El miedo y Ayotzinapa

El miedo y Ayotzinapa

  • Imagen de archivo. Ayotzinapa vive. 
  • Cortesía de www.periodicocentral.mx

Gabriela Pulido Llano y Pedro Salmerón Sanginés

La Jornada/240315.

Las históricas declaraciones de Jesús Murillo Karam sobre los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos parecen diseñadas por alguien mucho más inteligente de lo que aparece él en las conferencias de prensa, donde destaca su incapacidad de respuesta: 33 días después de la desaparición, los asesinos confesos fueron colocados en un montaje a modo que, mediante un guión escalofriante, buscó dispersar, desarticular y eliminar la noción de desaparición forzada para encaminarse a la verdad histórica, literalmente, el carpetazo.

El guión parece orientado a acrecentar nuestros miedos, que en México nos asaltan por todos lados, como escribió Marcos Roitman, hay una arquitectura detrás de la construcción del enemigo interno; un discurso en que se ha apoyado el gobierno;

“¿Cómo se construye el miedo?: Bajo una campaña sicológica, el miedo es inoculado a la población de manera constante, para mantenerlo activo. El miedo se reconduce y canaliza bajo las cadenas del terror controlado, igualando al delincuente común, al opositor, al subversivo y al terrorista”.

Esta campaña sicológica, en que participan numerosos opinólogos que siguen la línea dictada por Murillo Karam (mostramos ejemplos), abona a la suma de todos los miedos que nos quedan como lección de la desaparición de los 43 normalistas;

“Miedo a expresar ideas opositoras, miedo a ser visto como el otro, miedo a lo que te puede pasar si realizas acciones advertidas como rebeldía, miedo a la exclusión, miedo a desaparecer sin dejar rastro”.

El 7 de noviembre de 2014, Murillo Karam nos explicó que los 43 jóvenes habían sido asesinados y calcinados por sicarios del crimen organizado. Sus pruebas consistían, sobre todo, en los testimonios de tres autores materiales, que aseguraron haber recibido de manos de la policía municipal a los estudiantes, a quienes condujeron al basurero de Cocula, al que algunos llegaron ya muertos por asfixia. Contaron también el interrogatorio al que sometieron a los muchachos y declararon que ahí mismo les quitaron la vida, incinerando sus cuerpos en una hoguera que duró 25 horas.

El discurso estuvo acompañado de videos, testimonios y fotografías. Como en los fotorreportajes más siniestros, lúgubres, fatídicos de la nota roja mexicana, las declaraciones se armaron como un montaje poco convincente, de lo que supuestamente sucedió aquella noche terrible. ¿Las palabras de tres criminales, con patologías grotescas relacionadas con la violencia, pesan más, están por encima de la evidencia concreta? Todavía en aquellos días se hablaba de los estudiantes como desaparecidos. Y el procurador aún no perdía los estribos:

“Presentar estas imágenes es una obligación ante la sociedad, verdaderamente, verdaderamente ofendida, pero el hecho de presentarlas implica una llamada a encontrar las fórmulas, para como dije antes, esto que no se debió dar, no se puede repetir. Estoy a sus órdenes”.

“Viene el mareo: la versión completa se integró con base en las detenciones y declaraciones de un individuo presentado como líder del grupo criminal que corrompió y se apoderó de las policías municipales de Iguala y Cocula, y de tres sicarios. Tras esto se inició un camino que no ha dejado de ser tortuoso y que cada día se torna más amenazante para quienes disienten. El procurador prometía detener a todos los involucrados en los hechos. Identificar los restos humanos encontrados en la barranca y en el río. Agotar las pesquisas y…”

Joanna Bourke (‘Fear: A Cultural History’) ha estudiado al miedo como parte de la historia cultural. Para ella, la expresión de ese sentimiento cambia en las distintas épocas y sociedades. Rechazando su definición como algo biológico, esencial, subyacente a la condición humana, lo entiende mediante sus expresiones particulares, distintas y cambiantes. Su trabajo nos estimula para estudiar el mecanismo del miedo en el mundo actual y la manera en que se construye y se difunde.

“El México de hoy nos aterra. Encontrar el hilo del relato en temas como éste, nos lleva de las fuentes vivas a las impresas, de los rostros desencajados a los cuerpos descuartizados. Del dolor al miedo”.

 ¿Cómo pueden desvanecerse los rostros, las voces, las risas, de 43 muchachos?, ¿dónde están?

El dolor y el miedo son dos maquillajes de la propaganda que, acerca de la seguridad nacional, han utilizado los responsables de la misma desde hace más de cinco décadas. El miedo ocupa un lugar primordial en los discursos elaborados por los medios de comunicación y en las explicaciones que podemos dar ahorita como historiadores.

Ya lo dijo Zygmunt Bauman, son estos Tiempos líquidos.


Pd: El análisis de la propaganda y las pruebas del procurador desde la perspectiva de la historia cultural, se publicará en: Gabriela Pulido, “Ayotzinapa, la suma de todos los miedos”, núm. 3.

*Pd2: El régimen sigue infundiendo el miedo a pensar. Nuestra solidaridad con Carmen Aristegui y su equipo.

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Nota mía: Respetuosamente me permití modificar levemente la estructura del artículo de Gabriela Pulido Llano y Pedro Salmerón Sanginés, con la exclusiva finalidad de facilitar su lectura en el formato de Odiseo. Alfredo Macías Narro.


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