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Filosofía y educación: Un binomio en crisis.*
Oscar Wingartz Plata
Universidad Autónoma
de Querétaro
La reflexión sobre la
filosofía de la educación es una actividad que está por realizarse a
cabalidad. Pensar o reflexionar la cuestión educativa en nuestro
entorno se ha constituido en un auténtico reto, no sólo teórico, sino
fundamentalmente, político. La filosofía de la educación vista de esta
forma, nos permitiría establecer, no sólo un compromiso teórico, sino
también un compromiso concreto, real para así poder visualizar un
camino, donde los distintos actores y niveles educativos vean
reflejadas sus aspiraciones, necesidades, intereses, deseos y
prácticas. Parte de su quehacer es también el repensar y retomar la
discusión sobre la relación que guarda el problema educativo y el uso
del poder.
La educación
contemporánea ha sido la respuesta demagógica de la práctica política
de diferentes signos. Se ha hecho demagogia de la educación desde la
derecha, la izquierda o el centro ideológico.1
Miguel Ángel Escotet
I.- Algunas consideraciones.
esde
hace algún tiempo hablar o reflexionar sobre la filosofía, la
educación; y para el caso concreto, sobre la filosofía de la educación
ha sido, sino frecuente, al menos más audible. Esto no quiere decir o
significar simplicidad o menosprecio. Más bien, lo que se quiere
afirmar es que, en la medida en que se profundiza sobre el punto, cada
vez parece más un diálogo de sordos. En este sentido, también se puede
decir que, los niveles de análisis y tratamiento han tenido muy
diversos tonos y direcciones, y en no pocas ocasiones han mostrado
flagrantes contradicciones que han hecho de esta línea discursiva, como
el título mismo de este trabajo lo refiere: “un binomio en crisis”. El
campo mismo de tratamiento en un sentido muy concreto cada vez está más
expuesto por las condiciones bajo las cuales se desarrolla la labor
educativa, y que son cada vez más complejas y precarias. No es una
exageración lo que se comenta. Simplemente vean en qué condiciones
tiene que trabajar la gente que se dedica a la docencia. Esto es,
pensar o reflexionar la cuestión educativa en nuestro entorno se ha
constituido en un auténtico reto, no sólo teórico, sino
fundamentalmente, político. Porque la discusión en términos concretos
está referido en esos niveles. No hay que darle más vueltas, ni hacer
que como que ‘hacemos ciencias’. ¿Por qué inicio con esta
consideración? Por una razón muy sencilla, y ésta es, porque parece
algo realmente paradójico, pero mientras más se habla y se reflexiona
sobre filosofía y educación, va siendo más compleja y entreverada su
comprensión. Con esto no se pretende extremar los términos de la
discusión, pero muchos de sus referentes van caminando en esa
dirección, ésta es, la de hacer más compleja su captación.
En consonancia con lo planteado hay que decir
que, la reflexión sobre la filosofía de la educación en sentido
estricto, al menos para nuestro medio y nuestro contexto, es una
actividad que está por realizarse a cabalidad, reitero a cabalidad. Con
esta afirmación, lo que se desea precisar es que no es algo de todos
los días, como para sostener que es un quehacer cotidiano, común,
ejercitado de manera sistemática, el considerarla una actividad
realmente significativa o como se dice actualmente: de alto impacto.
Aunque debiera ser un campo de trabajo y de reflexión permanente para
todos aquellos que estamos inmersos en la labor educativa, ya sea como
docentes o como administradores. En definitiva lo que se está afirmando
es que este quehacer no debe ser visto o contemplado como algo
exclusivo de ‘expertos’.
Esto está en íntima relación con los referentes
que despierta el hablar de la filosofía, porque mucha gente al escuchar
esa palabra, toma distancia y posición. El referir o evocar a la
filosofía genera múltiples reacciones entre otras: admiración,
escepticismo, incomprensión, duda o franco rechazo, al ser vista como
un quehacer eminentemente especulativo, inasible, etéreo, para
‘iniciados’, etc., etc. Entre otras tantas razones, y siendo honestos,
esta actividad ha sido considerada para pocos, como una cuasi-secta con
derecho de admisión y permanencia. Con esto se ha llegado a una gama
muy amplia de confusiones, exageraciones y distorsiones; y de ahí al
panfletarismo y la vulgarización; en cuanto que se sobredimensiona o se
subestiman sus aportes y planteamientos.
Retomando un punto, el tratamiento sobre la
cuestión educativa debe estar en una perspectiva amplia y plural.
Porque para muchos, y cuando digo muchos, estoy haciendo referencia a
la autoridad educativa y sus diversas instancias que han centrando esta
reflexión de manera prioritaria en las cuestiones normativas o
declarativas como la Artículo Tercero Constitucional -que dicho sea de
paso, está tan parchado y remendado que uno ya no sabe como
interpretarlo-, la Ley Federal de Educación, las normatividades
respectivas, etc. En este orden uno de los puntos más conflictivos es
creer o pensar que la reflexión educativa únicamente está asentada en
estos documentos, porque si fuera de esa manera caeríamos en la
pauperidad conceptual, analítica y discursiva; y en el último de los
casos, estaríamos reiterando una de las viejas prácticas en nuestro
medio: la de repetir y predicar principios y consignas como si fueran
materia cuasi-divina, de forma catequética o dogmática. Al respecto
añadiría que, para que tales principios tengan un real y efectivo
sustento, requieren de profundización, estudio y análisis crítico con
proyección histórica. Porque de otra manera se convierten en lo que se
han convertido, en consignas carentes de toda fuerza y contenido.
II.- Filosofía de la educación.
Para proponer o plantear una ‘definción’ sobre el
punto en cuestión, de manera general haría más bien una aproximación a
un aspecto más general como ¿qué es la filosofía o el quehacer
filosófico? Para de ahí hacer las consideraciones respetivas y la
discusión posterior. Al respecto retomaría una afirmación hecha por un
compañero nuestro Mario Magallón, que en sus años mozos fuera profesor
de educación básica, y dice:
…lo que queda y está a su alcance (de la
filosofía) es la de ser sólo mediadora en términos de interpretación
entre el saber de los expertos y una práctica cotidiana necesitada de
orientación: de fomentar e ilustrar procesos de autoentendimiento del
mundo y de la vida […] La filosofía, en lo general, sólo se limita a
aprehender estructuras generales teóricas, filosóficas, discursivas y
de existencia.2
Con la afirmación propuesta, lo que se desea
enfatizar es que debemos entender a la filosofía y su quehacer como un
elemento constitutivo de nuestro saber, y como referente en nuestras
vidas. En cuanto que propone un sentido, una significación y una
orientación ordenadora y consecuente con nuestra vida, que puede ir de
lo más sencillo a lo más complejo. Sobre todo, si tomamos esta idea que
aprehende esas estructuras generales, tanto de conocimiento como de
existencia. Ampliando este punto sobre el contenido y la significación
que guarda o debe guardar la filosofía, en un célebre texto Leopoldo
Zea explica de manera clara y sencilla, desde su consideración qué debe
entenderse por filosofía, y cuál es su quehacer:
Todo filósofo debe estar preocupado por su
mundo y su sociedad, no tanto, el pretender parecerse a este o a aquel
modelo. No debe estar preocupado por pensar en máximas o en la
construcción de un sistema; no se debe estar preocupado por ser llamado
filósofo: Simplemente debe estar preocupado por enfrentar los problemas
del hombre de su tiempo, del cual, también él es expresión. Y buscar a
estos problemas soluciones, de ser posible, definitivas.3
Si tomamos como punto de acuerdo y de partida el
planteamiento expuesto por Zea, debemos decir que la filosofía por su
propia naturaleza aborda y problematiza un conjunto de realidades; y al
interior de ese conjunto de realidades se encuentra y se ubica el campo
educativo, donde tiene su espacio y su tratamiento específico. Por otro
lado, no hay que perder de vista que la educación, al constituirse en
un fenómeno histórico-social, se constituyó en una realidad política,
ideológica, económica, y pedagógica; y en consecuencia pide y reclama
para sí una valoración, un entendimiento e interpretación, tanto de los
actores educativos como del conjunto social. En este orden cabría una
matización a los referentes que hace la filosofía sobre la cuestión
educativa, y que debería tener entre nosotros, es la siguiente: Todo
acto humano, por su propia naturaleza conlleva una cierta dirección, un
contenido, una intencionalidad, es decir, conlleva una finalidad; por
lo tanto, nos lleva hacia un determinado, que esté suficientemente
reflexionado, es materia de otra consideración. Lo que se quiere
destacar, es el hecho de que las acciones humanas tiene una carga
específica; y en materia educativa esto es determinante en su quehacer
cotidiano. Planteo esto, porque se cree o se ha pensando que las
llamadas ‘políticas’ educativas son pura acontecer educativo, así sin
más. No quiero ser redundante, pero la educación se ha mostrado como
una de esas tantas esferas que por la dimensión y significación de sus
acciones proclive a la deformación, la falsificación, en una palabra, a
la demagogia, del signo que sea. Al respecto Magallón diría lo
siguiente, en relación con el campo educativo:
La educación como factor social tiene una
función específica, la de establecer relaciones de continuidad y
contactos entre una generación y otra. Es a la vez un medio por el cual
se transmiten tradiciones, costumbres, ideas, representaciones, mitos,
fantasías, utopías, símbolos, valores, es decir, todo lo que constituye
el legado histórico. Sin embargo, la educación en sí misma, por su
propio carácter, contiene dentro de sí elementos contradictorios en la
medida en que puede ser un instrumento para la dominación y el control
del hombre, como para su liberación.[...] Educar es desmitificar las
expresiones, categorías, conceptos y prácticas políticas que ocultan el
sentido real del ejercicio de la dominación.4
Con este planteamiento podemos ver que la
educación y su reflexión filosófica se mueven en un amplio espectro, no
sólo teórico sino también político. Por eso se afirma que el fenómeno
educativo ha llegado a cobrar tantos sentidos y significaciones que su
reflexión se ha vuelto compleja. Ahora bien, si la educación condensa
en su interior una gama tan amplia de elementos y problemáticas, una
pregunta que se impone es: ¿por dónde iniciar su análisis? Al respecto
podemos decir lo siguiente: una de las direcciones o de las
intencionalidades de la filosofía de la educación, estaría dada en
términos de ofrecer una comprensión-interpretación, tanto del acto de
conocer como de sus respectivas prácticas; y las consecuencias que
conlleva dichas prácticas. Esto enunciado de esta manera puede parecer
una obviedad, pero reflexionando con cuidado y detalle veremos que no
es tan accesible ni fácil su comprensión, en razón de que exige
agudeza, profundidad y método de trabajo; y en buena medida, una dosis
importante de compromiso teórico y social.
Por otro lado, esta cuestión nos lleva a una
consideración muy concreta, que bajo la actual coyuntura histórica
parece como si hubiera desaparecido del horizonte académico e
intelectual, y es el asumir críticamente nuestra realidad. Es decir, si
esto lo asumimos seria y consecuentemente veremos los tonos y las
implicaciones que tiene, conlleva e implica el postular una determinada
filosofía educativa, y los alcances que puede cobrar. Donde la
definición y la significación que tiene educar expresa un contenido tan
preciso que si lo llegamos a aprehender en sus diversos ángulos debemos
concluir que, por la situación que estamos atravesando, no podemos ser
complacientes con el panorama que se nos muestra. Sobre este punto, me
voy a permitir citar una afirmación que puede cobrar el peso de una
sentencia contundente en relación con lo que se viene comentando, y es
la siguiente:
La filosofía de la educación debe ser un
vehículo para descubrir los elementos alienantes y los diversos modos
como el poder se ejerce en los distintos grupos sociales, las formas en
que los grupos de las clases dominantes se afincan, determinan y
someten las conciencias de los individuos la reducirlos a entes
“seriados”, por medio de valores morales, sociales y políticos
impuestos, no reflexionados, constituyendo sociedades cerradas de
características rígidas y de una estructura social jerárquica, en donde
las masas sólo practican el silencio, que en muchas ocasiones coincide
con la visión fatalista de la sociedad y de la historia y hace difícil
asumir una actitud transformadora de sus condiciones de existencia.5
Con esta puntualización, lo que se pretende
enfatizar es el peso o el contenido que debe guardar la reflexión
filosófica sobre la educación, y que sin desear extrema los términos de
la misma, demanda mayores aportes y planteamientos. En este orden, un
elemento que nos puede facilitar el acceso que se solicita, es el
concebirla como un puente que permita establecer la relación que
mantienen los hombres con el mundo, desde su propia historia. Porque a
partir de ella que se va mostrando sus acciones y pensamientos.
La filosofía de la educación vista de esta forma,
nos permitiría establecer, no sólo un compromiso teórico más explícito
con este campo, sino también un compromiso concreto, real, más
efectivo; y así poder visualizar un rumbo, un camino, una serie de
objetivos, o si se quiere llegar a una determinada propuesta que se
asiente en un cuerpo de principios y fundamentos que se puedan expresa
como un todo. Donde los distintos actores y niveles educativos vean
reflejadas sus aspiraciones, necesidades, intereses, deseos y
prácticas. Esto es, que sea vista como una reflexión que recoja
conocimientos, saberes, capacidades, experiencias e inquietudes. Pero
para enunciar este aspecto de esta forma se requiere como condición
central al interior de su propia formulación, su respectivo análisis y
crítica. Es decir, el carácter crítico de la reflexión filosófica en
materia educativa debe mostrar, sacar a la luz: los ocultamientos, los
enmascaramientos, las simulaciones, las apariencias, los vicios, las
inercias que una determinada reflexión o formulación va entretejiendo
desde su propia elaboración. Esta es una labor fundamental en este
quehacer. Esto debería ser uno de los aspectos medulares, no sólo en
esta materia, sino en el amplio espectro de nuestra vida cotidiana.
Hago mención de este punto, porque se convertido
en un recurso más que socorrido, en muchos espacios la aceptación
sumisa, dogmática y acrítica de planteamientos de diversa índole y
magnitud; y de ahí a toda una serie de prácticas que más que facilitar
la comprensión y el entendimiento de la realidad educativa, nublan,
confunden y distorsionan esa misma realidad; y nos hacen entrar en una
verdadera camisa de fuerza, donde lo fundamental queda oscurecido o
sólo insinuando. En este sentido, podemos ir más sobre este
planteamiento sobre la actitud crítica, y coincido plenamente con
Magallón cuando dice:
El carácter crítico de la reflexión educativa,
por encima de dogmatismos disfrazados que pretendan ocultar la
realidad, ha de entenderse como una categoría de búsqueda y revolución
de los conocimientos[...] La crítica históricamente no tiene una sola
connotación, incluso desde la filosofía tiene un doble significado: el
primero[...] trata de los problemas relacionados con la verdad de
ciertos conocimientos, adquiere el carácter de una epistemología; el
segundo[...] es posible hablar de filosofía crítica, de sociología
crítica, de pedagogía crítica[...] una tendencia, a ciertas soluciones
que se plantean para cada disciplina. Estos rasgos de la crítica
conforman un elemento indispensable en cualquier trabajo intelectual,
especialmente en aquellos que están referidos a procesos de formación y
de educación.6
Como se puede apreciar, la crítica se constituye
en un elemento de primer orden, no sólo para el trabajo académico, sino
como en una herramienta fundamental para cualquier ámbito de nuestra
existencia. Entre otras razones porque nos posibilita mayores
conocimientos y una práctica teórica y social más consecuente y sólida.
Por ello la insistencia y la necesidad de crear y fomentar esta
práctica entre nosotros. No deseo extender de manera innecesaria la
discusión, pero un punto que amerita ser mencionado, es el que se
refiere al momento que estamos atravesando en materia educativa, y lo
propongo más bien como ejemplo. Hace un par de semanas, se ha venido
discutiendo sobre la llamada ley de egresos de la federación o la
miscelánea fiscal con sus respectivos “cambios estructurales”. Menciono
este punto porque lo considero la muestra más clara y fehaciente de la
ceguera, la incompetencia y el desentendimiento más impresionante que
pueda tener un gobierno hacia la educación. En dicha miscelánea se hace
referencia a tres puntos que se consideran centrales: energía, petróleo
y la profundización del modelo económico en boga, bajo su nuevo
disfraz, la globalización; o dicho de otra forma, la dependencia y la
subordinación más severa del país a los Estados Unidos. Al interior de
esta discusión, y en el contexto todo de la ley de egresos, que dicho
sea de paso, es más una tomada de pelo por parte de los políticos, que
una real y verdadera discusión. La educación en todos sus niveles,
simple y sencillamente está ahí, sin relevancia alguna. Se dice y se
pregona a los cuatro vientos que es prioritaria, pero la cuestión es
que sigue, dígase lo que se diga, postrada y sin esperanzas objetivas,
concretas de salir de esa postración, ni a mediano plazo, que ya es
decir mucho. Para nuestra de lo que se está comentando, hay que ver en
¿qué condiciones se encuentran la universidades públicas de nuestro
país?, parecen “universidades de Beirut”, derruidas y en franco
deterioro, no sólo físico sino también académico, lo que es realmente
preocupante. Propongo algunos puntos que sintetizarían lo expuesto, y
que de manera pertinente encauzarían las reflexiones posteriores:
Un primer punto. Todavía hay un buen trecho por
andar para formalizar y sistematizar la reflexión filosófica sobre el
campo educativo. Pero para llevar a cabo tal empresa, debemos tener
clara conciencia de la realidad educativa en la cual estamos inmersos.
Sino empezamos por ahí, estaremos reiterando lo que ya se ha comentado,
el de encubrir y mistificar esa misma realidad, que supuestamente
queremos superar.
Segundo punto. Los alcances que pueda tener tal
reflexión deben estar en consonancia con una comprensión más objetiva,
no sólo del fenómeno educativo en cuanto tal, sino que debe estar
acompañada de una visualización amplia del contexto histórico, y esto
también significa la crítica respectiva en las dos acepciones
propuestas, como generadora de conocimiento y como práctica social.
Tercero. No pretender reducir la reflexión y su
ejercicio crítico a un conjunto de consignas, que en el fondo sólo
hacen más difusa la comprensión sobre el hecho educativo.
Cuarto punto. Salir del esquematismo, entiéndase:
academicismo, en que se ha visto envuelta la práctica filosófica, y sus
respectivos campos. Lo que ha dado por consecuencia que, esos campos o
disciplinas susceptibles de ser trabajadas filosóficamente, se hayan
visto seccionadas o segmentadas, por efecto de un hiperteorismo. Este
punto sólo lo propongo, y es una consideración personal, que puede ser
compartida o no por muchos, o por nadie de los presentes.
Quinto. Una filosofía educativa que sólo
reflexione sobre el proceso pedagógico sin más, se quedaría a mitad de
camino ante las exigencias que demanda nuestra compleja realidad.
Porque como se ha mencionado, la reflexión debe dar un ‘plus’ teórico y
práctico.
Desde esta perspectiva podemos ir tomando
distancia, no sólo sobre el campo en cuestión, sino sobre la manera o
de las maneras en que podemos abordar la reflexión. Como se ha
mencionado no quiere tener tintes o pretensiones especiales o
‘iluminadoras’. Esto quiere decir que, así como la filosofía no puede
vivir enclaustrada en sus espacios y determinaciones de orden
teórico-metodológico. Así también ella misma debe abrirse a la
conflictividad educativa e impulsar la reflexión con rigor y método; y
entre otros puntos a discutir, ¿qué se entiende por educación o para
qué educar?
III. A manera de conclusión.
Entre otros tantos quehaceres que tiene por
delante esta reflexión es, la de repensar y retomar la discusión sobre
la relación que guarda el problema educativo y el uso del poder. Porque
en esta relación es donde se juega mucho, no sólo la reflexión misma,
sino la implementación de esas ‘pautas’ o ‘políticas’ a las que se han
hecho referencia. Porque es a través del acto educativo que son
determinadas en gran medida un bueno número de conductas y
comportamientos, por medio del castigo-recompensa, así como la forma en
que se desdobla la producción y la calidad de la misma. Donde los
sujetos van adquiriendo determinadas habilidades y destrezas que son
‘las herramientas’ fundamentales en el proceso productivo; y de ahí a
la utilización del tiempo, la mensurabilidad del esfuerzo, y la
calificación que ella pueda obtener bajo un determinado régimen
productivo, o como diría Marx, bajo un determinado modo de producción,
donde la ganancia a lado de la plusvalía y la acumulación son ‘el
combustible’ indispensable de esta vasta maquinaria que es el
capitalismo. Concluiría con la siguiente cita que dice, y que de forma
muy precisa sintetiza las ideas expuestas en este trabajo; a la vez
muestra una de las aspiraciones o los deseos de generar una reflexión
consecuente con el momento que estamos viviendo, dice:
La educación debería colaborar en la
construcción de la utopía de la liberación, un sueño diurno acariciado
durante centurias por nuestras mayorías y por intelectuales
comprometidos con nuestros intereses. Una utopía que recibe el nombre
de “Nuestra América”, expresión de por sí utópica, porque incluye en su
seno lo que debería ser aunque todavía no es: la “nostredad” de una
América que se nos presenta no pocas veces como ajena.7
Referencias bibliográficas
1.- Arnove, R. F., La Educación
como terreno de conflicto: Nicaragua, (1979-1993), Managua,
Editorial UCA, Col. Alternativa, 1994. p.7.
2.- Magallón Anaya, M., Filosofía
política de la educación en América Latina, México,
UNAM-CCyDEL, 1993. Col. Nuestra América. N° 39. pp. 124-125.
3.- Zea, L., Filosofía
Latinoamericana, México, ANUIES, 1976. p. 25.
4.- Magallón Anaya, M., op. cit.,
p. 130.
5.- Freire, P., Acción cultural
para la libertad, Buenos Aires, Ed. Tierra Nueva, 1983. p. 70.
6.- Magallón Anaya, M., op. cit.,
p. 131.
7.- Cerutti Guldberg, H., “Filosofía
Latinoamericana de la Educación”, en Panoramas de Nuestra
América. Filosofía de la Educación. Hacia una Pedagogía para
América Latina, México, CCyDEL/UNAM, 1993. N° 7. p. 44.
* Ponencia presentada en el XII° Congreso
Nacional de Filosofía, organizado por la AFM y la Facultad de Filosofía
de la UdeG, Guadalajara, Jalisco. (noviembre del 2003).
Odiseo,
revista electrónica de pedagogía. Año 2, núm. 4. 27 de
febrero de 2005.
http://www.odiseo.com.mx/2005/01/01wingartz_binomio.htm (ISSN
1870-1477).
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