La formación de conciencia ambiental en la escuela

Policarpo Chacón Ángel (1), Eréndira Romero García (1)

(1) Instituto de Investigaciones Sociales y Humanas

Resumen: En este artículo se destaca que la constitución de conciencia ambiental es una tarea que se le ha encomendado principalmente a la escuela, tarea que muy difícilmente puede cumplir, generalmente porque su proceso de enseñanza y de aprendizaje es memorístico; no brinda las herramientas para conocer y transformar a la naturaleza. La constitución de la conciencia ambiental está limitada al fomento de las actitudes en los sujetos para hacerle frente a los problemas ambientales, y no a las interrelaciones que se da entre los seres humanos, su cultura y su medio natural. El conocimiento de la naturaleza ha dejado de ser tratado como un asunto filosófico y epistemológico, y su lugar lo han ocupado las políticas neoliberales promotoras del desarrollo sustentable.

Palabras clave: Hombre, conciencia, ambiente, naturaleza, cultura

Abstrac: This article emphasizes the creation of environmental awareness is a task that has been entrusted mainly to school very difficult task that can play, usually because the process of teaching and learning is rote, does not provide the tools to know and transform nature. The creation of environmental awareness is limited to the promotion of attitudes in the subjects to cope with environmental problems, and not the relationships that exists between human beings, their culture and environment. The knowledge of nature is no longer treated as a philosophical and epistemological, and instead have occupied neoliberal policies promoting sustainable development.

keywords: Man, awareness, environment, nature, culture

Recibido: Septiembre de 2014; aceptado para su publicación: mayo de 2015

Introducción

El concepto de educación ambiental empezó a generarse en la década de los sesentas a raíz de la preocupación mundial por el grave deterioro de las condiciones ambientales en todo el mundo; como estrategia para su discusión y atención, fueron organizadas las llamadas Cumbres de la Tierra. En estas reuniones internacionales se ha destacado como prioritario la reorientación de la educación y el aumento de la conciencia por parte de los sujetos hacia los problemas ambientales.

La conciencia ambiental es el punto medular que se supone, vendrá a solucionar muchos problemas ambientales que padece la humanidad, sin embargo, hablar de conciencia ambiental implica el conocimiento del ser humano y el conocimiento de su entorno natural y social. Conocer estos entornos significa valorarlos, considerar la importancia que han tenido para las generaciones anteriores, para la presente y preservarlos para las futuras.

La constitución de conciencia ambiental es una tarea que se le ha encomendado principalmente a la escuela, tarea que muy difícilmente puede cumplir, generalmente porque su proceso de enseñanza y de aprendizaje es memorístico; es decir, no es reflexivo y crítico hacia los problemas que aqueja a la humanidad; la educación no brinda las herramientas para conocer y transformar a la naturaleza.

Por otra parte, el enfoque conservacionista y proteccionista de la naturaleza, que se promueve en la escuela básica, impide cuestionar el modelo de desarrollo económico, y sólo se orienta a la promoción de valores, actitudes y habilidades para propiciar nuevos estilos de vida y nuevos patrones de consumo.

El enfoque conservacionista está vinculado con el desarrollo sustentable promotor de la preservación del entorno natural, pero desvinculado del entorno sociocultural, es decir: con el cambio de actitud de los sujetos se promueve la preservación del entorno natural, pero no se considera el entorno sociocultural, menos aún se propicia el análisis de los cuantiosos costos del deterioro ambiental.

Es importante señalar que en este trabajo se habla de ambiente, mas no de “medio ambiente” porque resulta redundante, es decir: medio y ambiente se refieren a lo mismo y aunque la Academia Española no lo sanciona, tampoco aclara el error.

1. Naturaleza y “medio ambiente”

El tema de la naturaleza no es nuevo, desde las culturas antiguas ha sido una de las preocupaciones el estudio de ésta, los griegos por ejemplo, le llamaron physis, que etimológicamente procede del verbo phyo que significa brotar, crecer, hacer salir. Para los griegos la naturaleza es dinámica, es decir, tiene la posibilidad de cambiar, dentro de ella se encuentra el cosmos que contiene todas las cosas del universo. A la naturaleza también le llamaron la esencia, que es la manera en la que funcionan las cosas en ella, es decir, es el orden de todas las cosas.

A los primeros filósofos se les llamó filósofos de la naturaleza, está denominación se debió a que la naturaleza constituyó el centro de la reflexión filosófica. Los primeros filósofos pensaron que había una materia que era el origen de todas las cosas y de todos los cambios que se producen en la naturaleza; estas explicaciones que dieron los filósofos a estas preocupaciones constituyeron el conocimiento de ésta, por esta razón, puede decirse que el conocimiento de la naturaleza es un asunto que se ha tratado desde la filosofía y desde la epistemología, pues sólo a través de ellas puede llegarse a la esencia de las cosas.

En la época moderna, el pensamiento de algunos científicos, en relación con la naturaleza no fue el mismo, sino al contrario, tal es el caso de Francis Bacon, quien al respecto dice Tréllez que, hay un momento crítico a fines del siglo XVI y a comienzos del siglo XVII en el que se hizo explícita la intención de declararle la guerra a la naturaleza, por parte de Francis Bacon, científico y político inglés, perseguido en esa época por corrupción y uso indebido de fondos públicos, señalando que la naturaleza debía ser perseguida, obligada al servicio, esclavizada, estableciendo como meta de los científicos torturarla hasta que revelara sus secretos.(Tréllez: 2004 s/p).

En su afán por justificar la defensa de la naturaleza y el progreso económico se difundió una visión utilitarista de ésta, donde al hombre se le hizo creer que era el dueño de la naturaleza, y que por tanto, debería asumir el rol de dominador.

Sin embargo, aunque sigue prevaleciendo este pensamiento positivista, existen también, aunque sean mínimas, las posturas éticas hacia la naturaleza, que basadas en los avances tecnológicos señalan que es una oportunidad para alcanzar beneficios sociales priorizando la defensa de la naturaleza y por tanto, la defensa de la vida.

Hoy en día, el conocimiento de la naturaleza entendido como un constructo en el que se articula la relación ser humano y entorno, sólo puede concebirse como un proceso de transformación y no como un conjunto de cosas acabadas. Sólo de esta manera pueden comprenderse los grandes problemas actuales de la naturaleza; ya que como dice Maerk y Cabrolié:

para comprender las cosas profundas que provocan la degradación ambiental, se requiere partir del proceso de construcción de conocimiento, mediante […] la unificación del mundo […] no como la unidad ontológica entre lo natural y lo social, sino por el efecto de la articulación de los procesos naturales del proceso de producción de valor y de plusvalor; el cual, a su vez, genera un proceso de uniformación cultural, a partir de la desintegración étnica y ecológica de las diferentes regiones, causada por la generalización del intercambio mercantil y de la acumulación del capital a escala mundial. (Maerk y Cabrolié, 1999: 92).

Sin embargo, actualmente, el estudio y conocimiento de la naturaleza ha dejado de ser tratado como un asunto filosófico y epistemológico, y su lugar lo han ocupado las políticas neoliberales promotoras del desarrollo sustentable que en esencia ya no busca la relación del hombre con su entorno, sino más bien, el desarrollo económico que, por una parte, promueve el uso racional de la naturaleza y, por otra, pone en peligro el aprovechamiento de éstos así como el deterioro de los ecosistemas necesarios para la existencia humana.

Tiene razón Pálsson cuando dice que el “… paradigma del orientalismo ambiental no sólo establece una fractura fundamental entre naturaleza y sociedad, sino que además sugiere que los seres humanos son los amos de la naturaleza, los encargados del mundo. En ese régimen ‘colonial’, el mundo se convierte en ‘una tabula rasa para la inscripción de la historia humana’.” (Descola y Pálsson, 2001: 85).

Este pensamiento predominante de que el hombre es amo de la naturaleza, no ha comprendido que ésta no es separable del hombre, y que aun las cosas producidas por éste no están totalmente separadas de ella, pues el mismo pensamiento del hombre es producto histórico-social, como dice Marx, el proceso de pensamiento es un proceso natural pues el pensamiento del hombre es él mismo. Dice Schmidt, la naturaleza es una categoría social y a la inversa la sociedad representa una categoría natural. “Aunque para el materialista Marx la naturaleza y sus leyes existen independientemente de toda conciencia y voluntad humana, las enunciaciones sobre ella sólo se pueden formular y aplicar en general, con ayuda de categorías sociales.” (Schmidt, 1962: 78).

La naturaleza es muchas veces considerada como un botín, y en ése se acrecienta el “dominio” de la naturaleza por parte de la clase privilegiada, adueñándose de ella y explotándola de manera injusta. Si bien la naturaleza necesita trabajarse por parte del hombre, pues es la única forma de darle valor económico, necesita también darle su valor potencial. “…la naturaleza es el sujeto-objeto del trabajo. Su dialéctica consiste en que los hombres cambian su naturaleza en tanto quitan gradualmente a la naturaleza externa su carácter extraño y exterior, la median consigo mismo, la hacen trabajar teléticamente para ellos. [Nota 12: Das Kapital, t. II, p. 135.]. (Schmidt, 1962: 56-5778).

Cuando el hombre trabaja la naturaleza y la objetiva, cambia también él y se objetiva; como dice Engels, en esa modificación de la naturaleza por el hombre se encuentra la esencia de su pensamiento, pues en la medida en que aprendió a modificar la naturaleza creció su inteligencia.

Hoy en día es preocupante como la concepción de la naturaleza ha cambiado, lo mismo que la concepción del trabajo. Por ejemplo: nadie puede estar en contra del desarrollo industrial, del aumento de la producción y de la naturaleza al servicio del hombre, lo que es cuestionable es la lógica con la que procede el capitalismo con respecto a la naturaleza, en donde la dinámica del mercado y de los precios se contraponen a los procesos y ritmos naturales de renovación para el caso de los elementos que tienen estas características.

La ciencia y la técnica no pueden detenerse, el proceso productivo tampoco, pero en esos avances, sobre todo en la práctica de estos beneficios para el hombre, se encuentra la actitud negligente de un pequeñísimo grupo de la sociedad que afecta a la humanidad en su conjunto. “En este sentido tanto Engels, desde sus primeros escritos, como Marx, advirtieron numerosas veces de la ‘venganza’ que la naturaleza infringiría a la sociedad humana como respuesta a la devastación productiva…” (Foladori y Pierri, 2005: 131).

Cuánta razón tuvieron Engels y Marx al hacer estas advertencias que actualmente se presentan, ante el descuido de los procesos de la naturaleza; no es casual que el ciclo hidrológico se transforme y que los periodos de lluvias se presenten, ya sea de manera escasa afectando grandemente a la agricultura y a la ganadería, o bien en mucha abundancia ocasionando desbordamientos de ríos afectando al mismo hombre.

Si bien el crecimiento económico junto con el desarrollo tecnológico ayudan a aumentar la productividad, y este crecimiento, generalmente se logra por la explotación de la naturaleza, explotación que el desarrollo tecnológico no ha podido equilibrar, por el contrario, la explotación incontrolada de la naturaleza ha incrementado el deterioro del ambiente; es decir: por un lado los países desarrollados han logrado un crecimiento económico y por otro han empobrecido a la naturaleza.

Actualmente existe una estrecha relación entre la naturaleza y el capital, este binomio sirve para explicar el funcionamiento del capitalismo depredador de la naturaleza, donde a ésta se le ha asignado un valor de cambio importante en la expansión y conservación del capitalismo; y no sólo eso, sino también

el modo de producción capitalista, se articula con el ambiente en el que se reproducen sus relaciones sociales de producción mediante el proceso mismo de apropiación de la naturaleza, en su proceso de valor y plus valor del capital’. Por lo tanto, la naturaleza, en su proceso de degradación gana valor porque se vuelve escasa y sujeta a nuevas formas de explotación y apropiación marcada por los límites de su auto reproducción, y objeto de disputa y contradicciones del capital. (Maerk y Cabrolié, 1999: 94).

Por otra parte, así como existe una relación entre hombre y naturaleza, existe también una relación entre hombre y ambiente; con la gran diferencia que, mientras que en la relación hombre-naturaleza, el hombre forma parte de la naturaleza, en la relación hombre-ambiente, el hombre no forma parte del ambiente; es decir: el hombre actúa sobre el ambiente, y en esa actuación no siempre lo hace de manera correcta, por el contrario, lo hace generándole problemas que después no puede solucionar.

El ambiente es todo lo que rodea al hombre, es decir: tanto los elementos de la naturaleza como aquellos creados por él mismo, todos interrelacionados entre ellos, sin embargo, es la sociedad la que le asigna los valores, dependiendo muchas veces de la cultura y de la educación, aunque en la realidad quien determina estos valores son las condiciones financieras de los sujetos.

En la degradación ambiental, muchas veces se culpa a la población pobre como la causante de este problema, por ejemplo algunos afirman que la pobreza genera problemas ambientales porque los pobres no tienen los recursos para una estrategia productiva sustentable, o porque el crecimiento de población implica una mayor demanda de recursos y presiona sobre los ecosistemas. El problema ambiental que la pobreza supone no está restringido a los pobres; sus efectos alcanzan a los ricos, como en el caso de las altas tasas de natalidad de los pobres que incrementan la población mundial y demandan mayores recursos. (Foladori y Pierri, 2005: 199).

Las altas tasas de natalidad de la población pobre, incrementa también la urgencia de satisfacer las necesidades más apremiantes como son: alimentación salud, educación y vivienda; y ante estas necesidades así como a la imposibilidad de satisfacerlas, obliga a los pobres a vender su fuerza de trabajo, a emigrar y a explotar irracionalmente a la naturaleza; esta explotación irracional trae como consecuencia la transformación del ambiente, que generalmente no para su bien, sino por el contrario afectándolo enormemente.

Sin embargo, no es solamente la población pobre la que degrada el ambiente, sino lo que más lo afecta son las grandes empresas que generan una gran cantidad de desechos que contaminan el aire, el suelo y el agua, y que perjudican directamente a la humanidad. No obstante, a quienes más se les culpa sin que su responsabilidad sea toda de ellos es a los pobres, en cambio a los dueños de las empresas muchas veces se les exculpa y nadie puede obligarles a invertir en proyectos ambientales y sociales en beneficio de la población.

Al respecto Barkin dice:

Si los pobres sobreviven en condiciones infrahumanas y son forzados a contribuir a la degradación ambiental, lo hacen por falta de alternativas. Aún en el más pobre de los países, los abismos sociales no sólo evitan que los recursos se utilicen para mejorar la situación, sino que realmente agravan el daño, sacando a la gente de sus comunidades y negándoles las oportunidades para proyectar sus propias soluciones. (Barkin, 1998: 24).

Los procesos de degradación del ambiente no son nuevos, pues su génesis se remonta a los procesos de colonización, cuando las potencias del mundo fueron acabando, desplazando u obligando a los pobladores originarios de los pueblos conquistados a convertirse en fuerza de trabajo de los sistemas productivos coloniales. Las ambiciones de los colonizadores por las riquezas de los pueblos indígenas, así como el saqueo de estas riquezas y la destrucción de su cultura, fue un atentado contra la concepción de naturaleza de estos pueblos.

Si bien, el problema ambiental hoy en día es tratado desde organismos internacionales, y como resultado de éstos han sido los informes donde se plantean distintas formas para comprender y atender este problema, asignándoles indirectamente tareas para su atención a los países tanto a los desarrollados como a los que se encuentran en desarrollo. El problema ambiental tiene como origen: primero cuando la sociedad se muestra incapaz de reproducir el entorno natural que tiene estas características, y segundo, cuando el grupo social dominante, que aun teniendo esa capacidad no lo hace.

Sin embargo, es importante señalar que entre los países del mundo existen enormes desigualdades financieras para hacer frente al problema ambiental; y por otra parte, este problema no se convierte en prioritario para ellos, además no forma parte de su cultura.

Desde hace más de cincuenta años, los informes han presentado la alarma ambiental, lo que ha originado la creación de las Organizaciones No Gubernamentales tanto nacionales como internacionales, estableciendo políticas ambientales, que de alguna manera la ONU ha recuperado para la organización de las conferencias relacionadas con el ambiente y que han culminado con el establecimiento de leyes ambientales, que poco han hecho para atenuar este problema. Por ejemplo: en el informe Founex (Suiza, 1971), se agrega que “…debe buscarse la ‘oportunidad de reubicar en los países en desarrollo las industrias que producen contaminación’, lo que irónicamente se plantea como una nueva ventaja competitiva para estos países, y una forma de distribuir equitativamente la contaminación entre el norte y el sur…” (Foladori y Pierri, 2005: 47).

Si la aplicación de las leyes ambientales tiene muchas complicaciones en el nivel nacional, en el internacional se complican aún más; por ejemplo: en el nivel internacional se hizo creer que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte contribuiría a mejorar el ambiente a través del crecimiento económico, esto en la realidad no ha sucedido y al parecer se ha complicado más.

La conciencia ambiental no puede alcanzarse desde las leyes ambientales, tiene que empezarse con procesos serios de educación donde se convierta en tema de todos días, pues no puede olvidarse que el ambiente es algo externo a los sujetos, es decir, no forma parte de su naturaleza, más bien es un problema social donde las relaciones entre ellos quedan al margen del ambiente, ya que cobran sentido los factores abióticos de los cuales tiene que hacer conciencia. “El ambiente, en tanto que es un saber, aparece como esa externalidad (lo absolutamente Otro) del conocimiento objetivo que busca la mismidad entre la palabra y la cosa, la identidad entre el concepto y lo real, el reflejo del ente en el conocimiento.”(Leff, 2004; 313).

La problemática ambiental sucede en el patrón del desarrollo económico, y no sólo como práctica económica, sino como discurso político construido desde la lógica de la racionalidad económica dominante, y en este contexto es donde se la da una supuesta respuesta de atención a través del “desarrollo sustentable”.

Las políticas neoliberales no promueven la conciencia ambiental, su discurso retórico no es capaz de hacerle frente a los graves problemas de la crisis económica, al aumento del desempleo y al incremento del número de pobres. Por esta razón muchos países pobres se resisten a involucrarse en los Acuerdos que promueve la Conferencia Mundial sobre Medio Humano, ya que las dos terceras partes de la población están padeciendo la pobreza y todas las consecuencias que ésta provoca. Lo anterior indica que, antes de solucionar el problema ambiental, deberá atenderse, primeramente, el problema de la pobreza.

Las actuales políticas neoliberales promotoras del desarrollo sustentable, han originado un sinfín de propuestas para entender y atender esta problemática, mientras que para los promotores del desarrollo industrial, el problema es un asunto tecnológico, para los neoliberales es un problema que se resuelve en la lógica economicista del mercado.

Lo anteriormente expresado es una muestra de que no es correcto señalar que los pobres son los únicos causantes de los problemas ambientales, pues no son éstos los demandantes de las riquezas naturales, tampoco son los responsables de las grandes contaminaciones, la alarmante deforestación no ha sido ocasionada por ellos, la contaminación del aire, suelo y agua tampoco es originada por los pobres. No se trata de exculparles, pero tampoco se trata de atribuirles los mayores daños que las grandes empresas siguen ocasionando al ambiente.

El deterioro ambiental, como resultado de la aplicación de estrategias desarrollistas, se ha expresado en el agotamiento de los recursos naturales, la generación de residuos tóxicos y peligrosos, la destrucción de ecosistemas completos y la extinción de especies, asociados a los llamados problemas de cambio global, tales como el efecto invernadero, la explosión demográfica, la pérdida de la biodiversidad y la contaminación oceánica, entre otros. (Reategui, 2009: s/p).

Si bien, la preocupación por el desarrollo sustentable ha tenido un carácter más político, de alguna manera ha servido para preocuparse por el deterioro del ambiente, y no sólo eso, sino también para implementar medidas tendientes a controlar la explotación irracional de la naturaleza, aunque esto de poco ha servido.

Los problemas ambientales que cada día son más agudos, son vistos también desde diferentes posturas economicistas, por ejemplo:

hoy el discurso neoliberal afirma la desaparición de la contradicción entre ambiente y crecimiento. Los mecanismos de mercado se convierten en el medio más certero y eficaz para internalizar las condiciones ecológicas y los valores ambientales al proceso de crecimiento económico. En la perspectiva neoliberal, los problemas ecológicos no surgen como resultado de la acumulación de capital, ni por fallas del mercado, sino por no haber asignado derechos de propiedad y precios a los bienes comunes. Una vez establecido lo anterior, las clarividentes leyes del mercado se encargarán de ajustar los desequilibrios ecológicos y las diferencias sociales: la equidad y la sustentabilidad. (Reategui, 2009: s/p).

2. La naturaleza como “recurso natural”

Mas que definir a la naturaleza es conocerla, y quienes mejor se ocuparon de su comprensión y conocimiento fueron los filósofos de la antigüedad, por ejemplo los grandes pensadores griegos llamaron a la naturaleza “lo divino” lo que abarca todas las cosas y que está presente en todas ellas. A estos filósofos se les llamó sabios, y como dice Aristóteles los sabios eran aquéllos que se dedicaban a filosofar acerca de la verdad, y esa verdad era el descubrimiento de la naturaleza; por esta razón, utilizaron como sinónimo buscar la verdad y buscar la naturaleza.

La sabiduría griega es un puro saber. En lugar de lanzar al hombre a arrojarse al universo o a evadirse de él, el saber griego repliega al hombre, en cierto modo, ante la naturaleza y ante sí mismo. Y en esta maravillosa retracción, deja que el universo y las cosas queden ante sus ojos, naciendo éstas de aquél, tales como son. La operación de la mente griega es un hacer que consiste en no hacer con el universo nada más que dejarlo, ante nuestros ojos, tal como es. Entonces es cuando propiamente nos aparece el Universo como naturaleza. (Zubirti, s/f, Cap. III )

Poco a poco se fue perdiendo la manera de filosofar acerca de la naturaleza; y hay razón, porque la mayor parte de los planes de estudio de las carreras universitarias carecen de filosofía, el mismo enfoque por competencia ha despojado del sentido crítico a la formación profesional; hoy en día más que conocer se sigue la tarea angustiante de definir las cosas para luego expresarlas textualmente y aprobar un examen. Por ejemplo en la educación básica se aprende de manera memorística que la naturaleza es equivalente al mundo natural, universo físico, mundo material o universo material; y que el término naturaleza hace referencia a los fenómenos del mundo físico y de la vida. Ni remotamente puede considerarse a la naturaleza como dice Schmidt, que ésta, es el único objeto de conocimiento que incluye en sí tanto las normas de la sociedad humana, como también inversamente, sólo aparece mental y realmente en virtud de esas formas. (Schmidt, 1962: 25).

El estudio de la naturaleza ha cambiado, ya existen clasificaciones o concepciones, por ejemplo Foladori dice que existen tres concepciones de naturaleza: a) como conjunto de todas las cosas existentes, sometidas a las regularidades que estudian las ciencias “de la naturaleza”; b) como conjunto de las cosas que existen sin intervención humana, con espontaneidad no deliberada y c) como origen y causa de todo lo existente, como explicación última y razón de ser.

Desde la primera perspectiva, dice Foladori, es naturaleza, tanto la naturaleza virgen como los productos más ‘sospechosos’ de la actividad humana. El plástico es igual de natural que la miel. El ser humano no puede hacer nada cuyo producto o resultado no sea, asimismo natural, ya que él es, en sí, naturaleza. Desde la segunda perspectiva, distingue lo natural como aquello que existe fuera de la intervención humana, de lo artificial producto de la acción humana. Se trata de la concepción más utilizada y que expresa el sentido común de los términos natural y artificial. En la tercera perspectiva considera que es la manifestación ideológica y generalmente no explícita ni consciente de la mayoría de las posturas sobre la relación sociedad-naturaleza. En el ámbito consciente y científico es para todos evidente que la naturaleza incluye al ser humano y a sus productos. (Foladori y Pierri, 2005: 84-85).

Lo peor del caso: ¿en qué se ha convertido a la naturaleza? Desde la racionalidad dominante, la naturaleza es vista como un simple “recurso”, un medio al que se tiene que recurrir para algo; además de manera casi irónica se dice que son aquellos bienes materiales y servicios que la naturaleza nos proporciona y que son valiosos para la sociedad porque contribuyen al bienestar y al desarrollo. La naturaleza ha dejado de ser objeto de conocimiento y se ha convertido en objeto de consumo, sólo en una cosa de utilidad para la producción.

Pero esta visión de considerar a la naturaleza como medio para la producción ha sido apropiada por los sujetos por la influencia del neoliberalismo, pues éste como dicen Hidalgo y Vásquez: “…visualiza al mercado como el elemento central de la regulación y preservación de los recursos naturales, de tal manera que estos podrán seguir contribuyendo al crecimiento económico. (Sieglin, 2001: 50-51).

El hombre moderno es considerado como recurso humano y la naturaleza como recurso natural, y el discurso moderno del desarrollo sustentable con enfoque economicista no trata más que dominar estos dos recursos: el humano y el natural.

Al considerar a la naturaleza como recurso natural, se le consideran como bienes públicos que pertenecen a todos cuando que en realidad no pertenecen a nadie, no obstante quienes pueden disponer de ellos y hasta se sienten dueños de éstos han sido las autoridades civiles, pues en muchos casos son las causantes de privatizar o concesionar la explotación muchas veces irracional o en el peor de los casos venderlos al mejor postor.

La explotación irracional de la naturaleza, a la que le han denominado “recursos naturales” generalmente no se realiza de manera comunitaria, sino de manera privada, obedeciendo a modelos de desarrollo, ya que esta explotación no surge de las necesidades de la sociedad, sino de las necesidades empresariales. La naturaleza no le ha exigido nada al hombre, es el hombre quien le ha exigido a ella, es él, quien le ha puesto un valor monetario, y en ese valor monetario nace la ambición de unos cuantos por apropiarse de ella.

Sin embargo, el hombre no puede vivir sin la naturaleza, pero la naturaleza sí puede vivir sin el hombre, en este sentido Schmidt dice: “El hecho de que el hombre ‘vive’ de la naturaleza tiene por lo tanto no sólo sentido biológico sino también, ante todo, social. La vida biológica de la especie sólo resulta posible a raíz del proceso de vital social.” (Schmidt, 1962: 88).

En esa dependencia del hombre hacia la naturaleza, han surgido las posturas ambientalistas como defensoras de los llamados “recursos naturales”. No obstante, esas defensas siempre llevan implícitas una postura ideológica donde se conjugan intereses sociales y económicos, asimismo donde sobresalen los intereses de las grandes empresas trasnacionales que han dispuesto de la naturaleza a su libre arbitrio, así la naturaleza como dice Leff ha sido “…desnaturalizada, fraccionada y mutilada, desconociendo su organización ecosistémica y termodinámica, para ser convertida en recursos naturales discretos, en materias primas que entran como simples insumos al proceso de producción, pero que no son productoras de una sustancia de valor.” (Leff, 2004: 133).

El hombre moderno ha impuesto una forma distinta de relación con la naturaleza, ha perdido el sentido de armonía con ella, y la ha reducido más, es decir, de recurso natural a recurso de explotación, y aún más, de explotación irracional, que se ha convertido en desconfiguración y destrozo, causante de la crisis ambiental.

3. El hombre como “recurso humano”

Desde que el niño nace es moldeado por los padres, en la escuela por los maestros y fuera de ella por la sociedad; se moldea la conducta, la manera de caminar, de vestirse y hasta de pensar. En la casa los padres son quienes determinan la manera de cómo debe comportarse el hijo y qué es lo que debe aprender, porque creen tener la razón; en la escuela, los profesores dominados por un plan y programas de estudios, diseñados desde el poder político, son quienes determinan qué es lo que deben aprender los niños, además creen que lo que enseñan es importante para la formación de los sujetos, lo peor del caso es que muchas veces no saben para que sociedad están formando.

Hoy en día, el Sistema Educativo Mexicano se ha convertido en un simple ejecutor de las políticas económicas diseñadas desde los organismos económicos internacionales, pues ellos son los que determinan qué es lo que deben aprender los sujetos en la escuela pública, determinan las asignaturas que deben contener los planes de estudios, es decir, determinan la cultura que debe promoverse en los sujetos; y no sólo eso, sino que además determinan cómo debe enseñarse.

La manera de cómo debe enseñarse se sustenta en el enfoque por competencias cuyo interés práctico-utilitario fue trasladado del campo laboral al de la educación. Por ejemplo, en el caso de la educación básica, el discurso se orienta a cómo los estudiantes de este nivel educativo son capaces de convertir en destrezas lo que aprenden en la escuela, de tal manera que se formen competentes para el mercado de trabajo y para ser ciudadanos responsables. Por supuesto que en la realidad no se alcanza ninguno de los propósitos mencionados.

El enfoque por competencia tiene el propósito fundamental de formar capital humano con capacidades, habilidades, destrezas, actitudes y valores afines con el modelo económico neoliberal, de tal forma que los sujetos se desempeñen eficientemente en el mercado laboral propio de la sociedad capitalista.

El enfoque por competencias, desde la educación básica, va constituyendo la conciencia de los niños para considerarse como trabajadores de empresas, es decir: sin que ellos se den cuenta se van considerando como sólo recursos humanos, como elementos a quienes puede recurrirse para hacer producir las empresas, los sujetos son considerados como simples trabajadores, pero con la gran diferencia de que no todos pueden desempeñarse como tales, sino sólo aquellos que desde este nivel educativo se van seleccionando a través de las pruebas estandarizadas de CENEVAL o ENLACE.

El enfoque por competencias al igual que el desarrollo sustentable se cimienta sobre las bases de una racionalidad capitalista, donde los intereses individuales de la minoría capitalista se imponen a los intereses colectivos de la mayoría pobre de la sociedad.

El ser humano, al considerarse como recurso, el sistema capitalista solamente aprovecha su fuerza de trabajo para producir bienes, ya que al no contar con medios de producción, se ve obligado a vender su fuerza de trabajo como mercancía, a cambio de un salario; en este sentido dice Leff, la racionalidad económica “…ha transformado al ser humano en homo economicus, despojándolo de su relación simbólica con la naturaleza para someterlo a la acción mecánica de las leyes del mercado.” (Leff, 2004: 133).

En el sistema capitalista el hombre es tratado como objeto no como sujeto, como un recurso capaz de producir mercancías. Según el desarrollo sustentable, la especie humana es el objetivo fundamental, pero como objetivo tiene muchas interpretaciones y una de ellas explotarlo como mano de obra. Por otra parte, a las comunidades indígenas, como dice Leff, se les exige que se

reconozcan como capital humano, que resignifiquen su patrimonio de recursos naturales y culturales (su biodiversidad) como un capital natural, que acepten una compensación económica negociada por el daño o por la cesión de su patrimonio de recursos naturales y genéticos a las empresas transnacionales de biotecnología. (Leff, 2004: 133).

Como bien señala Engels, a diferencia de los animales, sólo el hombre ha podido imprimir su sello a la naturaleza que le rodea, y no sólo eso, sino que también ha sido capaz de modificarla, llevando por ejemplo plantas y animales de un lugar a otro. Este planteamiento queda claro al señalar que la intervención del hombre hacia la naturaleza fue para modificarla, pero para su bien, no para depredarla y acabar con ella; además esas modificaciones fueron las que le permitió el desarrollo de su pensamiento.

El hombre, como ser natural, no nació como recurso humano para explotar irracionalmente a la naturaleza, nació natural, y cómo dice Kant, a través de la educación se fue haciendo humano, es decir: a través del desarrollo de su pensamiento y de su inteligencia, fue desarrollando su humanidad.

Hoy en día, la racionalidad capitalista ha despojado a ese ser natural de su potencial humano y le ha reducido a un simple objeto al que recurre para producir y generar ganancias. Muy distinto, en primer lugar, al progreso entendido como el avance de la productividad del trabajo humano –que era la posición de Marx y Engels–, y que nada tiene que ver con una actitud negligente respecto de la naturaleza, sino simplemente con las posibilidades de avance de la ciencia. En segundo lugar, están los resultados imprevistos del progreso en términos ‘negativos’ para la vida humana en el ecosistema Tierra. (Foladori y Pierri, 2005: 131).

Conclusión

La degradación del entorno natural, constituye hoy en día uno de los grandes problemas que enfrenta la humanidad como resultado de un proceso evolutivo donde el hombre ha tenido siempre la idea de dominar a la naturaleza. Así, la alarma ante los graves problemas del ambiente empieza a convertirse en tema de actualidad.

Desde la Organización de las Naciones Unidas y de otros organismos internacionales, se han promovido reuniones para analizar los problemas ambientales, en estas reuniones se le ha asignado a la escuela, desde la básica hasta la superior, la formación de la conciencia ambiental, a través de la educación ambiental.

En el discurso oficial, la conciencia ambiental es entendida como la creación y desarrollo de valores en los sujetos, para lograr una relación armónica entre el hombre y la naturaleza; sin embargo, en esta relación, la naturaleza, desde la racionalidad dominante, es considerada como un simple “recurso” natural y al hombre como un simple “recurso” humano.

Los problemas ambientales son de orden estructural, por tanto, sus soluciones tendrán que ser también en este sentido, como dicen los seguidores de la postura marxista, transitando a una forma distinta de organización social del trabajo, pues el sólo cambio de actitud no podrá solucionar los alarmantes problemas ambientales; mucho menos pensando solamente en reuniones o en conferencias internacionales, descuidando la atención y la solución de los aspectos sociales.

El comportamiento del ser humano hacia la naturaleza está en función de las relaciones que establecen al interior de la propia sociedad, de acuerdo con sus intereses, así como de clase social a la que pertenece. Esto significa que no es el mismo comportamiento de un burgués al de un proletario, pues mientras que el primero es el dueño de los medios de producción, es quien decide lo que debe producirse, el tipo de energía que debe utilizarse y los recursos que deben explotarse; el segundo, en estos proceso no tiene ninguna decisión.

Bibliografía

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