Ideologías, intereses y mentiras

Ideologías, intereses y mentiras

  • Imagen de archivo. Manuel Pérez Rocha.
  • Cortesía <radioamlo.org>

Manuel Pérez Rocha

La Jornada/090114.

Hace unos meses, en una mesa redonda en la Faculta de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, después de las denuncias que hicimos los ponentes acerca de los perjuicios de la llamada “reforma educativa” de Peña Nieto y las demás “reformas estructurales”, una estudiante preguntó:

“Explíquenme, ¿Cómo es esto? ¿Un día se reúnen estos malosos y deciden ‘vamos a fregar al pueblo’?”

Por supuesto que no, se le respondió.

Probablemente ninguno de ellos se dice a sí mismo “Quiero fregar a los mexicanos”. Quizás este patológico componente anímico está sólo en el subconsciente de algún político rencoroso que haya recibido el desprecio de los mexicanos. A la mayoría, los más cínicos, les tiene sin cuidado el bien o el mal de los mexicanos, y ni piensan en sus obligaciones para con ellos. Para estos discípulos del cacique potosino Gastón N. Santos ‘la moral es un árbol que da moras’, y lo único que les preocupa son sus propios intereses. No puede descartarse que algunos de estos “malosos” se dicen a sí mismos que están haciendo lo que deben hacer o lo que pueden hacer, y no faltará alguno que con entusiasmo considere que las “reformas estructurales” van a beneficiar a los mexicanos.

Para apoyar esta argumentación cuentan con toda la “ciencia económica” dominante. Quienes manejan los conceptos de esta “ciencia” (los “economistas”) aventuran previsiones alegres del crecimiento del PIB, del empleo y de la “competitividad”. Otros muchos de esos “malosos”, gobernantes y legisladores, alejados de estos temas, hacen interesado acto de fe y secundan ciega y servilmente a sus jefes.

Estos son los complejos campos de la sicología y la sicología social en los que hay abundante trabajo teórico acerca de las relaciones entre intereses e ideología, pensamiento y acción, disonancia cognitiva, conciencia y otros procesos mentales.

El estudio de estos temas permitiría a la oposición de izquierda hacer un dibujo más fino de sus adversarios y enemigos; no más, pero no menos, y a todos un mejor conocimiento de nosotros mismos.

En la práctica es imposible e innecesario pretender entender el mecanismo ideológico que opera en cada uno de los “malosos” que han impuesto las reformas, menos aun cuando las han impuesto sin el sostén de una argumentación pública y se han negado a discutir los planteamientos de la oposición. Pero, por sus resultados, es claro que Peña Nieto y sus aliados justifican ante sí mismos la “reforma energética” con el criterio de que “Lo que es bueno para las empresas Exxon y Shell (y para él mismo y sus socios) es bueno para los mexicanos”. Semejante al veredicto interesado de Charles Wilson, principal accionista de la mayor empresa automovilística estadunidense, al tomar posesión en 1953 como secretario de Defensa de su país: “Lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos, y viceversa”.

La reforma energética del peñismo está sostenida en una opinión dogmática insostenible: satisfacer las ambiciones de los ricos (los “inversionistas” se les dice con eufemismo) se traduce en beneficios para toda la sociedad. En este año 2014 ninguna persona mínimamente informada puede ignorar que la supuesta magnanimidad de la “mano invisible” es una falacia teórica y empírica; un postulado que, en estricta lógica, puede calificarse de estúpido, aun cuando por supuesto no lo son sus exponentes y defensores. En ellos operan, sin duda, algunos de los diversos mecanismos mentales enunciados renglones arriba. Con ellos justifican medidas que sus opositores, con información y argumentos, sostienen que se traducirán en graves daños para el pueblo mexicano. Determinar la verdad acerca del significado y las consecuencias de la entrega del patrimonio nacional a los grandes capitalistas extranjeros y mexicanos no es un asunto de opiniones huecas, como las que repite hasta la saciedad la propaganda del gobierno. Es un tema cuyo esclarecimiento exige investigaciones y discusiones metódicas.

El gobierno y sus apoyadores no han mostrado investigación alguna y han impuesto las reformas negándose a discutir las investigaciones hechas por prestigiados expertos de la oposición y las argumentaciones sustentadas en éstas. Así, por supuesto, no se puede llegar a la verdad. Pero, en la indispensable batalla por revertir el despojo a la nación llamado “reforma energética”, es oportuno tener presente la advertencia que hizo Bertolt Brecht:

“La primera dificultad para encontrar la verdad no es aplicar un método; la primera dificultad es tener el valor de aceptar la verdad cuando se le encuentra y aceptar todas sus consecuencias, incluyendo los cambios necesarios en la vida propia”.

Brecht señala que se requiere valor para decir la verdad cuando ésta se opone a los intereses de los poderosos, pues ello significa renunciar a la riqueza, a los honores, a la fama.

¿Podemos esperar que Beltrones, Peña Nieto, Videgaray y demás socios pongan la verdad por encima de sus intereses?

¿Podemos esperar que algún legislador priísta o panista ponga en ri​esgo su carrera política por decir una verdad contraria a lo que decide el partido?

¿Podemos esperar que algún periodista del sistema haga un estudio a fondo de estos asuntos antes de informar o comentar?

No, por supuesto, han dado muestras de, ni siquiera, hacer el mínimo esfuerzo para buscar la verdad.

Actitud opuesta a la de algunos políticos y técnicos mexicanos que han hecho su carrera dentro del sistema y ahora han puesto en juego sus haberes políticos y se han sumado a las filas de quienes defienden el patrimonio nacional. Son prueba de que la crítica sólida y el ejemplo no son inútiles, pueden incorporar valiosas buenas voluntades.

El impulso a la llamada reforma energética proviene de fuertes intereses económicos y políticos, nacionales y extranjeros.

Enfrentarlos exige construir un sólido poder político alterno orientado, entre otros elementos, por una doctrina económica en verdad crítica y científica. La ideología capitalista, y la mal llamada “teoría económica” en que se sustenta, no pueden ser desmanteladas con la tibia “economía política” que, como remedo de perspectiva opositora, se practica en la academia.

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Nota mía: Respetuosamente me permití modificar levemente la estructura del artículo de Manuel Pérez Rocha con la exclusiva finalidad de facilitar su lectura en el formato de Odiseo. Alfredo Macías Narro. 


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