Año 7, núm. 14. enero-junio 2010. ISSN 1870-1477
Resumen: En este artículo trabajo con algunas ideas vinculadas con la gramática
escolar. Presento como tesis que la escuela y toda su maquinaria se comportan
como una gran obra de teatro en la que cada uno sabe su función, aspecto central
para que todo continúe de la misma manera, inalterable a pesar del paso del
tiempo. En esta comparación con el teatro, se la compara con una obra dramática
de Luigi Pirandello, Seis personajes en busca de autor. Las semejanza entre una
y otra son notables. Sólo desde la crítica se puede reconstruir los espacios y
la identidad de la escuela.
Palabras clave: Escuela, teatro, identidad, herencia cultural y escuela.
Recibido: marzo de 2009; aceptado para su publicación: diciembre de 2009
7:20 de la mañana de un día hábil. Cualquier mes de los que correspondan al calendario escolar oficial de las escuelas. En medio del sueño y de las ganas, del placer y de la obligación que impone todo compromiso, llegan a la escuela los docentes. Se saludan. De pronto la preceptora pregunta ¿es la hora? Como si fuera que se espera para algunos el momento de una ejecución pública o para otros el comienzo de un espectáculo, sí, son las 7:30 y todo comienza. “Se levanta el telón y comienza la función”. Ella sale afuera y con su voz chillona profiere un mensaje cotidiano: ¡Chicos, adentro! Formados. De su oficina sale la vicedirectora abrochándose su blanco guardapolvo y dice: Oración a la bandera. Como si fuera una palabra mágica, tan mágica como el ábrete sésamo de Alí Babá, comienzan con un recitado. De los 90 alumnos presentes se escuchan tan sólo algunas voces (yo me animaría a decir que de tan sólo 20 de ellos) y del resto se ve, casi imperceptiblemente un movimiento de labios como intentando decir algo. Como un ritual sagrado y con muy pocas variantes esto se repite día a día, formando parte de algo que caracteriza a la escuela.
Muchas veces, desde un rincón de esta escena – y a veces entre bambalinas, escondido por el sueño en la secretaría -, pienso que esto se trata de una obra de teatro, de una representación a la cual los alumnos están invitados. “Enciéndanse, la nuevas luces del viejo varieté” como dice una canción al indicar que comienza la función o esa referencia intertextual con la canción que canta La Lupe, Puro Teatro. Tal vez, aunque suene extraño me pregunto si no es toda la vida escolar una gran obra de teatro. Pero no una cualquiera. Por momentos me parece que la acción desplegada en la escuela se parece mucho a Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello[2]. La diégesis de la obra, es sencilla. En medio de un ensayo de una compañía irrumpen en escena una familia que se definen a sí mismos como personajes, más reales que la propia realidad según se lee en la misma, que buscan un autor para que cuente sus vidas. Es la historia de los personajes que quieren interpretar el drama de su familia. El padre, tras haberse casado con una mujer de clase inferior y de haber tenido con ella un hijo, la deja en libertad de unirse a un hombre de clase baja de quien está enamorada. Al quedarse solo, durante un tiempo vigila, a escindidas, la vida de la mujer y asiste al nacimiento de la hijastra, pero luego pierde la pista de la familia y no vuelve a saber nada de ella. Mucho tiempo después, la mujer que mientras tanto ha tenido otros dos hijos, el muchacho y la niña, y que se ha quedado viuda retorna a la ciudad. La familia es muy pobre y la hijastra se ve obligada a aceptar trabajo de Madame Pace, que en su sastrería oculta una casa de citas, un delicado prostíbulo. Precisamente allí el padre la encuentra, sin saber quién es, y sólo la intervención de la madre, que entra a la habitación en que padre e hija se encuentran, impide que se consume el incesto.
Creo que pensar en estas cosas intentando una comparación descabellada con la obra de teatro – y tal vez trate de convencerme - puede ser útil para comprender más a la institución escuela. Dudar de lo que parece que es indudable, preguntarme sobre aquellos aspectos que me son dados a conocer diría Borges por la realidad, es una manera de intentar entender el presente. Como dijo Bertand Russell (1995),“el disminuir nuestro sentimiento de certeza sobre lo que las cosas son, aumenta en alto grado nuestro conocimiento de lo que pueden ser”. Así, tal vez la idea de problematizar a la escuela pueda servir para construir algo más sobre/acerca de ella. Así, al disminuir mis certezas quizás pueda pensar un poco más en esa obra de teatro que es la escuela. La única forma de hacerlo, siguiendo a Bachellard, es “de antemano, criticarlo todo: la sensación el sentido común, la práctica incluso más constante; y también la etimología, pues el verbo, hecho para cantar y seducir, raramente se encuentra con el pensamiento”. Por eso tal vez las palabras que elija para decir aquello que quiero no sean las más adecuadas, las más pertinentes.
Aunque no se lo muestre, la obra teatral cotidiana tiene un reparto. Y al igual que en la obra de Pirandello, hay personajes que piden que su historia sea contada en medio de burlas o de indiferencia. A continuación se pueden ver los repartos de las dos obras, a la izquierda la de Pirandello, y a la derecha la de nuestra escuela:
Al igual que en la obra, como lo dije antes, los alumno irrumpen en la escuela con sus historias y piden la ayuda de alguien, similar a ese autor. Leemos en el texto de Pirandello el parlamento en el cual el Padre explica que les ha pasado y por qué buscan:
¡Nos han abandonado, eso es! En el sentido, fíjese bien, de que el autor que nos creó vivos, luego no quiso, o materialmente no pudo, llevarnos al mundo del arte. Un verdadero crimen, sí señor, porque quien tiene la fortuna de nacer personaje vivo puede incluso reírse de la muerte. ¡No morirá! Morirá el homvre, el escritor, el instrumento de la creación, pero no morirá su criatura, Y ni siuiera es necesartio que posea dotes extraordinarias, o que realice prodigios, para vivir eternamienet. ¿Quién era sancho panza’ ¿Quién era don Abbondio? Y, sin embargo, viven eternamente: porque una simientes vivas tuvieron la fortuna de encontrar una matriz fecunda, una fantasía que supo alimentarlos y hacerlos crecer, darles vida eterna.” (Pirandello: 1994, 50 – 51).
Sin ser esos personajes, los alumnos también tienen esa historia para ser contada. Y lo piden, aunque no lo escuchemos. En la obra el Director pregunta “¿qué es lo que quieren?” Y los personajes le responden “¡Queremos vivir, señor!” No eternamente, señalan ellos sino al menos un momento. ¿no querrán lo mismo nuestros alumnos, aunque más nos sea un momento, dejando de lado todo pero considerándolo al mimo tiempo? Pero se me ocurre que éste no es un simple vivir, sino un vivir “su” historia. ¿y cómo vivirla? Honrando la vida, como dice la canción de Eladia Blázquez, para que la misma no sea un mero transcurrir. Ese querer vivir, ese querer ser reconocidos, creo que guarda relación con el intento de crear una identidad personal, es decir de lograr esa diferenciación personal inconfundible, la “autodefinición de la persona ante otras personas, ante la realidad y los valores” (Sancho y Hernández: 1993).
En nuestro teatro no hay días elegidos para la puesta en escena o mejor
dicho, sí, todos los días. Así conformarán a representación cada una de las
materias que se dictan en cada uno de los momentos de la mañana o tarde según
corresponda. El contenido de cada una será el pautado
por la planificación
elaborada por el docente a comienzos de año y que está archivada como marca el
guión en una prolija carpeta en poder de la Directora, o mejor dicho por lo que
cree que tiene que hacer ese día que tal vez no esté en la planificación porque
no tuvo tiempo de revisarla. Se explican
los temas, surgen las dudas, se
resuelven los ejercicios. Quizá ese día el
profesor no pudo preparar la
clase y esto también será parte del teatro con la riqueza de la improvisación
pero al mismo tiempo con la duda de que esa escena improvisada no sea captada
como tal por el/ los personaje que quiere ser contado. En la representación
cotidiana hay timbres que suenan (o en algunas todavía hay campanas si es que no
fueron robadas para ser vendidas por el metal con el que fueron realizadas) para
indicar el inicio o el fin de algún acto al igual que en la obra de Pirandello
donde “el timbre del teatro avisa de que prosigue la representación”
(Pirandello, 1994: 85).
Esta escuela como teatro cumple con algunas características propias de toda representación teatral. Tiene, por ejemplo, un extenso texto espectacular formado por una serie de elementos muy característicos:
¿Acaso no hay en esta escuela-teatro algo de tragedia (con los chicos que se desmayan o lloran de hambre), de comedia (todos nos tenemos que divertir, tiene que haber un final feliz de esta historia representada durante todo el año marcado por un lindo festival de fin de año, una especie de carnaval al estilo de Rabelais), de farsa (¿no somos acaso los docentes a veces caricaturas similares a Yolanda?), de sainete (en este caso diría de nuevo sainete, con la vida y las características de los inmigrantes de países limítrofes o lejanos que reclamen un lugar que muchas veces les es negado, que también tienen una historia para ser contada) o de grotesco? ¿Acaso muchas veces el resultado de la escuela no se parece a lo que dice el autor en el Prefacio a la obra “ha sucedido lo que debía suceder: una mezcla de tragedia y de comedia, de fantasía y de realidad, en un situación humorística, completamente nueva y muy compleja” (Pirandello, 1994: 15).
El lenguaje, no necesariamente el verbal, es el medio que hace posible la
comunicación teatral, ya que el lenguaje puesto en escena es teatro. Se puede
decir mejor: es el lenguaje el que empuja a la escena.
¿Acaso nuestras
palabras no cumplen, como en el teatro, al mismo tiempo los tres actos de habla?
No vemos acaso lo locutorio, las palabras que decimos, por ejemplo en ese
antiguo parlamento de Joaquín V. González que se recita al comienzo de la
mañana, “la oración a la bandera”. ¿No estamos frente a un acto ilocutorio
cuando tenemos una determinada intencionalidad al proferir un mensaje? Y por
último, ¿ no es un acto perlocutorio el efecto que causan nuestras palabras en
el que las escucha, la mayoría de las veces que nos limitamos a personificar a
una personaje el mimo va a ser el rechazo, la indiferencia, la burla, la
incomprensión?
¿El tiempo en la escuela es un no tiempo? ¿somos concientes de los tres tiempos de los cuales habla Marta Souto (1996: 145):
¿Se respetan sus /mis tiempos? ¿se puede llegar a conciliarlos?
Pero qué pasa con la obra de Pirandello. En esta maravillosa obra teatral, su autor toma ventaja del drama clásico para crear la división entre personajes y actores en la obra. Los actores son presentados como bufones que piensan que saben todo acerca del teatro (acaso los docentes en el marco de la maquinaria escolar, no creemos que sabemos todo sobre la educación y sobre lo que necesitan los alumnos); se burlan o muestran una aptitud condescendiente durante toda la obra hacia los personajes. Los actores con sus posturas maniqueístas y clichés, respondiendo a un estereotipo lucen más artificiales, menos reales, que los personajes ). Pensemos si en nuestra vida cotidiana en las escuelas esto no es así, si no representamos a veces modelos, estereotipos similiares a la famosa maestra de Gasalla. Los personajes gozan de una dinámica, que les otorga la vida a sus luchas internas.
Los personajes en cambio son los chivos expiatorios, son atacados durante
toda la obra.
Ellos se odian los unos a los otros con una pasión nacida de
su existencia como formas en una obra no completada (¿ese odio y ese no-respeto
acaso no está también presente en el teatro de la escuela cuando muchas veces
ellos, que se consideran incompletos, desvalidos, solos, reaccionan mal?). El
silencio de los niños en la obra es un efecto dramático estupendo (me hace
acordar al silencio del momento del ritual matutino por parte de los estudiantes
de la escuela). En la obra de Pirandello, su silencio es necesario a causa de
que ellos ya están muertos, en la escuela, tal vez el silencio sea necesario
para demostrar que lo personajes que tienen sus historias están vivos y que tal
vez las fórmulas representadas en las distintas escenas escolares están muertas
para ellos desde lo simbólico.
Pero, ¿realmente la escuela posibilita esto? Como se sabe la función de la misma es educar, lo cual es, desde la perspectiva de Frigerio (2004), “una acción política de filiación y distribución (que cumple la función jurídica de filiar simbólicamente y de socializar la herencia designando al colectivo como heredero). Sobre esta base, se despliega el trabajo de una pedagogía emancipatoria”. En ese contexto de la representación escolar y en tanto nosotros actores de la compañía tal vez tengamos que pensar que disponibilidad real tenemos de ser anfitriones del pensamiento distinto de ellos, los personajes que irrumpen en la escuela, ¿tenemos realmente la capacidad de mirar y de escuchar? ¿Cuánta predisposición tenemos para escuchar a la alteridad? ¿somos capaces de aceptar que tiene una historia que puede ser contada, narrada y que este mismo acto de narrarla hace que la misma se comience a concretar? ¿somos capaces de comprender, siguiendo a Sartre que “él y yo somos dos libertades que se enfrentan y tratan de paralizarse mutuamente con la mirada”, con los gestos, con las acciones? ¿no habría que considerar como un principio real esa idea de Popper en la cual dice “si yo puedo aprender de ti y quiero aprender en beneficio de la búsqueda de la verdad, entonces no sólo te debo tolerar, sino reconocerte como mi igual en potencia”? ¿no nos creemos gobernantes de la vida de las aulas, como dice Pérez Gómez, pero en realidad sólo llegamos a dominar la epidermis – si es que lo hacemos o debemos hacerlo – de la misma?
En concordancia con Frigerio (2004) se puede afirmar que la escuela “es la que tiene el valor (y la responsabilidad) de plantarse frente a las profecías de fracaso para decir: no estamos dispuestos a reproducir desigualdades ni a asociarnos con ninguna orden de exclusión.” Con nuestro accionar y nuestro discurso no tenemos que hacer lo estudiado por Bernstein y Gintis, tratar de homogeneizar para confirmar y legitimar las diferencias. La escuela tendría que afirmar que el lugar de nacimiento no puede llegar constituir para el individuo un lugar de condena, y las fórmulas rígidas y los monólogos deben ser efectivamente reemplazados por el diálogo para poder construir a partir de la palabra, del intercambio y que cada persona pueda representar su vida.
La escuela, vista desde esta perspectiva, presenta muchas veces características similares al pirandellismo, un conjunto de proposiciones que crean una impresión particular y que se caracterizan porque muestran que:
Pienso que tal vez todo, o casi todo –para sufrir menos- sea una gran ficción. Me preocupa y me duele, no sé por qué, pero es así. Así como me duele que esos actores que llegan a los distinto teatros en los que trabajo tengan hambre y que no tengan zapatillas, que tengan frío en invierno, que su tiempo sea un no-tiempo como sostiene Beatriz Sarlo, que el Estado priorice campañas en las que publicita en lugar de hacer algo más por esos “personajes” que quieren vivir su vida. Pero no una vida simple, tal vez no esa vida a la que están destinados que consiste en ser la mano de obra barata de un country, una vida digna en la cual sus sueños, a pesar de que Calderón dijo que no eran nada más que eso, se puedan hacer por algún momento realidad. Cuando digo un futuro no me refiero a un sentido único, pues sería imposible de lograrlo y no tendría sentido. No se trata de un futuro utilitario, pragmático. Se trata, siguiendo las palabras de Frigerio (1998), “de proporcionar a cada hombre de qué vivir. Pero también ofrecerle la posibilidad de que construya las razones para vivir”. En este construir el futuro, la escuela tiene una función importantísima, la arcóntica en el sentido del arkhé, del lugar de la memoria. Una función arcóntica quiere decir algo que permite que se consiga una ley, que se origine la sociedad, que la ley pueda ser reinterpretada. Una función de la escuela hoy, es una función de fort-da, como diría Freud, que permite en el juego entre el adentro y el afuera, construir al sujeto. Es una función de apuntalamiento, algo que ofrece la base para un apoyo y un punto de partida para un despliegue.¨ Si los docentes debemos pasar un legado debemos trabajar para que aquel que lo reciba esté habilitado para hacerlo, que quiera hacerlo y que a partir de él se logre con la continuidad del mismo. Pero, cómo debe ser ese juego, qué características tiene que tener. ¿En el juego teatral de la escuela, hay relación real – no a nivel del discurso vacío lleno de falsas promesas de los gabinetes ministeriales y de las escuelas progres, de countries o las católicas - entre ese adentro (la vida teatral) y el afuera (la vida de los seres que piden que su historia sea contada)? Luigi Pirandello (1933) en un texto que hace referencia a los orígenes de la poesía, dice algo importante para / sobre el tema sobre el cual traté de escribir: “él deberá crear, con la ilusión de crearse, aquella vida que siente y en la cual puede creer”.
Con esto no quiero decir que no crea en la escuela. Una vez más si tuviera que elegir una profesión creo que sería la de docente, como muchos de nosotros. Tan sólo quiero mostrar algunas inquietudes que tengo como docente con 20 años de aula que cree que algún cambio es posible. Las dudas y las ideas podrían seguir pero se escucha: Bien formados. Hasta mañana chicos. Y como una respuesta, sólo los mismos veinte de las 7:30, dicen a caro: Hasta mañana señorita vicedirectora. En la otra ficción, Pirandello (158) dice: “Después se baja el telón”.
Referencias bibliográficas:
BACHELARD, GASTÓN (1966) Psicoanálisis del fuego, Madrid, Alianza.
FRIGERIO, GRACIELA (1998) “Educar...ofrecer a las nuevas generaciones un futuro” en: Revista Ensayos y Experiencias, Año 4, Nº 22.
FRIGERIO, GRACIELA (2003) “Reflexiones acerca de la figura del maestro emancipador” en: 3° Congreso Internacional de Educación, Buenos Aires, Santillana. Disponible en: http://www.santillana.com.ar/doc/articulos/congreso/frigerio.pdf
KOJÈVE, ALEXANDRE (1975) La dialéctica del amo y del esclavo en Hegel, Buenos Aires, La Pléyade.
PÉREZ GÓMEZ, ANGEL () Comprender y transformar la enseñanza
PIRANDELLO. LUIGI (1994) Seis personajes en busca de autor, Colombia, P&J.
PIRANDELLO, LUIGI (1933) “Orígenes de la poesía”, La Nación, 9 de abril de 1933
POPPER, KARL () “Tolerancia y responsabilidad intelectual (conferencia).
RÉGIS, JOLIVERT (1953) “La existencia del otro y la libertad” en: Las doctrinas existencialistas, Madrid, Gredos.
RUSSELL, BERTRAND (1995) Los problemas de la filosofía, Labor.
SANCHO, JUANA y FERNANDO HERNÁNDEZ (1993) Para enseñar no basta con saber la asignatura, Buenos Aires, Paidós.
SOUTO, MARTA (1996) “La clase escolar. Una mirada desde la didáctica de lo grupal” en: Camilloni, Alicia (et al), Corrientes didácticas contemporáneas, Buenos Aires, Paidós.
[1] Este trabajo fue realizado gracias al aporte de la Fundación Luminis para el cursado de la Maestría en Educación en la Universidad de San Andrés. Fue presentado y aprobado en el contexto de la materia: Teoría de la Organización y gestión de recursos humanos a cargo de la Dra. Graciela Frigerio.
[2] Pirandello nació en Sicilia en 1869. Importantísimo dramaturgo, escribe en 1921 su obra más conocida “Sei personaggi in cerca d’autore. Recibió la legión de Honor en París y en 1925 abrió su teatro d’ Arte en Roma. En el año 1934 recibió el Premio Nobel de Literatura. Murió en Roma en 1936.