El trabajo académico: patrimonio cultural de la humanidad

Gilberto López y Rivas

La Jornada/210312.

A partir de una propuesta inicial del editor Fernando Valdés y la colega Ana Ornelas, miembros de la comunidad educativa, cultural, artística y literaria se han manifestado –en diversos foros, incluyendo el Congreso de la Unión– en favor de que el quehacer académico con sentido social y pacífico sea reconocido por la Unesco como Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Esto en razón del visible deterioro que experimentan las sociedades humanas actuales y los entornos naturales del planeta por la aplicación del modelo neoliberal, y en virtud de su impacto cotidiano en las condiciones de vida que afectan directamente la labor intelectual.

Los promotores de esta propuesta están conscientes de que los criterios plasmados por la UNESCO para el reconocimiento del patrimonio cultural inmaterial son muy recientes, y muy grandes las dificultades para su identificación, pues abarca amplias esferas de la actividad humana social, cultural, creativa. No obstante, quienes apoyan la iniciativa parten de constatar que la importancia del patrimonio cultural inmaterial no estriba en la manifestación cultural en sí, sino en el acervo de conocimientos y técnicas que se transmiten de generación en generación. Asimismo, la propuesta se fundamenta en los criterios emanados de las directrices de la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, así como en los señalamientos publicados en las distintas ligas electrónicas de la Unesco y el documento desprendido de dicha convención titulado “Preparación de candidaturas para la lista del patrimonio cultural inmaterial que requiere medidas urgentes de salvaguarda” (Proyecto 2.1, de 15 de marzo de 2011).

Se define el concepto de Trabajo académico con sentido social y pacífico (TASOP) como la actividad docente, humanística, cultural, artística e investigación científica en todos los campos del conocimiento, motivada por el bien común y dirigida al beneficio de las comunidades humanas, la paz y los entornos naturales donde habita nuestra especie.

Precisamente, no todo lo que tiene que ver con la investigación y docencia atraviesa por esta circunstancia de riesgo, sino únicamente aquel trabajo académico motivado y dirigido al bien común, el interés humanitario y pacífico, la concientización y formación de pensamiento crítico. En contraste, en el ambiente economicista-mercantilista e instrumental que domina la transnacionalización capitalista, los recursos financieros y apoyos complementarios se destinan prioritariamente a proyectos atravesados por el beneficio económico y, en los países hegemónicos, el complejo militar-industrial que lo protege.

Se propone salvaguardar el TASOP por ser un bien útil al desarrollo humano. Éste es producto de distintas e históricas tradiciones, tanto teóricas como metodológicas y prácticas, transferidas en el contexto de la formación escolar y universitaria de los distintos colectivos intelectuales. Contiene en sí mismo una inagotable riqueza cultural, creativa y de conocimiento, en virtud de que refleja el nivel de desarrollo de los pueblos y sociedades en general. Por ello, posee un enorme valor su preservación, y fortalecimiento en las mejores condiciones materiales y sociales.

La propuesta responde a la toma de conciencia de que este importante recurso de desarrollo humano atraviesa por circunstancias que lo ponen en serio peligro y en circunstancias de grave detrimento. Esto es, en las recientes tres décadas y como consecuencia de los efectos del neoliberalismo globalizado, el TASOP ha sido emplazado y cuestionado sobre todo en su carácter público, laico y gratuito, merced a que la dinámica impuesta por la cultura del consumo, el pensamiento y la racionalidad regidos por el mercado, así como el conocimiento para fines bélicos, extendidas por el neoliberalismo planetario, hace que paulatinamente desaparezcan las condiciones materiales, subjetivas e institucionales para su realización plena. Particularmente, la calidad del TASOP ha ido a menos como consecuencia de la turbulenta y caótica automatización de la vida actual, que ha creado una suerte de fuerza centrífuga, en tanto que dispersa, desarticula, desorganiza y cada vez hace más difícil el quehacer académico que antaño giraba en torno a estructuras institucionales que ofrecían, si no las condiciones idóneas, sí las mínimas requeridas para su avance, habitualmente en sintonía con los nobles objetivos de producir conocimiento y brindar educación de calidad a las nuevas generaciones.

Al proponerlo como patrimonio cultural de la humanidad, se pretende recuperar al TASOP como un elemento visible y significativo por su importancia para preservar la dignidad de la vida en todas sus formas, en un marco de crecimiento, progreso y bienestar humano, así como reconquistar el respeto social del que antaño gozaba. Es indudable que el TASOP, como cualquier otra tradición cultural, local, regional o mundial, ha ido evolucionando y se transmite a las generaciones jóvenes, con lo cual contribuye a infundirnos un sentimiento de identidad y continuidad, creando un vínculo entre el pasado y el futuro a través del presente.

El patrimonio cultural inmaterial no se presta a preguntas sobre la pertenencia de un determinado uso a una cultura, sino que contribuye a la cohesión social fomentando un sentimiento de identidad y responsabilidad que ayuda a los individuos a sentirse miembros de una o varias comunidades y de la sociedad en general.

La propuesta cuenta con el apoyo del ámbito intelectual y cultural, grupos e individuos vinculados directa e indirectamente con la academia, en virtud de que son precisamente quienes experimentan, de modo más cercano, el demérito del que ha sido objeto su trabajo. La salvaguardia del patrimonio vivo se hace por tanto cada vez más necesaria para el desarrollo sostenible de nuestros pueblos.


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