El maestro, su formación y su rol en la educación contemporánea en Ecuador

MSc. Fidel Rugero Aguiar Cañas (1), Dr. C. Prof. Titular Jorge Montoya Rivera (1), Dr. C. Prof. Auxiliar Alexis Céspedes Quiala (2)

(1) Universidad de Oriente de Santiago de Cuba; (2) Universidad de Ciencias Pedagógicas “Frank País García”, Santiago de Cuba.

 

Resumen: La formación inicial y permanente de los profesionales de la educación es una prioridad para todos los países, es por ello que el presente artículo responde a la investigación “Gestión pedagógica de la formación profesional permanente de los docentes en servicio de la Educación Básica en la República de Ecuador”, a partir de la necesidad de lograr la transformación del proceso de formación profesional de los maestros primarios. Sin embargo, en la formación de este profesional se manifiestan dificultades que requieren de una solución desde el punto de vista pedagógico, didáctico y metodológico en correspondencia con la actualización pedagógica en dicho proceso formativo. El presente trabajo tiene como objetivo: exponer algunas consideraciones de la preparación de este profesional en el actual contexto de la República de Ecuador, haciendo énfasis en los docentes de la Educación Básica.

Palabras claves: formación docente, reprofesionalización, dimensión pedagógica, funciones del maestro, rol profesional.

Recibido:  Noviembre de 2011; aceptado para su publicación: noviembre de 2012.

Introducción

Abundante literatura se ha escrito para definir lo que es el maestro, algunos lo hacen desde las expresiones más delicadas y sublimes, otros en cambio acuden a las críticas más duras, y haciéndolos responsables en algunos casos de los fracasos de la educación. Lo cierto es que en el mundo actual existen verdaderos maestros que trabajan en el desarrollo de sus alumnos de una manera integral, a partir de diversos fundamentos científicos y humanísticos que conducen a un desarrollo integral de la personalidad de sus educandos. Frente a esta situación es importante definir las cualidades y el rol profesional que debe de prevalecer en un maestro. En esta dirección es que se proponen en este trabajo, algunas consideraciones acerca del maestro primario, haciendo énfasis en la labor que despliegan estos educadores en Ecuador, donde se erigen como un sujeto social consciente que se constituyen en un elemento básico del proceso educativo, y se identifican con la práctica permanente de los conocimientos, habilidades, valores y valoraciones, que debe de inculcar en cada momento de su vida, y de manera esencial en el proceso de enseñanza aprendizaje en su aula.

Ello se ha de concretar en la experiencia científica y humana para guiar y orientar al alumno hacia los aprendizajes desarrolladores y significativos, utilizando de manera permanente los medios y estrategias didácticas innovadoras.

No obstante, se impone la búsqueda de soluciones objetivas y eficaces para el perfeccionamiento de la labor de los maestros en nuestros países, como una necesidad ineludible para el logro de la eficiencia de los sistemas educativos. En este sentido los esfuerzos de nuestro país se justifican, a partir de las profundas transformaciones que se vienen introduciendo en todas las enseñanzas, dirigidas a lograr en cada escolar una cultura, devenida en objetivo supremo de nuestro gobierno, como parte de la revolución ciudadana que plantea alcanzar como estrategia de independencia y soberanía de todo el pueblo.

Desarrollo

Para que un sujeto social consciente pueda considerarse maestro es imprescindible que desempeñe su profesión con ética y moral, entendiéndose por ética por estos autores, como la disciplina que se ocupa de lo moral en los actos humanos del docente, calificados estos como actos buenos. Lo moral en el docente dirige a tener buena conducta. En tal sentido, la conducta ética lleva al docente a atenerse a los códigos morales dentro del contexto social en el que se desempeña como profesional o como ciudadano. El desempeño ético y moral permite que los maestros y profesores tengan la oportunidad de reclamar sus justos derechos, que en determinadas circunstancias en nuestro continente se hace compleja la tarea, con la excepción de algunos países como Cuba, donde el Gobierno tiene a la Educación dentro de sus prioridades.

En Ecuador, el maestro participa activamente con sus educandos, en el desarrollo de los valores, actitudes, capacidades y habilidades que permitan el dominio y la creación de nuevos conocimientos, y para el logro de esos aspectos se necesita de buenos maestros, de lo contrario no tendría sentido hablar de ética y valores. Un educador con estas cualidades necesita toda nación, un líder que forme nuevos líderes, con capacidad para aprender a vivir y aprender a ser tal como lo define la UNESCO.

La formación de maestros en ecuador

La formación docente que tenga las cualidades antes citadas se constituirá desde la base antes de hablar de calidad educativa, muy importante por cierto para la vida de las naciones como lo afirma Braslavsky (1999). El cambio educativo necesita en todo tiempo de la calidad, esta palabra se escucha por todo el planeta Tierra, pero calidad no es únicamente conocimientos científicos, calidad es hacer de un humano, un ser más humano, más sensible, más preocupado por los demás.

Latinoamérica en estos últimos tiempos trata de asociar a los docentes como protagonistas de las reformas educativas, porque ha visto en ellos un conjunto de cualidades, Ecuador dio un gran paso al permitir la participación de sus docentes en la actualización y reforzamiento del currículo educativo para la Educación General Básica, con ello se confirma que ningún cambio puede hacerse sin la participación de los docentes, como bien lo define Fabara (2000).

Estas manifestaciones de inclusión docente en las reformas educativas van bajando de tono a las observaciones que anteriormente se han hecho, cuando se decía que la formación docente no ha logrado dar el salto requerido. Los profesores de paso a paso, ya se van encaminando hacia la formación que necesita la patria. Los profesores ecuatorianos están saliendo de aquellas corrientes educativas de fines del siglo XX, reconocemos por cierto las fortalezas del papel del profesor moralizador y socializador, que se identificaba como un normalizador del comportamiento de los niños. Los educadores están conscientes de que este modelo de profesor carece de una amplia formación teórica, que su accionar fue la rutina, que no contó con un saber básico ni técnico para desarrollar el trabajo en el aula.

En estos tiempos la educación no da cabida al maestro académico para que se manifieste a través de la asignatura que enseña. La educación necesita maestros que den importancia a la gestión pedagógica. Que se mire de lejos el campo eficientista que se identificaba con la productividad dentro de un orden social orientado a los enfoques de Taylor y su influencia para llevar adelante la división del trabajo escolar. El maestro de hoy no puede ser formado para alcanzar resultados desde un campo jerárquico, que beneficie al interés del poder económico. En fin, no es posible en tiempos actuales, mantener vigentes aquellos rasgos propios de una tradición moralizadora- disciplinadora, académica, y eficientista como indica Davini 1995.

La formación docente necesita la participación de importantes corrientes que se expresen a través de proyectos ideológico-pedagógicos, a este respecto se identifican, la tendencia pedagógica crítico social y la pedagogía hermenéutica participativa. La primera se centra en recuperar los contenidos significativos dentro de la enseñanza que permita reflexionar acerca de la transformación social.

En la segunda corriente el profesor se forma como mediador entre el material formativo y los alumnos, lo cual conlleva a cristalizar críticamente los contenidos, las prácticas sociales y la enseñanza. Esta corriente motiva al docente a que revise críticamente las relaciones sociales en la práctica escolar, lo interesante de esta corriente es que los maestros aprendan y enseñen a pensar a sus estudiantes, es decir, que se enfatice la comprensión por encima de la simple explicación de los fenómenos sociales.

La formación docente de América Latina no debe dar paso a los intereses de las políticas educativas neoliberales, su fuerte influencia llega a establecer políticas de privatización de la educación pública, a la reducción de la responsabilidad del Estado frente a la educación, su afán ha sido sacar el mejor provecho de la educación, es decir formar maestros que respondan a sus intereses, llevando a las instituciones educativas, a niños, adolescentes y demás personas para insertarles en el campo de consumo de todo tipo. El neoliberalismo a través de sus políticas educativas regula la cultura de las instituciones de formación docente, trabajo docente y desarrollo curricular.

En el sistema educativo neoliberal se impulsa una administración escolar sin la participación del colectivo docente, por tanto el trabajo es aislado e impide todo proceso de reflexión. No hay integración entre la formación docente inicial y los procesos de capacitación, perfeccionamiento y actualización. En la toma de las decisiones casi no existe participación, las decisiones son verticales y provienen del ejercicio de la autoridad directa hacia las demás personas. Las políticas educativas son orientadas a perspectivas economicistas. En la organización curricular las disciplinas son el eje del currículo.

Las instituciones formadoras de maestros tienen la responsabilidad de formar profesores, con una nueva forma de comunicación pedagógica, una nueva relación con el conocimiento, un desplazamiento del control sobre los procesos del aprendizaje como lo define Brunner (2000), por lo que urge un cambio de enfoque, una mirada desde otro lado, un cambio de paradigma, que desde la opinión de Aguerrondo (2001) se debe pensar. Para Braslavsky (1999) es importante reprofesionalizar a la profesión misma, y no a cada maestro en particular, esto significa que los profesores sean más competentes, con identidad múltiple y consistente.

La reprofesionalización se convierte así en una propuesta de cambio educativo, para ser viables en términos de futuro, y debe ser cualitativamente diferente de la que se ha implementado hasta ahora. Porque la misma supone, por su propia naturaleza, una concepción distinta de la modernización de la educación en Ecuador. La clave, de ahora en adelante, será generar organizaciones escolares capaces, ellas mismas, de aprender. Si los profesores, las escuelas y los sistemas en su conjunto no desarrollan la capacidad de aprender de los éxitos y fracasos de la experiencia pasada, los problemas que se resuelven hoy reaparecerán mañana.

Por eso, si los beneficios de la reforma educacional han de perdurar, los profesores y maestros deben aprender a llevar a cabo su propia investigación-acción para identificar problemas y buscar soluciones; los supervisores deben desempeñar un rol en la facilitación de ese tipo de investigación y los formadores de los docentes deben simultáneamente apoyarlos y comunicar a los futuros maestros las lecciones aprendidas.

Se trata de lograr que en los salones de clases, se desarrollen no solo saberes complejos sino básicamente competencias en los alumnos, que impliquen no solamente el conocimiento sino la capacidad de actuar de manera adecuada para participar conscientemente en la vida personal y social. Esto no puede hacerse desde el modelo “frontal” de comunicación educativa sobre el cual se estructuraron tradicionalmente los sistemas escolares, sino que se requiere poder inventar escuelas flexibles capaces de poder variar indefinidamente, de acuerdo con las necesidades, sus tiempos, espacios, agrupamientos, para superar los modelos rígidos y homogéneos incapaces de soportar la diversidad.

Un cambio de este tipo presenta una dificultad adicional referida a cómo reconocerlo, ya que las innovaciones educacionales no surgen de un plan sino de una manera distinta de organizar la práctica; suponen un cambio de perspectiva, quizás una teoría distinta, pero sobre todo una forma diferente de comunicación pedagógica, una nueva relación con el conocimiento, un desplazamiento del control sobre los procesos de aprendizaje. Se requiere, por tanto, desarrollar instancias mediadoras – centros de transferencia de innovaciones educacionales – que se especialicen en dicha función y la institucionalicen de manera permanente.

En esta dirección, Braslavsky (1999) propone cinco dimensiones importantes para realizar la práctica docente: la pedagógica-didáctica, la política institucional, la productiva, la interactiva y la especificadora, que se asumen por este trabajo, ya que consideramos que se ajusta a las actuales condiciones de la educación en Ecuador.

A continuación se exponen brevemente:

La dimensión pedagógica: Se refiere al manejo adecuado de la pedagogía y la didáctica, esta dimensión vista como parte de una competencia no se resuelve solo a partir del saber científico, más bien se orienta a integrar el saber académico con el saber de la experiencia.

La dimensión político-institucional: Aparece en la medida que la práctica docente no es una profesión liberal, ocurre dentro del ámbito institucional complejo que articula el aula, la institución y el sistema educativo. (Aguerrondo, 2001).

La dimensión productiva: Bralavsky denomina productiva y Aguerrondo la considera de comprensión y participación en el mundo actual, enfatiza la necesidad de que el profesor sea capaz de comprender e intervenir en el mundo al motivar a sus semejantes a ser ciudadanos productivos.

La dimensión interactiva: Tiene que ver con la calidad de la interacción que es capaz de establecer un profesor. Esta dimensión se refiere a la comprensión y a la empatía con “el otro”, la idea es que puede manifestarse con un alumno, padres de familia, supervisores, autoridades locales provinciales nacionales, empresa, con la comunidad, etc.

La dimensión especificadora: Puede realizarse en una disciplina, en una situación de trabajo.

Estas son las dimensiones de lo que podría ser la competencia de la docencia profesional, que por cierto es compleja, pero por su importancia forma parte de una propuesta docente y puede ser considerada una fortaleza desde el punto de vista de Aguerrondo (2001).

Rol profesional del docente

El papel del maestro primario en el proceso de enseñanza aprendizaje es sumamente importante para el desarrollo de la teoría y la práctica pedagógica contemporánea. En consecuencia se debe precisar el rol profesional del mismo y esclarecer qué se entiende por ROL.

El térmico ROL, ampliamente utilizado en diferentes literaturas especializadas, fundamentalmente en el campo de la Sociología y la Psicología, significa según el Diccionario Larousse “Función que desempeña una persona o una cosa” y se debe proyectar la idea a partir de un sistema organizado.

Sin embargo, la definición de rol profesional del maestro hay que abordarla desde los fundamentos de la teoría de la educación, para encontrar una respuesta suficientemente argumentada y convincente, a partir de la cual se pueden establecer las tareas y funciones del docente, armónicamente integradas entre sí.

Ahora bien, ¿Qué se entiende por rol profesional del maestro? En nuestra consideración, somos del criterio que se define: como el de educador profesional, cuyo contenido está claramente delimitado por dos circunstancias: primero, es el único agente socializador que posee la calificación profesional necesaria para ejercer dicha función; segundo, es el único agente que recibe esa misión social, por la que se le exige y evalúa, tanto profesional como socialmente. Aspecto en el que se coincide con otros investigadores, como Antonio Blanco Pérez

Se debe destacar además, que el rol de educador profesional del maestro se expresa mediante las tareas que desempeña en los diferentes contextos de actuación profesional, esto es la ESCUELA, la FAMILIA y la COMUNIDAD, y en ellos participan todo el personal docente y no docente de la institución.

Todo esto nos conduce a explicar cuáles son las tareas básicas del maestro en las condiciones actuales, sin dejar de reconocer que a veces a los maestros se les recarga con tareas administrativas, de dirección en diferentes instituciones y organizaciones.

En tanto que con un enfoque más integral del problema, se llega a las conclusiones que las tareas básicas del maestro son: INSTRUIR y EDUCAR.

De esta manera la propuesta de las tareas básicas y de las esferas de actuación del maestro puede resumirse cada una de ellas en: 

INSTRUIR: Dentro de su contenido está el desarrollo de conocimientos, hábitos y habilidades en sus alumnos, y tiene como esfera de actuación la escuela y la familia, a partir de su carácter directivo.

EDUCAR: Tiene como contenido la formación y aprendizaje de la normas, patrones y valores morales en cada uno de sus alumnos, con un carácter orientador en la familia y en la comunidad.

Todo ello indica, que el maestro ante todo debe ser EJEMPLO de conducta personal y de responsabilidad ciudadana y de esta forma se convierte en un orientador de sus educandos, a partir del conocimiento real que tenga de ellos, tanto dentro del proceso de enseñanza aprendizaje como del medio familiar y comunitario. Además, a partir de su experiencia laboral puede contribuir a la formación vocacional de ellos y elevar el interés por la profesión futura que desean estudiar.

En este sentido, entre instruir y educar en su unidad dialéctica se fundamenta la formación integral que conjuga el desarrollo intelectual con el crecimiento moral. Diferentes autores, investigadores y políticos a este tenor se han pronunciado como Enrique José Varona, Guillermina Labarrere, Antón Makarenko, Lothar Klingberg y Fidel Castro, entre otros.

Al respecto José Martí, expresó que instrucción no es lo mismo que educación, aquella se refiere al pensamiento y esta principalmente a los sentimientos. Sin embargo, no hay una buena educación sin instrucción, así coincidimos totalmente con este planteamiento.

Las tareas de la escuela y el maestro se materializan a través de sus funciones específicas, que son aquellas actividades encaminadas a asegurar el cumplimiento exitoso de las tareas básicas asignadas al maestro en su condición de educador profesional, es decir a través de su rol, como lo plantea Antonio Blanco Pérez (2001).

Ahora bien, para dicho autor ¿Cuáles son esas funciones específicas del maestro? Aspectos que consideramos retomar como referentes y contextualizar en nuestro país.

– Función docente metodológica: actividades encaminadas a la planificación, ejecución, control y evaluación del proceso de enseñanza aprendizaje. Por su naturaleza incide directamente en el desarrollo exitoso de la tarea instructiva y de manera concomitante (la cooperación general de la sociedad, como los medios de difusión, las organizaciones políticas, etc.) favorece el cumplimiento de la tarea educativa.

– Función investigativa: actividades encaminadas al análisis crítico, la problematización y la reconstrucción de la teoría y la práctica educacional en los diferentes contextos de actuación del maestro.

– Función orientadora: actividades encaminadas a la ayuda para el auto conocimiento y el crecimiento personal mediante el diagnóstico y la intervención psicopedagógica en interés de la formación integral del individuo. Por su contenido, esta función incide directamente en el cumplimiento de la tarea educativa, aunque también se manifiesta durante el ejercicio de la instrucción.

En cuanto al maestro ecuatoriano, las funciones específicas que le corresponden se han cumplido parcialmente, ya que existe resistencia en una amplia población de educadores a realizar actividades de planificación, ejecución, control y evaluación del proceso de enseñanza aprendizaje. La actividad investigativa no alcanza dimensiones importantes, todavía hay maestros que mantienen vigentes modelos tradicionales pertenecientes a la era histórica anterior, con una educación memorística, trabajos repetitivos, exámenes estandarizados al mejor estilo de la disciplina Tayloriana, lo que no satisface los requerimientos del siglo actual. En tal sentido, poco o nada se hace en cuanto corresponde a la función orientadora del individuo, para que pueda alcanzar una formación integral, por lo tanto, no responde al desarrollo del auto conocimiento y a su desarrollo personal. El incumplimiento de la tarea educativa conserva distancias con los éxitos alcanzados por otros países de América Latina. Sin embargo, se mantiene la esperanza de que cambiará de actitud el profesor de la Educación Básica ecuatoriana, cuando lo haga podrá sacar a flote todo su potencial profesional.

No obstante, el maestro debe ser un conocedor amplio de la naturaleza y del medio ambiente, para que pueda desarrollar su labor educativa y pueda influir de manera positiva en el desarrollo de una cultura ambientalista en sus educandos. Además, como ente de la sociedad, debe partir de su ejemplo personal y profesional, como una manera de influir en toda la sociedad y así contribuir al desarrollo económico, político, cultural y social de toda la humanidad, aspecto que a grandes rasgos se explica a continuación.

El maestro como auxiliar de la naturaleza

Esta concepción parte de la identificación entre educación y desarrollo; el maestro debe estudiar a fondo las necesidades de aprendizaje y de desarrollo naturales del niño, para proporcionarle las condiciones que faciliten este desarrollo espontáneo. Esta imagen “natural” de la educación es característica del padre de la Psicología moderna en Europa, J.J. Rousseau, quien consideraba que el niño es bueno por naturaleza y se corrompe solo por la influencia de la civilización.

El programa educativo de Rousseau tiende a que el niño aprenda lo menos posible mediante palabras y libros y lo más posible por medio de la propia experiencia. La tarea del maestro será más bien indirecta y consiste ante todo en establecer, en cada fase y en cada situación, el equilibrio entre deseos y cualidades, entre el querer y el poder; que es lo único que otorga aquel equilibrio natural consigo mismo y el entorno, al que Rousseau califica de felicidad.

Las ideas de Rousseau han influido decisivamente en el pensamiento pedagógico y en la labor educativa de la época moderna, y marcan una impronta en nuestro país. Están presentes en diferentes tendencias pedagógicas que rechazan el enciclopedismo, la cultura fosilizada, el desfasaje pedagógico entre el niño y su naturaleza individual. Se expresa en las tesis críticas de la cultura, en las críticas al autoritarismo, en la promoción de una educación individualizada, antiautoritaria, en los modelos de sistemas educativos basados en la psicopedagogía, entre otros.

El maestro como agente de la sociedad

Este modelo de maestro es completamente diferente a la imagen anterior ya que no están en un primer plano las necesidades e intereses del individuo, sino las exigencias y necesidades sociales. Esta imagen no es nueva, está presente en el propio surgimiento de la profesión, en la Antigua Grecia: los primeros maestros fueron los sofistas, con una noción utilitaria de la instrucción, que respondiera a las circunstancias políticas y sociales de la época.

La sociología ha estudiado profundamente este modelo de maestro como agente social, al examinar la tendencia de los distintos sistemas sociales a mantenerse a lo largo del tiempo, a reproducir y transmitir los valores dominantes de unas generaciones a otras. Son figuras claves en el desarrollo de esta concepción Durkheim, A. Comte y C.Marx.

Según Durkheim, la meta de la educación es crear en cada ser individual un ser social y ésta precisamente es la función del maestro. Para Comte la tarea de la escuela es impregnar valores, normas y modelos de comportamiento, conocimientos y habilidades, orientaciones y motivos, cualidades y competencias, que hacen al individuo capaz de intervenir socialmente y a la sociedad capaz de funcionar como tal.

Es así que en la pedagogía de orientación progresista se identifican los conceptos de educación y socialización y se le confiere al maestro la función de agente de socialización y de progreso social, aspecto con el que coincidimos y que requiere una mayor profundización en las actuales transformaciones que se operan en Ecuador.

Dentro de esta concepción se ha hecho mucho énfasis en la calificación que debe darse a los docentes para que cumplan efectivamente su rol, y con este propósito sobre la base de las tesis del “capital humano”. Estas inversiones se entendieron en sentido tecnológico, como gastos en la capacitación para lograr mayor calificación sobre todo en habilidades técnicas que se revirtieran en beneficios económicos.

Se llega así a un reduccionismo pedagógico en que la tarea del maestro es la planificación y la búsqueda de la efectividad de su enseñanza, entendida como la transmisión de conocimientos “socialmente necesarios”. El docente se convierte en óptimo  organizador del proceso de aprendizaje, en ingeniero de socialización, y se subestima su condición de personalidad.

El maestro como representante de la humanidad, se toma como aspecto central el rol del docente en su condición de persona, de representante de toda la sociedad. En su concepción, la educación y la formación del hombre no son obra de la naturaleza o la sociedad, sino producto de la realización auto creadora del hombre.

Alrededor de esta corriente del pensamiento pedagógico han surgido grandes polémicas. La personalidad del docente ha sido ignorada, considerada como un factor perturbador, cuando lo que se pretende es un maestro que domine los procedimientos psicotécnicos, la tecnología de la enseñanza y las técnicas de modificación del comportamiento.

Bajo esta perspectiva, aparece un nuevo enfoque en Ecuador, basado en las relaciones maestro-alumno, las cuales no pueden ser interpretadas como un proceso unidimensional. En la concepción personal del hombre, la educación es la responsabilidad por la autorrealización de la persona y la relación educativa se convierte en un encuentro pluridimensional de personas que se relacionan como representantes de la vida vivida, como testigos de valores y como argumentadores.

El rol que tiene el maestro en el ecuador

Mucho se puede decir acerca del rol que tiene el maestro frente a la labor educativa, todos los estudios a este respecto concuerdan en que el desempeño de los educadores es trabajar en la función pedagógica para la formación integral de las personas, su práctica se aprecia en el proceso de la educación, que no es otra cosa, que la construcción consciente del ser humano tanto en lo corporal como en lo espiritual. Por este camino puede el docente buscar el cumplimiento de su rol, fundamentalmente al ayudar a los estudiantes aprender a aprender de una manera autónoma, al motivar a sus discípulos a participar de los nuevos escenarios del conocimiento, desde el desarrollo de la capacidad crítica reflexiva sana, para que por sí mismo puedan construir su propio conocimiento, al evitar la recepción pasiva y la memorización de la información.

En la formación integral de los alumnos, Martínez Argote (1995), cita cuatro funciones importantes del docente, que merecen estudiarlas: la función resonadora de informar, la función propulsora de estimular, la función sensibilizadora de hacer sentir los problemas y la función acogedora de darse en amistad.

Es decir el profesor se presenta ante el entorno educativo desde su condición humana, física, biológica, psicológica y social, como lo aprecia Edgar Morín. El profesor es consciente del respeto a la vida, está en la capacidad de estudiar la conducta humana y forma parte de la sociedad. Bonilla Carmen (2001) acoge las ideas de Descartes cuando se refería a la esencia del acto educativo, al momento de enseñar a pensar racionalmente. Para ello es importante la información, el estímulo, la sensibilidad ante los problemas sociales.

Indagando la actitud de los docentes frente a su profesión, surge la pregunta ¿Cuál es el rol del docente en Ecuador?

La necesidad de definir el rol del profesor ecuatoriano, ha llevado a buscar a través del tiempo las orientaciones en la experiencia de otras naciones, quienes tienen abundante literatura especializada, es decir un extenso listado de competencias deseadas, pasando por los enfoques del capital humano, eficientistas, por las corrientes progresistas, y últimamente en las corrientes de la pedagogía crítica. En el año 2000, se definió el perfil del docente para la Educación Básica ecuatoriana, a cuatro años de haberse aplicado la Reforma Curricular Consensuada. Se esperaba que dentro de sus características personales; para consigo mismo, para con los otros y para con el entorno, asumiera un compromiso con su rol de mediador, autoestima, responsabilidad, apertura mental, reflexión, honestidad, autonomía, puntualidad, entre otros.

En cuanto a capacidad profesional, había la expectativa de que el profesor fuera un guía en la construcción de aprendizajes, un diseñador del microcurrículo y evaluador de procesos y logros. Lamentablemente esto no se cumplió, la baja calidad de la educación en el país refleja exiguos logros académicos en los estudiantes, las calificaciones promedio alcanzadas en las Pruebas Aprendo, en los años 1996, 2000 y 2007, así como en las Pruebas Ser del 2009 lo demuestran. Por tanto, el profesor ecuatoriano ante la reciente Actualización y Reforzamiento de la Educación Básica (2010), necesita asumir un rol serio, propio de un profesional competente, innovador, reflexivo, investigador, crítico, científico y transformador. Un perfil docente que nazca de su propia persona, de su interés, de su propio deseo de autotransformación desde su formación inicial y el ejercicio de la docencia.

Un perfil docente que responda a la gestión pedagógica, que asuma con seriedad todo lo concerniente a los planos de lo moral, lo estético, cultural y lo científico. Es decir un profesional cumplidor del valor responsabilidad, que permita corregir los errores del pasado, recobrar el reconocimiento social que en otro escenario de la educación ecuatoriana lo tuvo, que sea merecedor de la asistencia del Estado, del respaldo y apoyo de la comunidad educativa a la que sirve, que demuestre la importancia de sus labores pedagógicas tanto a nivel nacional como en el ámbito internacional, su rol de educador debe promover una extensa alfabetización científica y tecnológica, que surja de la necesidad de dar solución a los problemas que se manifiestan en la vida cotidiana y profesional, que sirva para capacitar a sus compañeros, estudiantes y otras personas para que todos aprovechen racionalmente las tecnologías de la Información y la Comunicación.

Como fruto de esta indagación, el profesor cumple su rol cuando se desempeña como líder actor individual y colectivo, dinamizador, guía, orientador en el proceso de aprendizaje, gestor pedagógico con claridad para formular objetivos que le permita alcanzar las metas, las mismas que se reflejan en el hábito de estudio, en la perseverancia, en la autoestima para que el estudiante construya las habilidades necesarias que les permitan ser una persona autónoma.

Su rol se pone de manifiesto en la habilidad para planificar, evaluar los aprendizajes de una manera innovadora, en la capacidad para organizar los ambientes de estudio dentro y fuera del aula, los recursos, materiales, en los procesos de interacción y colaboración. Su rol se orienta al respeto e indagación de los conocimientos previos del estudiante, antes de iniciar la nueva información. Su rol también se aprecia en la motivación hacia la curiosidad, la creatividad y el interés por aprender cada vez más, en la práctica y desarrollo de los valores, en las actitudes positivas, en el entusiasmo del buen vivir, en el disfrute de lo que hace. En buscar salidas a la crisis de los sistemas educativos.

En esta dirección pueden formularse importantes objetivos centrados en los nuevos conocimientos como también en los aspectos actitudinales y axiológicos, para poder desarrollar los valores de la ciencia, de la tecnología, con capacidad de identificar todo lo que puede aportar a la solución de los problemas sociales. De manera que la educación se constituya en la piedra angular del progreso colectivo y contribuya al bienestar social y político de la República del Ecuador.

Referencias bibliográficas

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16. Torres, Rosa María. Itinerarios por la educación latinoamericana: cuaderno de viajes. Buenos Aires: Andrés Bello, Paidós; 2000.

Un comentario

  1. “Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer
    de él alguien que no existía”
    John Ruskin … creo que con esta breve pero profunda frase, se pueden resumir muchas de las ideas expuestas por el Dr. Aguiar.

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