Anarquía educativa

  • Una reforma educativa empantana que deja al sector educativo en la anarquía
  • Una reforma que entra sin dedinición, sin sustancia y sin legitimidad
  • Primero aprobaron las leyes y luegho se pusieron a discutor “el modelo educativo”

Axel Didriksson: Una reforma educativa integral debe comprender todos los ámbitos de la educación, tanto formal como no formal, y contar con una visión de largo plazo, un horizonte prospectivo y un conjunto consensuado de estrategias que apunten a la conformación de un sistema educativo articulado, que comprenda acciones radicales de mejoramiento de los actuales y deplorables niveles de aprendizaje; avances en los conocimientos, en la ciencia y la tecnología; el mejoramiento de la infraestructura, la gestión y la organización de la escuela, y la transformación de los sistema curriculares de formación de maestros, directivos y estudiantes.  Lo anterior no podrá ocurrir sin una estructura de participación de la sociedad y de evaluación ciudadana de las acciones del gobierno (…).

Axel Didriksson

3 de marzo de 2014

Artículo publicado en Proceso

Emilio Chuayffet, titular de la SEP. Foto: Benjamin Flores
Emilio Chuayffet, titular de la SEP.

Foto: Benjamin Flores / Proceso

MÉXICO, D.F. (Proceso).- La reforma educativa de Peña Nieto está entrampada sin que nadie le ayude. Primero fue alabada por haber alcanzado la más alta y profusa votación legislativa, pero se echó encima a una buena parte del magisterio, dividió al sindicato y hasta algunos empresarios se pusieron en su contra. Desde que fue propuesta, ha ido de acá para allá dando tumbos, golpeando, amenazando y azuzando el fuego. Un sector de anarquistas se ha posesionado de la SEP.

Así ha transcurrido la pretendida reforma educativa encabezada por el secretario de Educación, Emilio Chuayffet, quien, por cierto, ha logrado mantener de manera consistente en los medios de comunicación una nota sobre su eventual retiro, porque así como va esta reforma, que prefigura el destino de las restantes, anunciadas como las que habrán de “salvar a México”, no se ve ni cómo ni por dónde se hará afectiva. Pura anarquía.

Una vez que ocurrió esa tan sesgada reforma constitucional, quedó claro que no se había aprobado un cambio para mejorar la educación, sino para controlar las plazas, el ingreso y la permanencia de sectores del magisterio nacional a partir de un reordenamiento de sus normas laborales. Poco después se argumentó que el propósito era recuperar la “rectoría del Estado en la educación”, se encarceló a Elba Esther Gordillo, pero quedó intacta la relación subordinada y corporativa del SNTE con el gobierno, tal y como se encontraba desde hace décadas, con los mismos enlaces, contubernios, corruptelas, y con el mismo organigrama de poder. Lo único que ha cambiado, sin embargo, es que antes el SNTE decidía sobre recursos, plazas y canonjías, y ahora ha pasado a ser un elemento de mera comparsa, para que todo ello sea hecho desde la SEP.

Luego fue creado un Instituto Nacional de Evaluación Educativa (el INEE), que de autónomo no tiene nada pero que ha buscado legitimar la idea de que ocurrirá de forma universal una evaluación orientada a justificar la nueva centralidad de la SEP, y para mayor descrédito de tan relumbrante iniciativa, se asegura que las pruebas no van a incidir en la mejora de la calidad del desempeño de los maestros, porque no tendrán ninguna consecuencia ni en el tiempo ni en la forma.

Más tarde se anunció con bombos y platillos que la llamada primera reforma peñista de tipo “estructural” necesitaba redefinirse de fondo porque era preciso discutir “el modelo de educación que requiere el país”, y ahora existen foros por todos lados para discutir lo que debió haberse discutido antes.

Así, se ha ido justificando el intento de una reforma que lo que menos tiene es sustancia, definición y legitimidad entre quienes son sus principales actores. A tal grado está siendo cuestionada, que la aplicación de la primera prueba para ingresar a plazas de maestro no podrá ocurrir en una docena de estados, de manera total o parcialmente, y aún están en discusión los criterios y parámetros a través de los cuales se organizarán estas primeras pruebas, pues ni dentro de la SEP ni del INEE han definido cuáles son ni cómo deberán organizarse.

En primer lugar debieran evaluarse y corregirse a fondo la política pública y los programas de los distintos gobiernos federales y estatales, de la empresa privada y de los proveedores internacionales y sus agencias multilaterales; no en algún sector en lo particular, ni en ciertos grados o niveles de escolaridad. Hay que comenzar evaluando los problemas de fondo, y éstos no se encuentran sólo en el magisterio.

Una reforma educativa integral debe comprender todos los ámbitos de la educación, tanto formal como no formal, y contar con una visión de largo plazo, un horizonte prospectivo y un conjunto consensuado de estrategias que apunten a la conformación de un sistema educativo articulado, que comprenda acciones radicales de mejoramiento de los actuales y deplorables niveles de aprendizaje; avances en los conocimientos, en la ciencia y la tecnología; el mejoramiento de la infraestructura, la gestión y la organización de la escuela, y la transformación de los sistema curriculares de formación de maestros, directivos y estudiantes.

Lo anterior no podrá ocurrir sin una estructura de participación de la sociedad y de evaluación ciudadana de las acciones del gobierno, por medio de la cual se promuevan la acción colectiva, la gobernanza y el aprovechamiento de todas las condiciones, por magras que sean, que ofrece el sistema educativo para su mejoramiento general, con equidad y justicia. Para seguir atizando el fuego, qué bueno que la SEP ya tiene a un anarquista en Michoacán.

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