Este domingo y después

 

Este domingo y después

Adolfo Gilly *

La Jornada/270612

El movimiento estudiantil ha abierto a todos los vientos este México de hoy: no se puede poner puertas al campo.

El paternalismo protector con que los han recibido, los cubren de elogios y los tratan muchos viejos militantes no parece hacerles mella: ellas y ellos, estudiantes todos, siguen inventando, improvisando y disfrutando el estar todos juntos en sus modos y maneras, como sucede generación tras generación.

Es fantástica la inventiva y la destreza tecnológica con que actúan, poniendo inusitado sitio al monopolio mediático y dejándolo en ridículo vez tras vez. Organizaron un debate impecable entre los candidatos presidenciales utilizando las redes de Internet, en el cual los tres presentes casi nada dijeron (para no perder votos, supongo) y el gran ausente fue Enrique Peña Nieto, que se negó a asistir. Su asiento vacío habló por sí mismo todo el tiempo: fue en verdad la intervención simbólica más larga. Es decir, los grandes jefes de la política nacional tuvieron que aceptar la lógica y esa destreza del movimiento estudiantil súbitamente organizado.

En un punto, sin embargo, no hubo retórica electoral. Merece ser registrado. Vázquez Mota y Quadri dijeron que abrirían el petróleo mexicano a la propiedad y a las empresas extranjeras, como ya sin rodeos lo había dicho Peña Nieto. López Obrador declaró que el petróleo es de la nación, no de los gobiernos, y que Pemex debe seguir siendo una empresa totalmente mexicana.

Resulta notable también la destreza con que el movimiento #YoSoy132 ha sabido eludir la insistencia de antiguos militantes para que se pronunciara por un partido o un candidato, lo cual automáticamente lo habría ubicado dentro de un juego político partidista-electoral-institucional ajeno al movimiento, lo habría subordinado a la institucionalidad –al establishment, si quieres– y lo habría hecho entrar en un juego que hoy rechazan, como lo rechazaron ayer los del movimiento del 68, como ahora los de los países árabes o los griegos o los españoles, como los de todas las veces que los estudiantes y otros jóvenes irrumpen y patean el tablero de la vieja política.

Van a votar, ya lo saben y lo dicen; van a votar todos o casi todos los que puedan, y ya saben todos cómo y por quién. Pero ese es otro tema, en el cual no tienen interés en embarcarse o en dejarse embarcar. De ellos son las calles y las plazas y las redes de Internet y, sobre todo, la burla universal –en la persona de uno, el Robot EPN– a los políticos solemnes que nada dicen para no perder votos; y el zafarse como anguilas de cuantos quieren encasillarlos en la política politiquera de cualquier signo; y el negarse a otorgar su confianza o su aval permanente –más allá del circunstancial voto en la urna para que no gane el más peor– a tal o cual partido o candidato electoral.

Si hay algo parecido al ras-le-bol –el estamos hasta la madre’, dicho en buen mexicano– de aquellos tiempos del 68 francés que cambió la historia, y de nuestro 68 que socavó para siempre los cimientos del autoritarismo en México, es esta irrupción del movimiento #YoSoy132. Toman tan en serio lo que ellos mismos están haciendo como para negarse festivamente a tomar en serio a aquellos que quieren ser tomados en serio y que no son serios, sino solemnes, conservadores y escondedores. Así sucede con la política de los partidos en un sistema jurídico donde todos son, por ley, institutos del Estado financiados por el presupuesto.

Esos políticos serios, sorprendidos por esta irrupción, saludan en falsete y en coro –este sí, unánime– el despertar de la juventud. Los jóvenes despiertan, los estudiantes despiertan, dicen los candidatos y sus voceros y sus periódicos. ¡Pero si nadie estaba dormido, estaban ellas y ellos en otras cosas mucho más bonitas e instructivas que la política de partidos e instituciones! Lo demostraron por sorpresa, según su costumbre, recordando en la Ibero ese San Salvador Atenco que gobernantes y partidos habían olvidado; quebrando el cerco mediático con su inventiva y sus conocimientos, y organizando y conquistando a punta de energía creadora el mejor debate presidencial, pese a los candidatos, que haya habido en esta campaña electoral.

En fin, que uno de los comentarios originales vino de un escritor, Juan Villoro. El periódico El País, el 22 de junio, le preguntó: ¿Qué le ha parecido lo mejor y lo peor de la campaña?’;  Juan Villoro respondió:

“Lo mejor ha sido el movimiento #YoSoy132. Eso trajo renovación e impulso crítico a una contienda deslucida y subrayó el papel negativo que la televisión comercial juega en la manipulación del consenso. Lo peor ha sido todo lo demás”.

* * *

Discutir hoy qué viene después me parece prematuro. Lo necesario y urgente, ahora y aquí, es más bien pensar y organizar la acción inmediata: el día de las elecciones; los medios, acciones y métodos para evitar o frustrar los múltiples fraudes legales e ilegales que estamos viendo preparar ante nuestros ojos: mentiras mediáticas, acarreos, compras de funcionarios de casilla, tráfico de credenciales, presiones caciquiles, despensas por votos; todo lo que ya sabemos y lo que otra vez vemos.

La energía, la inventiva, la ubicuidad, la destreza tecnológica del movimiento #YoSoy132 me parecen ideales para esta tarea, que no es a favor de ninguno, sino en defensa de todos.

Lo que se hará después depende en gran medida de qué pase y cómo pase este domingo. No tendría sentido ni objeto discutirlo ahora. Veamos lo que tenemos por delante y luego se verá lo que viene después.

Organicemos el ahora, ganemos nuestro mañana y discutamos después nuestros despueses. #

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* Mensaje al movimiento #YoSoy132, leído ayer (260612) en la asamblea realizada en la UAM-Xochimilco.


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