Misterios de una artista

Misterios de una artista

  • Cajones de muchas casas resguardan su poesía, dice cineasta
  • Sorprende cómo Alcira Soust dejó tanta huella en México[1]
  • Me interesa la poeta, la activista, la mujer que fue a contracorriente, libre y su solitario final en Uruguay, sostiene Fernández Gabard

*Foto. La poeta junto al pintor Rufino Tamayo, frente al mural del Museo de Antropología, en 1964, en una imagen proporcionada por Fernández Gabard.

Mónica Mateos-Vega

La Jornada 15 y 260617.

El documentalista Agustín Fernández Gabard, sobrino nieto de la poeta Alcira Soust Scaffo, considera que el personaje descrito por Roberto Bolaño como Auxilio Lacouture en sus novelas ‘Los detectives salvajes’ y ‘Amuleto’ es muy representativo de la Alcira que he ido descubriendo y de los pocos recuerdos que tengo de ella cuando volvió a Uruguay.

El realizador, quien prepara un documental acerca de la mujer que en los años 70 del siglo pasado repartía sus poemas a los alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explica que Bolaño captó la energía que Alcira tenía para mantenerse activa, no sólo escribiendo, sino yendo a marchas, “contagiando a quien se cruzase en su camino, hasta el detalle de taparse la boca al hablar para esconder su gastada dentadura. En lo que seguramente no se parece es en el lado más complicado de Alcira, su inestabilidad, sus paranoias, ese lado casi autodestructivo que la llevó a aislarse al punto de perder todo contacto con su gente en Uruguay”.

“La historia de Alcira está llena de misterios, al punto de que estoy seguro que será imposible develarlos todos. El principal bache que tenemos ahorita está en la Alcira de finales de los años 50 del siglo pasado, cuando ella terminaba sus estudios en el Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe (Crefal), y todavía no era la Alcira de la UNAM”. 

En esa época ella estuvo casada con un médico de nombre Guillermo Santibáñez. Sería maravilloso poder encontrar a parte de esa familia, a algún sobrino o hijo de él que pueda contarnos sobre esos años.

México se convirtió en su patria. Alcira se erigió en una mexicana nacida en Uruguay, por más que llega a México siendo una mujer formada, una destacada maestra, México la adopta y ella adopta a México. Su lugar en el mundo termina siendo Ciudad de México y la UNAM, por eso todo el material (fotos, cartas, documentos) que he ido recopilando en la investigación va a quedar en resguardo de la esa casa de estudios una vez que concluya el documental, el primero que se realiza sobre Alcira.

Ningún libro recoge la poesía de la autora uruguaya

Fernández Gabard sostiene que no existe ningún libro publicado con la poesía de Alcira Soust, la cual ella escribía a mano o a máquina y repartía a todo el que quisiera compartir su lectura. También mandaba hacer librillos que editaba con recursos propios.

Los que la conocieron en Ciudad Universitaria conservan el bello recuerdo de una mujer ya madura, que vagaba por los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras. A veces alguien le invitaba un café o la comida, y se cuenta que muchos se cooperaron para comprarle el pasaje de regreso a su país. Expresa el sobrino nieto de la poeta;

“El principal bache para reconstruir la historia de Alcira Soust Scaffo está en los años finales de la década de los 50 del siglo pasado”.  

Luego de la experiencia de permanecer encerrada 12 días con sus noches en un baño de ese plantel en la UNAM, donde afirman que debió comer papel sanitario y tomar agua de ahí, le diagnosticaron sicosis delirante crónica de características paranoides, se desprendió de las pocas cosas que tenía y se fue perdiendo en un país ajeno, narra Agustín Fernández Gabard.

Añade asimismo;

“Con León Felipe, Bolaño y otros escritores de la época compartían largas tertulias y borracheras. Sin embargo, mi tía siempre tuvo una parte misteriosa, lugares a los que nadie accedía. Maestra, nacida en Durazno, Uruguay, había viajado a México para profundizar sus estudios al tiempo que, en sus tardes libres, se perdía entre los laberintos de la poesía que ella misma escribía”.

“Aquí es donde me interesa detenerme: en la poeta. También en la activista, la mujer que fue a contracorriente, la mujer libre y su solitario final en Uruguay. Alcira y el campo de espigas es un retrato intimista, construido a partir de fragmentos de sus amigos de México y Uruguay, de su familia, la mía”.

“Una de las cosas más fascinantes que veo de Alcira ha sido su capacidad de no parar de hacer cosas; fue maestra, poeta, artista, traducía poesía del francés al español, todo esto siempre con un gran compromiso social. Pero más que eso, me ha sorprendido cómo dejó tanta huella, cómo hasta gente que la vio una o dos veces la recuerda con aprecio e interés”. 

Además de su poesía existen su tesis de grado del Crefal, titulada ‘La recreación en la estructura de la personalidad’ (1956), así como algunas cartas, y un pequeño diario de algunos días en Uruguay.

Alcira escribió hasta sus últimos días; su obra, o sea su huella, permanece guardada en los cajones de muchas casas. Como ella, que supo encontrar refugio cada día en cada casa, banco, árbol o azotea, mi película busca revisitar esas cobijas, para construir un mosaico de la mujer que supo y pudo ser, al tiempo que nos preguntaremos sobre lo que quiere decir vivir habiéndose perdido a una misma, o quizá, plasmar quién fue la mujer que nunca pudimos comprender.

Agustín Fernández Gabard como fotógrafo ha colaborado con los diarios ‘La Diaria’, ‘El Observador’, ‘La República’, así como con organizaciones como ‘Greenpeace Argentina’ y ‘Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos’, entre otras. Realizó las exposiciones fotográficas ‘Recuperando sonrisas’, ‘Obreros de la paz’ y ‘Montevideo-Inside Out’.

Comienzan a llegar emotivos testimonios para reconstruir la figura de la poeta en documental

La jacaranda que plantó Alcira en CU, tan viva como su memoria

El historiador Alfredo López Austin entregó a Fernández Gabard la narración de cuando él y León-Portilla hallaron a la creadora en los baños de la Torre de Humanidades, tras los sucesos de 1968.

Pretende recrear los años de 1953 a 1961, cuando estuvo casada con un doctor

Los historiadores Alfredo López Austin y Miguel León-Portilla, así como el poeta Rubén Bonifaz Nuño, rescataron a Alcira Soust Scaffo de su encierro de 12 días en los baños de la Torre de Humanidades, en Ciudad Universitaria, luego de la entrada del Ejército en septiembre de 1968.

El sobrino nieto de la poeta uruguaya, Agustín Fernández Gabard, quien prepara un documental acerca de la mujer que impactó con su presencia y su poesía a quienes la conocieron en México la segunda mitad del siglo pasado, comienza a recibir valiosos y emotivos testimonios para reconstruir la memoria de ‘Mima’, como la llamaban sus allegados.

Luego de dar a conocer a La Jornada (en la edición del 15 de junio de 2017) su intención de revalorar la vida, pero sobre todo la obra de la también activista, el realizador comparte la narración que le envió hace unos días López Austin:

“Tras la ocupación de la Ciudad Universitaria, se procedió a recuperar los edificios. A la Torre de Humanidades fue el entonces coordinador de Humanidades, Rubén Bonifaz Nuño, a quien acompañamos, con la intención de revisar el séptimo piso, sede del Instituto de Investigaciones Históricas, Miguel León-Portilla, quien era su director, y yo, como subdirector”.

 “Iba con nosotros uno de los intendentes de la Facultad de Filosofía y Letras, de quien no recuerdo el apellido, pero a quien todos conocíamos como ‘Pastor’, pese a que en realidad se llamaba Manuel. Era Pastor un hombre de edad madura, alto, grueso, a quien todos sus compañeros respetábamos por su carácter serio y sencillo. Falleció poco tiempo después (…) “Cuando los cuatro llegamos al séptimo piso, Bonifaz Nuño pidió a Pastor que revisara los sanitarios, en tanto que nosotros veíamos qué tantos daños tenía el resto del instituto. Pastor salió inmediatamente para avisarnos que había encontrado una mujer. Bonifaz le pidió que no tocara el cadáver. ‘Está viva’, respondió Pastor, por lo que acudimos a auxiliarla”. 

“Alcira salió caminando por su propio pie, aunque muy debilitada. Estaba aterrada, y nos decía insistentemente que ella no estaba inmiscuida en el movimiento, sino que había ido a la torre a una ceremonia en honor a León Felipe. Me le acerqué y le dije: ‘Alcira, no somos policías. Mírame, soy yo, Alfredo’; pero Alcira seguía fuera de sí’.

“Pastor intervino para decir que iba inmediatamente por unos tacos, a lo que replicó Bonifaz Nuño: ‘¡No! ¡Vaya inmediatamente por unos médicos!’ Alcira se fue calmando poco a poco. Cuando Pastor volvió con la ayuda de los médicos, les entregamos a Alcira y confiamos en que todo iría bien.”

En otro correo electrónico, la profesora Virginia Meza Hernández le dijo a Fernández Gabard:

“He leído en el periódico La Jornada el artículo sobre el documental que planea realizar acerca de Alcira. La conocí en la Facultad de Filosofía y Letras tal vez en 1974. Era un personaje bien conocido que recorría los pasillos de la facultad repartiendo sus poemas”.

“En ese entonces yo enseñaba japonés en el Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras, el cual se ubicaba dentro de esa facultad. Recuerdo que en una ocasión me dio un poema titulado La gota de agua y el caracol, y me pidió traducirlo al japonés, accedí a su deseo y se puso muy contenta cuando se lo entregué. Me encantaría hacerle llegar tanto las hojas de la poesía en español como la traducción”.

Ernesto Alvarado, egresado de la facultad de Sicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y quien fuera consejero universitario alumno en el periodo de la creación del movimiento estudiantil del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), a finales de los años 80, también envió su testimonio al documentalista:

“Tuve la oportunidad de convivir con Alcira en el campus de Ciudad Universitaria, en algunas ocasiones me obsequió poemas y dibujos que hacía, lamentablemente no estoy seguro de conservarlos”.

“Cuando terminábamos las sesiones del CEU, ya tarde y a veces de madrugada, en forma invariable ella nos esperaba para salir juntos de la torre de la rectoría. Con motivo de un año más de conmemoración de la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco, Alcira tuvo la hermosa idea de regalarnos una pequeña jacaranda para que la plantáramos en alguno de los jardines de la Facultad de Sicología, con el tierno mensaje que se trataría de un símbolo de hermandad de nuestras dos escuelas (Sicología y Filosofía), ya que la primera era parte de uno de los colegios de la segunda y en los años 70 adquirió la forma de facultad propia”.

“Acarreamos en bolsas de plástico tierra del jardín de la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras, al pie del busto de Dante Alighieri, caminamos entre charcos de agua los 300 o 400 metros que la separan de la Facultad de Sicología, y después de hacer varios agujeros que topaban con tuberías, por fin encontramos donde plantarla, la abonamos con poemas suyos escritos en papel revolución y en hojas bond, ‘para que se nutriera bien y creciera hermosa”.

Y ahí quedó, afuera de la biblioteca de la Facultad de Sicología. 

“La brigada de jardineros en ese 2 de octubre de tal vez 1987 la componíamos la propia Alcira, mi gran amigo Jorge Omar Gracía (sic) y Miriam Díaz, quien desde entonces es mi pareja y madre de mis dos hijos”.

Hoy esa jacaranda luce enorme, sobrepasa con mucho el edificio más alto de esa escuela y cada que paso y la admiro, la memoria me lleva a tantos recuerdos de nuestra querida Alcira. 

La poeta Margarita Castillo, quien conoció a Alcira en Ciudad Universitaria, su verdadero hogar en aquellos años posteriores al 68, también recuerda la relación entrañable que la uruguaya estableció con los árboles que rodeaban tanto la Facultad de Filosofía y Letras como la de Sicología:

“Los abonaba con sus poemas y a cada uno le ponía nombre”. 

“La jacaranda que plantó no es la única que guarda recuerdos de su paso por la UNAM, de donde nunca debió haberse ido”, dijo a La Jornada.


[1] La fecha de nacimiento de Alcira Soust, según su pasaporte, es el 4 de marzo de 1924, continúa su sobrino; la de su muerte, según el acta de defunción hallada, es el 30 de junio de 1997.

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Nota mía: Respetuosamente me permití modificar levemente la estructura de la nota de Mónica Mateos-Vega, con la exclusiva finalidad de facilitar su lectura en el formato de Odiseo. Alfredo Macías Narro.


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