Colonialismo y modernidad:
la enseñanza del español en la Nueva España
Susana López Guerra
Universidad
Pedagógica Nacional, Unidad Querétaro
Marcelo Flores Chávez
Colegio de
Bachilleres del Estado de Querétaro
La historia de la
enseñanza de la lengua española en América se asoció indisolublemente a
la imposición de la cultura occidental como modelo de modernidad,
mediante el tránsito de lo indígena pagano a lo
ibérico-católico-romano. Las relaciones entre la economía y las
políticas lingüísticas y educativas para la Nueva España estuvieron
íntimamente entrelazadas: relacionadas fundamentalmente con la
necesidad del control militar, económico, político e ideológico sobre
los territorios conquistados, y de conformar en los pobladores una
identidad como individuos del Estado colonial y súbditos de la Corona
española.
a
relación entre el poder público y la lengua implica la relación entre
lingüística, historia e historia de la lengua, por lo que la percepción
de la misma, el estudio de su evolución y su enseñanza no pueden
desligarse de la historia de las conquistas, la lucha entre los pueblos
y las guerras1.
El dominio de la lengua ha servido también como indicador de supremacía
y descalificación del “otro”; los griegos llamaban bárbaros
a los hombres que no tenían el dominio de su lengua; para los romanos
el barbarus designaba al extranjero, al inculto, al
ignorante; en la edad media, el latín fue la única lengua aceptada para
comunicarse con Dios, era la lengua del poder y el saber.
Desde la Conquista hasta nuestros días puede
identificarse que la articulación del horizonte cultural y las
políticas lingüísticas -y para la enseñanza de la lengua en México- se
han realizado con la imposición del valor de la modernidad,
reordenado, según el momento histórico, en función de distintas teorías
culturales, sociales, económica y políticas. La palabra modernus
apareció por primera vez en el siglo V, y se utilizó para distinguir el
presente romano cristiano opuesto al paganismo del período clásico2. En los primeros años del siglo XVI,
para justificar la expansión colonial europea, se definieron dos ideas
fundamentales que guiaron la occidentalización de los pueblos
conquistados: todo dominio provenía fundamentalmente de la condición
religiosa de los hombres, y una civilización era superior a otra.3 De esa manera la historia de la lengua
española en América se asoció indisolublemente a la imposición de la
cultura occidental como modelo de modernidad, mediante el tránsito de
lo indígena pagano a lo ibérico-católico-romano4.
Las políticas lingüísticas de la Nueva
España continuaron la filosofía y política de los reyes Isabel y
Fernando para la reconquista de España. El historiador real Elio
Antonio de Nebrija elaboró la primera gramática española destinada a
“nacionalizar” el castellano; su Gramática sobre la lengua
castellana recomendaba que se enseñaran “las cosas de la
nación en el idioma de la nación”.5
“El castellano –dice Shirley Brice Heath-- fue entonces la norma en la
política, la erudición y el arte, instrumento cultural y político,
lengua vigorosa de una sociedad que se afirmaba.”6
Las relaciones entre la economía y las
políticas lingüísticas y educativas para la Nueva España estuvieron
íntimamente entrelazadas: relacionadas fundamentalmente con la
necesidad del control militar, económico, político e ideológico sobre
los territorios conquistados, y de conformar en los pobladores una
identidad como individuos del Estado colonial y súbditos de la Corona
española. La tesis de Pilar Gonzalbo que explica la política lingüista
en la Nueva España a partir de la primera impresión que los españoles
tuvieron del poderío azteca7,
o de los cambios en la vida cultural y filosófica de Europa --como
afirma Gloria Bravo Ahuja-- son poco plausibles. La difusión del
castellano como lengua imperial es expresada con toda claridad por
Nebrija quien escribía su gramática no para enseñar a los españoles a
hablar su lengua, sino para que aprendieran los pueblos conquistados la
lengua del conquistador.8
Sin embargo, en la revisión histórica de la
política lingüística y educativa de la Nueva España se observa un
aparente sentido contradictorio. El escenario se aclara cuando se
contrastan las necesidades de control militar, económico, político e
ideológico de la población con las fases de conquista y colonización
del territorio novohispano. Por ello las ordenanzas que se emitían
desde la metrópoli para la enseñanza de la lengua seguían políticas
específicas, según se requerían. Veremos a continuación algunos casos
donde puede seguirse la posible validez de esta tesis.
En la conquista espiritual los franciscanos
usaron el náhuatl y otras lenguas nativas para el adoctrinamiento. Pero
en 1550 Carlos V promulgó la ordenanza para que todos los indios
aprendieran castellano:
...sean enseñados en nuestra
lengua castellana y que tomen nuestra policía buenas costumbres, porque
por esta vía con más facilidad podrán entender y ser doctrinados en las
cosas de la religión cristiana.9
En 1559 apareció La Cartilla
de Fray Pedro de Gante para enseñar a los indios a leer en latín,
castellano y su lengua o dialecto.10
Los contenidos educativos lingüísticos --las letras del alfabeto y las
vocales y consonantes formando sílabas elementales-- eran el vehículo
para acceder al adoctrinamiento: el Padre Nuestro,
el Ave María, Credo, y los
artículos de la fe, los Mandamientos de la Ley de Dios
y los Sacramentos de la Santa Madre Iglesia. La
Cartilla incluía además una explicación de los pecados veniales y
mortales; la asociación de los sentidos corporales con los espirituales
y las obras de misericordia cristiana. Finalmente, la confesión, la
bendición de la mesa y la contrición, además de una serie de palabras
abreviadas..Hay que mencionar que no se traducían a las lenguas
indígenas los conceptos referidos a la divinidad, (Jesús, María, Dios)
solamente los textos.
El dilema de la castellanización de los
indios para su completa transculturación o de la conservación de las
lenguas vernáculas para la preservación de su identidad cultural --con
el consecuente aislamiento socioeconómico, lingüístico y el permanente
riesgo del retorno a sus prácticas paganas--, implicó la discusión
sobre el problema de su control económico, político e ideológico. Si
bien era importante imponer la lengua del imperio, los conquistadores y
colonizadores argumentaban que cuando los indios se castellanizaban se
transformaban en “ladinos” e “igualados”, contrario a la docilidad y
obediencia mostrada cuando solamente hablaban su propia lengua,
--además de que una gran mayoría los españoles peninsulares eran
analfabetas.
Para controlar la incipiente autonomía de
los conquistadores y colonizadores, encabezados por Martín Cortés,
Felipe II trasladó la encomienda11
de la cristianización de los indios a los religiosos; no para evitar
los abusos de los encomenderos --por la elevada conciencia cristiana
del monarca, como se asegura--, sino para centralizar el poder de la
Corona sobre la Colonia. Pero además de esta manera también se cumplía
el pronunciamiento del concilio general de Trento que resolvía que la
evangelización debía realizarse en la lengua materna de los indios. En
1565 (el año en qué Martín Cortés se rebela) el emperador exigió que
los misioneros aprendieran la lengua de cada grupo indígena a su cargo;
la empresa implicaba dificultades de orden práctico y como el náhuatl
era una lengua franca en la estructura política y tributaria del
imperio azteca con la cual se continuaba tributando a la corona
española; ordena la creación de las cátedras de nahua y otomí en la
Real y Pontificia Universidad de México para que nadie se postulase
para un curato indígena sin los cursos en lengua india. Gonzalo Aguirre
señala la contradicción en la estructura colonial al equiparar las
lenguas de los pueblos socialmente inferiores con las lenguas cultas:
latín, griego y hebreo12.
En 1570 el monarca emitió la cédula real que
la declaraba el náhuatl la lengua oficial de los indios:
...para que los indios aprendiesen
todos una misma lengua y que ésta fuese la mexicana [náhuatl] que se
podría aprender con más facilidad por ser lengua general.13
Felipe III ordenó nuevamente la
evangelización en cada una de las lenguas indígenas dejando el uso del
castellano para otros menesteres; su sucesor, Felipe IV, determinó
nuevamente que se enseñara a los indios en lengua castellana para que
fuesen más fácilmente sujetos al control gubernamental:
...que no les permitan hablar la
lengua materna. (...) que haya cátedra para que los doctrineros sepan
la lengua de sus feligreses y los puedan mejor instruir en nuestra
Santa Fe Católica.14
Finalmente en 1770 Carlos III emitió la
ordenanza para que sólo se hablase el castellano en la Nueva España y
se desterrasen, de manera definitiva los otros idiomas, con el fin de
remover los impedimentos de comunicación con los españoles y para el
logro de la unidad de la Nueva España:
...para que de una vez se llegue a
conseguir el que se extingan los diferentes idiomas de que se usa en
los mismos dominios y sólo se hable el castellano.15
El racismo y la estratificación de la
población de la Nueva España fueron las características de la
organización social del Virreinato, españoles e indios recibían
educación separada16; la educación era tan diferente para
cada uno de las castas, estratos y clases sociales, como la recibida
por ciudadanos de diferentes naciones. Para los criollos el ideal
lingüístico era la lengua española peninsular, “la verdadera lengua
castellana”, por lo cual la educación lingüística estuvo orientada en
ese sentido.17 Para los indígenas, una vez que
aceptan la evangelización, las labores educativas se limitan a mantener
vigentes las creencias cristianas y los curas del clero secular eran
los encargados de estas tareas; su misión era la instrucción de los
jóvenes en la fe cristiana.18 El método de enseñanza del español se
realizaba con un pequeño folleto de 8 hojas compuesto de 38 lecciones o
ejercicios: el Silabario Método de San Miguel o Silabario
de San Vicente. En la primera lección aparecían las vocales
en letra impresa, ordenadas en cinco series; en cada serie una vocal
distinta en orden de prioridad para memorizarlas en forma horizontal y
vertical. En las siguientes seis lecciones se pasaba a listas de
sílabas. De la lección 8 a la 23 el alfabeto en minúsculas, mayúsculas,
y en las demás lecciones palabras separadas por sílabas. Los contenidos
versaban sobre temas exclusivamente religiosos.19
El objetivo de la política lingüística es
favorecer la comunicación y la fluidez de los actos sociales. En los
ejemplos anteriores observamos como las contradicciones de la política
lingüística a lo largo de la conquista y de la colonización son en
realidad contradicciones aparentes, su fin último siempre fue el de
mantener el control militar, económico y político-ideológico de la
población; es comprensible si se considera que en ciento cincuenta años
de colonialismo se transfirieron desde América a España 500 millones de
pesos de oro, una cantidad equivalente al capital invertido en la
revolución industrial inglesa20.
Notas
1 Silvio Zavala. “El castellano, ¿lengua
de comunicación?", en: Poder y lenguaje desde el siglo XVI.
México, El Colegio de México, Centro de Estudios Lingüísticos y
Literarios, 1996. Passim.
2 Según investigaciones de Hans Robert
Jauss, citado por Jürgen Habermas, en: La posmodernidad.
Barcelona, Ed. Kairós. 1988. pp. 19-20.
3 Alejandra Moreno Toscano. ”El siglo de
la conquista”, en: Historia General de México. Tomo
I. México, El Colegio de México. 1987. p. 326.
4 Juan Casassus. “Modernidad educacional
y modernización educativa”. Boletín del Proyecto Principal. ORELAC.
Santiago de Chile, 1992, en: Margarita Noriega Chávez. En: Los
laberintos de la modernidad: Globalización y sistemas educativos.
México, Universidad Pedagógica Nacional. 1996. p. 23.
5 Antonio de Nebrija. “A la mui alta y
assí esclarecida princesa doña Isabel...”, en Gramática de la
lengua castellana. 2ª. ed. Estudio y edición de Antonio
Quilis. Madrid. Editora Nacional. 1984. p. 101.
6 Shirley Brice Heath. La
política del lenguaje en México: de la colonia a la nación.
México, Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes / Instituto Nacional Indigenista. 1992. p. 24.
7 Pilar Gonzalbo Aizpuru.
Educación y colonización en la Nueva España. 1521-1821.
México, Universidad Pedagógica Nacional. Colección Historia, Ciudadanía
y Magisterio, 2000. p. 22
8 Nebrija. Op. cit .
p. 101.
9 “Disposiciones complementarias de las
leyes de Indias”. Vol. III, citado en: Gloria Bravo Ahuja. La
enseñanza del español a los indígenas mexicanos. México, El
Colegio de México. 1977. p. 34.
10 Antonio Barbosa Heldt. Cómo
han aprendido a leer y a escribir los mexicanos. México,
Editorial Pax. 1973. p. 193. Véase el facsímil completo de La
Cartilla en Gloria Bravo Ahuja. Op. cit,
pp. 36-51.
11 La encomienda era la tributación en
especie o servicio personal de los indígenas encomendado a los
españoles; los encomenderos tenían a su vez como obligación la
cristianización de los indígenas. A excepción de los vasallos de Hernán
Cortés todos los indígenas encomendados a los conquistadores son
súbditos del emperador.
12 Gonzalo Aguirre Beltrán. Lenguas
vernáculas. Su uso y desuso en la enseñanza: la experiencia de México.
México. Ediciones de la Casa Chata. 1983. pp. 42-44.
13 Cédulas reales,
Vol. XLVII, Archivo General de la Nación, en: Gloria Bravo Ahuja. Op.
ci.t, pp. 34.
14 Citado por Velasco Caballos, La
alfabetización en la Nueva España. pp. LVI – LVII, en: Gloria
Bravo Ahuja, Id.
15 Id.
16 Por ejemplo los colegios de San Pedro
y San Pablo que los jesuitas instituyen para los españoles y el de San
Gregorio y San Martín para los indígenas. Gonzalo Aguirre Beltrán, op.
cit. p 36.
17 Shirley Brice, op. cit. pp.
18-19.
18 Gonzalo Aguirre, op.cit.
p. 51
19 Antonio Barbosa, op. cit.
pp. 27-30.
20 Enrique Semo. Historia del
capitalismo en México. México, Ediciones Era-Secretaría de
Educación Pública. 1987. p. 101.
Odiseo,
revista electrónica de pedagogía. Año 2, núm. 3. 1 de
noviembre de 2004.
http://www.odiseo.com.mx/2004/07/03lopezflores_colonialismo.htm (ISSN
1870-1477).
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