Resumen: El objetivo de este estudio es valorar la obra pedagógica de Juan Jacobo Rousseau relacionada con la formación humanista y la cultura física. Juan Jacobo Rousseau es uno de los más connotados pedagogos humanistas de la modernidad y de todo el siglo XVIII, su influencia en la pedagogía contemporánea es notable. Sus aportes a la formación humanista son considerables. En este artículo se analiza de forma global su obra filosófica y pedagógica a partir de algunas de sus obras principales, con referencias a su época, y se valora la figura de Rousseau, con especial énfasis en la relación de su obra con la Cultura Física.
Palabras claves: Pedagogía, humanismo, formación humanista y Cultura Física.
El Siglo de las Luces o la Ilustración constituye una de las tendencias del pensamiento que influyó profundamente en la pedagogía moderna. La Ilustración tiene entre sus antecedentes y rasgos el uso del método inductivo – experimental de Bacon, la ampliación de la autonomía e independencia del pensamiento racional, el cientificismo, el liberalismo y el racionalismo – empirismo. Entre los escritores más significativos, notables e influyentes de la pedagogía moderna se encuentra Juan Jacobo Rousseau (1712 – 1778). Nació en Ginebra, Suiza. Es uno de los más connotados pedagogos humanistas de la modernidad y de todo el siglo XVIII, su influencia pedagógica se constata en la obra de Juan Enrique Pestalozzi (1746 – 1827) y Juan Bernardo Basedow (1724 – 1790) y también en otras en la actualidad; además, es considerado uno de los más prominentes pensadores que instó reiteradamente que el objetivo fundamental de la pedagogía era formar al hombre en potencia; aquí radica su contribución esencial a la formación humanista. Esta última, a la par de la educación natural, son dos elementos básicos de su sistema pedagógico. El pensamiento de Rousseau estimuló la Gran Revolución Francesa. Son excepcionales sus contribuciones a la Educación Física.
La mayor relevancia de Rousseau radica en que gracias a él se realiza un mejor análisis sobre la pedagogía en el Siglo de las Luces. Como ningún otro pensador de su época, Rousseau motivó e incitó a una discusión de carácter público sobre la naturaleza y la sociedad con un marcado sentido antropológico.
En 1744 establece relaciones con los destacados pensadores de la Ilustración Denis Diderot y Jean Le Rond d´Alembert, y comienza a colaborar con artículos para la Enciclopédie ou Dictionnaire Raisonné des Sciences, des Arts et des Métiers. Esta obra tenía como objetivo fundamental divulgar las ideas de la Ilustración francesa, y estaba conformada por 17 volúmenes editados en París, Francia, entre 1751 y 1772 por Diderot y d´Alembert.
En 1749, inspirado por la convocatoria a un premio de moral por la Academia de Dijon, sobre el tema «Si las ciencias y las artes han favorecido a purificar las costumbres». Rousseau responde «no». Fundamenta su respuesta con la publicación de su primera obra Discurso sobre las ciencias y las artes en 1750, la cual no solo fue premiada, sino también fue un fuerte ataque a los valores culturales de la época y a las ideas de la Ilustración. Con ella se inicia el pensamiento filosófico de Rousseau al oponerse no solo a la “restauración” o el “restablecimiento de las ciencias y de las artes”, anhelo del pensamiento renacentista, sino también a uno de los postulados principales de la Ilustración: los beneficios del saber. Es importante señalar que la idea de Rousseau no era criticar las ciencias y las artes, sino sustentar de forma directa una crítica a la civilización, y a cómo se habían degradado todos los pueblos a pesar del crecimiento del saber y la ciencia. En esta obra se contraponen naturaleza y cultura, y la supremacía de la última sobre la primera es, según Rousseau, el origen de la miseria humana y de la alteración del orden social.
Una de las preocupaciones constantes de Rousseau eran los abusos de las instituciones sociales, causantes muchas veces de la maldad de la humanidad. En 1755 se publica en Amsterdam Discurso sobre el origen y fundamento de las desigualdades entre los hombres que aborda la idea esencial de su pensamiento: encontrar en sí mismo aquella parte de la naturaleza humana que la sociedad no ha podido aún corromper. Esta obra es de mayor profundidad filosófica que la anterior, y también fue la respuesta a uno de los premios convocados por la Academia de Dijon, pero no tuvo la misma suerte de ser premiada. Como ilumina Luis Recasens, citado por Roa Kourí (2001, pág. 27), Rousseau expone en esta segunda obra “un genial ensayo de una ontología de lo humano, la base para una antropología filosófica y hondas visiones para fundamento de la sociología”. En la misma sostiene la idea central de la primera, pero extiende la causa del mal de la degradación del hombre a la sociedad. Ante esta situación propone la necesidad de meditar sobre el «estado de naturaleza» del hombre que, según Rousseau, ocupa un lugar esencial y preeminente con respecto al estado de la civilización. Como señalan los autores Cortés Morató y Martínez Riu (1996) hasta ese momento “…la hipótesis del estado de naturaleza, o estado natural del hombre, había sido defendida, desde perspectivas distintas y opuestas por los patrocinadores del derecho natural, Grocio y Pufendorf, sobre todo, y por los teóricos ingleses de la política de su tiempo, Hobbes y Locke”. Pero Rousseau discrepa de muchos de los argumentos e hipótesis esgrimidas por estos pensadores sobre el estado de naturaleza, al exponer como la naturaleza del hombre es buena, pero corrompida por la sociedad. Según Rousseau la corrupción comienza a apreciarse ya en medio del estado natural, específicamente cuando los hombres se juntan para establecer una sociedad. También se encuentran criterios contrarios a las concepciones de Hobbes en relación con el “estado natural” en su obra El contrato social (1762). De allí la importancia que tiene “…una llamada hacia el interior del hombre: la moralidad es lo que queda del estado primitivo de naturaleza. De aquí que la aceptación del interés común sólo sea posible en una perspectiva de moralidad; esto es, a través de la educación para entender lo que es justo.” (Cortés Morató & Martínez Riu, 1996). El contrato social y el Discurso sobre el origen y fundamento de las desigualdades entre los hombres sentaron las bases de la ideología revolucionaria. Los grandes revolucionarios franceses se inspiraron en ambas obras.
La idea de la reconstrucción del hombre desde una dimensión histórica y biográfica es expuesta por Rousseau en su obra Emilio (1762) donde se concreta su concepción pedagógica y antropológica. En la misma se desarrolla la forma de educación natural y negativa; la idea principal es que todo es creado bueno, pero se degrada por los hombres. Emilio representa a un alumno ideal pero ficticio creado por la imaginación de Rousseau. Bajo los preceptos de una educación natural se le separa de la compañía de los otros (se distancia de la influencia degradante de la sociedad), y ayudado por un pedagogo, muchas veces por el mismo Rousseau que tiene un agudo pensamiento sobre la realidad humana y la de sus estudiantes, logra que todo lo bueno en el interior de ser humano, no contaminado por la influencia social, emerja a la manera socrática. Tal concepción es negativa porque se distancia a Emilio de la sociedad y se le inserta en un medio que es puramente naturaleza para no recibir sus acciones degradantes. Esta concepción parte del principio de la atención individualizada al estudiante. Es novedosa en relación con las concepciones pedagógicas anteriores porque potencia la educación del niño a partir de las etapas singulares de su desarrollo. Su objetivo principal es impedir todo lo que, en la sociedad, pueda producir efectos degradantes en la personalidad del niño. En un segundo momento, a los 12 años, cuando ya ha alcanzado la pubertad, Emilio está más preparado para adquirir los contenidos positivos de la naturaleza literaria, artística, científica, política, moral, filosófica y religiosa. Lo antes expuesto es de vital importancia porque algunos autores han criticado la unilateralidad de la educación negativa sin tener en cuenta la educación positiva propuesta por Rousseau. Por tanto, el objetivo fundamental de la educación es formar al ser humano en un primer momento para sentar las bases de la familia y de la formación ciudadana.
Según los autores Martínez de Osaba y Goenaga & Cruz Blanco (2008, pág. 186), para Rousseau la educación física era “… un elemento indispensable para la verdadera educación integral”, pero insistía debía realizarse bajo la supervisión de los maestros. El pensamiento de Rousseau contribuyó al establecimiento de la educación física como asignatura en los centros educativos, al ser adaptados algunos de sus principios pedagógicos a la conformación de esta disciplina. Entre ellos, cabe señalar la premisa de la especificidad del niño (expuesto en su obra Emilio), al concebir al niño no como un adulto en miniatura, sino como una persona con características muy singulares, necesidades propias y cualidades particulares. Este principio tendrá una importancia considerable en las investigaciones sobre la educación física y el entrenamiento deportivo en niños, así como en su relación con la dinámica evolutiva de la personalidad del hombre en desarrollo. La formación humanista tiene en Rousseau su máximo exponente porque se basa en las experiencias y los sentimientos del niño, y se interesa fundamentalmente en su desarrollo cognoscitivo, la comunicación interpersonal, y la falta de motivación de los estudiantes por las asignaturas. De modo que desde Rousseau hasta la actualidad se considera que dicha formación surge del interior del estudiante. Según el criterio educativo de Rousseau, los niños deben determinar el contenido de las asignaturas y coordinar sus sentidos y movimientos enmarcándolos dentro de la libertad y la naturalidad.
A partir del acercamiento y la valoración de la curiosidad del niño como elemento potenciador del aprendizaje motriz, Rousseau contribuyó notablemente al análisis del movimiento humano. En la actualidad, los estudios psicológicos han demostrado que estas valoraciones de Rousseau se refieren y explican a través de un sinnúmero de mecanismos del comportamiento psicológico que impele a las personas a indagar sobre lo desconocido y la acción recíproca con su contexto natural. Los estudios sobre el problema del movimiento humano en la educación física de los siglos XVIII y XIX, se inspiran en gran medida en las valoraciones y consideraciones pedagógicas de Rousseau; de forma especial esta influencia está implícita en las obras de los pedagogos alemanes Juan Cristóbal Gutthsmuths (1759 – 1839) y Federico Ludovico Jahn (1778 – 1852). Gutthsmuths, con su texto Gimnasia para jóvenes (1793), concede mucha importancia a “…las formas naturales fundamentales del movimiento humano: marcha, carrera, salto, lanzamiento, lucha, escalamiento, natación…” (Meinel, 1977, pág. 25). Jahn, en su obra Arte gimnástico (1816), demostró cómo en los juegos desarrollados en su época existen formas antiguas del movimiento humano. Sin embargo, un autor tan influenciado por Rousseau como Pestalozzi dará más importancia al análisis mecánico – anatómico del movimiento humano sin tener en cuenta los procesos naturales expuestos por los autores antes mencionados.
Según los autores Martínez de Osaba y Goenaga & Cruz Blanco (2008, págs. 186 – 187), Rousseau celebra en su importante obra Emilio, “el desarrollo físico y sano y puro hasta los doce años de edad, en la naturaleza, y después de la enseñanza intelectual. Planteaba que para ser inteligentes y cultos, había que estar preparados, físicamente, desde edades tempranas”. También señala lo fundamental de cultivar no solo la inteligencia sino también el desarrollo el cuerpo, y el fortalecimiento para lograr un hombre sano y sabio, y destaca, además, el movimiento como una cualidad importante del ser humano. Otra contribución fundamental son sus valoraciones sobre cómo la naturaleza, la vida en el campo, y la contemplación del paisaje podían ser elementos útiles para la educación física y la recreación y, por ende, ayudar a un mejor aprendizaje de los alumnos.
En 1778, Rousseau viaja al castillo del marqués de Girardin, en Ermenonville, donde fallece de apoplejía.
Se caracterizó por mantener una posición crítica sobre muchas de las ideas admitidas en su época. En la política (formación del ciudadano) ejerció su influencia, al instar a la adopción de reformas educativas propuestas por los pensadores de la Revolución Francesa y, en la metodología de la enseñanza, señaló la importancia del estudiante en el proceso formativo. Hoy se impone el estudio de la obra de este gran pensador, sobre todo porque, como diría con su tono profético el filósofo y teólogo francés neoescolástico Jacques Maritain, citado por Roa Kourí (2001, pág. 35), “Vivimos la liquidación del mundo de Juan Jacobo Rousseau.”
Entre las obras más sobresalientes de Rousseau se pueden citar: Discurso sobre las ciencias y las artes (1750), Discurso sobre el origen y fundamento de las desigualdades entre los hombres (1755), Carta a D’Alembert sobre los espectáculos (1758), La nueva Eloísa (1761); El contrato social (1762), Emilio o De la Educación (1762); Profesión de fe del vicario saboyano (1762). Póstumamente se publicaron las obras de carácter autobiográfico: Confesiones (primera parte, 1782), Las ensoñaciones del paseante solitario (1782), Confesiones (segunda parte, 1789) y Diálogos (1789).
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