Año 1, Número 2. Enero-junio de 2004
El aprendizaje escolar
y la metáfora de la "construcción"
El presente escrito tiene el propósito de
discutir los supuestos que caracterizan al Constructivismo,
mediante la descripción de algunos antecedentes y la revisión
de sus elementos centrales como corriente de pensamiento y práctica
de la educación de nuestro tiempo. Para ello hemos dividido
la exposición en tres apartados: a) Orígenes del Constructivismo,
b) Bases teóricas y metodológicas que lo sustentan,
y c) El papel de las nociones de Acción e Interacción
en la perspectiva constructivista.
Juan Carlos Miranda Arroyo
Universidad Pedagógica Nacional, Unidad
Querétaro
a) Orígenes del Constructivismo
El llamado Constructivismo, como corriente pedagógica
contemporánea, representa quizá la síntesis más
elaborada de la Pedagogía del siglo XX, porque constituye una aproximación
integral de un movimiento histórico y cultural de mayores dimensiones:
la Escuela Activa. Movimiento que en su tiempo asumió una concepción
reformista y una actitud transformadora de los procesos escolares. El
Constructivismo en otras palabras sería, en todo caso, una
corriente que se desprende de ese gran movimiento pedagógico cuyas
implicaciones ideológicas y culturales están aún
vigentes en las prácticas educativas de hoy en día.
Al reconocer en el movimiento de la "Educación Activa"
el antecedente principal de la corriente Constructivista
en la educación escolarizada, recuperamos la trayectoria
histórica inherente a ambas, a partir del núcleo teórico
que las caracteriza; esto con el objeto de comprender su inserción
y pertinencia dentro de cualquier proceso de innovaciones curriculares
o en la elaboración de proyectos tendientes a modificar progresivamente
las prácticas docentes.
A pesar de ese reconocimiento, es claro que el Constructivismo
no es ni representa a la única o más importante corriente
teórica y metodológica que haya tenido lugar durante
el último siglo. Afirmarlo así no sólo daría
pie a la duda o a la desconfianza, sino que abre la posibilidad
de convertir su vigorosa fuerza teórica y metodológica,
en un nuevo dogma de fe o en un sistema de creencias. El Constructivismo,
por el contrario, es sólo una expresión del movimiento
"Hacia la Educación Activa" que se convirtió,
marginalmente, en una opción alternativa al modelo de educación
"funcionalista" (E. Durkheim), por lo que, a su interior,
confluyeron tanto interpretaciones ideológicas como visiones
pedagógicas diversas, que no sólo sacudieron conciencias
en la forma de pensar a la educación escolar, sino también
impactaron en el modelo de organización escolar y la dinámica
de la vida cotidiana en las aulas dentro de contextos escolares
conservadores, sobre todo en los países europeos durante
la primera mitad del siglo XX.
¿Cómo entender de otra manera las críticas
que desde "el interior" del sistema educativo se hicieran
a la lógica de las instituciones educativas llamadas "tradicionales"1?
Los pensadores, en esas circunstancias, se plantearon algunas de
las siguientes preguntas: ¿Qué hacer con el esquema
de transmisión de conocimientos sustentado en un conjunto
de relaciones escolares centradas en el maestro? Es decir, ¿cómo
desarrollar una crítica razonada que contribuyera a la transformación
de la estructura y el corazón mismo de las prácticas
conservadoras de la escuela? ¿Cómo modificar no sólo
la inercia que promovía el "enciclopedismo" del
docente, sino también el perfil de actitudes "pasivas",
tanto de maestros como de alumnos, que caracterizaba a la estructura
escolar de aquella época?
En esa línea crítica se ubicaron las ideas de John
Holt, Philip Jackson, Pierre Bourdieu y Jean Claude Passeron, entre
otros, así como la ruta de pensamiento que propuso Iván
Ilich de la noción de "sociedad desescolarizada";
y quienes combinaron concepciones reformistas de la educación,
con ideas progresistas, sobre cómo hacer y cómo
pensar las políticas educativas de la posguerra: Mario
Manacorda, Henry Giroux, Michel Apple, Bogdan Suchodowski, por mencionar
a algunos de los más representativos.
Pero también el Constructivismo, como corriente adscrita
al movimiento "Hacia una Escuela Activa", surgió
como alternativa necesaria a la fuerte presencia que produjo el
conductismo radical2
durante el periodo que va de 1950 a 1970, aproximadamente, en el
seno del sistema educativo estadunidense. De ahí su trascendencia
como expresión combinada de articulaciones innovadoras y
de producción de ideas alternativas a las concepciones dominantes
sobre la educación, frente a otras que se encontraban en
crisis o en franca decadencia (no hay que olvidar las fuertes contradicciones
que se produjeron al interior de la llamada Tecnología
Educativa durante los años 70 y 80 cuando el papel del
maestro se redujo a un operador de los programas sistemáticos
o simple ejecutor de objetivos conductuales).
Quizá por ello el movimiento europeo "Hacia una Escuela
Activa" constituyó una vertiente liberal y antiautoritaria
sin precedentes, que tuvo una influencia muy importante en dos aspectos
centrales del actual paradigma constructivista: por una parte, la
adopción de nuevas aproximaciones teóricas producidas
por las Psicologías del Aprendizaje3
y la apropiación de distintas maneras de acercarse a la Filosofía
del Conocimiento, por otra.
b) Bases teóricas del Constructivismo
Pero el Constructivismo no sólo se nutre
de las aproximaciones epistemológicas y psicológicas
más avanzadas que se desarrollaban en aquella época
acerca de los procesos de conocimiento y aprendizaje, respectivamente,
sino que también se abastece del pensamiento liberal-antiautoritario
producido por las Ciencias Sociales y la nuevas teorías educativas
de la segunda mitad del siglo XX. En ese proceso de elaboración
conceptual se ubican las obras de Herbert Marcuse, Agnes Heller,
Louis Althusser, Raymond Aron, Antonio Gramsci, así como
de las "Pedagogías activas o críticas" entonadas
por educadores como Celestin Freinet, María Montessori, Pierre
Faure, Anton Makarenko, Octave y Maud Mannoni, Paulo Freire, por
citar sólo a algunos.
Sin la intención de caer en una posición reduccionista,
se puede afirmar que el Constructivismo dotó a la Escuela
Activa de dos tareas que esta última dejó pendientes
durante su proceso de desarrollo: recuperar lo mejor del debate
psicológico y epistemológico de su tiempo e incorporar
dicho debate a un cuerpo conceptual renovado y consistente.
Me refiero específicamente al proceso en el cual sus precursores
principales4
lograron establecer una conexión singular de cuatro aproximaciones
teóricas con orígenes totalmente independientes: 1)
una concepción epistemológica que en particular estaba
centrada en la evolución intelectual del sujeto cognoscente
(la Epistemología Genética); 2) una visión
que dota a la Psicología del aprendizaje escolar de un apellido
propio: "lo significativo" (David Ausubel); 3) una teoría
sobre el pensamiento humano que reconoce la influencia sociocultural
en los aprendizajes y del desarrollo intelectual (específicamente
en el desarrollo del lenguaje) de los niños (Lev Vigotsky);
y 4) las aportaciones de la llamada Ciencia Cognitiva (Jerome
Bruner, Robert Posner, Glaser, entre otros) que nutren al constructivismo
de un conjunto de conceptos sin precedentes y que otras aproximaciones
no generaron (por ejemplo, novedosas incursiones en torno al concepto
de esquema mental o la ideas para desarrollar mapas conceptuales).
En síntesis toda esta conexión nos plantea, por fortuna,
nuevas rutas de discusión no sólo en el plano del
diseño y desarrollo curricular, sino en la revisión
crítica de la organización de la escuela como institución
dinámica de la sociedad civil, por lo que no podríamos
dejar de incluir en el debate las nociones de: "fines"
de la educación, selección de contenidos, métodos
de enseñanza, evaluación de aprendizajes, perfiles
de ingreso y egreso, condiciones ambientales para el aprendizaje,
etcétera, a partir de una base epistemológica alternativa.
¿Qué es lo que se construye cuando
se habla de constructivismo?
La corriente Constructivista, en otras palabras,
centra en el alumno el rol principal de la "Acción"
durante los procesos y episodios de aprendizaje de conocimientos,
habilidades y actitudes, mismos que, al visualizarse como procesos
complejos, se desarrollan en contextos sociales, históricos
y culturales determinados, aunque sus productos se manifiesten en
forma individual. Por consiguiente, al constructivismo se
le puede identificar como una vertiente del pensamiento educativo
que se basa en una teoría psicológica del aprendizaje
humano, y que intenta constituirse en un movimiento pedagógico
en un sentido amplio. Y en todo caso, si llegara a tener ese estatus
(como movimiento pedagógico), estaría colocado hoy
en día en un proceso de transición5,
puesto que se puede transformar más tarde en un movimiento
psicopedagógico robusto.
Al no contar en sí con un objeto de estudio, sino más
bien con premisas derivadas principalmente de las obras de Jean
Piaget, Lev Vigotsky, David Ausubel y los precursores de las Ciencias
Cognitivas, el Constructivismo aporta a los sistemas educativos
al menos dos significados centrales porque: 1) Ofrece pistas importantes
para comprender los procesos humanos de creación, producción
y reproducción de conocimientos, y 2) abre la posibilidad,
con base en lo anterior, de desarrollar nuevos enfoques, aplicaciones
didácticas y concepciones curriculares en cualquier ámbito
de la educación escolarizada, así como una serie de
innovaciones importantes dirigidas al corazón mismo de las
prácticas educativas, en congruencia con una visión
activa de la docencia y los aprendizajes escolares6.
Todo esto sin el interés de proponer una nueva Pedagogía,
sino en todo caso reformular la teoría y práctica
de la educación desde determinadas concepciones psicopedagógicas.
Pero, ¿qué es lo que contribuyó a la consolidación
del Constructivismo? Al respecto puede haber muchas respuestas.
Nosotros creemos que esto se debió principalmente a su precisión
conceptual y al desarrollo de un sistema de ideas relativamente
bien articuladas. Trataremos de explicar con más detalle
estas ideas.
Para esta corriente la categoría de acción
mental constructiva forma parte del núcleo central
de su paradigma, lo que significa que el protagonista principal
del proceso educativo -como ya se dijo antes- es el alumno; sin
embargo, esa construcción se da en un contexto socio histórico,
es decir, tiene lugar en un ambiente social en el que se
desarrollan intercambios de lenguajes, códigos, imágenes,
esquemas, estructuras y significados entre sujetos activos, es decir,
individuos que construyen. Dicho en otros términos,
se trata de procesos de intercambio donde el sujeto "produce"
esquemas de conocimiento junto con otros "constructores",
en una especie de ir y venir entre lo individual y lo social. Pero
tal proceso (de construcciones y reconstrucciones), evidentemente
y por su analogía con la edificación de obras civiles
(pensemos en una casa), requiere de un plano, un mapa, una idea
previa, pero sobre todo de una intencionalidad que permita tanto
al alumno como al maestro interactuar o ínter organizar la
información (Newman, Griffin y Cole, 1998), y recuperarla
con la suficiente claridad para comprenderla e incorporarla a los
procesos de aprendizaje escolares.
El proyecto constructivista, por lo tanto, demanda que los docentes
respondan a preguntas como las siguientes: ¿Para qué
actuar en un sentido constructivo? ¿Cómo
desarrollar la acción constructiva? ¿En
qué contextos se puede favorecer o no el proceso constructivo?
En resumen, deben dar cuenta de cuestiones como: ¿Qué
rol guardan los agentes escolares con relación a los fines
de la educación cuando se aborda el aprendizaje en términos
de actividades constructoras?
Desglosaremos a continuación los conceptos de Acción
e Interacción, a efecto de discutir algunas ideas
específicas relacionadas con estas cuestiones.
c) ¿Cómo se da la construcción de esquemas?:
Las nociones de "Acción" e "Interacción"
A juicio de Miguel Ángel Martínez
(1999), estudioso de la obra de Lev Vigotsky "(...) la actividad
inicial y básica (en el ser humano) es la (actividad) externa,
objetal, sensorial, práctica, de la que se deriva la actividad
interna psíquica, de la conciencia individual..." Y
prosigue: "(...) la actividad está determinada por las
formas de producción de las condiciones de vida. Su característica
constitutiva es su orientación hacia el objeto, así
como las propiedades y relaciones que lo definen".7
A partir de esas premisas y para entrar en más detalle,
a lo largo de las siguientes páginas revisaremos cuatro ideas
centrales relativas a las nociones de Acción e Interacción,
como conceptos medulares que sirven de base teórica a la
corriente Constructivista:
Concepto de actividad. En primer
lugar, es conveniente desentrañar el concepto de Actividad
en contextos de aprendizaje. Davidov (1988, citado por Martínez
op. cit.) al respecto señala que:
(...) El objeto de la actividad se nos presenta de dos formas: primero
en su existencia independiente, real que captura la atención
del sujeto y segundo, como imagen del objeto, como reflejo psíquico
de su propiedad que se realiza como resultado de la actividad del
sujeto. De este modo, cabe preguntar: ¿qué es lo
que dirige la actividad del sujeto? El objeto primero y después
la imagen del mismo, como producto subjetivo de la actividad que lleva
consigo el contenido objetal. La imagen constituye en esencia
el resultado de la prueba de existencia del objeto mismo. La imagen
en cierta forma, absorbe el sistema de relaciones objetivas y propiedades
circunstanciales en las que se halla inmerso el objeto.
Un mito que prevalece entre la comunidad académica, sobre
todo de la educación básica en general, es creer que
la interacción entre el niño y un conjunto de materiales
concretos es la garantía del aprendizaje "activo"
y significativo. Se considera, en esa lógica, que toda actividad
desarrollada en la escuela con "objetos" concretos es
suficiente para asegurar el aprendizaje en cualquier área
o dominio. En efecto se podría aceptar tal premisa, siempre
y cuando el educador tome en cuenta los procesos de producción
de las representaciones que los niños "construyen"
sobre tales "objetos" de conocimiento (esto es lo que
Davidov llama Imágenes).
De acuerdo con Vigotsky (citado por Pozo, 1994), "los instrumentos
de mediación, incluidos los signos, los proporciona la cultura,
el medio social. Pero la adquisición de los signos no consiste
sólo en tomarlos del mundo social externo, sino que es necesario
interiorizarlos, lo cual exige una serie de transformaciones o procesos
psicológicos...".
Vigotsky -dice Pozo-, rechaza la explicación asociacionista
según la cual los significados están en la realidad
y sólo es necesario abstraerlos por procedimientos inductivos.
Pero su posición se distancia también de la de Piaget
quien defiende el acceso a la simbolización a través
de las acciones sensorio motoras individuales del niño. Para
Vigotsky los significados provienen del medio social externo, pero
deben ser asimilados o interiorizados por cada niño concreto.
La idea de Vigotsky -según Pozo- "coincide con la de
Piaget al considerar que los signos se elaboran en interacción
con el ambiente, pero, en el caso de Piaget, ese ambiente está
compuesto únicamente por objetos, algunos de los cuales son
objetos sociales, mientras que, para Vigotsky está compuesto
de objetos y de personas que median en la interacción del
niño con los objetos" (p. 196). Por eso... "el
vector del desarrollo y del aprendizaje iría desde el exterior
del sujeto al interior... sería un proceso de internalización
o transformación de las acciones externas, sociales, en acciones
internas, psicológicas"... La idea vigoskiana, "aunque
más próxima a la idea constructivista de Piaget, incorpora
también, de un modo claro y explícito la influencia
del medio social" (en el entendido de que se trata de una doble
formación). Para él, el sujeto ni imita los significados
-como sería el caso del conductismo- ni los construye como
en Piaget, sino que literalmente los reconstruye (p. 197).
Distinción entre actividad, acción
y operación. Según Martínez
(op. cit.):
La actividad del sujeto parte de una necesidad, de una
carencia del objeto por parte del individuo. Pero para ello es condición
esencial que el objeto haya tenido y tenga su existencia propia
en la realidad exterior. A partir de ese hecho se generan ciertas
acciones que obedecen a determinados motivos, los cuales a su vez,
se vinculan con los fines de la actividad misma. En este sentido,
la actividad es acción con finalidad. Si la actividad
pierde su motivo, puede transformarse en acción y ésta
si se modifica su finalidad puede convertirse en operación.
De ahí que sea fundamental distinguir estas tres categorías
en todo intento de reforma de planes y programas, puesto que la
concepción que sirva de base para emprender el cambio, no
sólo dará la orientación que tenga el nuevo
proyecto curricular, sino el significado que ocupan esas categorías
en el desarrollo de las prácticas educativas prescritas.
Relación entre acción con finalidad
y significado. Por su parte, Leontiev, (1984, citado por
Martínez op. cit.) considera que...
Los actos a través de los cuales designamos nuestra percepción
del objeto (imágenes) constituyen el contenido del significado
lingüístico. Detrás de los significados se ocultan
los procedimientos de acción elaborados socialmente, es decir,
las operaciones según esta teoría, en cuyo proceso las
personas conocen y modifican la realidad objetiva. En los significados
está representada la forma ideal de existencia del mundo objetal,
de sus propiedades, vínculos y relaciones, puestos al descubierto
por la práctica social conjunta.
Y concluye:
El principal problema (de una Psicología del Aprendizaje)
es explicar cómo la interiorización de esta actividad
práctica, que en un principio es social, pasa a ser apropiada
por el individuo. Si examinamos cuidadosamente la categoría
de actividad (acción con finalidad) veremos que ésta
se caracteriza por una estructura y por una dinámica que
adopta diferentes tipos y formas... Pero lo más importante
es que no existe fuera de las relaciones sociales que establecemos
con otros seres humanos.
Lo que es importante recuperar aquí es la noción
de que el concepto de actividad está ligado con la afirmación
de su carácter objetal: aquello a lo que está dirigido
el acto (...) es decir, como algo con lo que el ser vivo se relaciona,
con el objeto de su actividad, sea esta externa o interna. Así,
desde este enfoque el sujeto interacciona activa y realmente con
el objeto, lo busca, lo prueba y lo encuentra de una manera
parcial y selectiva. (Davidov, 1988. p. 28, citado por Martínez
op.cit.)
En otras palabras, la estructura psicológica de la actividad
está constituida por: 1) La necesidad del sujeto de alcanzar
dicho objeto para satisfacer esa carencia, lo que se convierte en
el motivo y luego en la finalidad de la actividad. 2) La unidad
entre la finalidad de determinada acción y las condiciones
que deben darse para el logro de la misma: la tarea. Dentro de este
esquema tienen lugar las siguientes transformaciones: la actividad
hacia la acción con finalidad, la acción como operación
(pragmática), la operación con respecto a la motivación
(interés) y la motivación con respecto a la finalidad
(unidad entre intereses y objetivos), esto sin dejar de considerar
ciertas condiciones ambientales y sociales.
Actividad y comunicación. Martínez
(op. cit.) señala que
...En la acción dirigida a metas y mediada por instrumentos,
se reflejan las funciones psicológicas y las relaciones existentes
entre ellas. Se expresan los signos, los significados y encontramos
otras manifestaciones semióticas. Además, la acción
dirigida a metas implica al individuo en comunicación con otros
agentes de su medio. Es decir, en ella se reflejan formas de comportamiento
que se organizan y que son definidas de una manera cultural, en función
de los patrones aceptados en el grupo social al que se pertenece,
los cuales se adquieren a través de la interacción que
mantienen sus miembros.
En este contexto creemos que una teoría psicológica
que se considere sólida para explicar los procesos de aprendizaje,
debe tomar en cuenta: 1) A los agentes y las acciones que éstos
dirijan hacia ciertas metas con propósitos definidos; 2)
el escenario en donde se desarrollan tales acciones y 3) los fines
que los motivan, así como los instrumentos que utilizan para
la comunicación. En nuestro contexto cultural encontramos
escenarios que propician su estudio de una manera global, tales
como la escuela, los ambientes laborales y la comunidad en general.
La escuela se caracteriza por propiciar entre sus miembros formas
de pensamiento que han sido aceptados por un grupo cultural, constituyéndose
de ese modo en una de las principales instituciones que dota de
nuevas formas de enfrentar los problemas a través del desarrollo
de artefactos culturales comunes. Además, en el contexto
escolar se genera la actividad de estudio que como la del juego
y la actividad laboral (productivas todas en uno u otro sentido),
constituyen claros ejemplos de actividad integral del sujeto en
todas sus formas y tipos, en sus pasajes y transformaciones mutuas.
Notas:
1.- Más
que "tradicionales", esas prácticas estaban guiadas
en realidad por un modelo directivo (o centrado en la actividad
del docente) o pasivo (por la escasa actividad del alumno) en el
marco de la educación escolarizada.
2.- Me refiero
específicamente a una de sus más populares derivaciones
prácticas: la Tecnología Educativa, que reivindicaba
a la visión asociacionista del aprendizaje.
3.- Para
profundizar en el tema, sugiero la lectura del capítulo 2
del libro de Frida Díaz-Barriga Arceo y Gerardo Hernández
Rojas, Estrategias Docentes para un Aprendizaje Significativo,
que lleva el subtítulo de "Constructivismo y aprendizaje
significativo". McGraw Hill, 1998.
4.- Carretero,
Coll y Delval, en España; Castorina, en Argentina, por ejemplo.
5.- La lógica
para pensarlo como corriente y luego como movimiento, es debido
a que no se trata de una teoría uniforme, estática
y acabada, sino a la confluencia de varias líneas de pensamiento
educativo.
6.- Cabe
recordar que en México una de las primeras experiencias de
diseño curricular con un corte "piagetiano" se
llevó a cabo en la Universidad Autónoma Metropolitana,
a mediados de la década de los 70. (para mayor información
ver, por ejemplo, el artículo de R. Glazman y cols. "Corrientes
psicológicas y currículum", Revista Foro Universitario,
STUNAM, No. 44, año 4, 1984).
7.- Tomado
de: Martínez Rodríguez, Miguel Angel. (1999). "El
enfoque sociocultural en el estudio del desarrollo y la educación".
Escuela Nacional de Estudios Profesionales, Campus Iztacala. Universidad
Nacional Autónoma de México. Artículo publicado
en la Revista Electrónica de Investigación Educativa.
UABC. México.
Referencias:
Díaz-Barriga Arceo, Frida y Gerardo Hernández
Rojas (1998). Estrategias Docentes para un Aprendizaje Significativo.
Ver capítulo sobre "Constructivismo y Aprendizaje Significativo".
McGraw Hill.
Glazman, Raquel y cols. (1984). "Corrientes
psicológicas y currículum", Revista Foro Universitario,
STUNAM, No. 44, año 4. México.
Martínez Rodríguez, Miguel Ángel
(1999). "El enfoque sociocultural en el estudio del desarrollo
y la educación". Escuela Nacional de Estudios Profesionales,
Campus Iztacala. Universidad Nacional Autónoma de México.
Artículo publicado en la Revista Electrónica de
Investigación Educativa. UABC. México.
Newman, D., P. Griffin y M. Cole (1998). La
zona de construcción del conocimiento. Ediciones Morata,
Madrid. (Tercera Edición)
Pozo, Juan Ignacio (1994) Teorías
cognitivas del aprendizaje. Morata. Madrid. (Tercera edición).
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