Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Querétaro
Colegio de Bachilleres del Estado de Querétaro
La historia de la enseñanza de la lengua española en América se asoció indisolublemente a la imposición de la cultura occidental como modelo de modernidad, mediante el tránsito de lo indígena pagano a lo ibérico-católico-romano. Las relaciones entre la economía y las políticas lingüísticas y educativas para la Nueva España estuvieron íntimamente entrelazadas: relacionadas fundamentalmente con la necesidad del control militar, económico, político e ideológico sobre los territorios conquistados, y de conformar en los pobladores una identidad como individuos del Estado colonial y súbditos de la Corona española.
La relación entre el poder público y la lengua implica la relación entre lingüística, historia e historia de la lengua, por lo que la percepción de la misma, el estudio de su evolución y su enseñanza no pueden desligarse de la historia de las conquistas, la lucha entre los pueblos y las guerras1. El dominio de la lengua ha servido también como indicador de supremacía y descalificación del “otro”; los griegos llamaban bárbaros a los hombres que no tenían el dominio de su lengua; para los romanos el barbarus designaba al extranjero, al inculto, al ignorante; en la edad media, el latín fue la única lengua aceptada para comunicarse con Dios, era la lengua del poder y el saber.
Desde la Conquista hasta nuestros días puede identificarse que la articulación del horizonte cultural y las políticas lingüísticas -y para la enseñanza de la lengua en México- se han realizado con la imposición del valor de la modernidad, reordenado, según el momento histórico, en función de distintas teorías culturales, sociales, económica y políticas. La palabra modernus apareció por primera vez en el siglo V, y se utilizó para distinguir el presente romano cristiano opuesto al paganismo del período clásico2. En los primeros años del siglo XVI, para justificar la expansión colonial europea, se definieron dos ideas fundamentales que guiaron la occidentalización de los pueblos conquistados: todo dominio provenía fundamentalmente de la condición religiosa de los hombres, y una civilización era superior a otra.3 De esa manera la historia de la lengua española en América se asoció indisolublemente a la imposición de la cultura occidental como modelo de modernidad, mediante el tránsito de lo indígena pagano a lo ibérico-católico-romano4.
Las políticas lingüísticas de la Nueva España continuaron la filosofía y política de los reyes Isabel y Fernando para la reconquista de España. El historiador real Elio Antonio de Nebrija elaboró la primera gramática española destinada a “nacionalizar” el castellano; su Gramática sobre la lengua castellana recomendaba que se enseñaran “las cosas de la nación en el idioma de la nación”.5 “El castellano –dice Shirley Brice Heath– fue entonces la norma en la política, la erudición y el arte, instrumento cultural y político, lengua vigorosa de una sociedad que se afirmaba.”6
Las relaciones entre la economía y las políticas lingüísticas y educativas para la Nueva España estuvieron íntimamente entrelazadas: relacionadas fundamentalmente con la necesidad del control militar, económico, político e ideológico sobre los territorios conquistados, y de conformar en los pobladores una identidad como individuos del Estado colonial y súbditos de la Corona española. La tesis de Pilar Gonzalbo que explica la política lingüista en la Nueva España a partir de la primera impresión que los españoles tuvieron del poderío azteca7, o de los cambios en la vida cultural y filosófica de Europa –como afirma Gloria Bravo Ahuja– son poco plausibles. La difusión del castellano como lengua imperial es expresada con toda claridad por Nebrija quien escribía su gramática no para enseñar a los españoles a hablar su lengua, sino para que aprendieran los pueblos conquistados la lengua del conquistador.8
Sin embargo, en la revisión histórica de la política lingüística y educativa de la Nueva España se observa un aparente sentido contradictorio. El escenario se aclara cuando se contrastan las necesidades de control militar, económico, político e ideológico de la población con las fases de conquista y colonización del territorio novohispano. Por ello las ordenanzas que se emitían desde la metrópoli para la enseñanza de la lengua seguían políticas específicas, según se requerían. Veremos a continuación algunos casos donde puede seguirse la posible validez de esta tesis.
En la conquista espiritual los franciscanos usaron el náhuatl y otras lenguas nativas para el adoctrinamiento. Pero en 1550 Carlos V promulgó la ordenanza para que todos los indios aprendieran castellano:
…sean enseñados en nuestra lengua castellana y que tomen nuestra policía buenas costumbres, porque por esta vía con más facilidad podrán entender y ser doctrinados en las cosas de la religión cristiana.9
En 1559 apareció La Cartilla de Fray Pedro de Gante para enseñar a los indios a leer en latín, castellano y su lengua o dialecto.10 Los contenidos educativos lingüísticos –las letras del alfabeto y las vocales y consonantes formando sílabas elementales– eran el vehículo para acceder al adoctrinamiento: el Padre Nuestro, el Ave María, Credo, y los artículos de la fe, los Mandamientos de la Ley de Dios y los Sacramentos de la Santa Madre Iglesia. La Cartilla incluía además una explicación de los pecados veniales y mortales; la asociación de los sentidos corporales con los espirituales y las obras de misericordia cristiana. Finalmente, la confesión, la bendición de la mesa y la contrición, además de una serie de palabras abreviadas..Hay que mencionar que no se traducían a las lenguas indígenas los conceptos referidos a la divinidad, (Jesús, María, Dios) solamente los textos.
El dilema de la castellanización de los indios para su completa transculturación o de la conservación de las lenguas vernáculas para la preservación de su identidad cultural –con el consecuente aislamiento socioeconómico, lingüístico y el permanente riesgo del retorno a sus prácticas paganas–, implicó la discusión sobre el problema de su control económico, político e ideológico. Si bien era importante imponer la lengua del imperio, los conquistadores y colonizadores argumentaban que cuando los indios se castellanizaban se transformaban en “ladinos” e “igualados”, contrario a la docilidad y obediencia mostrada cuando solamente hablaban su propia lengua, –además de que una gran mayoría los españoles peninsulares eran analfabetas.
Para controlar la incipiente autonomía de los conquistadores y colonizadores, encabezados por Martín Cortés, Felipe II trasladó la encomienda11 de la cristianización de los indios a los religiosos; no para evitar los abusos de los encomenderos –por la elevada conciencia cristiana del monarca, como se asegura–, sino para centralizar el poder de la Corona sobre la Colonia. Pero además de esta manera también se cumplía el pronunciamiento del concilio general de Trento que resolvía que la evangelización debía realizarse en la lengua materna de los indios. En 1565 (el año en qué Martín Cortés se rebela) el emperador exigió que los misioneros aprendieran la lengua de cada grupo indígena a su cargo; la empresa implicaba dificultades de orden práctico y como el náhuatl era una lengua franca en la estructura política y tributaria del imperio azteca con la cual se continuaba tributando a la corona española; ordena la creación de las cátedras de nahua y otomí en la Real y Pontificia Universidad de México para que nadie se postulase para un curato indígena sin los cursos en lengua india. Gonzalo Aguirre señala la contradicción en la estructura colonial al equiparar las lenguas de los pueblos socialmente inferiores con las lenguas cultas: latín, griego y hebreo12.
En 1570 el monarca emitió la cédula real que la declaraba el náhuatl la lengua oficial de los indios:
…para que los indios aprendiesen todos una misma lengua y que ésta fuese la mexicana [náhuatl] que se podría aprender con más facilidad por ser lengua general.13
Felipe III ordenó nuevamente la evangelización en cada una de las lenguas indígenas dejando el uso del castellano para otros menesteres; su sucesor, Felipe IV, determinó nuevamente que se enseñara a los indios en lengua castellana para que fuesen más fácilmente sujetos al control gubernamental:
…que no les permitan hablar la lengua materna. (…) que haya cátedra para que los doctrineros sepan la lengua de sus feligreses y los puedan mejor instruir en nuestra Santa Fe Católica.14
Finalmente en 1770 Carlos III emitió la ordenanza para que sólo se hablase el castellano en la Nueva España y se desterrasen, de manera definitiva los otros idiomas, con el fin de remover los impedimentos de comunicación con los españoles y para el logro de la unidad de la Nueva España:
…para que de una vez se llegue a conseguir el que se extingan los diferentes idiomas de que se usa en los mismos dominios y sólo se hable el castellano.15
El racismo y la estratificación de la población de la Nueva España fueron las características de la organización social del Virreinato, españoles e indios recibían educación separada16; la educación era tan diferente para cada uno de las castas, estratos y clases sociales, como la recibida por ciudadanos de diferentes naciones. Para los criollos el ideal lingüístico era la lengua española peninsular, “la verdadera lengua castellana”, por lo cual la educación lingüística estuvo orientada en ese sentido.17 Para los indígenas, una vez que aceptan la evangelización, las labores educativas se limitan a mantener vigentes las creencias cristianas y los curas del clero secular eran los encargados de estas tareas; su misión era la instrucción de los jóvenes en la fe cristiana.18 El método de enseñanza del español se realizaba con un pequeño folleto de 8 hojas compuesto de 38 lecciones o ejercicios: el Silabario Método de San Miguel o Silabario de San Vicente. En la primera lección aparecían las vocales en letra impresa, ordenadas en cinco series; en cada serie una vocal distinta en orden de prioridad para memorizarlas en forma horizontal y vertical. En las siguientes seis lecciones se pasaba a listas de sílabas. De la lección 8 a la 23 el alfabeto en minúsculas, mayúsculas, y en las demás lecciones palabras separadas por sílabas. Los contenidos versaban sobre temas exclusivamente religiosos.19
El objetivo de la política lingüística es favorecer la comunicación y la fluidez de los actos sociales. En los ejemplos anteriores observamos como las contradicciones de la política lingüística a lo largo de la conquista y de la colonización son en realidad contradicciones aparentes, su fin último siempre fue el de mantener el control militar, económico y político-ideológico de la población; es comprensible si se considera que en ciento cincuenta años de colonialismo se transfirieron desde América a España 500 millones de pesos de oro, una cantidad equivalente al capital invertido en la revolución industrial inglesa20.
Notas
1 Silvio Zavala. “El castellano, ¿lengua de comunicación?”, en: Poder y lenguaje desde el siglo XVI. México, El Colegio de México, Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, 1996. Passim.
2 Según investigaciones de Hans Robert Jauss, citado por Jürgen Habermas, en: La posmodernidad. Barcelona, Ed. Kairós. 1988. pp. 19-20.
3 Alejandra Moreno Toscano. ”El siglo de la conquista”, en: Historia General de México. Tomo I. México, El Colegio de México. 1987. p. 326.
4 Juan Casassus. “Modernidad educacional y modernización educativa”. Boletín del Proyecto Principal. ORELAC. Santiago de Chile, 1992, en: Margarita Noriega Chávez. En: Los laberintos de la modernidad: Globalización y sistemas educativos. México, Universidad Pedagógica Nacional. 1996. p. 23.
5 Antonio de Nebrija. “A la mui alta y assí esclarecida princesa doña Isabel…”, en Gramática de la lengua castellana. 2ª. ed. Estudio y edición de Antonio Quilis. Madrid. Editora Nacional. 1984. p. 101.
6 Shirley Brice Heath. La política del lenguaje en México: de la colonia a la nación. México, Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Instituto Nacional Indigenista. 1992. p. 24.
7 Pilar Gonzalbo Aizpuru. Educación y colonización en la Nueva España. 1521-1821. México, Universidad Pedagógica Nacional. Colección Historia, Ciudadanía y Magisterio, 2000. p. 22
8 Nebrija. Op. cit . p. 101.
9 “Disposiciones complementarias de las leyes de Indias”. Vol. III, citado en: Gloria Bravo Ahuja. La enseñanza del español a los indígenas mexicanos. México, El Colegio de México. 1977. p. 34.
10 Antonio Barbosa Heldt. Cómo han aprendido a leer y a escribir los mexicanos. México, Editorial Pax. 1973. p. 193. Véase el facsímil completo de La Cartilla en Gloria Bravo Ahuja. Op. cit, pp. 36-51.
11 La encomienda era la tributación en especie o servicio personal de los indígenas encomendado a los españoles; los encomenderos tenían a su vez como obligación la cristianización de los indígenas. A excepción de los vasallos de Hernán Cortés todos los indígenas encomendados a los conquistadores son súbditos del emperador.
12 Gonzalo Aguirre Beltrán. Lenguas vernáculas. Su uso y desuso en la enseñanza: la experiencia de México. México. Ediciones de la Casa Chata. 1983. pp. 42-44.
13 Cédulas reales, Vol. XLVII, Archivo General de la Nación, en: Gloria Bravo Ahuja. Op. ci.t, pp. 34.
14 Citado por Velasco Caballos, La alfabetización en la Nueva España. pp. LVI – LVII, en: Gloria Bravo Ahuja, Id.
15 Id.
16 Por ejemplo los colegios de San Pedro y San Pablo que los jesuitas instituyen para los españoles y el de San Gregorio y San Martín para los indígenas. Gonzalo Aguirre Beltrán, op. cit. p 36.
17 Shirley Brice, op. cit. pp. 18-19.
18 Gonzalo Aguirre, op.cit. p. 51
19 Antonio Barbosa, op. cit. pp. 27-30.
20 Enrique Semo. Historia del capitalismo en México. México, Ediciones Era-Secretaría de Educación Pública. 1987. p. 101.
Odiseo, revista electrónica de pedagogía. Año 2, núm. 3. 1 de noviembre de 2004.
http://educacionypsicologia.org.mx/revistaodiseo/2004/07/03lopezflores_colonialismo.htm (ISSN 1870-1477).
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