Dos falacias en el acto de educar

Araceli Itzel Alonso Alonso

Centro Universitario Casandoo

Resumen: En el presente artículo se analizan dos falacias empleadas en el proceso educativo que condicionan el ejercicio docente. La primera exhorta a la neutralidad del ejercicio docente a partir de una visión apolítica de la educación, falacia que limita la formación crítica y reflexiva de los estudiantes. La segunda concibe al educador como único poseedor y transmisor del conocimiento; en consecuencia, ignora el aprendizaje como una construcción social. Estas falacias limitan el aprendizaje como parte de un ejercicio activo, crítico y dialógico, en el que todos aprenden de todos.
Palabras clave: Falacia, educación, militancia política, colaboración.

Abstract: This article analyzes two fallacies used in the educational process, which condition and affect teaching practice. The first fallacy appeals to the neutrality of the teaching exercise based on an apolitical vision of education, which limits the critical and reflective training of students. The second fallacy is based on the traditional pedagogical principle that conceives the educator as the sole possessor and transmitter of knowledge, ignoring the social and community nature of learning. These fallacies limit the learning process as part of an active, critical, and dialogic exercise in which everyone learns from each other.
Keywords: Fallacy, education, political militancy, collaboration.

El texto critica la idea de que los profesores deben ser neutrales y los únicos transmisores del conocimiento.

Introducción

El acto de educar implica orientar a las personas hacia el conocimiento y ayudarlas a desarrollar habilidades para entender el mundo. Desde sus raíces etimológicas, Vázquez (2019) menciona que educar se deriva del latín educare (‘nutrir’ o ‘alimentar’) y educere (‘extraer’ o ‘cultivar’), términos que permiten abordar la educación desde un enfoque integral del ser humano. Por lo tanto, educar no consiste únicamente en la transmisión de conocimientos pasivos, sino en orientar al educando a descubrir y desarrollar su propio potencial, extrayendo lo mejor de sí mismo para integrarlo críticamente en la sociedad.

En cuanto a las falacias que obstaculizan el acto de educar, es necesario que educadores y educandos las identifiquen y eviten, ya que comprometen el desarrollo del pensamiento crítico, la interpretación y la transformación de la realidad. Según Fernández (2017), una falacia consiste en un razonamiento que parece correcto sin serlo, porque su estructura o contenido se basa en ideas equivocadas o engañosas. En otras palabras, una falacia es un intento de engañar.

Para su estudio, se consideran dos tipos: las falacias formales y no formales. Las primeras inducen al error por su forma, mientras que en las no formales el error radica en la ambigüedad de las palabras utilizadas, es decir, en la falta de conexión o coherencia entre las premisas que las conforman. Con o sin intención, las falacias impiden un análisis profundo de la realidad, limitando la comunicación y el aprendizaje. Esto es relevante porque, al no reconocerlas, se distorsiona la manera de enseñar y aprender; identificarlas y entenderlas permite mejorar estos procesos al evitar prácticas antidialógicas y dogmáticas que obstaculizan el aprendizaje crítico y transformador.

Desde una perspectiva tradicional, el profesor es visto como el único poseedor del conocimiento, lo que conlleva la formación de estudiantes pasivos, receptivos, acríticos y apolíticos. Contrario a esta visión, Latapí (2003) menciona que los docentes están en constante aprendizaje y deben ser conscientes de sus errores y limitaciones. Los maestros no solo enseñan, sino que también aprenden de sus estudiantes y del contexto en el que trabajan, convirtiéndose en sujetos políticos y agentes de transformación social.

Así, el acto de educar, muchas veces condicionado por falacias, debe ser analizado desde la óptica de la pedagogía crítica para denunciar estas prácticas y avanzar hacia una educación transformadora.

Una educación donde docentes y alumnos aprendan juntos de forma crítica y colaborativa.

Desarrollo

Falacia I: El profesor es un sujeto apolítico

En la obra pedagógica y política del educador brasileño Paulo Freire se afirma que la educación es un acto primordialmente político; por tanto, el educador es necesariamente un sujeto político. El carácter polisémico de la militancia política puede generar confusiones. En esta reflexión, se concibe como la participación activa en la lucha por cambios estructurales acordes a los intereses de un colectivo. Sin embargo, los profesores no son necesariamente militantes políticos en este sentido, aunque tengan derecho a serlo.

La praxis pedagógica del educador está siempre vinculada a un contexto histórico concreto, que condiciona su actividad docente. Su práctica conlleva la responsabilidad histórica de formar un tipo específico de ciudadano. Desde la óptica freireana, la política promueve y exige un ejercicio dialéctico en el aula y en todo el sistema educativo.

Contrario a la falacia que dicta que los profesores deben mantenerse neutrales o apolíticos, esta reflexión aboga por un docente que también sea un militante político, ya que la política es fundamental para la formación crítica de los estudiantes y la sociedad. La escuela, como espacio político, debe promover el pensamiento crítico y reflexivo, siendo un lugar para problematizar la realidad.

Hablar de política en el aula no significa hacer proselitismo, sino fomentar la capacidad de los estudiantes para analizar, debatir y comprender críticamente su entorno con miras a su transformación. Según Lens (2017), la política tiene dos significados principales: el compromiso ciudadano y la participación en asuntos sociales, según la visión aristotélica, y la política profesional, como la de partidos y elecciones. La confusión entre ambos sentidos ha generado posturas apolíticas y antipolíticas.

El profesor, como “animal político” aristotélico, no debe ser un mero transmisor de información, sino un agente de cambio social. Politizar la educación permite que los estudiantes comprendan el sistema en el que viven y desarrollen habilidades para transformarlo. Este enfoque, según Freire, no busca ideologizar ni adoctrinar, sino incentivar un diálogo crítico para superar las condiciones de opresión y construir una sociedad más justa.

Falacia II: El profesor como fuente del conocimiento

La relación dialéctica entre el profesor y el alumno es fundamental para la construcción social del conocimiento, es decir, se apela por una relación de confrontación y superación, donde prevalezca el diálogo democrático y democratizante.  Reducir esta relación a la de una interacción llena de comunicados alienantes, es caer en el simplismo y la pasividad de las pedagogías tradicionales y autoritarias, mismas que simplifican y deforman el proceso de enseñanza aprendizaje, puesto que, ignoran la complejidad del conocimiento como constructo social y minimizan las contribuciones que, tanto educador como educando, realizan en el acto de educarse.

Los educandos no son recipientes vacíos en los que se vierte información; el aprendizaje es un proceso activo en el que los estudiantes presentan sus propias experiencias, conocimientos, temores, saberes y expectativas. Cada uno presenta un cúmulo de capitales que puede enriquecer la discusión en el aula y abonar por el aprendizaje social. Esta relación permite que el aula sea un espacio complejo y dinámico, donde estudiantes y profesores, aprendan y enseñen mediante el diálogo crítico, honesto y amoroso.

Latapí (2003) menciona que, el contacto diario con los estudiantes abona a conservar la juventud, es decir, la frescura y la vitalidad de los jóvenes inyectan ánimos para la actualización permanente, es por eso que Latapí concibe a la docencia como un proceso de permanente crecimiento personal y profesional.  Como bien lo menciona García (2021), la finalidad del aprendizaje activo es proporcionar a los estudiantes un entorno de aprendizaje dinámico y enriquecedor, que incluya actividades interactivas, recursos didácticos adecuados y apoyo docente, con el fin de que desarrollen habilidades para buscar, analizar y sintetizar información, así como resolver problemas, dialogar y expresarse.

Para implementarlo con éxito, los estudiantes deben reflexionar y poner en práctica los conocimientos y habilidades enseñados por el docente, con el objetivo de integrar estos aprendizajes de manera significativa, promoviendo una comprensión profunda y duradera que vaya más allá de la simple memorización. El desarrollo de estas habilidades desafía la postura autoritaria del profesor que muchas veces se presenta como el único poseedor del conocimiento. Así, en lugar de una relación jerárquica de comunicados, se debe abonar por un aula como espacio político y dialógico en permanente transformación.

Los docentes, al reconocer su propia ignorancia o inacabamiento, actuarán con humildad, paciencia y espíritu investigador, actitudes que fortalecerán la relación con su educando, misma que promoverá aprendizajes más profundos y significativos. Los estudiantes, por su parte, juegan un papel crucial, pues su participación activa, ayuda y exige al docente a realizar los ajustes necesarios en lo pedagógico, didáctico y epistémico. Por tanto, reducir la relación entre profesor y alumno a una simple dinámica de “el que sabe” y “el que no sabe”, es una falacia que no refleja la realidad del aprendizaje, ya que, tanto educador como educando, colaboran para el éxito del aprendizaje como proceso social.

Conclusión

Reconocer estas falacias permite comprender que el ejercicio docente está condicionado por prácticas e intereses sociales, políticos y económicos. Su análisis crítico invita a la reflexión profunda sobre la práctica docente y el sistema educativo en general. Educadores y educandos, al aceptar su inacabamiento, pueden construir una relación de aprendizaje desde la humildad y la alteridad. Esta crítica aboga por una formación de ciudadanos como sujetos políticos y transformadores de su realidad.

Referencias bibliográficas

Cruz Aguilar, E. (2020). Estudiar como acto de rebeldía. Odiseo. Revista electrónica de pedagogía. https://odiseo.com.mx/articulos/estudiar-como-acto-de-rebeldia/

Cruz Aguilar, E., (2020). La educación transformadora en el pensamiento de Paulo Freire. Educere, 24(78), 197-206.

Fernández Ruiz, G. (2017). Argumentación y lenguaje jurídico. UNAM. https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/7/3016/11.pdf

Freire, Paulo. (2005). Pedagogía del oprimido (2 ed.). Siglo XXI.

García Bullé, S. (2021, marzo 11). Aprendizaje activo: Una metodología que transforma la educación. Instituto para el futuro de la educación.  https://observatorio.tec.mx/edu-news/aprendizaje-activo/

Latapí Sarre, P. (2003). ¿cómo aprenden los maestros? SEP.  https://gobiernodeguadalupe.gob.mx/trans2/Bibliografias/como_aprenden_maestros_latapi.pdf

Lens, J. L. (2017, septiembre 7). Por qué no se tiene que hablar de política en la escuela. Autoformación y empoderamiento.  https://www.autoformacionyempoderamiento.com/no-se-hablar-politica-la-escuela/

Vázquez, G. (2019). La Pedagogía en interacción con la Educación y la Didáctica. Unidades de Apoyo para el Aprendizaje. CUAED/Facultad de Música-UNAM. Consultado el 20 de diciembre de 2024 de https://uapa.cuaed.unam.mx/sites/default/files/minisite/static/b2c2f466-c08f-407c-ad1d-621354e9df0b/LaPedagogiainteraccionEducacionDidactica/index.html


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