¿Y la reforma educativa cuándo?

¿Y la reforma educativa cuándo?

  • Imagen de archivo. Manuel Pérez Rocha.
  • Cortesía. La Jornada/Foto. Foto Francisco Olvera

Manuel Pérez Rocha

La Jornada/050913.

El contenido y la forma se corresponden perfectamente: las sesiones de las cámaras de Diputados y Senadores fueron una farsa, el interés del gobierno por escuchar a los maestros fue otra farsa, y la llamada reforma educativa es otra.

En esas sesiones de las cámaras quedó claro que lo que nos gobierna no es una democracia imperfecta, sino la falsificación cínica de cualquier idea de democracia. La llamada reforma educativa no es sino una contrarreforma laboral que anula el derecho a la contratación colectiva y persigue varios fines políticos:

a) Someter a los maestros disidentes que han combatido durante 30 años a la corrupta mafia priísta que controla    al SNTE (también coludida con el PAN),

b) Asumir el control del SNTE mediante la estructura de Gordillo sin Gordillo,

c) Lograr pronta legitimidad del gobierno de Peña ante la plutocracia que manda en este país, ante los organismos    internacionales que han exigido estas contrarreformas (OCDE y Banco Mundial) y ante una opinión pública  fanatizada por los medios.

Sin duda los legisladores no pueden ser expertos en todo, pero, si en verdad quisieran mejorar la educación buscarían la asesoría de los propios maestros y de quienes sí han estudiado los problemas educativos (investigadores, universidades, agrupaciones profesionales) y no cometerían las barbaridades que estamos viendo.

Por ejemplo, contamos con un activísimo ‘Consejo Mexicano de Investigación Educativa’ que agrupa a varios cientos de académicos de todo el país, especialistas en esta materia; hay ahora un grupo de cinco expertos en educación, reconocidos como tales por el Senado de la República que dirigen al INEE. ¿Por qué no se les consultó? ¿O se les consultó en lo oscurito? Pues en tal caso fue inútil, en las reuniones de diálogo entre los representantes de la CNTE y los legisladores se exhibió claramente que éstos (hubo dos o tres excepciones) no tenían idea de lo que se estaba hablando, ¡pero hablaban!

Cabe reiterar que la educación es uno de los asuntos más complejos en la vida de las personas y de las sociedades. Pero en espacios tan importantes como la SEP y el Congreso de la Unión (y otros como la televisión), la educación es vista como algo simple:

Consiste en que los maestros den clases y que los estudiantes aprueben exámenes. Las clases son vistas como la esencia misma de la educación.

Que los estudiantes pierdan clases es considerado como la peor tragedia; si los resultados en matemáticas son insatisfactorios, pues a aumentar el número de horas de clases de matemáticas; si en general los resultados de la educación básica no satisfacen, pues a aumentar el número de horas de clases de lo que sea (las escuelas de tiempo completo). Peña Nieto en su ‘no informe’ hizo alarde de que la mayor parte de los maestros están dando clases. Incluso, de acuerdo con las nuevas leyes, si los docentes no aprueban las evaluaciones, pues hay que darles cursos, clases.

La concepción simplista del maestro como impartidor de clases evidencia la total ignorancia acerca de la complejidad de los retos actuales de la educación.

La prevalencia de este obsoleto método, la clase, consistente, en general, en la transmisión oral de información de un profesor a un grupo de estudiantes (también llamado la clase) es uno de los factores intraescolares determinantes de los resultados insatisfactorios del sistema educativo formal.

Este es, junto con planes, programas y otros, un elemento central del modelo educativo del que sin saber hablan los legisladores, que la reforma educativa no toca, y cuya revisión se dejó para después (¡!).

Cambiar ese modelo implica atender varios aspectos. Por ejemplo, el trabajo de los maestros, y el de los estudiantes, y sus resultados, dependen en gran medida de las herramientas disponibles. Un locutor de televisión exigía a los maestros que dejen las calles y retomen el gis y el pizarrón, sin darse cuenta de lo que decía, de lo deplorable que resulta que ésas sean las únicas herramientas para la mayor parte de los maestros mexicanos. Cerca de la mitad de las escuelas del país no cuentan con biblioteca, más de 90 por ciento no tienen laboratorios, la ‘Enciclomedia’ fue un costosísimo fracaso, hay una gran cantidad de telesecundarias ¡que no tienen televisión!

En su ‘no informe’, Peña Nieto anunció la compra de otras ¡240 mil computadoras! para estudiantes de primaria. Medida disparatada sin otro fin que el relumbrón y el negocio.

Las computadoras e Internet son herramientas útiles para quienes tienen ya un mínimo de intereses intelectuales y culturales, y un mínimo de herramientas conceptuales que se adquieren mediante un trabajo en el que los libros, la escritura, la discusión y el diálogo son esenciales. De otra forma las computadoras e Internet se convierten en un entretenimiento que distrae a los estudiantes y los aleja del desarrollo intelectual. Antes que nada debe dotarse de libros suficientes a todas las escuelas y reorganizar el sistema educativo para que se usen.

Los fanáticos de la tecnología deberían dar por lo menos una revisada al otro extremo, por ejemplo el conocido Colegio Waldorf de la Península de Sillicon Valley, California. En un reportaje titulado Los gurús del Sillicon Valley eligen para sus hijos la enseñanza escolar sin computadoras se señala que las principales herramientas de enseñanza del colegio son todo menos alta tecnología: lápices y papel, agujas de coser y, ocasionalmente, barro. Ni un ordenador a la vista. Absolutamente ninguna pantalla.

No se propone que nuestros gobernantes copien ese modelo. Precisamente, la copia dócil de las políticas educativas del gobierno estadunidense es lo que origina la nefasta reforma educativa actual. Es necesario que las reformas, urgentes, de nuestro modelo educativo (que se menciona en un transitorio de la nueva ley para atender tardíamente una exigencia de la CNTE), y que deberían anteceder a las medidas de carácter administrativo y laboral ya impuestas, se sustenten en la experiencia de nuestros maestros, y en la investigación y los conocimientos generados en nuestras instituciones académicas.

Al concluir este artículo leo la declaración del secretario Chuayffet de que en 12 años van a renovar al 60 por ciento de la planta docente.

Esto implica despedir 75 mil maestros al año y contratar otros tantos.

¿Qué es esta declaración? ¿Una provocación perversa?

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Nota mía: Respetuosamente me permití modificar levemente la estructura del artículo de Manuel Pérez Rocha, con la exclusiva finalidad de facilitar su lectura en el formato de Odiseo. Alfredo Macías Narro.


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