Textos nahuas: Telpochcalli y Calmécac, instituciones educativas

Marcelo Flores

Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Querétaro

De cómo la gente baxa ofrecía sus hijos a la casa que se llamava telpuchcalli, y de las costumbres que allí los mostravan

La Tlacahuapahualiztli es el “arte de criar y educar a los hombres” en el mundo náhuatl prehispánico. La primera formación se recibía en la casa paterna, pero al cumplir los quince años los niños iniciaban una segunda etapa en el equivalente a las escuelas públicas de nuestros días, al Telpochcalli (casa de jóvenes) o al Calmécac, escuela de tipo superior en donde se educaban los nobles y los futuros sacerdotes. Los textos que aquí difundimos hablan justamente de la vida en estos centros escolares y para ello recurrimos a una de las más importantes fuentes por la abundancia de información, la Historia general de las cosas de la Nueva España, obra del fraile franciscano Bernardino de Sahagún. De este libro son los fragmentos que aquí recogemos con el deseo de participar en la difusión de la historia de la educación en México. Utilizamos la versión electrónica que se difunde en el sitio web “Biblioteca Antológica” (Sahagún, 2018).

Los fragmentos seleccionados son los capítulos IV, V y VI referentes al Telpochcalli, la manera de ingresar, cómo vivían y las costumbres imperantes; se han seleccionado también los capítulos VII y VIII sobre el Calmécac donde se educaban los nobles, gobernantes y sacerdotes; todos pertenecen al apéndice del Libro Tercero de la Historia general de las cosas de la Nueva España, y que podemos encontrar en el Códice Florentino[*]. El códice se compone de tres volúmenes que se encuentra en la Biblioteca Medicea Laurenziana, en Florencia, Colección Palatina, mss. 218-220; y es una copia de finales del siglo XVI que posiblemente ni siquiera conoció Sahagún, según afirma el padre Ángel María Garibay (Sahagún, 2019, p. 3). La versión española de Sahagún aparece en la columna izquierda del manuscrito, mientras que en la columna derecha tenemos el relato que los viejos dictaron a jóvenes indígenas occidentalizados y redactaron en su lengua materna, el náhuatl. El texto de Sahagún no es una traducción fiel del original náhuatl, sino que suprime, abrevia y enmienda el texto en lengua indígena. Tanto porque recoge la visión española (influenciada por los indígenas) como por recoger la visión indígena (que expresa en la lengua su visión de mundo), el manuscrito es fundamental para el conocimiento de la historia, religión, cultura y lengua náhuatl.

El autor fue fraile franciscano originario de Sahagún, Tierra de Campos en el antiguo reino de León, perteneciente a la corona de Castilla, bajo el reinado de Isabel la Católica; nació muy probablemente el año 1499, siete años después del arribo de Colón a América, la toma de Granada, la expulsión de los judíos, la aparición de la primera gramática de la lengua castellana redactada por Antonio de Nebrija. Es decir, le correspondió vivir el florecimiento de la cultura, la filosofía y el arte del humanismo del siglo XVI.

Hizo sus estudios en la Universidad de Salamanca justo en el momento de mayor esplendor de esta, cuando más prestigio y fama alcanzó. Mientras estudiaba en esa universidad, tomó el hábito de religioso en el convento de San Francisco de Salamanca y fue años después, en 1529, cuando se embarcó a México como misionero. El retrato que de él hace Miguel León-Portilla a quien seguimos en esta reseña, es elocuente y transmite nuestra admiración por el fraile:

“Bernardino dejaba atrás para siempre cuanto había constituido su existencia en España. Allí quedaban sus raíces y su familia; allí donde se habían desarrollado su cuerpo y su espíritu. Poco era lo que llevaba en su bagaje y nada su ambición terrena. A diferencia de los conquistadores y de otros españoles, no buscaba ni oro ni plata ni tierras. Su destino era entregarse a su profesión de misionero. Sabía él que, para realizar su misión del mejor modo posible, debía conocer no sólo la lengua sino integralmente la cultura de las gentes con las que pronto entraría en contacto. Para lograrlo se había preparado como franciscano y estudiante en la Universidad de Salamanca. Era él un cristiano formado en la España que vivía ya el Renacimiento.”

(León-Portilla, 2009, p. 10)

Ya en México, participa en la fundación del Imperial Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco (1536) donde jóvenes indígenas aprenderían además de materias humanísticas, gramática, lógica, historia, canto, medicina indígena y el arte de los antiguos códices o libros de origen prehispánico. En este colegio Bernardino formó a los jóvenes que más adelante participaron en sus investigaciones sobre la lengua y la cultura náhuatl. Para entonces, el fraile ya podía hablar y escribir en lengua de sus discípulos.

En los siguientes años, salió a evangelizar a indígenas en el Valle de Puebla, regresó al colegio de Tlatelolco y hasta antes de 1558 tuvo oportunidad de recoger testimonios de la antigua palabra, relatos, pinturas en códices, y testimonios indígenas sobre la Conquista que León-Portilla recupera en la Visión de los vencidos (León-Portilla, Garibay Kintana, & Beltrán, 2007).

Para 1558 inicia el proyecto por el que llega ser considerado pionero de la antropología; se trata del rescate cultural y lingüístico del México indígena náhuatl, de las investigaciones sobre “las cosas naturales, humanas y divinas” que se materializaron en la Historia general de las cosas de Nueva España. Para su cumplimiento, el fraile se trasladó al convento franciscano que existía en Tepepulco, hoy Tepeapulco, al sureste del actual estado de Hidalgo, y lo hizo acompañado de sus antiguos discípulos nahuas, que ahora serían sus colaboradores. Ya en el pueblo de Tepepulco, reunió a los principales de la comunidad y logró que le presentasen diez o doce ancianos que se convirtieron en sus primeros informantes y el origen de los escritos que durante los años siguientes iría puliendo y ampliando en nuevas indagaciones en Tlatelolco y finalmente en el convento de San Francisco en la Ciudad de México. Estos tres lugares le permitieron afinar su obra.

Más de 60 años vivió fray Bernardino en México. Y el propósito primordial de su viaje evangelizador y su aportación doctrinal hacen comprensible el legado científico en los ámbitos etnológico, histórico y lingüístico. El hecho de que sus aportaciones al conocimiento de la cultura náhuatl estuvieran atravesadas por el interés de proceder a la conversión al cristianismo no disminuye el valor de los testimonios que recoge de los viejos sabios indígenas.

Finalmente, el fraile se convertirá en uno de los primeros europeos en denunciar el comportamiento de los conquistadores y aquilatar el valor de la cultura náhuatl:

“Esto a la letra ha acontecido a estos indios con los españoles, fueron tan atropellados y destruidos, ellos y todas sus cosas, que ninguna aparencia les quedó de lo que eran antes. Ansí están tenidos por bárbaros y por gente de baxíssimo quilate, como según verdad en las cosas de policía echan el pie delante a muchas otras naciones que tienen gran presunción de políticos, sacando fuera algunas tiranías que su manera de regir contenía.”

(del “Prólogo” de Sahagún, 2018)

Bibliografía:

  • León-Portilla, M. (2009). Para entender Fray Bernardino de Sahagún (1a ed.). México: Nostra.
  • Sahagún, B. de. (2018, mayo 23). Historia general de las cosas de la Nueva España. Recuperado el 27 de septiembre de 2023, de Biblioteca Antológica website: https://www.biblioteca-antologica.org/es/sahagun-fray-bernardino-ribeira-de-historia-general-de-la-nueva-espana/
  • Sahagún, B. de. (2019). Historia general de las cosas de Nueva España (11a ed.; Á. M. Garibay Kintana, Ed.). México: Ed. Porrúa.

CAPITULO 4. De cómo la gente baxa ofrecía sus hijos a la casa que se llamava telpuchcalli, y de las costumbres que allí los mostraban

Sahagún, B. de. (2018). Apéndice del Libro Tercero. Capítulo 4. De cómo la gente baxa ofrecía sus hijos a la casa que se llamava telpuchcalli, y de las costumbres que allí los mostravan. En Historia general de las cosas de la Nueva España. Biblioteca Antológica. Recuperado de https://www.biblioteca-antologica.org/es/sahagun-fray-bernardino-ribeira-de-historia-general-de-la-nueva-espana/

En naciendo una criatura, luego los padres y madres hazían voto y ofrecían la criatura a la casa de los ídolos, que se llama calmécac o telpuchcalli. Era la intención de los padres ofrecer la criatura a la casa de los ídolos que se llama calmécac para que fuesse ministro de los ídolos, viniendo a edad perfecta. Y si ofrecían la criatura a la casa de telpuchcalli era su intención que allí se criase con los otros mancebos para servicio del pueblo y para las cosas de la guerra; y antes que le llevassen a la casa de telpuchcalli, los padres hazían y guisavan muy buena comida y combidavan a los maestros de los mancebos que tenían cargo de criarlos y mostrarles las costumbres que en aquella casa usavan. Y hecho el combite en casa de los padres del muchacho, hazían una plática a los maestros que los criavan, y dezíanles: “Aquí os ha traído nuestro señor, criador del cielo y la tierra. Hazemos os saber que nuestro señor fue servido de hazernos merced de darnos una criatura como una joya o pluma rica que nos fue nascida. Por ventura se criará y bivirá. Y es varón, no conviene que le mostremos oficio de muger teniéndole en casa; por tanto os le damos por vuestro hijo y os le encargamos, porque tenéis cargo de criar a los muchachos y mancebos, mostrándoles las costumbres para que sean hombres valientes y para que sirvan a los dioses Tlaltecutli y Tonátiuh, que son la tierra y el sol, en la pelea. Y por esto ofrecémosle al señor dios todopoderoso Yáotl, o por otro nombre Titlacaoa o Tezcatlipuca. Por ventura se criará y bivirá plaziendo a dios, entrará a la casa de penitencia y lloro que se llama telpuchcalli. Desde agora os le entregarnos para que more en aquella casa donde se crían y salen hombres valientes, porque en este lugar se merecen los tesoros de dios, orando y haziendo penitencia, y pidiendo a dios que les haga misericordia y merced de darles vitorias para que sean principales, teniendo habilidad para governar y regir la gente baxa. Y nosotros, padres indignos, ¿por ventura merecerá nuestro lloro y nuestra penitencia que este muchacho se críe y viva? No, por cierto, porque somos indignos viejos y viejas caducos. Por tanto humildemente os rogamos que le recibáis y toméis por hijo para entrar y bivir con los otros hijos de principales y otra gente que se crían en casa de telpuchcalli”.

Y los maestros de los muchachos y mancebos respondían de esta manera, diziendo a los padres del muchacho: “Tenemos en mucha merced por haver oído vuestra plática o razonamiento. No somos nosotros quien se haze esta plática o petición, mas házese al señor dios Yáotl, en cuya persona la oímos. El es a quien habláis y a él dais y ofrecéis a vuestros amado hijo, a vuestra piedra preciosa y pluma rica, y nosotros, en su nombre, le recebimos. El sabe lo que tiene por bien de hazer de él; nosotros indignos siervos caducos con dudosa esperança esperamos lo que será y lo que tendrá por bien de hazer a vuestro hijo, según lo que él tiene ya ordenado de hazerle mercedes conforme a su disposición y determinación, que ante del principio del mundo determinó de hazer. Cierto, ignorarnos los dones que le fueron dados, y la propiedad y condición que entonces le fue dada; ignoramos también qué fueron los dones que le fueron dados a este niño cuando se baptizó; también ignoramos el signo bueno o malo en que nació y se baptizó; no podemos nosotros, siervos baxos, adivinar estas cosas. Nadie de los que nacen recibe su fortuna acá en el mundo; cierta cosa es que nuestra fortuna con nosotros la trayemos cuando nacemos, y se nos fue dada ante del principio del mundo. En conclusión, recebimos vuestro niño para que sirva en barrer y en los otros trabajos baxos en la casa de nuestro señor. Desseamos y rogamos que le sean dadas las riquezas de nuestro señor dios; desseamos que en esta casa se manifiesten y salgan a luz los dones y mercedes con que nuestro señor le adornó y hemoseó ante del principio del mundo. O por ventura nuestro señor le llevará para sí y le quitará la vida en su niñez; por ventura no mereceremos que viva largo tiempo en este mundo. No sabemos cosa cierta qué os dezir para que os podamos consolar; no os podemos dezir con certidumbre esto será, o esto hará, o esto acontecerá, o será estimado, será ensalçado, vivirá sobre la tierra. Por ventura por nuestros deméritos será vil y pobre, y despreciado sobre la tierra; por ventura será ladrón o adúltero, o vivirá vida trabajosa y fatigosa. Nosotros haremos lo que es nuestro, que es criarle y doctrinarle como padres y madres; no podremos, por cierto, entrar dentro de él y ponerle nuestro coraçón; tampoco vosotros podréis hazer esto, aunque sois padres. Lo que resta es que no os descuidéis en encomendarle a dios con oraciones y lágrimas para que nos declare su voluntad”.

CAPITULO 5. De la manera de bivir y exercicios que tenían los que se criavan en el telpuchcalli

Sahagún, B. de. (2018). Apéndice del Libro Tercero. Capítulo 5. De la manera de bivir y exercicios que tenían los que se criavan en el telpuchcalli. En Historia general de las cosas de la Nueva España. Biblioteca Antológica. Recuperado de https://www.biblioteca-antologica.org/es/sahagun-fray-bernardino-ribeira-de-historia-general-de-la-nueva-espana/

En entrando en la casa de telpuchcalli el muchacho, dávanle cargo de barrer y limpiar la casa, y poner lumbre, y hazer los servicios de penitencia a que se obligava. Era la costumbre que a la puesta del sol todos los mancebos ivan a bailar y dançar a la casa que se llamaba cuicacalco, cada noche, y el muchacho también bailava con los otros mancebos. Y llegando a los quinze años y siendo ya mancebillo, llevávanle consigo los mancebos al monte a traer leña que era necessaria para la casa de telpuchcalli y cuicacalco, y cargávanle al mancebo un leño gruesso o dos para probar y ver si ya tenía habilidad para llevarle a la pelea; y siendo ya hábil para la pelea, llevávanle y cargávanle las rodelas para que las llevasse a cuestas. Y si estava ya bien criado y sabía las buenas costumbres y exercicios a que estava obligado, elegíanle para maestro de los mancebos, que se llama tiáchcauh. Y si era ya hombre valiente y diestro, elegíanle para regir a todos los mancebos y para castigarlos, y entonces se llamava telpuchtlato. Y si ya era hombre valiente y si en la guerra havía cativado cuatro enemigos, elegíanle y nombrávanle tlacatécatl o tlacochcálcatl o cuauhtlato, los cuales regían y governavan el pueblo, o elegíanle por achcauhtli, que era como agora alguazil, y tenía vara gorda, y prendía a los delincuentes y los ponía en la cárcel. De esta manera ivan subiendo de grado en grado los mancebos que allí se criavan, y eran muy muchos los que se criavan en las casas de telpuchcalli, porque cada perrocha tenía quinze o diez casas de telpuchcalli. Y la vida que tenían no era muy áspera. Y dormían todos juntos, cada uno apartado del otro, en cada casa de telpuchcalli; y castigavan al que no iva a dormir en estas casas; y comían en sus casas proprias. Ivan todos juntos a trabajar donde quiera que tenían obra, a hazer barro, o paredes, o maizal, o çanja o acequia; para hazer estos trabajos ivan todos juntos, o se repartían, o ivan todos juntos a tomar y traer leña a cuestas de los montes, que era necessaria para la casa de cuicacalco y telpuchcalli. Y cuando hazían alguna obra de trabajo, cesavan del trabajo un poco antes de la puesta del sol; entonces ívanse a sus casas, y bañávanse y untávanse con tinta todo el cuerpo, pero no la cara, luego ponían sus mantas y sartales. Y los hombres valientes poníanse unos sartales de caracoles mariscos, que se llaman chipolli, o sartales de oro. Y en lugar de peinarse, escarrapuçávanse los cabellos hazia arriba por parecer espantables, y en la cara ponían ciertas rayas con tinta y margaxita, y en los agujeros de las orejas poníanse unas turquesas que se llaman xiuhnacochtli, y en la cabeça poníanse unas plumas blancas como penachos. Y vestíanse con las mantas de maguey que se llaman chalcáyatl, las cuales eran texidas de hilo de maguey torcido; no eran tupidas sino floxas y ralas, a manera de red; y ponían unos caracoles mariscos, sembrados y atados por las mantas. Y los principales vestíanse con las mesmas mantas, pero los caracoles eran de oro. Y los hombres valientes, que se llamavan cuacuachicti, traían atados a las mantas unos ovillos grandes de algodón. Y tenían costumbre que cada día, a la puesta del sol, ponían lumbre en la casa de cuicacalco los mancebos, y començavan a bailar y dançar todos hasta pasada la medianoche. Y no tenían otra mantas sino aquellas mantas que se llaman chalcáyatl, que andavan casi desnudos. Y después de haver bailado, todos ivan a las casas de telpuchcalli a dormir en cada barrio, y ansí lo hazían cada noche; y los que eran amancebados, ívanse a dormir con sus amigas.

CAPITULO 6. De los castigos que hazían a los que se emborrachavan

Sahagún, B. de. (2018). Apéndice del Libro Tercero. Capítulo 6. De los castigos que hazían a los que se emborrachavan. En Historia general de las cosas de la Nueva España. Biblioteca Antológica. Recuperado de https://www.biblioteca-antologica.org/es/sahagun-fray-bernardino-ribeira-de-historia-general-de-la-nueva-espana/

Los mancebos que se criavan en la casa de telpuchcalli tenían cargo de barrer y limpiar la casa; y nadie bevía vino, mas solamente los que eran ya viejos bevían el vino muy secretamente, y bevían poco; no se emborrachavan. Y si parecía un mancebo borracho públicamente, o si lo topavan con él, o le vían caído en la calle, o iva cantando, o estava acompañado con los otros borrachos, este tal, si era macegual, castigávanle, dándole de palos hasta matarle, o le davan garrote delante de todos los mancebos juntados porque tomassen exemplo y miedo de no emborracharse; y si era noble el que se emborrachava, dávanle garrote secretamente.

Y estos mancebos tenían sus amigas, cada dos o tres; la una tenían en su casa y las otras estavan en sus casas. Y quien quería salir de la casa de telpuchcalli y dexar la conversación de los mancebos, pagava a los maestros de los mancebos diez o veinte mantas grandes, que se llaman cuachtli, si tenía hazienda; y ansí, en consintiendo los maestros de los mancebos, luego le dexavan salir de aquella casa y casávase, y entonces le llamavan tlapaliuhcati, que quiere dezir que no es mancebo, sino que es casado. Y el que era bien criado y aficionado a las costumbres de los mancebos, no salía de allí de su voluntad, aunque fuese ya de edad perfecta, sino que por mandado del rey o señor salía de aquella casa. Y de estos mancebos no se elegían los senadores que regían los pueblos, sino otros oficiales más baxos de la república que se llamavan tlatlacateca y tlatlacuchcalca y achcacauhti, porque no tenían buena vida por ser amancebados, y osavan dezir palabras livianas y cosas de burla, y hablavan con sobervia y osadamente.

CAPITULO 7. De cómo los señores principales y gente de tono ofrecían sus hijos a la casa que se llamava calmécac, y de las costumbres que allí los mostravan

Sahagún, B. de. (2018). Apéndice del Libro Tercero. Capítulo 7. De cómo los señores principales y gente de tono ofrecían sus hijos a la casa que se llamava calmécac, y de las costumbres que allí los mostravan. En Historia general de las cosas de la Nueva España. Biblioteca Antológica. Recuperado de https://www.biblioteca-antologica.org/es/sahagun-fray-bernardino-ribeira-de-historia-general-de-la-nueva-espana/

Los señores o principales, o viejos ancianos, ofrecían a sus hijos a la casa que se llamava calmécac. Era su intención que allí se criasen para que fuessen ministros de los ídolos, porque dezían que en la casa de calmécac havía buenas costumbres y doctrinas, y exercicios, y áspera y casta vida, y no havía cosa de desvergüenças, ni reprehensión, ni afrenta ninguna de las costumbres que allí usavan los ministros de los ídolos que se criavan en aquella casa.

Señor o principal o rico, cualquier que tenía hazienda, cuando ofrecía a su hijo, hazía y guisava muy buena comida, y combidava a los sacerdotes y ministros de los ídolos que se llamavan tlamacazque y cuacuacuilti, y a los viejos pláticos que tenían cargo del barrio. Y hecho el combite en casa del padre del muchacho, los viejos ancianos y pláticos hazían una plática a los sacerdotes y ministros de los ídolos que criavan los muchachos, de esta manera: “¡Ah, señores sacerdotes y ministros de nuestros dioses, havéis tomado trabajo de venir aquí a nuestra casa y os truxo nuestro señor todopoderoso! Hazemos os saber que nuestro señor fue servido de hazernos merced de darnos una criatura, como una joya o pluma rica que nos fue dada. Si mereciéremos que este muchacho se críe y biva, y es varón, no conviene que le mostremos oficio de muger teniéndole en casa; por tanto os le damos por vuestro hijo y os le encargamos, y agora al presente ofrecémosle al señor Quetzalcóatl, o otro nombre Tlilpotonqui, para entrar en la casa de calmécac, que es la casa de penitencia y lágrimas donde se crían los señores nobles, porque en este lugar se merecen los tesoros de dios orando y haziendo penitencia con lágrimas y gemidos, y pidiendo a dios que les haga misericordia y merced de darles sus riquezas. Desde agora le ofrecemos para que, en llegando a edad convenible, entre y viva en casa de nuestro señor, donde se crían y dotrinan los señores nobles, y para que este nuestro muchacho tenga cargo de barrer y limpiar la casa de nuestro señor; por tanto, humildemente, rogarnos que le recibáis y toméis por hijo para entrar y bivir con los otros ministros de nuestros dioses en aquella casa donde hazen todos los exercicios de penitencia, de día y de noche, andando de rodillas y de codos, orando, rogando, y llorando y sospirando ante nuestro señor”.

Y los sacerdotes y ministros de los ídolos respondían a los padres del muchacho de esta manera: “Aquí oímos vuestra plática, aunque somos indignos de oírla, sobre que deseáis que vuestro amado hijo, o vuestra piedra preciosa o pluma rica, entre y viva en la casa de calmécac. No somos nosotros a quien se haze esta plática, mas házese al señor Quetzalcóatl, o otro nombre Tlilpotonqui, en cuya persona la oímos. El es a quien habláis; él sabe lo que tiene por bien de hazer de vuestra piedra preciosa y pluma rica, y de vosotros, sus padres. Nosotros, indignos y siervos, con dudosa esperança esperarnos lo que será; no sabemos, por cierto, cosa cierta que os dezir, esto será o esto se hará de vuestro hijo; esperemos en nuestro señor todopoderoso lo que tendrá por bien de hazer a vuestro hijo”.

Y luego tomavan al muchacho y llevávanle a la casa de calmécac, y los padres del muchacho llevavan consigo papeles yo encienso, y maxtles y mantas, y otros sartales de oro y pluma rica, y piedras preciosas ante la estatua de Quetzalcóatl en la casa de calmécac. Y en llegándose todos, luego tiñían y untavan al muchacho con tinta todo el cuerpo y la cara, y le ponían unas cuentas de palo que se llama tlacopatli. Y si era hijo de pobres, le ponían hilo de algodón floxo, y le cortavan las orejas y sacavan la sangre y la ofrecían ante la estatua de Quetzalcóatl. Y si aún era pequeño, tornavan a llevarle consigo los padres a su casa. Y si el muchacho era hijo del señor o principal, luego le quitavan las cuentas hechas de tlacopatli y las dexavan en la casa de calmécac, porque dezían que lo hazían ansí por razón que el espíritu del muchachuelo estava asido a las cuentas de tlacopatli, y el mismo espíritu hazía los servicios baxos de penitencia por el muchachuelo. Y si era ya de edad convenible para vivir y estar en la casa de calmécac, luego le dexavan allí en poder de los sacerdotes y ministros de los ídolos para criarle y enseñarle todas las costumbres que se usavan en la casa de calmécac.

CAPITULO 8. De las costumbres que se guardavan en la casa llamada calmécac, donde se criavan los sacerdotes y ministros del templo desde niños

Sahagún, B. de. (2018). Apéndice del Libro Tercero. Capítulo 8. De las costumbres que se guardavan en la casa llamada calmécac, donde se criavan los sacerdotes y ministros del templo desde niños. En Historia general de las cosas de la Nueva España. Biblioteca Antológica. Recuperado de https://www.biblioteca-antologica.org/es/sahagun-fray-bernardino-ribeira-de-historia-general-de-la-nueva-espana/

Era la primera costumbre que todos los ministros de los ídolos que se llamavan tlamacazque dormían en la casa de calmécac.

La segunda era que barrían y limpiavan la casa todos a las cuatro de la mañana.

La tercera era que los muchachos, ya grandezillos, ivan a buscar y cortar puntas de maguey.

La cuarta era que los ya grandezillos ivan a traer a cuestas la leña del monte que era necessaria para quemar en la casa de calmécac cada noche. Y cuando hazían alguna obra de barro, o paredes, o maizal, o çanjas o azequias, ívanse todos juntos a trabajar en amaneciendo; solamente quedavan los que guardavan la casa y los que les llevavan la comida, y ninguno de ellos faltava; con mucho orden y concierto trabaxavan.

La quinta era que cesavan del trabajo un poco tempranillo, y luego ivan derechos a su monasterio a entender en el servicio de los dioses y exercicios de penitencia, y bañávanse primero, y a la puesta del sol començavan a aperejar las cosas necessarias, y a las onze horas de la noche tomavan el camino, llevando consigo las puntas de maguey. Cada uno a solas iva llevando un caracol para tañer en el camino y un incensario de barro, y un çurrón o talega en que iva el incienso, y teas y puntas de maguey. Y ansí cada uno iva desnudo a poner al lugar de su devoción las puntas de maguey. Y los que querían hazer gran penitencia llegavan hazia los montes y sierras y ríos; y los grandezillos llegavan hasta media legua. Y en llegando al lugar determinado, luego ponía las puntas de maguey, metiéndolas en una pelota hecha de heno, y ansí se bolvía cada uno a solas tañendo el caracol.

La sexta era que los ministros de los ídolos no dormían dos juntos cubiertos con una manta, sino dormían cada uno apartado del otro.

La séptima era que la comida que comían hazían y guisavan en la casa de calmécac, porque tenían renta de comunidad que gastavan para la comida; y si traían a algunos comida de sus casas, todos la comían.

La octava era que cada medianoche todos se levantavan a hazer oración, y quien no se levantava y despertava, castigávanle punçándole las orejas, y el pecho, y muslos y piernas, metiéndole las puntas de maguey por todo su cuerpo en presencia de todos los ministros de los ídolos, porque se escarmentasen.

La novena, que ninguno era soberbio, ni hazía ofensa a otro, ni era inobediente a la orden y costumbre que ellos usavan. Y si alguna vez parecía un borracho o amancebado, o hazía otro delicto criminal, luego le matavan, o le davan garrote, o le asavan vivo, o le asaeteavan. Y quien hazía culpa venial, luego le punçavan las orejas y lados con puntas de maguey o punçón.

La décima era que a los muchachos castigavan, punçándoles las orejas o los açotavan con ortigas.

La onzena era que a la medianoche todos se bañavan los ministros de los ídolos en una fuente.

La dozena era que cuando era día de ayuno todos ayunavan, chicos y grandes; no comían hasta mediodía. Y cuando llegavan a un ayuno que se llamava atamalcualo ayunavan a pan y agua, y otros que ayunavan no comían todo el día sino a la medianoche, y otro día hasta la otra medianoche; y otros no comían hasta el mediodía, una vez nomás, y en la noche no gustavan cosa alguna, aunque fuese agua, porque dezían que quebrantavan el ayuno si gustavan cosa alguna o si bevían agua.

La trezena era que les mostravan a los mancebos hablar bien y saludar y hazer reverencia. Y el que no hablava bien o no saludava a los que encontrava o estavan assentados, luego le punçavan con las puntas de maguey.

La catorzena era que les enseñavan todos los versos de canto para cantar, que se llamavan divinos cantos, los cuales versos estavan escritos en sus libros por carateres. Y más, les enseñavan la astrología indiana y las interpretaciones de los sueños y la cuenta de los años.

La quinzena era que los ministros de los ídolos tenían voto de vivir castamente, sin conocer a muger carnalmente, y comer templadamente, ni dezir mentiras, y bivir devotamente y temer a dios.

Y con esto acabamos de dezir las costumbres y orden que usavan los ministros de los ídolos, y dexamos otras que en otra parte se dirán.


[*] Se puede acceder a la reproducción digital del códice en la Biblioteca Digital Mundial, auspiciada por la Librería del Congreso de los EE. UU., en la siguiente dirección: https://www.loc.gov/item/2021667837/ . Las ilustraciones que acompañan este artículo pertenecen a la misma fuente. Regresar al texto

19 de octubre de 2023


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