Peña Nieto, amenaza para el magisterio
Manuel Pérez Rocha
La Jornada/280612.
Enrique Peña Nieto advirtió:
“El cambio que estoy proponiendo es que podría haber maestros con un mejor ingreso, si el desempeño de sus alumnos es mejor”.
A pesar de las indeterminaciones de esta propuesta, injustificables en una sesión de preguntas hechas de su conocimiento con anticipación, queda claro que el aspirante a la Presidencia de la República afianzaría la aberrante política salarial de pago por resultados que han pretendido imponer Elba Ester Gordillo y Felipe Calderón a los maestros mexicanos; política sustentada también en vaguedades y contrasentidos, en una ideología inaceptable y cuyas consecuencias son funestas para la educación.
La política anunciada por Peña Nieto tiene desatinos graves e incoherencias cuya obviedad debería hacer ociosas las siguientes observaciones. El enunciado puede parecer de sentido común a quienes lo escuchan sin reflexionar. En primer lugar es indispensable advertir que, al hablar de un maestro, sería necesario aclarar qué se entiende por sus alumnos puesto que todos los alumnos son formados no por un maestro, sino por varios.
Si se trata de alumnos de primaria, la gran mayoría tienen un maestro distinto cada año y al pasar de un grado a otro lo hacen con preparaciones diferenciadas en las que ha sido significativa la acción del maestro del grado previo, y han estado determinadas por las condiciones del alumno y de la escuela.
El maestro del grado subsecuente debe partir de ese estado de cosas y el resultado final de su curso (que tiene tiempos y condiciones fijas) dependerá no sólo de lo que haga, sino del punto de partida que no depende de él. El resultado de su trabajo depende de múltiples factores, como condiciones materiales de la escuela, disponibilidad de herramientas de enseñanza, condiciones materiales, sociales y culturales de sus alumnos, etcétera. Si se trata de alumnos de secundaria el asunto se vuelve más complejo, pues a las circunstancias anteriores debe añadirse que en un mismo grado los alumnos son atendidos por varios maestros y el desempeño del alumno depende de la actuación de la planta docente.
Otro asunto a discutir es qué se entiende por desempeño de los estudiantes y cómo se va a evaluar. En la administración del PAN han pretendido resolver esto con Enlace, prueba que ni siquiera es confiable para evaluar tres áreas de conocimiento (lengua, matemáticas y ciencias), mucho menos para valorar el desempeño general, que comprende los aspectos formativos más valiosos de la educación.
Para el candidato del PRI-Televisa el buen de-sempeño del alumno consiste en la adquisición de las herramientas necesarias para integrarse y competir en una economía global. Olvidémonos de la filosofía educativa que marca la Constitución, de los fines formativos de la educación, de las humanidades: basta tener buenos resultados en la prueba PISA.
Como se sabe, tanto los resultados de Enlace como las evaluaciones que se hacen a los maestros en el programa Carrera Magisterial y las que se pretenden hacer con el examen de la Evaluación Universal se expresan en puntos y parte de los pagos a los maestros se determinan en función de esos puntos.
Hay quienes creen que estas formas de evaluación del trabajo y de políticas salariales son exigencia de una administración moderna, pero ignoran que estas propuestas fueron experimentadas en el mundo empresarial en la primera mitad del siglo XX y que en las décadas siguientes se abandonaron progresivamente por su ineficacia y efectos nocivos.
La propuesta de pago por resultados, aun cuando a algunos les pueda parecer una solución acertada, no se deriva de un estudio serio del problema, sino de prejuicios, ocurrencias y de la adopción de las políticas educativas impuestas por el gobierno de Estados Unidos.
El hecho es que aun en ámbitos de las empresas privadas estadunidenses en las que se ejecutan procesos de fabricación sencillos, no predomina el pago por resultados determinado por la cuantificación de lo producido. Sean Corcoran y Joydeep Roy, profesor de la Universidad de Nueva York el primero, e investigador del Instituto de Políticas Económicas de Washington el segundo, refieren que las encuestas más recientes en ese país indican que sólo 6 por ciento de trabajadores de empresas privadas están sometidos a ese régimen de pago. Los programas de bonos no asociados a la productividad del trabajador representan apenas 2 o 3 por ciento del pago total de las compensaciones. Además, estos esquemas de remuneración están concentrados en unas cuantas ramas económicas como finanzas, seguros y bienes raíces.
Los autores mencionados aclaran que la poca presencia de esos sistemas de pago no significa que las compensaciones en el sector privado no estén relacionadas con el desempeño, pero éste no se juzga a partir de una valoración cuantitativa (medición) de lo que producen, sino con esquemas de evaluación más completos que incluyen trayectoria del trabajador. Estos son más elementos para justificar que los maestros mexicanos demanden que la evaluación de su complejo trabajo profesional se haga con modelos opuestos a la amenazante evaluación universal.
Otro especialista, insospechable de izquierdismo, como Edwards Deming, padre de la calidad total, advertía en 1986:
“Administrar mediante metas numéricas es la pretensión de administrar sin saber qué hacer, y de hecho es regularmente administrar mediante el miedo”.
Esto es lo que están imponiendo los gobiernos panistas; continuarlo es la amenaza anunciada por Peña Nieto.
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