- Debe limpiarse de vicios la formación de maestros
- Sobran o faltan docentes según el proyecto para fortalecer el sistema
- “Arbitrario y descuidado”, el examen por las plazas
- Pedir la desaparición de las escuelas normales, un desvarío irresponsable, califica
Pedir la desaparición del normalismo en México “es un desvarío que surge de la irresponsabilidad y la falta de respeto” por los maestros del país, establece rotundo Olac Fuentes Molinar, ex subsecretario de Educación Básica y Normal de la Secretaría de Educación Pública.
Esta propuesta, así como las medidas aplicadas durante los 20 meses de la actual administración federal, entre ellas el fetichismo por la prueba Enlace, la aplicación de una reforma como la que está en curso a la educación secundaria, los cambios que se diseñan para la primaria y el “arbitrario y descuidado” examen de oposición para el otorgamiento de plazas docentes, llevan a Fuentes Molinar a ubicar: “se plantean para la educación básica, las horas más negras que yo recuerde”.
Con todo, él confía en ver una reacción madura y definitiva, frente a esta acción contra las normales, incluso de parte de las propias autoridades de la Secretaría de Educación Pública.
“A todos aquellos que nos importa la educación pública debemos estar dispuestos a salir en su defensa (de las normales), porque son un patrimonio de la educación mexicana. E igualmente, estar decididos a participar en su consolidación y a limpiarlas de los vicios que se han fortalecido en ese sistema, pero que no quede duda: estamos convencidos de su vigencia, no por nostalgia, sino por realismo y por sentido nacional. La palabra la tienen ahora las escuelas.”
Particularmente, en los casos de prescolar y primaria, la normal tiene una orientación formativa para acercar a los alumnos y a la escuela a la realidad educativa de la región. Y de ahí su vigencia hoy y a futuro como el espacio más adecuado para formar maestros, indica el pedagogo.
Insiste así, en que antes de plantear esa “ligereza sin límites”, de convertir a las normales en escuelas para formar “técnicos en turismo”, la líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo, habría primero que reconocer el peso vivo de una tradición nacionalista y liberal, y orientarse a corregir los extravíos en algunas de las instituciones formadoras de docentes.
“Corregir desviaciones, reforzarlas académicamente, combatir el burocratismo y el favoritismo, que han sido estimulados por el propio SNTE y por los gobiernos estatales, es lo que debería plantearse en este momento. Pero insisto: simplemente no hay alternativa. No se encuentra, por ejemplo, en las universidades, y menos en las privadas, que tanto han aprovechado la simpatía de la dirección del SNTE para ganar dinero.”
En entrevista con La Jornada, el educador e impulsor de los programas de estudio y materiales para maestros y alumnos vigentes en el nivel prescolar y primaria, critica también el examen aplicado hace unas semanas como método único para la asignación de plazas a docentes de nivel básico.
–¿Cuál sería su principal objeción?
–Por la información parcial disponible es que se trata de un examen arbitrario, descuidado. Tiene poco que ver con dos cosas: la formación que realmente ofrecen las normales, como el conocimiento y la diversidad de los niños, el trabajo en el grupo, etcétera, y con los rasgos que caracterizan a un buen maestro. En ningún sistema educativo que se respete a sí mismo le dices a un aspirante a maestro sí o no, a partir de un examen como éste.
“Juzgar a las escuelas y la calidad de sus egresados desde este engendro es injusto y ofensivo para ambos; es enormemente irresponsable frente a cualquier intento por elevar la calidad de la educación.
–¿Encuentra algún vínculo entre la difusión de los resultados del examen de oposición y la inmediata solicitud de la señora Gordillo de pedir la desaparición del normalismo?
–No suena gratuito y tendríamos que tomar eso en cuenta. Creo que a lo único que no tenemos derecho es a la ingenuidad. Conocemos a los personajes centrales de esta historia.
–¿Cómo evalúa entonces el pronunciamiento de la líder sobre el magisterio nacional?
–De una ligereza y una falta de responsabilidad enormes. Algo que sólo puede explicarse por la existencia de un poder informal sin límites que, sin medir las dimensiones del problema, sin ninguna reflexión, le pide al presidente (Felipe Calderón) liquidar un sistema público de más de 100 escuelas. No le pide que lo valore o lo estudie, le solicita que las convierta en espacios de personal para el turismo, y eso es un desvarío. Aunque repito, problemas hay, como existen en todos los sistemas, incluso en las universidades más prestigiadas.
–¿Cuáles serían, en su perspectiva, los principales dilemas que vive el normalismo actualmente?
–Uno, la burocratización, y dos, la debilidad de los compromisos de trabajo. Muchas plazas en distintos lugares se utilizan como premios a ex dirigentes sindicales, a ex funcionarios públicos y donde la gente que realmente trabaja muchas veces no cuenta con estabilidad laboral. Otro elemento está dado por el abandono total a los programas serios, no academicistas, de formación de maestros y de quienes imparten cursos en las normales.
“Hay muchísima gente en las normales demandando este tipo de servicios; que siente la necesidad de formarse mejor e incluso a veces paga de su bolsillo por cosas que no valen la pena, en la búsqueda de consolidar su competencia profesional. Hay que evaluar con seriedad, pero no tengo duda de que los resultados indicarán que existen buenas normales, aquellas manejadas con seriedad, con honradez y a las cuales se les pueden corregir sus errores con muchas más ventajas de las que se presentarían con cualquier otra alternativa.”
–¿Es real la desvinculación entre lo que se enseña en el aula y en las normales?
–En efecto. Soy muy crítico de la reforma de secundaria y de la que se está planteando para la primaria. Pero es un asunto automático de la ecuación: si se modifican contenidos de un nivel de enseñanza, prácticamente de inmediato, o anticipadamente, debe modificarse el trabajo de las normales. ¿Quién es el responsable de que esto no se haya hecho? ¿Por qué le cargamos las consecuencias a los alumnos, a sus maestros y a las escuelas?
–¿Es una decisión de política educativa?
–Así es. Involucra sobre todo al gobierno federal, como entidad rectora, y a los gobiernos estatales como gestores del servicio.
–¿Y qué dice ante el argumento de que sobran maestros en México?
–El hecho de que existan todavía escuelas bidocentes habla de la necesidad de más maestros. En educación indígena no tenemos resuelta una política real, más allá de lo bilingüe y lo bicultural, para que esos niños reciban un buen servicio educativo; ahí hay necesidad de maestros. Un grupo de secundaria de 60 alumnos, ahí hay necesidad de otro maestro. Te sobra o te falta, depende de qué estas dispuesto a hacer por fortalecer el sistema.
“Por eso digo con pena que en particular en estos primeros años del gobierno de Calderón se están planteando para la educación básica las horas más negras que yo recuerde. Por donde le veas.”
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