Para nadie debería ser un secreto que tanto la calidad educativa como la propia administración educativa están en franco deterioro (…) La perspectiva para la educación bajo el actual esquema, simple y sencillamente nos va a llevar a más crisis, mayor conflictividad, y a un mayor deterioro educativo.(…) La vida docente debe trascender de manera definitiva lo meramente técnico e instrumental, y constituirse en esa fuerza social capaz de impulsar una perspectiva diferente de sociedad.
Universidad Autónoma de Querétaro
La falta de respeto hacia la profesión docente por parte del gobierno y de las fuerzas dirigentes de la sociedad, especialmente en relación a la educación primaria queda materializado, en la insignificante remuneración que perciben los maestros en comparación con lo que recibe la burocracia estatal u otras profesiones.
Miguel Ángel Escotet 1
I.- Algunas consideraciones.
El epígrafe de este trabajo es sumamente pertinente, además de sugerente. Porque a pesar de la obviedad, la situación educativa en nuestro medio es una de esas realidades que se han constituido en clamor de sordos o como diría Juan el Bautista: “voz que clama en el desierto”. No es que uno se quiera convertir en profeta, predicador o redentor de causas difícil, desesperadas o perdidas, pero la reiterada realidad nos ubica en esa tesitura, y nos coloca por la fuerza de los hechos ante un panorama nada sencillo, y sí muy complejo. En función de este planteamiento es que se hace necesario y obligado el plantear y proponer una serie de consideraciones que nos permitan asumir con la mayor precisión posible el punto a discutir. Decía que la cita propuesta es suavemente reveladora en razón de que las diversas instancias de gobierno, no sólo en nuestro país, sino en toda la América Latina caminan por el mismo sendero. Este es, ante la compleja y aguda situación que a traviesan nuestros países, el sector educativo es uno de los más expuestos y abandonados. Muchos podrán decir que eso es falso, pero nuestra cotidianeidad lo reafirma, y nos trae de regreso a lo concreto. Este concreto lo podemos enunciar como zona de guerra, donde los diversos niveles y subniveles educativos cada vez se han visto más avasallados, confrontados; y en determinados casos, dejados a su propia suerte. Como se afirmaba más arriba, muchos pueden ver o considerar estos puntos como extremistas, alarmistas o apocalípticos, pero sólo es cuestión de ir corroborando algunos datos y referencias de orden estadísticos para confirmar que la situación educativa en lugar de mejorar, efectivamente ha empeorado; y en algunos casos se vuelto una realidad explosiva y francamente devastadora, hasta el punto de constituirse en una realidad irreversible. Algunos elementos.
Comento esto, porque al menos en nuestro medio, ha habido una actitud recurrente y remanida de “querer ver moros con tranchete”. Dicho de otra manera, ante la evidencia se contraataca o se niega aquello que se muestra, o en el peor de los casos se es acusado de estar actuando de mala fe, de ser un mal intencionado, de ser un confabulado, de estar conspirando contra las autoridades o pretender poner en descrédito la labor educativa de ‘x’ o ‘y’ gobierno. Un ejemplo de ello, es el sainete político que se ha desatado por parte de algunos actores políticos en torno a la errática e inconsistente actuación del Presidente, tanto en el orden local como internacional. Donde las descalificaciones, la falta de respeto, la difamación y el denuesto son la nota predominante. Se puso este ejemplo, porque en efecto, todavía nos hace falta crear una verdadera cultura del respeto, la tolerancia, la veracidad y la congruencia entre el decir y el hacer; y de esa manera dejar atrás, la simulación, la apariencia, las verdades a medias, la mentira como recurso central y como norma de conducta. Crear una cultura de civilidad, sin estridencias ni exageraciones. Esto también significa ser moderado y respetuoso con uno mismo y con los otros.
¿Por qué un excurso tan prolongado? Porque al igual que en materia política, en materia educativa enfrentarnos con nuestra realidad se nos hace anatema o tabú. Afirmar o decir que nuestra situación es difícil, pareciera que estamos adelantando el fin del mundo, y en consecuencia, es mejor no decir nada, maquillarla, evadirla, negarla o simularla. Esto que estoy diciendo de ninguna forma se quiere constituir en aquello que se está afirmando, sino pretende ser un llamado a la serenidad, a la cordura y la honestidad. Para de ahí avanzar hacia las soluciones o al menos intentarlas. En este sentido, retomaría una afirmación de uno de los teóricos más brillantes del marxismo, el italiano Antonio Gramsci que decía: “Es necesario llamar poderosamente la atención sobre el presente tal como es, si se quiere transformarlo“.2
Sobre los puntos propuestos, uno de ellos, y que con más insistencia se reitera, es el relacionado con estado que guarda la educación pública y privada en nuestro medio. Para nadie debería ser un secreto que tanto la calidad educativa como la propia administración educativa están en franco deterioro. Es más, estos puntos mencionados, en sí mismos han sido materia de debate. No es necesario remontarnos muy atrás. Hace un par de semanas a nivel público se estuvo ventilando ‘la calidad académica’ de muchas escuelas privadas en sus diversos niveles, donde la nota predominante fue que muchas de éstas, no cubrían ni el mínimo exigido para funcionar como tales. No es ni prejuicio, ni mala voluntad, ni estridencia. Eso se puede comprobar de manera fehaciente. Otro punto neurálgico de esta discusión es el estado mismo de la cuestión educativa. Esto quiere decir, ¿cómo estrictamente se entiende y se asume la situación educativa en nuestro medio? En este punto hay que diferenciar los planos. Porque una cosa es, la enseñanza, es decir, la actividad docente propiamente dicha, el quehacer en el aula, la actividad didáctica y pedagógica; y otra muy distinta, las políticas y administraciones educativas. Que están íntimamente ligadas estas instancias es cierto, pero que se quieran identificar hasta el punto de no diferenciarse entre sí, es otro asunto. Así como lo dice Miguel Ángel Escotet, “…no se puede confundir educación con escuela y escolaridad con educación”.3 Esta ha sido de una de las cuestiones más debatidas, no tanto por los teóricos y estudiosos del fenómeno educativo, sino por los políticos y todos aquellos que por una razón u otra se han visto involucrados es estas discusiones. No son reiteraciones, sino lo que se pretende es dejar asentado el ‘estado de la cuestión’. Para ser sinceros hay un desconocimiento impresionante sobre el peso que cobra esta realidad entre nosotros ya para propios y extraños.
II.- Desafíos.
Para entrar en materia me voy a permitir hacer una afirmación que cobra el peso de una ley o puede tener el peso de una sentencia lapidaria, y es la siguiente: “México es un país de reprobados”. Empezando por nuestros propios profesores. Con esta afirmación se abren una serie de consideraciones y planteamientos de primera magnitud. En un trabajo colectivo, coordinado por uno de los teóricos más agudos y más penetrantes en materia educativa en nuestro país, Gilberto Guevara Niebla expone que la situación educativa en nuestro momento tiene ante sí cinco grandes desafíos que enfrentar y son:
- La equidad
- La calidad
- El financiamiento
- La productividad, el empleo y la revolución científico-tecnológica
- La participación social.4
Esto quiere decir que desde la perspectiva del autor y sus colaboradores, son los rubros más álgidos y problemáticos los que se tienen que afrontar en el sector educativo, aquí y ahora. Es obvio que, son más los puntos a atacar o los elementos a enfrentar pero estos son los más problemáticos y contundentes, y que deben ser analizados, discutidos y resueltos con todo rigor y vigor. Por otra parte, es un hecho que la realidad educativa se ha convertido en una auténtica arena de combate. Donde se han dado todo tipo de incidencias y contradicciones que ha afectado desde los directamente involucrados (autoridades-docentes-estudiantes) hasta una gama muy amplia de sujetos, sectores y organizaciones de toda índole y color. Lo que hace ver a la educación como un campo minado y en extremadamente proclive a la confrontación. Vayamos por partes, y tratando de explicitar los puntos ya presentados.
a.- Se afirmaba al inicio de este inciso que “México es un país de reprobados”. Se pueden preguntar ¿por qué iniciar con una afirmación de este calibre? Por una razón muy sencilla. Desde hace por lo menos dos décadas, el país se ha visto inmerso en una serie de fenómenos, avatares, cambios, ‘transformaciones’ y penurias de diversa magnitud y grado, que de forma inexorable han impactado al campo educativo. Esto quiere decir que, por más que queramos aislar a la educación de su entorno histórico-social, eso será una ilusión y una mistificación más. Esto es, la educación misma se visto envuelta en un vaivén político, social e ideológico que la ha mellado significativamente. Sólo es cuestión de ver como han cambiando los marcos referenciales. Es decir, como se concebía y como se concibe a la educación y al quehacer educativo.
No es una casualidad, ni una actitud confabulatoria el afirmar que, la baja calidad del servicio educativo, de los procesos de enseñanza-aprendizaje se han visto afectados seriamente por estas y otras realidades; y de ahí la cantidad de carencias y necesidades que venimos acarreando. Sería una inconsecuencia y una inconsciencia el afirmar que lo contrario, el decir: “vamos bien”. Hay que aceptarlo con toda seriedad y serenidad: la educación en nuestro país es deficiente, y cada vez se está deteriorando más; lo que se refleja en todos los niveles. Por otro lado, las transformaciones que a nivel global se han venido sucediendo han dejado como saldo una cauda de rezagos e indefiniciones que en esta coyuntura se ve difícil de remontar, corregir o al menos pretender darles otra dirección en el mediano plazo. Sobre todo, si lo vemos al interior del esquema en que nos movemos. Con esto, no se pretende mostrar una realidad catastrófica o apocalíptica de la cual no hay redención posible. Simplemente se está mostrando el panorama.
En este sentido, se han levantando voces tratando de alertar y prevenir sobre un posible escenario más caótico y conflictivo. Que no se haya agudizado la situación y con ella los conflictos y las contradicciones, es otro punto. Como muestra de lo que se viene exponiendo se propone lo siguiente; y que en su momento ya se había planteado. Es una cita de Cuauhtémoc Cárdenas:
…las críticas del desastre provocado por tres sexenios de recortes al gasto […] Los presupuestos de las universidades y demás centros de educación superior se han reducido en términos reales y la pretensión del gobierno de trasladar los costos de la educación a los estudiantes y a sus familiares, ‘han dado lugar a conflictos dolorosos como los que afectan a la UNAM o a las Normales Rurales.5
Más adelante afirmaba, y era contundente al decir:
…el abandono y la desatención que el gobierno ha tenido con los profesores durante muchos años, ha provocado que más de la mitad de los maestros tengan dobles plazas para completar un ingreso que apenas permite la supervivencia familiar[…] el ingreso familiar de más del 20% del magisterio no alcanza los tres salarios mínimos, y más del 25% de los profesores son interinos, el 35% carece de los servicios habitacionales más elementales. Todo esto producto del abando no oficial y de la fiebre privatizadora de los últimos años.6
Con los elementos vertidos se puede dejar establecido que, la perspectiva para la educación bajo el actual esquema, simple y sencillamente nos va a llevar a más crisis, mayor conflictividad, y a un mayor deterioro educativo. Los desafíos y los retos son evidentes están aquí y ahora. El escenario se muestra perturbador y azaroso. Por ello, la urgente necesidad de caminar en una dirección totalmente diferente, y sobre todo, con rumbo claro y definido. Además, porque parece ser que la tendencia en materia educativa de seguir en esta ruta: es la de ser unos eternos reprobados, unos eternos dependientes, y con ello ahondar nuestras limitaciones y carencias.
b.- Sobre los retos que tiene que enfrentar la educación, los cuales ya son evidentes desafíos, tanto en equidad, calidad, financiamiento, etc., se debe decir lo siguiente: cada uno de los rubros citados, en sí mismos conllevan una carga y un contenido muy concretos y específicos. Pero lo que se desea resaltar es que se irán obteniendo mayores respuestas a este caótico panorama en la medida en que los enfrentemos con lucidez, objetividad y rigor. ¿Qué se quiere decir? Que tenemos que actuar en consecuencia con la realidad que estamos viviendo y estar a la altura del tiempo histórico que nos ha tocado vivir. Esto también implica de nuestra parte que, la educación como campo privilegiado o determinante en cierta medida del nuestro desarrollo ocupe efectivamente ese espacio que tanto se pregona del mismo; y no hacer lo que se ha venido haciendo, predicar una cosa y hacer exactamente lo contrario. Dejar la demagogia para los actos de campaña, para los ‘turiferarios’ del sistema, para los ‘paleros’ y los ‘acólitos’ de la simulación. Tampoco decir de manera estridente, que la educación es prioritaria, y ver que se está desmoronando y cayendo a pedazos.
Esto de ninguna manera quiere decir o significar que sean exageraciones o estridencias los planteamientos propuestos, ni tampoco que sean considerados como simples deseos o actos de buena voluntad, ni mucho menos simular. Esto quiere decir, actuar efectivamente a favor de la educación de forma comprometida, decidida. Porque de lo contrario, y como se ha venido afirmando su deterioro será ahora sí, irreversible. Podemos plantear el punto de otra manera. ¿Qué pasaría con el sistema educativo nacional, si efectivamente nos ubicamos ante el umbral irreversibilidad? ¿Hasta dónde hemos hecho conciencia de una situación así? Pero lo más complejo ¿estamos preparados para encarar un escenario de esa magnitud?
c.- Ahora bien, ¿Qué debe ser la educación? Considero que debe ser una parte vital del proyecto de nación que se desea. En este orden, deberíamos estar en sintonía con lo expresado por Cuauhtémoc Cárdenas en una reunión que tuvo con ‘la plana mayor’ de la ANUIES al decir que: “La educación debe ser el sustento de un proyecto de nación democrática, justa, equitativa y soberana”.7 Con lo que daríamos paso a una realidad histórico-social, y en consecuencia educativa cualitativamente diferente. No es suficiente decir que todos los escolares van a tener condiciones de primer mundo, cuando sobre los hechos es falso, y más bien suena a chiste de mal gusto, carente de sustento y en extremo descontextualizado, sobre todo, cuando vemos que nuestras necesidades más apremiantes son otras, y que requieren una respuesta inmediata. O incluso con ofrecimientos que más bien parece salidos de una mente calenturienta, febril y ensoberbecida al afirmar que: “los maestros van a recibir salarios de tiempo completo”. Lo cual es una insensatez y una desproporción monumental.
El punto al que se pretende arribar es que, si efectivamente deseamos reorientar el quehacer educativo, debemos abocarnos a los problemas más inmediatos, acuciantes, álgidos, además de los ya mencionados. Entre otros, el preocuparnos por una verdadera reestructuración de la vida académica, en todos los niveles. Dar una respuesta sólida y seria a la condición magisterial. Dignificar la figura, la labor y la vida del docente; y entrar en un real y efectivo compromiso con nuestro quehacer. Todo esto lo vamos a lograr, partiendo de un proyecto claro, juicioso, consensando, con sentido común y haciendo de la educación uno de los pilares de ese proyecto de nación.
Para que el maestro se sienta identificado con esas ideas y principios, que en sentido estricto, sería un proyecto de todos, seamos docentes o no. Por ello se requiere del concurso efectivo y decidido de todos, para que se pueda hacer efectivo, concreto, real el ver que la educación tome el lugar que le debe corresponder, y que no sea sólo demagogia. Que su inicio puede ser difícil y con traspiés, pues sí. ¿Pero que inicio no es así? Lo que en el fondo se está solicitando es, una actitud seria, lúcida, comprometida y consecuente. Asumir de manera cabal y consecuente la parte que nos corresponde en esta actividad. Redoblar el paso y los esfuerzos para que se materialicen los anhelos y los deseos que todos aquellos que han trabajado por ver a la educación en otra situación histórica. En este sentido, todos de alguna forma hemos vivido el desinterés, el conformismo, la desilusión, el desencanto. Pero la cuestión sigue en pie: ¿Cómo articular un espacio y un tiempo para llevar adelante estas ideas? Aquí está ese reto que tanto se ha discutido. Esto es, la vida docente debe trascender de manera definitiva lo meramente técnico e instrumental, y constituirse en esa fuerza social capaz de impulsar una perspectiva diferente de sociedad, desde el espacio de su competencia.
Este es uno de los tantos desafíos a los que hay que enfrentarse. Porque en él se condensan y sintetizan muchas de las expectativas y anhelos, no sólo docentes, sino también sociales. Entre otras razones porque estamos viviendo tiempos históricos sumamente complejos, entre otras causas, porque expresan una pobreza, más bien diríamos, una pauperridad teórica, discursiva, argumentativa impresionante, es decir, vivimos un tiempo que carece de ideas y pensamientos relevantes y progresistas. De una falta de imaginación y creatividad. Estamos ante una coyuntura donde requerimos, solicitamos, urgimos por más y mayores ideas y reflexiones, así como de la renovación del pensamiento en diversos rubros y niveles con una actitud crítica, propositiva y decidida. Estas serían algunas propuestas y planteamientos para un tiempo pobre, paupérrimo y desolador.
III.- A manera de conclusión.
Finalizo esta exposición con las siguientes consideraciones. Primera. Reconozcamos con seriedad y honestidad que la actividad educativa en nuestro medio requiere ser analizada con rigor, y a partir de ahí reestructurarla consecuente y propositivamente. Segunda. La figura y la persona del docente serán definitivas y sobresalientes en esta redefinición, porque es él donde recae en buena medida el peso de este quehacer. Tercera. La educación como proyecto de nación debe interpelarnos para trabajar en esa dirección, sobre todo, tomando en cuenta que hay una serie de oscilaciones de todo orden. En este sentido, la misma educación es o debe ser, una lucha por la reconquista de la ciudadanía en su sentido más concreto. Es decir, hacer valer nuestros plenos derechos, pero también eso implica cumplir cabalmente con nuestras obligaciones y responsabilidades. Estas serían algunas de las ideas y planteamientos de cara a una perspectiva educativa en este inicio de Milenio, que como se ha visto, el camino es todavía muy largo, intrincando y de una envergadura difícil de sintetizar. El reto está presente. Concluyo con una cita de Henry A. Giroux que dice:
Claro está que una forma emancipatoria de ciudadanía no sólo llevaría la mira de eliminar las prácticas sociales opresivas, sino que también se constituirán en un nuevo movimiento del despertar social y, al hacer esto, igualmente contribuiría a la estructuración de relaciones sociales no enajenates, cuya meta sería la de ampliar y fortalecer las posibilidades inherentes a la vida humana.8
IV.- Bibliografía.
1.- Arnove, R., La educación como terreno de conflicto: Nicaragua, 1979-1993, Managua, Ed. UCA, Col. Alternativa, 1994. pp. 7-8.
2.- Piñón, G. F., Prolegómenos de Filosofía y Política en Antonio Gramsci, México, Ed. Centro Gramsci, 1987. p.35.
3.- Arnove, R., op. cit., p. 7.
4.- Guevara Niebla, G., (compilador), La catástrofe silenciosa, México, FCE, 1992. p. 15.
5.- Cárdenas, C., La Jornada, México, 17-V-2000. p. 15.
6.- Ídem.
7.– Cárdenas, C., La Jornada, México, 29-III-2000. p.11.
8.- Giroux, H. A., La Escuela y la lucha por la ciudadanía, México, Siglo XXI/UNAM, 1993. p. 22.
Odiseo, revista electrónica de pedagogía. Año 1, núm. 1. 1 de julio de 2003.
http://educacionypsicologia.org.mx/revistaodiseo/2003/07/01wingartz_esperar.htm (ISSN 1870-1477).
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