Secuelas del 68
- Imagen de archivo. Octavio Rodríguez Araujo.
- Cortesía <conelpueblotodo.blogspot.com>
Octavio Rodríguez Araujo
La Jornada/250914.
La próxima semana se conmemorará el 2 de octubre de 1968. Dicho movimiento fue derrotado, como tal, en esa fecha que todos asociamos a la Plaza de Tlatelolco/de las Tres Culturas y a la matanza que ahí ocurrió.
El Partido Comunista Mexicano (PCM), si mi memoria no me traiciona, llamó a los estudiantes a regresar a clases después del 2 de octubre. El Consejo Nacional de Huelga, cabeza colectiva del movimiento, no estuvo de acuerdo, a pesar de que la represión gubernamental le había quitado fuerza con las detenciones de que fueron objeto muchos de sus miembros y por el exilio al que se vieron obligados otros. Varios de esos estudiantes, con motivo de la propuesta del PCM, renunciaron a su partido, incluso algunos de los que militaban en la Juventud Comunista (más a la izquierda que la dirección del PCM), y optaron por otro tipo de lucha: unos por la vía armada (formación de grupos guerrilleros) y otros por la constitución de nuevos grupos políticos pacíficos pero beligerantes que surgieron varios años después. Además de estudiantes hubo profesores detenidos, entre ellos Fausto Trejo, Heberto Castillo, Eli de Gortari y José Revueltas. Hubo una amnistía en 1971 y la mayoría de los numerosos presos políticos del 68 consiguieron la libertad. Pero eso no detuvo la efervescencia política de los jóvenes y de algunos no tan jóvenes.
Muchos de los estudiantes, algunos militantes en organizaciones comunistas (PCM), maoístas (sobre todo herederos del espartaquismo, como la Liga Comunista Espartaco), trotskistas y guevaristas optaron por la vía armada. Para entonces sólo existían, como movimientos guerrilleros en Guerrero, la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, brazo armado del Partido de los Pobres (Pdlp), cuya cabeza más visible fue Lucio Cabañas, y la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR), otro grupo guerrillero que tuvo como antecedente la Asociación Cívica Guerrerense, dirigidas ambas por Genaro Vázquez Rojas.
Algunos de esos grupos guerrilleros surgieron inmediatamente después del movimiento del 68, como las Fuerzas de Liberación Nacional, a las que se atribuye parte de la organización del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. El Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), que surgió también al inicio del gobierno de Echeverría. La Liga Comunista 23 de Septiembre, que a finales de 1970 tuvo contactos orgánicos con el MAR, fue muy conocida por varias de sus acciones y porque operaba en varios estados de la República. Según Carlos Montemayor (‘Guerra en el paraíso’), la liga intentó sin éxito asociarse con la guerrilla de Lucio Cabañas. Varios de sus fundadores habían pertenecido a la Juventud Comunista.
En esos años nació también el Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo (PROCUP-Pdlp), del que se dice surgió el Ejército Popular Revolucionario (EPR). De una escisión del Pdlp de Cabañas y de la Liga 23 de Septiembre, nos dice Laura Castellanos (‘México armado’), surgieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Un importante libro de un protagonista de ese proceso guerrillero es el (de) José Arturo Gallegos Nájera, ‘La guerrilla en Guerrero’ (testimonio sobre el Partido de los Pobres y las Fuerzas Armadas Revolucionarias).
Hubo, desde luego, más grupos guerrilleros. ¿Por qué en su mayoría surgieron después del 68? Es dable sostener como hipótesis que dicha radicalización, sobre todo de jóvenes, se debió a los siguientes principales factores (que no únicos):
1) Los partidos de izquierda, concretamente el Comunista Mexicano, no significaron para ellos una opción militante revolucionaria, ni siquiera por el viraje de su 16 congreso de 1973, en el que, según algunos de sus miembros, se adoptaron posiciones izquierdistas y sectarias.
2) El gobierno y sus instituciones habían demostrado no sólo estrechez de miras en términos políticos sino que habían provocado el mismo movimiento estudiantil del 68 por su anticomunismo visceral y la represión, que continuaría después con la llamada guerra sucia de Echeverría y López Portillo.
3) Si se coartaban las libertades de asociación y de expresión (incluida en éstas la libertad de manifestación), la lucha dentro de las instituciones, para los jóvenes radicales, no llevaría a ninguna parte, por lo que el reformismo propuesto por el PCM y organizaciones de trabajadores (electricistas, por ejemplo) sólo le haría el juego al gobierno.
4) Un cierto voluntarismo que apostaba a la movilización de los trabajadores urbanos y rurales por el ejemplo de los grupos guerrilleros. Dicho voluntarismo fracasó en buena medida, pues tal movilización no se dio como probablemente esperaban, entre otras razones, pero no exclusivamente, por la persecución militar y paramilitar (la Brigada Blanca) de que fueron objeto.
En otras palabras, el movimiento del 68 puso en evidencia la cara más autoritaria del régimen político y, obviamente, ésta provocaría reacciones no sólo al margen de las instituciones sino en su contra. Más adelante, después de la reforma política-electoral de 1977, amplios sectores de las izquierdas, incluso de grupos radicales, entraron al juego electoral y los resultados ya los conocemos.
Sin embargo, queda el registro en la historia que esa oposición, equivocada o no, obligó al régimen a realizar reformas y a democratizar (todavía de manera insuficiente) sus modos de ejercer el poder.
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Nota mía: Respetuosamente me permití modificar levemente la estructura del artículo de Octavio Rodríguez Araujo, con la exclusiva finalidad de facilitar su lectura en el formato de Odiseo. Alfredo Macías Narro.
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