Año 1, Número 2. Enero-junio de 2004
En el sesquicentenario de la desaparición física
Simón Rodríguez:
¿Un personaje anti-histórico de América?
Si América admira a Bolívar, no debe olvidar
al maestro, a quien le inculcó los postulados humanistas que lo
condujeron a proyectar una visión de integración continental,
que intereses mezquinos y nacionalistas echaron por la borda, convirtiéndonos
en repúblicas hasta el día de hoy en tránsito por
el subdesarrollo o a lo más en vías a un desarrollo nunca
alcanzado hasta el presente.
Reinaldo Villegas Astudillo
Escritor chileno, radicado en Venezuela desde 1976
Cuando se está rememorando el sesquicentenario
de la muerte de tan egregia figura como lo fue Don Simón Rodríguez,
en la condición de precursor de un sinnúmero de quehaceres
netamente latino-americanos, entre los cuales resaltan: el inicio de un
pensamiento propio continental; impulsor de una pedagogía social,
apegada a la idiosincrasia del pueblo; de no asumir actitudes y conductas
imitativas de otras latitudes, específicamente la europea en su
tiempo; de formar nuestros propios recursos humanos para el desarrollo
y no propiciar una inmigración a destajo, quisiéramos en
fecha tan relevante señalar algunos de los motivos por los cuales
la sociedad y los gobiernos latinoamericanos de la posteridad , a la fecha
de su deceso, ocurrido en la aldea peruana de Amotape, el 28 de febrero
de 1854, le tendieron un manto de olvido que se proyectó prácticamente
por un siglo, convirtiéndolo en un personaje anti-histórico.
En primer término, Simón Rodríguez fue una figura
civil, de un pensamiento racional y eminentemente idealista, como un nuevo
quijote transportado a América, después de permanecer 23
años, deambulando por Europa.
Nuestro continente se ha caracterizado desde sus orígenes por
privilegiar al militar, herencia de la colonia, en la cual los primogénitos
pertenecientes a las familias de los grupos dominantes debían seguir
la carrera castrense. Hasta el presente, este rasgo caracterizador continental
se mantiene inalterable. Indudablemente, muchos han seguido la huella
del genial Simón Bolívar, discípulo en las humanidades
de Simón Rodríguez. Son aquéllos a los cuales se
les denomina con el apelativo de palomas, aludiendo a esa
avecilla tan tranquila y pasiva ,que no comete daño alguno en el
existir, y por otra parte, están los halcones, seres
no humanistas, de uno y otro siglo, quienes respaldados en sus uniformes
han cometido tantas canalladas a través de la historia. La mayoría
de ellos se han apoderado de los gobiernos y han sido regentes de dictaduras,
en diversas instancias temporales, a través de las distintas repúblicas
que surgieron en los albores del siglo XIX.
Todos los anteriores han podido calificar como héroes de la sociedad.
Así lo comprobamos en las estatuas, monolitos y figuras escultóricas
que abundan en plazas y lugares públicos de la región continental.
Indudablemente, los libertadores de los diversos pueblos de América
se ganaron ese honor en el campo de batalla y año tras año
los rememoramos con respeto y devoción. Sin embargo, los miembros
de la sociedad civil en menor escala han sido recordados. Este es el caso
de nuestro itinerante maestro de vanguardia en el siglo XIX.
Simón Rodríguez tuvo una sombra que lo cobijó durante
parte de su existencia. Ese fue el discípulo predilecto, Simón
Bolívar. Sin embargo, dada su temprana muerte, acaecida el 17 de
diciembre de 1830 significó que el Maestro quedará abandonado
a su suerte, cuando los colaboradores castrenses de Bolívar se
transformaron en halcones,apropiándose de las respectivas
naciones, echando por tierra el proyecto de la Gran Colombia y asentándose
como entes autoritarios en sus respectivos países . Y ahí,
Rodríguez cayó en desgracia, porque en los postreros años
de Bolívar escribió una Defensa del Libertador y como era
un hombre de naturaleza fuerte, hasta el último día de su
existencia terrena continuó perseverantemente con la voz en alto
y sin los miedos de muchos hombres comunes y corrientes, de antaño
y hogaño, se convirtió siempre en un ser cuestionador de
la realidad con la fortaleza que le daba el carácter, por cuanto
nunca asomó un apego por los bienes materiales . Así, se
creó una leyenda negra en torno de él, señalándose
: que era un loco, degenerado, que no le tenía miedo a los
truenos, etc. Tales epítetos provenían de los sectores
sociales dominantes, que nunca concibieron que las ideas renovadas de
Rodríguez pudieran concretarse en la realidad.
Rodríguez, con las experiencias educativas fracasadas en Bogotá
y en Chuquisaca, pretendía formar al ser continental. No hacía
distinciones entre hijos legítimos de potentados y los naturales
, que en gran mayoría provenían de una madre indígena
y que vagaban por las vías públicas, abandonados y marginados.
La idea de Rodríguez era de darles a todos sin distinción
una formación única, manteniéndolos en internados
y formándolos en las humanidades y aspectos técnicos, para
aquélla época: carpintería, albañilería
y herrería. Por supuesto, las familias de la colonia que continuaron
viviendo normalmente en tiempos republicanos repudiaron al maestro de
Bolívar, lo indispusieron con Sucre, gobernante de Bolivia al ausentarse
el Libertador, lo cual precipitó la renuncia de este Quijote americano,
que a pesar de todo nunca cejó en su empeño de servir e
iluminar con las luces del conocimiento a sus semejantes.
Esta sociedad imitativa, tampoco nunca aceptó la idea de Rodríguez
de formar los propios recursos humanos, con el hombre de estas tierras,
para colonizar la vasta región americana. Por ahí, le salieron
al paso los positivistas representados por los argentinos Alberdi y Sarmiento,
quienes sustentaban la tesis que los aborígenes y los indios
tenían un cerebro pequeño, reducido, al contrario de los
europeos, especialmente alemanes que lo tenían grande, por lo cual
se explicaba su inteligencia. Rodríguez con su ideas, sin
contribución militar, no tuvo éxito; en cambio Sarmiento,
con el apoyo castrense convenció al presidente Montt en Chile para
que iniciara una guerra de exterminio de los mapuches en una mal llamada
Guerra de Pacificación, la cual fue comandada por el
militar Cornelio Saavedra. Lo mismo ocurrió en Argentina, donde
el mismo Sarmiento llegó a ocupar la primera magistratura de la
nación , procediéndose a la misma limpieza y
europeizando en un gran porcentaje a la población con miles de
inmigrantes, procedentes del viejo continente.
Sobre la base de estos antecedentes y otros similares, los historiógrafos
oficiales del continente no sólo lo omitieron sino lo cuestionaron
acerbamente. Así, lo hemos demostrado en nuestro trabajo, aún
no publicado, titulado Simón Rodríguez: Defensa de
un ideario originalmente latinoamericano, donde aludimos a la manifiesta
intención de tres intelectuales como lo son los venezolanos: Vicente
Lecuna, Arturo Guevara y el chileno Francisco Encina, quienes desconocen
de plano la valoración de Rodríguez, llegando al extremo
hasta dudar que fuera el maestro del Libertador..
Fue tanto el olvido de Rodríguez durante un siglo que figuras
de la talla de José Martí, Gabriela Mistral y Pablo Neruda
no supieron de su existencia, no conocieron sus textos . Así se
explica, que no se registren en sus obras respectivas, alusiones a su
pensamiento y quehacer permanentes por los pueblos latinoamericanos. Todavía
en el presente, en Venezuela su país nativo, a pesar de los esfuerzos
realizados desde 1950 por redescubrir la obra existe un gran porcentaje
de la nación que sólo conoce que fue maestro de Bolívar.
En Chile, donde Rodríguez residió entre 1833 y 1840, es
totalmente desconocido y cuando le hemos transmitido el mensaje y sus
ideas, los auditores han quedado impresionados por la sabiduría
de la cual fue portador y se sienten defraudados de los programas de historia
en los diversos niveles de la enseñanza, donde nunca oyeron hablar
de él. En Puerto Rico, el año 2001, cuando asistimos a dictar
algunas conferencias , doctores en educación y la comunidad universitaria
en general de la U. de Puerto Rico, recinto Humacao, quedaron tan impresionados
que pedían a gritos bibliografía, y textos para incursionar
más profundamente en sus ideas Lo único que atinamos a decirles
fue que se contactaran con el Consulado de Venezuela en la isla para que
se hiciera posible contar con algunas de sus obras, a través de
donaciones a bibliotecas.
Las universidades, salvo la que lleva su nombre en Venezuela, lo han
ignorado en la carreras de educación y pedagogías. Se mantiene
la presencia europea y norteamericana en la formación de los educadores,
tanto a nivel de pre y post-grado. Y lo más curioso que hemos observado
a estos profesionales estudiar textos de autores norteamericanos, donde
se consignan las ideas pedagógicas y de aprendizajes proyectadas
por Rodríguez hace más de 150 años, como lo es por
ejemplo el Enseñar a pensar o el sistema de aprendizaje inicial
de los educandos.
Creemos que el desafío a 150 años de la desaparición
física del Maestro de Caracas es inmenso. Habría en primer
término que editar sus obras y las investigaciones realizadas por
especialistas, una y otra vez, y esto debe persistir a través del
tiempo. Simón Rodríguez es un ser trascendente. Les pertenece
primeramente a los venezolanos por el gentilicio de que fue portador,
pero también es de todos los latinoamericanos, especialmente de
Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile por donde transitó
en su longevo existir.
Si alguna vez llegamos a mirarnos hacia adentro, nos daremos cuenta
que contamos con grandes figuras del pensamiento, de la educación,
de las ciencias, o de las artes, que perfectamente nos pueden conducir
a una formación más auténticamente nuestra. Todavía
nos pena Rodríguez porque mantenemos similares carencias: analfabetismo,
total y funcional, carencia de recursos calificados, niños nuestros
que viven debajo de los puentes en aleros o casas abandonadas..Es una
realidad otra, la que van a estudiar al norte nuestros flamantes profesionales,
donde se encuentran con un ser diferente al de nuestras latitudes..
Para finalizar diremos: A Rodríguez, hay que continuar rescatándolo.
Nos hace falta, más allá de ideologismos o desprecios oligárquicos.
Si América admira a Bolívar, no debe olvidar al maestro,
a quien le inculcó los postulados humanistas que lo condujeron
a proyectar una visión de integración continental, que intereses
mezquinos y nacionalistas echaron por la borda, convirtiéndonos
en repúblicas hasta el día de hoy en tránsito por
el subdesarrollo o a lo más en vías a un desarrollo nunca
alcanzado hasta el presente.
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