Alfredo Macías Narro
15 de mayo 2006.
En estos días, nuevamente vemos a los profesores sindicalizados realizando movilizaciones y actos de protesta de diversa índole y en diferentes tonos por las calles de la Ciudad de México, particularmente es notoria la presencia de los integrantes y simpatizantes de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE).
Los antecedentes inmediatos del movimiento del magisterio organizado, si bien obedecen en buena medida a la lucha por la recuperación salarial y la restitución de los derechos sociales escamoteados por las últimas cuatro administraciones neoliberales, también es cierto que se pueden ubicar, de manera acertada, entre la creciente irritación social por la falta de garantías y de respeto gubernamental a la vida interna de los sindicatos y de los movimientos populares disidentes; acontecimientos que han desembocado, por una parte, en actos, cada vez más salvajes de represión del Estado, en contra de la clase trabajadora y de las organizaciones populares y, por la otra, en la actitud entreguista y claudicante de la cúpula sindical del sindicalismo pro-oficialista.
Al margen del desengaño creciente, tanto de aquellos cegados por el espejismo del “cambio”, como de los promotores del “voto útil”, la realidad demuestra de manera fría e incontrovertible que la estructura vertical, autoritaria y apegada al poder de la dirigencia magisterial, permanece aún incólume.
En este sentido, se han vislumbrado algunos resquicios en el antes monolítico aparato estatal de control social. Por citar sólo dos ejemplos, ahí están los inservibles y disfuncionales Consejos de Participación Social a la espera de ser rectificados y puestos en marcha (bien sea por las fuerzas oscurantistas y retrógradas de la reacción, o bien, por las fuerzas democratizadoras del magisterio) y, por otro lado, está el reciente caso de las luchas del sindicato de mineros que, a raíz del crimen industrial de la mina Pasta de Conchos y de la lucha sostenida (hasta el día de la fecha de este artículo) por los trabajadores de la siderúrgica Lázaro Cárdenas y de la harto emblemática mina de cobre de Cananea, a costa de dos trabajadores asesinados y muchos más heridos, han comenzado a levantar la voz, en defensa de los derechos constitucionales básicos de toda la clase trabajadora.
Es momento de reflexión profunda, crítica y consciente para el magisterio de base (en su conjunto), con la finalidad de explorar alternativas políticas y revisar tácticas de lucha que le permitan, sin dejar a un lado sus demandas (por demás justas) inmediatas de mejoría en su condición laboral, configurar una estrategia efectiva de apropiación y conducción de sus propios procesos (reconocidos y reconocibles) de organización y producción socialmente útiles y legitimados para y por sus respectivas comunidades aledañas, es decir, insertándose más profundamente en su correspondiente tejido social.
Amén de que, con toda certeza, existen muchas opciones políticas dignas de ser puestas en práctica por parte del magisterio organizado y aliado con los demás movimientos sociales reivindicatorios. Es imprescindible cerrar el paso al oscurantismo y a la visión retrógrada de la derecha en el poder.
No se puede tener una visión reduccionista de la educación; tampoco se puede circunscribir ésta al ámbito estrictamente escolar; no se trata de enseñar mediante nuevas técnicas o aplicar novedosas herramientas de alta tecnología. Lo que se debe fomentar es el desarrollo de la capacidad crítica de los alumnos (y de los profesores, no faltaba más) en tanto miembros de una sociedad que presenta graves deficiencias económicas, que da severas y cotidianas muestras de injusticia social e inequidad para con las mujeres, los niños y jóvenes de las clases marginadas y que niega oportunidades de empleo digno y medianamente retribuido a los campesinos, obreros o profesores de este país. Lo que se está negando, en última instancia, es la formación plena de hombres y mujeres críticos, conscientes y libres, porque la lista de ofensas sociales perpetradas por la actual administración se agrava y crece a una velocidad espeluznante y sólo hace falta escuchar con cuidado lo que todas esas lenguas comienzan a vociferar, en tono cada vez más estridente y más fuerte:
¡Muera La Inteligencia!
Cuidado. Mucho cuidado con las incipientes muestras de inclinación por el fascismo.
En cualquier momento puede empezar a ser demasiado tarde para frenarlo.
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