite que se rehúsa  a perder privilegios, han empleado toda su maquinaria, de manera abierta o velada, para conservar dichos privilegios. Y al ser esta élite, esencialmente, los grupos empresariales, los organismos financieros y medios de comunicación, que poseen los medios de producción material e intelectual, condicionan la dinámica escolar respondiendo a sus intereses. Dinámica escolar que, encubierta por una fraseología moralista sobre la libertad, la igualdad y la justicia, pretende la desactivación política de la clase que vive bajo el yugo de la clase dominante.

Puesto que han convertido el acto de estudiar en un monopolio de la institución escolar, esta dicta que para estudiar necesariamente debe asistirse a una de ellas, difundiendo axiomas tales como: “… el aprendizaje es el resultado de la enseñanza” (Illich, 2006, p.41), aforismo que ha despojado sistemáticamente al sujeto la autonomía de estudiar y lo ha convertido en un receptáculo pasivo y alienado. En palabras de Gramsci (1967), al estudiante, “se le atiborra la cabeza de fórmulas y palabras que en su mayoría no le dicen nada y pronto las olvida” (p.128)

Estudiar es un acto de arrojo, de valentía, un acto paradójico de rebeldía disciplinada y organizada. No se pretende minimizar los méritos de los profesores e instituciones que se dedican a la noble labor de la enseñanza, mucho menos confrontarlos sin sustento alguno, contrario a esto, la presente reflexión tiene al profesor como a uno de sus protagonistas, elemento que, a pesar de las condiciones de trabajo en el que se le proletariza técnica e intelectualmente, debe asumir un rol político y por tanto de resistencia y lucha. La crítica está orientada a una institución que monopoliza e institucionaliza el acto de estudiar y aprender y, también, al aprendizaje mediado y condicionado por un administrador y ejecutor de contenidos que convierte al educando en receptáculo inerte.

Con fundamento en las obras pedagógicas de educador brasileño Paulo Freire y del pensador austriaco Iván Illich, quienes confrontaron desde sus trincheras la visión bancaria y escolarizada del acto de estudiar mediante un ejercicio dialógico, comunitario y liberador, y de las palabras dictadas por el profesor, Policarpo Chacón Ángel (2022) quien nos exige que el acto de estudiar como acto de investigación conlleva el ejercicio de la lectura, escritura y compartencia, compartencia en el sentido de establecer espacios dialógicos para la retroalimentación crítica y ética, para la superación de saberes teóricos y prácticos mediante la praxis o el ejercicio dialéctico de estudiar. Resulta necesario comprometer la palabra y solo podemos comprometer la palabra mediante el estudio como actividad crítica y contestataria.

Estudiar, desde esta óptica, tiene que generar, contraria a la visión domesticadora, un conocimiento transformador tanto del sujeto que estudia como de la realidad en la que se desenvuelve. Francois Jacob, citado por Freire (2012, p.20,), argumenta: “Somos seres programados para aprender”, a pesar de todas las restricciones que nos impone la escuela con sus entramados burocráticos y sus discursos demagógicos. Discursos en los cuales se emplean eufemismos como el de “aprendizajes previos”, ocultando el origen de la desigualdad económica y, por tanto, cultural, en la que parten los educandos; “aprendizajes esperados”, que se asemejan más a una línea de montaje para la “producción” de conocimientos determinados para un público, el del Estado, homogeneizado.  Por lo cual, se hace relevante la sugerencia de discernir lo público de lo popular; de estudiar como un acto de creación, no de repetición; de reivindicación, no de fatalismos; de rebeldía disciplinada, de compartencia y no de competencia. Estudiar como un acto de transformación comunitaria.

… el ser que se sabe inacabado entra en un permanente proceso de búsqueda

Freire, 2010, p. 30

1. La importancia estudiar

Cuestionando el monopolio que han ejercido las instituciones escolares en relación con el acto de estudiar, monopolio que no solo ha dictado los contenidos, sino que se han atrevido a condicionar las formas, para que, con ello, quienes estudian se mantengan al margen de la realidad social y lleven el acto de estudiar como un acto aislado y personal, enajenados. Así nos han vendido el mito de la profesionalización como status quo de la escolarización institucional, mito que oculta o encubre la explotación laboral y sustrae al sujeto de la realidad histórica concreta en la que se desarrolla.

Es de tal envergadura, la puesta en práctica urgente del acto de estudiar como un acto de autonomía, de independencia en relación con una sociedad escolarizada que ejerce determinada presión social para la búsqueda y consecución de diplomas y certificados que validen el resultado de esa línea de montaje a la que han convertido al sistema educativo los “ingenieros de la educación” (Illich, 2006, p.59). O como ilustra Pierre Bourdieu (2009), sufren y experimentan la “subordinación de su porvenir profesional a una institución que, a través del diploma, monopoliza un medio esencial del éxito profesional” (p. 28). Se sugiere realizar el acto de estudiar como manifestación de rebeldía ante esa línea de montaje, pero no es una rebeldía destructora, indisciplinada, es una rebeldía que implica humildad, disciplina, compromiso, es una rebeldía transformadora que deviene en diálogo crítico y praxis. Para la sociedad que ha institucionalizado incluso las conciencias, quienes pretenden salirse de esa línea de montaje y rebelarse frente a esos ingenieros de la educación, se vierte sobre ellos la mirada inquisitoria sobre su actitud herética, pues para la sociedad escolarizada, todo conocimiento no certificado pierde validez.

La crítica no va en detrimento de quienes día con día se esmeran ante esta noble labor de educar, va en contra de quienes, desde su monopolio y su conservadurismo, han ejercido el acto de estudiar como acto meramente institucional, de reproducción de las estructuras sociales, acto que, en vez de denunciar y transformar, encubre un mundo de desigualdades. Abolir el mito de la neutralidad escolar es una de las tareas fundamentales para esta práctica rebelde, superar la disociación entre teoría y práctica es otra, no se debe seguir cayendo en verbalismos inoperantes ni en psicologismos baratos, mucho menos en activismos que más que transformar, abonan por el reajuste de los intereses de la clase dominante. En la rebeldía no hay espacio para los indiferentes, para los neutrales.

Estudiar desde la rebeldía exige confrontarse dialécticamente desde la humildad y el reconocimiento del inacabamiento, “el ser que se sabe inacabado entra en un permanente proceso de búsqueda” (Freire, 2010, p.30), el acto de estudiar no es tarea exclusiva del educando; el acto de enseñar no es monopolio en manos del educador. Es un desafío interpersonal que no conoce de tiempos ni de espacios, es problematizar al ser histórico desde su responsabilidad y compromiso ético de estar en el mundo. 

2. Estudiar como acto de concienciación

En sus “Reflexiones de un joven para la elección de su profesión” (1835), el joven Marx escribió lo siguiente:

Mas la guía principal que debe dirigirnos en la elección de una carrera es el bienestar de la humanidad y nuestra propia perfección. No debe pensarse que estos dos intereses pudieran estar en conflicto, que uno tendría que destruir el otro; al contrario, la naturaleza de hombre está constituida de tal modo que solo puede lograr su propia perfección trabajando para la perfección, para el bien de sus semejantes (Párr. 25).

Estudiar no es, desde esta reflexión un acto egoísta, puesto que se habla de sujetos políticos. No es un acto egoísta de superación personal, al contrario, estudiar es causa y consecuencia de establecer lazos comunitarios para la transformación personal y colectiva.

La exigencia que se puede interpretar en la tesis número tres sobre Feuerbach es llevar a cabo el acto de estudiar como práctica revolucionaria, pues son precisamente los hombres los que con su actuar modifican las circunstancias y no son ellos los resultados de esta. La escuela, como menciona Iván Illich confunde proceso con sustancia, las valerosas reflexiones del joven Marx nos posicionan en un grado muy similar para pensar que estudiar es semejante a dicha elección. Acto que confronte y supere la condición alienante de la cotidianeidad, la imposición ideológica de las clases dominantes, que posibilite y obligue al sujeto a la discusión y transformación de la realidad. Seguir confundiendo proceso con sustancia es fomentar que las escuelas sigan funcionando como líneas de montaje para la producción de mercancías. Confundir proceso con sustancia es prepararlos para la vida, pero sin la vida.

Por eso mismo han podido fragmentar la lucha de los oprimidos e incluso, de contraponer sus intereses de lucha revolucionaria, han convertido los intereses de la clase oprimida en necesidades parceladas que complican el discernimiento del verdadero enemigo. “La educación es un instrumento de fortalecimiento de poder de clases” (Suchodolski, 1981, p.23), en ella se difunden los intereses de una minoría privilegiada mediante la abnegación y patriotismo que apelan de la mayoría que vive en la opresión.

Cuando se hace referencia al acto de estudiar como un acto de concienciación, se habla de un ejercicio meramente dialéctico, ejercicio que supere la disección teoría – práctica que hace del sujeto un sujeto unidimensional, el resultado de la concienciación tiene como base la relación dialéctica entre teoría – práctica, reflexión – acción, sujeto – objeto. En palabras de Freire, en el proceso de concienciación, como proceso dialéctico y, por tanto, permanente, el sujeto se torna capaz de percibir, en términos críticos, la unidad dialéctica entre él y el objeto” (2003, p. 38). Es cierto, la ideología dominante ha llegado a atravesar y a dictar las políticas educativas que se ponen en práctica de acuerdo a sus intereses de clase, pero estudiar como un acto de dignidad rebelde, cómo proceso de concienciación, supera la visión fragmentaria de la realidad y se convierte en un arma crítica revolucionaria.

La conciencia de clase no es un puro estado psicológico, es la puesta en marcha de estrategias en la consecución de intereses de clase, estudiar, en este sentido, funciona como arma de lucha en contra de la opresión y como herramienta de liberación. La educación no debe limitarse a una reforma de las conciencias, debe estar fuertemente vinculada a la transformación de las condiciones materiales, económicas y políticas que condicionan a la conciencia. He ahí, la exigencia de la militancia política hacia el profesorado, para que, en su praxis, ayude a la superación de la ideología dominante como falsa conciencia y participe en la construcción de un hombre nuevo mediante la rebeldía organizada. Revolución de las conciencias que implique revolución de las estructuras sociales.

Por eso, estudiar, tanto para el educador como para el educando, debe ser tomado como un desafío, como una disciplina intelectual que se adquiere practicándola, en comunidad, por medio de preguntas formuladas en colectivo y no de respuestas inertes a preguntas que no se realizaron. Estudiar desde la humildad de nuestro inacabamiento, pero con el orgullo de ser capaces de recrear, de reescribir, de dialogar con el autor y su texto, de confrontarnos como seres históricos y políticos.

A pesar del ejercicio dogmático y manualesco en el que han convertido a la docencia, reflejo de un sistema de producción que enajena al hombre y lo convierte en mercancía, la rebeldía ante dicho ejercicio exige la función del docente como guía amistoso que se aproxime a una especie de amor o amistad nietzscheana. 

Tenemos la obligación de ir contra la corriente, de pensar otras formas de escuela,

3.  Estudiar como acto de rebeldía disciplinada

Hay que negarse a uno mismo mediante el estudio, negar la forma negada de estudiar, como acto de rebeldía, negando a quienes pretenden negar al sujeto como un ser libre, crítico, pensante. Es preciso rebelarse al acto de estudiar como acto burocratizado. Estudiar exige una postura crítica, sistemática, como un hábito de disciplina intelectual que se adquiere al practicarla, porque en la propia práctica se perfecciona el acto de estudiar. Estudiando, desde la lógica freireana, se aprende a estudiar. Estudiar como un acto político que coadyuve a la desideologización, a la deconstrucción de las falsas conciencias, estudiar como práctica indisciplinada es una forma disciplinada de luchar, “Hay que reinventar la forma de pelear, pero jamás dejar de pelear” (Freire, 2010, p. 63). Es necesario sentir el acto de estudiar como una provocación que genere discusiones creadoras, violencia creativa, creador de sujetos creadores y no como receptáculos de un cúmulo de actividades sin ningún sentido formativo, que sirven para matar el tiempo del ejercicio docente.

“Educación que lo coloque en el diálogo constante con el otro y que lo predisponga a constantes revisiones, a análisis críticos de sus “descubrimientos”, a una cierta rebeldía, en el sentido más humano de la expresión”. (Freire, 2011, p. 84). Es necesario superar esa visión de escuela como un espacio de saberes enciclopédicos mediante el acto de estudiar y enseñar con rebeldía, como herejes, rebelarse ante esos eufemismos de los “saberes esperados”, “aprendizajes previos” y “calidad educativa”.

El reglamento escolar, por ejemplo, se ha llegado a mimetizar tanto que se confunde con la disciplina, reglamento que es la imagen precisa del ejercicio dictatorial del profesor y de la institución escolar. Actualmente se ha puesto en boga la categoría “normas de convivencia” que viene a “sensibilizar” a profesores y estudiantes respecto a las relaciones intra e interpersonales gestadas en el aula, pero de nada sirve el uso de categorías que solo disfrazan la práctica institucional y docente como ejercicio monopólico y panóptico. Y es en ese ejercicio de poder en el que la escuela se convierte en una institución clasista y excluyente, mediante métodos de selección o rechazo que refuerza a la estructura social dominante.

Al anormal hay que sacarlo del aula, castigarlo, expulsarlo, arrojarlo como carne de cañón al espectro del lumpen, esa es la dinámica escolar y la esencia de la práctica docente, pues bien, estos ejercicios se adaptan a las exigencias de un modelo económico que tiene como eje un mercado que exige obreros disciplinados, sometidos a la obediencia y a la repetición. Pensar en que la educación burocrática e institucionalizada es una herramienta de liberación es caer en el error de la falsa conciencia, pues las reflexiones y prácticas pedagógicas están diseñadas para fortalecer dicho modelo económico a partir de una fábrica de conciencias que es la escuela y no para criticarla y transformarla.

Tenemos la obligación de ir contra la corriente, de pensar otras formas de escuela, de rebelarnos frente a un sistema educativo que todo lo que toca lo convierte en mercancía, al estudiante, al profesor, a los libros de texto, al conocimiento mismo.

La escuela parece funcionar como un purgatorio del pecado original, la ignorancia; garantizando de manera temeraria el paraíso del éxito profesional a los consumidores de años escolarizados

Conclusiones

La religión ha hecho de la abnegación una virtud, mientras que la escuela ha hecho del privilegio un mérito. La escuela parece funcionar como un purgatorio del pecado original, la ignorancia; garantizando de manera temeraria el paraíso del éxito profesional a los consumidores de años escolarizados. Hay que abrir esa caja de pandora que es la escuela para exponer todos sus males. A los estudiantes hay que provocarlos, incomodarlos, hacer con ellos rupturas epistemológicas que logren poner en tela de juicio todo lo que la escuela y demás instituciones transmisoras y reproductoras de la cultura les han enseñado.

Aguilar Carmín (2022), un privilegiado del período neoliberal en México, en su columna para el periódico MILENIO, ha querido restarle a la educación su dimensión política y transformadora, notablemente deja ver una lectura superficial, descontextualizada y malintencionada de unos breves apuntes de Guevara Niebla sobre Pedagogía del Oprimido. Por lo que realmente aboga el mencionado periodista es por una educación conservadora y elitista, por un individuo egoísta y conducido bajo la lógica del mercado. Es ante esa visión a la que hay que rebelarnos, con “rebeldía legítima” (Freire, 2012, p.58), ante los perpetuadores de un viejo régimen que abogan por el silencio de los oprimidos mientras trabajan en contubernio con los opresores. “No es en la resignación en la que nos afirmamos, sino en la rebeldía frente a las injusticias” (Freire, 2012, p.75).

Es por eso, que, “En la medida en que los profesores se percaten del rol que tienen asignado por el Estado para configurar una sociedad pensada por la cultura dominante, estarán en condiciones de pensar una función distinta y propiciar prácticas liberadoras y emancipadoras orientadas a formar sujetos libres con capacidades para reflexionar sus propias condiciones de formación”. (Chacón, 2020, p. 74)

Referencias bibliográficas

Flores Magón, Ricardo.  (1910). El derecho de rebelión. http://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/5RepDictadura/1910EDR.html

Gramsci, Antonio. (1967). La formación de los intelectuales. (1 ed.). México: Editorial Grijalbo.

Illich, Iván. (2006). La sociedad desescolarizada. Obras escogidas. Vol. I. México: FCE.

Bourdieu, Pierre y Passeron, Jean Claude. (1964). Los herederos. Los estudiantes y la cultura. https://socioeducacion.files.wordpress.com/2011/05/bourdieu-pierr-los-herederos.pdf

Chacón, Policarpo. (Enero de 2022). Investigaciones educativas. (Disertación Doctoral). Instituto de Investigaciones Sociales y Humanas, Oaxaca de Juárez, Oaxaca.

Suchodolski, Bogdan. (1981). Teoría marxista de la educación (1 ed.). México: Grijalbo.

Freire, Paulo. (2003). La importancia de leer y el proceso de liberación. (2 ed.). México, D.F. Siglo XXI Editores.

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Freire, Paulo. (2012). Pedagogía de la autonomía. (2 ed.). México, D.F. Siglo XXI Editores.

Marx, K. (1845). Tesis sobre Feuerbach. http://www.ehu.eus/Jarriola/Docencia/EcoMarx/TESIS%20SOBRE%20FEUERBACH%20Thesen%20ueber%20Feuerbach.pdf

Marx, K. (1835). REFLEXIONES DE UN JOVEN PARA LA ELECCIÓN DE SU PROFESIÓN. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1830s/1835-viii-10.htm

Aguilar, Héctor. (2022, 07 de julio). MILENIO. https://www.milenio.com/opinion/hector-aguilar-camin/dia-con-dia/imponer-y-educar Chacón, Policarpo. (2020). Un panorama de la educación pública en México. Contra la corriente. México: Carteles editores.

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