El siguiente artículo de Eduardo Ibarra Colado fue publicado el 15 de mayo de 2011 en el Laboratorio de Análisis Institucional del Sistema Universitario Mexicano ( www.laisumuam.org ). A los interesados en el tema recomendamos también dos lecturas más del mismo autor que servirán de antecedente y publicadas en el mismo sitio web: Paradojas de la deshomologación a 22 años de distancia y otro texto del mismo autor publicado en el libro La Universidad ante el espejo de la excelencia (UAM, 1993: 305-346): "Salario remunerador y excelencia académica: ¿es posible trascender la deshomologación?"; los dos textos descargables del mismo sitio web.
Eduardo Ibarra Colado
Laboratorio de Análisis Institucional del Sistema Universitario Mexicano
http://laisumuam.org/showNota.php?idNota=18627
México, 15 de mayo de 2011
En enero y abril pasados, el Dr. Enrique Fernández Fassnacht, Rector General de la UAM, publicó los acuerdos para establecer los montos económicos y las condiciones para obtener los estímulos y becas en la institución. En contraste con acuerdos de años anteriores, en éstos se introdujeron cambios importantes en la periodicidad de los pagos sin mediar explicación alguna, lo que ha ido generando descontento e inquietud entre diversos sectores de la comunidad. Durante la última década, la UAM pagó las remuneraciones obtenidas mediante estos programas cada quincena. Sin embargo, a partir de los acuerdos de 2011, dos de los estímulos se pagarán en una sola exhibición anual y los otros dos una vez al mes (Tabla 1). Todo parece indicar que estamos ante el inicio de una reforma de facto que modifica el esquema de remuneración asociado a los viejos programas de deshomologación salarial, para pasar ahora a una nueva etapa en la que el modelo de remuneración académica se basará en un esquema de desintegración salarial.
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Aunque el Acuerdo 01 anticipaba estos cambios, las reacciones se presentaron sólo hasta que los académicos las vieron reflejadas en la disminución de los pagos en sus cheques. Como dice el refrán, uno lo sabe hasta que lo siente. Probablemente muchos académicos omitieron revisar el Acuerdo, pues su publicación se había constituido como una rutina que se repetía cada año, sin comportar modificaciones. Tampoco la institución tuvo a bien alertar a los académicos sobre estos cambios, para lo que pudo utilizar otros canales de comunicación, tal como lo ha hecho cuando la UAM enfrenta los procesos de revisión salarial y contractual, o cuando se proponen reformas en temas sensibles que son de interés para la comunidad, como las modificaciones a las políticas generales y operacionales de docencia o al modelo de carrera académica.
El 18 de abril comenzaron a circular por el correo electrónico algunas cartas dirigidas a la Junta Directiva y al Rector General. También se enviaron diversos mensajes y comunicados del Sindicato de Personal Académico de la UAM (SPAUAM) y del Sindicato Independientemente de Trabajadores de la UAM (SITUAM). Incluso, éste último promueve ya un amparo contra la medida. Sabemos igualmente que el Rector General y la Secretaría General han sostenido reuniones con diversos grupos de académicos, aunque de ello no existe ningún comunicado oficial que señale los temas abordados, los participantes involucrados y los resultados de tales encuentros.
En todas las comunicaciones que han circulado hasta ahora se manifiesta el rechazo absoluto a las modificaciones introducidas en la periodicidad de los pagos y se solicita su derogación. Aunque se acepta que el Rector General tiene la facultad legal para introducir tales cambios, se menciona también que la medida carece de legitimidad, al no haber considerado el parecer de los académicos mediante algún mecanismo de consulta. Además, la ausencia de una estrategia adecuada de comunicación para explicar las razones que motivaron estos cambios, ha propiciado su rechazo automático y generado un ambiente de opacidad que profundiza el distanciamiento entre autoridades y comunidad, debilitando con ello la gobernabilidad institucional.
Al no haberse indicado la finalidad de tales modificaciones, se abrió la puerta a una serie de conjeturas y especulaciones: ¿obedecen estas medidas a criterios de eficiencia económica y administrativa?; ¿se trata de medidas que responden a problemas relacionados con la disponibilidad de recursos financieros?; ¿estamos en la antesala de la posible reducción y posterior desaparición de algunos de los programas de remuneración?; ¿se trata de una medida que responde a presiones de la Secretaría de Hacienda y, de ser así, cuál es el motivo de tal embate contra la institución?
Otras dudas han aflorado entre la comunidad: ¿por qué se decidió anualizar el Estimulo a la Trayectoria y la Beca Docente y no la Beca a la Permanencia o el Estimulo a los Grados? ¿Por qué no se aguardó a que la comisión encargada de la reforma integral a la carrera académica presentara sus propuestas sobre la Beca única que prometía otorgar mayor estabilidad? ¿Acaso estas medidas anulan tal iniciativa?
El rechazo expresado por los académicos tiene que ver también con los efectos que provocará esta desintegración salarial, al obligarlos a adecuarse a un nuevo techo de ingresos quincenal y mensual, con la finalidad de hacer frente a sus gastos y a los compromisos financieros ya adquiridos. Aunque el monto total de las percepciones anuales no varía, si se modifica drásticamente la estructura de ingresos, lo que afectará de diversas maneras los patrones de consumo y la economía familiar.
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Para comprender tales efectos, es necesario apreciar de qué manera se modifica la estructura del ingreso académico. Consideremos, por ejemplo, el caso de los profesores Titulares C de tiempo completo, pues ellos representan cerca del 80 por ciento de la planta académica total de la UAM. Supongamos además que ellos obtienen las cuatro becas y estímulos en su monto más alto. Antes de la modificación en la periodicidad del pago, estos profesores recibían un ingreso mensual de alrededor de 57 mil pesos (Tabla 2). Con las modificaciones en curso, estos mismos profesores recibirán en adelante alrededor de 41 mil pesos al mes (Tabla 3). En otros términos, los académicos recibirán el 70 por ciento de su ingreso anual mediante pagos quincenales y mensuales, y el 30 por ciento restante mediante pagos únicos en los meses de abril y julio. Este cambio no es menor pues exige un proceso de adaptación y habituación de las prácticas que cada quien sigue en el manejo de sus finanzas y su economía familiar, y que se ven alteradas por esta nueva estructura que desintegra sus ingresos mediante la modificación de las fechas de pago.
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Como el lector puede apreciar, son muchas las preguntas y muy pocas las respuestas. Hace falta mayor análisis y una discusión más amplia y sistemática. Se del compromiso del Rector General con la transparencia, la rendición de cuentas y el respeto a la normatividad. Por ello, resultaría muy sano y sin duda conveniente que él mismo contribuyera a disipar las dudas generadas proporcionando una respuesta puntual y detallada a las inquietudes que por distintos medios le han hecho llegar diversos sectores de la comunidad. También ayudaría a un mejor entendimiento si se abrieran canales de comunicación más permanentes y expeditos. Los medios tecnológicos están a la mano para caminar en esta dirección. Una respuesta clara y precisa de la institución abonaría a la certidumbre sobre el futuro salarial de los académicos, propiciaría el necesario acercamiento de las autoridades universitarias con su comunidad y ayudaría a preservar un ambiente apropiado de convivencia en la institución.
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